La Tradición Hermética (03) 1. Pluralidad y dualidad de las civilizaciones
Biblioteca Evoliana.- Este es, sin dudo, uno de los temas más característicos del pensamiento evoliano: la diferenciación de las civilizaciones en dos modelos: las civilizaciones tradicionales, o premodernas, y las civilizaciones modernas. El sentido que este capítulo adquiere en una obra como "La Tradición Hermética" es fundamental: las civilizaciones tradicionales han desarrollado "ciencias tradicionales", el hermetismo y la alquimia, una de ellas. Para entender el sentido de estas "ciencias" es preciso situarse en la mentalidad propia de las civilizaciones tradicionales.
1. Pluralidad y dualidad de las civilizaciones
En los últimos tiempos, y contra la concepción progresista según la cual la historia representaría el desarrollo evolutivo más o menos continuo de la humanidad colectivamente considerada, se ha afirmado la idea de la pluralidad y de la relativa incomunicabilidad de las formas de civilización. Según esta segunda y nueva visión de la historia, ésta se fracciona en épocas y ciclos distintos. En un momento dado y en una raza determinada se afirma una específica concepción del mundo y de la vida, de la que se deriva luego un determinado sistema de verdades, de principios, de conocimientos y de realizaciones. Es una civilización que surge, que poco a poco alcanza un punto culminante y que luego decae, se oscurece y a veces, sin más, desaparece. Se ha cerrado un ciclo. Surgirá otra civilización, quizás, en otra parte. Quizás asuma temas de civilizaciones precedentes, pero las correspondencias entre una y las otras serán sólo analógicas. El paso de ciclo de civilización a otro ‑así como toda comprensión efectiva de uno por parte del otro‑ implica un salto, la superación de eso que en matemáticas se denomina solución de continuidad. (1)
Aunque esta concepción ha significado un saludable reactivo contra la superstición historicista‑progresista puesta de moda más o menos al mismo tiempo que el materialismo y el cientificismo occidental (2), sin embargo tampoco ella está libre de sospecha y debe someterse a cuarentena, ya que por encima del pluralismo de las civilizaciones habría que reconocer ‑sobre todo si nos limitamos a los tiempos que podemos abarcar con relativa seguridad y a las estructuras esenciales‑ una dualidad de las civilizaciones. Se trara de la civilización moderna por un lado, y por otro del conjunto de todas las civilizaciones que la han precedido (para Occidente, pongamos hasta final de la Edad Media). En este caso la ruptura es completa. Más allá de la variedad múltiple de sus formas, la civilización premoderna, o como también podemos denominarla, tradicional (3), significa algo específicamente distinto. Se trata de dos mundos, uno de los cuales se ha diferenciado hasta el punto de no conservar apenas ningún punto de contacto con el anterior. Con lo cual, para la gran mayoría de los modernos también quedan cerradas las vías de una comprensión efectiva de este último. Esta premisa era necesaria para nuestro tema. La tradición hermético‑alquímica forma parte del ciclo de la civilización premoderna, tradicional. Para comprender su espíritu hay que trasladarse interiormente de un mundo a otro. Quien emprenda su estudio sin haberse situado en posición de poder superar la mentalidad moderna y de despertarse en una nueva sensibilidad que lo ponga en contacto con el tronco espiritual general que ha dado vida a tal tradición, sólo conseguirá llenarse la cabeza de palabras, signos y alegorías extravagantes. Por otro lado, no se trata sólo de una simple condición intelectual. Hay que tener en cuenta que el hombre antiguo no sólo tenía un modo diferente de pensar y de sentir, sino también un modo distinto de percibir y de conocer. La base de la materia de la cual nos ocuparemos, como comprensión y como realización es evocar, merced a una cierta transformación de la conciencia, esta diferente modalidad. Y sólo entonces surgirá en ciertas expresiones una luz inesperada, ciertos símbolos se convertirán en medios para un despertar interior, se admitirán nuevos vértices de realización humana, y se comprenderá cómo es posible que determinados «ritos» puedan adquirir un poder «mágico» y operativo y constituirse en una ciencia que, por lo demás, no tiene nada que ver con lo que hoy corre bajo este nombre.
1. El exponente más conocido de esta concepción es 0. SPENGLER (Der Untergang des Abendlandes, Viena y Lcipzig, 1919). A partir de DF GOBINNEAU esta teoría ha tenido otros desarrollos en conexión con la doctrina de la raza.
2. En efecto, la extravagante idea de una evolución continua sólo ha podido nacer de la contemplación exclusiva de los aspectos materiales y técnicos de la civilización, olvidando por entero los elementos espirituales y cualitativos de la misma.
3. La definición del concepto concreto de «civilización tradicional», por oposición a la moderna, se debe a R. GUÉNON (La crise du monde moderne, París, 1927).
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