Evola y el Tao-Te-King de Lao-Tsé.
Biblioteca Evoliana.- Lamentablemente, en el número de "Totalité", dedicado íntegramente a Evola y a su relación con las distintas tradiciones de Oriente y Occidente, no se daba cabida al taoismo chino. Sin embargo, Evola, en varias de sus obras, alude a Lao-Tsé y a sus doctrinas, si bien de manera tangencial y evidentemente influido por la obra de Guénon, "La Gran Triada". Este hueco lo ha suplido Francisco García Barán con este artículo que nos ha sido remitido y que, creemos, fue publicado inicialmente en la web del Centro de Estudios Evolianos de Buenos Aires.
Evola y el Tao-tê-king de Lao-tsé
por Francisco García Bazán
Comenzaré para referirme a la presentación del libro de Julius Evola, El Tao-tê-king de Lao-tsé editado recientemente por Ediciones Heracles de Buenos Aires, por hacer una breve alusión a la bibliografía cercana sobre el tema, con la tentativa de emplazar el volumen del pensador y estudioso italiano en el marco natural que le corresponde en relación con la producción bibliográfica del pasado y del presente de la obra, en la que ocupa un lugar de relieve y que le es propio.
Cuando en 1929 Marcel Granet publicaba en La Renaissance du Livre su trabajo llegado a ser de cita obligada La civilisation chinoise, los estudios y trabajos diversos de nivel académico sobre China y su cultura, apenas alcanzaban las 3 páginas y media de bibliogarfía, La lista de sus autores incluía los nombres de los precursores de este tipo de investigaciones que habían entrado en contacto directo con materiales del taoísmo: desde el jesuita, P. León Wieger –Los padres del sistema taoísta- y J.J. M. de Groot, hasta las incursiones laterales de los sabios Éd. Chavannes y P. Pelliot. Posteriormente cuando el libro vino a conformar el tomo XXV° de la Biblioteca de Síntesis Histórica «La Evolución de la Humanidad» en la Editorial Albin Michel –traducido al español-, esa misma bibliografía fue ampliada y actualizada, primero, hasta 1947 por el discípulo de Henri Maspéro, Paul Demiéville. Más tarde, Jeanne-Marie Boch-Puyraimond se encargó, además, de completar este apoyo bibliográfico con otro complementario que abarca 6 páginas y media en el que ya están presentes todos los grandes títulos que han permitido en lo que se refiere a las tres grandes religiones de la China con vigencia -taoísmo, budismo y confucianismo-, el avance de las traducciones, investigaciones, conocimientos e interpretaciones del Tao-tê-king y su medio metafísico-religioso, desde los estudios pioneros de Henri Maspéro –bien representados en lengua castellana por el volumen El taoísmo y las religiones chinas, traducido por Editorial Trotta de Madrid en el año 2000-, hasta las traducciones críticas apegadas al manuscrito original del sinólogo holandés L. Duyvendak (Leiden 1954) y del filósofo chino Liou Kia-hway (París 1967 –posteriormente en 1980 ha republicado el texto la misma editorial Gallimard en una colaboración con B. Grynpas-, así como la síntesis de Max Kaltenmarx, Lao-Tseu et le taoïsme (París 1965). Se debe agregar a lo expresado que en nuestros días a estos trabajos han venido a sumarse complementaria y analíticamente los estudios que unen el trasfondo metafísico del Tao-tê-king (el libro -king- del Principio –Tao- y de su acción –tê-, como lo define Evola) a su presencia concreta en el I-king (el libro de las mutaciones –i-) con una riquísima bibliografía asimismo en la que sobresalen los aportes del norteamericano Th. Cleary y entre nosotros el sugestivo libro de Olivia Cattedra, Oráculo y sabiduría. Guía para el estudio del I-Ching, Buenos Aires, 2003, investigadora del Oriente quien nos honra con su asistencia esta tarde.
Debe asimismo ponerse de relieve dentro del círculo de ideas e informaciones en que nos estamos moviendo que Jean-Christophe Demariaux publicó en 1990 en Éditions du Cerf una síntesis brillante: Le Tao en cuya bibliografía selecta se incluyen los datos del libro de Evola según su versión francesa de 1989, así como La gran tríada de René Guénon, y que la reconocida investigadora del Consiglio de la Ricerca Italiano Mónica Esposito no duda en comenzar del siguiente modo el artículo “Tao” en el Dictionnaire Critique de l’Ésoterisme dirigido por Jean Servier para Presses Universitaires de France, 1998: «La palabra ”Tao” no es una invención de la sola escuela taoísta, como podría creerse, o de Laozí, el presunto autor del célebre Dao-de-jing, sino que es un término que pertenece a las diversas escuelas chinas de pensamiento, símbolo de una “vía” ideal perseguida por los hombres. Sin embargo, a partir de Laozí es cuando retoma una acepción altamente esotérica. Entonces para comprender el Tao, es necesario volver a Laozí y a su libro, base del pensamiento taoísta, emprendiendo el camino por una vía distinta de la simple búsqueda intelectual» (ibídem, p. 1262).
Nos interesa retomar este punto de vista anudado al estado de la investigación de mayor calidad o más confiable de la actualidad, pues éste es el sendero que luminosamente abre y fortalece el Tao-tê-king de Lao-tsé editado por Julius Evola y que para alcanzar este fin ha debido corregir a fondo en su publicación actual de 1959 la que había realizado en 1923 en la que sobre la base de las versiones de Wieger y de De Groot, en particular, retoma con libertad ideas de R. Guénon desarrolladas en La gran tríada –o sea, básicamente, el ternario extremo oriental Cielo-Tierra-Hombre, para reafirmar el sentido metafísico-tradicional que envuelve la figura de Lao-tsé y el libro emblemático que se le atribuye. Como una lejana sombra se delinea la influencia inspiradora de Albert Puyou, Conde de Pouvourville, el que había recibido la iniciación taoísta en Indochina bajo el nombre de Matgioi (“Ojo del día”) y cuyos dos libros, La voie métaphysique y La voie rationnelle son apreciados explícitamente tanto por Guénon como por Evola.
Teniendo en cuenta las observaciones que hemos anticipado, si bien el lector riguroso debe leer las 81 estrofas de esta versión castellana del Tao-tê-king en cotejo con otras traducciones directas en lenguas occidentales, la interpretación que desde el ángulo de visión tradicional ofrece Evola en la Introducción y las notas explicativas, son insoslayables para poder aproximarse al libro en su esencia.
De este modo se deben poner de relieve los diversos puntos que ateniéndose a la enseñanza de la sabiduría tradicional Evola distingue y explica con precisión para evitar los múltiples equívocos que este escrito oriental puede suscitar entre sus innumerables lectores:
1° Lao-tsé –“Infante anciano”, es decir, el Hombre realizado-, como Confucio –ambos han vivido, uno, entre el 570 y 490 a. de n. e., y entre el 552 y el 479 a. de n. e., el segundo- son una reformulación y adaptación personal de la tradición primordial extremo oriental sobre dos planos diferentes: el metafísico y el político-moral, respectivamente. Lao-tsé inserta al hombre en el ámbito de lo incondicionado, Confucio en el plano de lo social como el modelo “noble” que humanamente atrae. Es éste últimamente aludido el ideal prototípico del kaloskagathós ateniense. Por eso asimismo en Lao-tsé adquiere primacía la forma de lenguaje de la paradoja y en Confucio, el lenguaje discursivo. Esto lo confirma el mismo Confucio cuando sostiene que Lao-tsé es inaferrable, como «el dragón que se evade en el éter por encima de las nubes».
2° Existe una asociación íntima entre el Tao-tê-king y el I-King, al punto de poderse haber llegado a hablar de un “Lao-i”, un “libro de Lao-Tsé del Principio y de su acción en las mutaciones”.
3° Pero dicho lo anterior debe entenderse que desde esta perspectiva la síntesis doctrinal taoísta encerrada en el Tao-tê-king incluye tres niveles de significación profundamente entrelazados: metafísico, antropológico y ético-político.
4° Lo metafísico y sus dos términos fundamentales: Tao y tê. El Tao es absolutamente trascendente, pero, a su vez, lo inmanente y mudable es inseparable del Tao. Luego con conceptualización helena que nos puede ser más familiar, el Uno y lo múltiple constituyen una unidad. En tal sentido el Tao es el gran Principio, fuente y origen de todo que permanece sin merma. Todo deriva de él, torna hacia él y en él se sostiene. Por eso desde la perspectiva interior o del repliegue, no actúa, es naturaleza incondicionada, inmanifiesto, carece de forma y no tiene nombre. En cambio, enfocado desde la dimensión inmanente es la actividad perfecta y el camino autónomo que se refleja en el equilibrado proceso del yang y del yin. Dualidad de componentes de la manifestación, activo y conformante uno y pasivo e indeterminado el otro. El símbolo del Cielo (Tien) se adapta convenientemente al gran Principio trascendente y sus intrínsecas propiedades, mientras que los símbolos de la Tierra (Kien)y el Hombre (Jên) se ofrecen como los otros dos símbolos de la tríada. Y el del Rey (Wang) como el perfecto intermediario.
5° En este entramado descripto précosmico y simultáneamente cosmológico el Hombre cumple su actividad especialmente humana como microcosmos, cuya composición encierra la mismidad una trascendente y la corporalidad cambiante diversificada. Por consiguiente por su estructura y naturaleza refleja macro-microcósmica causa final del hombre es llegar a experimentar la realidad del gran Principio, el realizarse como Hombre trascendente u Hombre universal (chen-jên) que coincide con la simultaneidad del uno-todo en el uno y todo interior y en la medida en que como ser humano lo logre es Hombre realizado que tuvo acceso a tal estado mediante el cumplimiento de la etapa del Hombre verdadero (sheng-jên). El estado primero de Hombre verdadero representa el plano de los pequeños misterios, la posición de la inmutabilidad del eje en el seno del movimiento, mientras que al estado superior del Hombre Universal se llega por la realización de los grandes misterios, el punto que supera al eje.
6° Las proyecciones sociales, éticas y políticas que se desprenden de la anterior antropología de fundamento metafísico y cosmológico según son transmitidas por la tradición extremo-oriental deben ser tenidas en cuenta y asimismo dignas de observar sus contrastantes diferencias con los mensajes sociales, éticos y políticos que difunden los usos y costumbres del Occidente moderno y actual carentes de toda fundamentación y jerarquía espiritual. En primer lugar los grupos humanos entendidos colectivamente y con sus variaciones históricas no son ajenos a las transformaciones orgánicas de la actividad completa espaciotemporal, por lo tanto han de operar dentro de los arreglos del que el orden cósmico es el modelo, reflejo de un arquetipo oculto. Para que esto se pueda realizar las comunidades humanas han de atenerse a las pautas que provienen del orden interior que emana de la participación del hombre exterior y sus comportamientos de la conducta buena orientada por los dictados de la conciencia del hombre realizado, el verdadero intermediario entre el cielo y la tierra. Por lo tanto estando en el mundo el hombre debe obrar, pero siguiendo el designio del Todo, debe obrar como si no actuara (wei-wu-wei), nunca teniendo en cuenta su designio o interés particular, sino su función y actividad en relación con la totalidad. Su conducta buena queda definida por la característica axial, antes que por el hecho de su ejemplaridad personal. Si el comportamiento individual en la comunidad merece ser conocido y en este sentido irradia nobleza, ello es una consecuencia secundaria que deriva más de la entrega desinteresada al gran Principio y a las leyes de su acción, que a la actividad personal que es su movimiento efímero. Es el motor inmóvil el móvil de la moral y no los méritos del sujeto moral. Para ser más explícitos. Por semejanza y a diferencia de Kant. Es buena la voluntad libre, pero no porque personal y espontáneamente actúe por deber, sino porque personalmente se adapta a la espontaneidad de las leyes del gran Principio cuyo desenvolvimiento nada condiciona. En última instancia y dicho evangélicamente: no es la voluntad la que merece el calificativo de buena, sino que “sólo Dios Padre debe ser llamado bueno”. Nada, por consiguiente, de un formalismo inspirado por la conciencia trascendental, que oculta las apetencias individuales, sino adaptación completa entre lo cóncavo y lo convexo de la realidad.
7° Y en este plano que toca a la conducta humana en interferencia de los sujetos, la política avanza un paso más y marca su costado colectivo. Es al mismo tiempo técnica de lo actual y de lo posible porque nace del Principio y se desarrolla dentro de las vicisitudes de las sociedades, los estados y países. Pero en la medida en que la potencia verdadera, la autoridad espiritual, carente de movimiento y sin necesidad de él, porque todo lo capta, dirige a la capacidad temporal de mando o poder -su facultad ejecutiva, jurídica y administrativa- alcanza su propio fin nuevamente, el de actuar sin tener en cuenta los resultados de la acción.
Desde este punto de vista si el hombre es el necesario intermediario entre Cielo y Tierra, el rey, como Hombre realizado al frente de la comunidad, la rige como una causa agente que encerrando en sí mismo la causa formal y final, conduce al colectivo de acuerdo con el desarrollo manifiesto del mismo Tao permitiendo la realización comunitaria y su situación de satisfacción plena o de felicidad constante.
Se ha comentado con anterioridad la influencia que la Gran tríada de R. Guénon ha ejercido sobre la nueva edición de esta obra de J. Evola, un hecho admitido por el mismo autor, pero se ha de afirmar del mismo modo que la flexibilidad conceptual de éste permite que el lector pueda acceder con más facilidad al núcleo de la tradición en su vertiente extremo-oriental.
En consecuencia tres aspectos positivos al menos se quieren señalar en esta ocasión en relación con la presente traducción española del Tao-tê-King de Lao-tsé de J. Evola llevada a cabo por Marcos Ghio y por el esfuerzo constante del Centro de Estudios Evolianos.
En primer lugar, como se nos enuncia también por sus editores, que la traducción de esta obra constituye un nuevo jalón en el friso de un justo empeño por ofrecer en la lengua española el conjunto total de la producción evoliana, que tanto enseña cultural y filosóficamente.
Igualmente debe anotarse que el conjunto de la producción sobre el pensamiento taoísta se ve enriquecido con la versión castellana de una obra cuya interpretación tradicional coloca al libro de Lao-tsé en su medio de transmisión normal.
Finalmente, debe ponerse de relieve con satisfacción, que el empeño intelectual notable que en el Siglo Veinte han llevado a cabo un grupo selecto de estudiosos por recuperar la enseñanza de la tradición única y universal en su aspecto hermético tradicional, que conserva y ostenta rasgos diversos del indoiránico y helenístico, aporta con la lucidez de este libro notas que las investigaciones que se ajustan a los criterios de una ciencia de la sabiduría tradicional le deben infinitamente agradecer.
Nada más por el momento.
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