Cabalgar el Tigre. El callejón sin salida del existencialismo. 13.- Sartre. La cárcel sin muros.
De todos los existencialistas, Sartre es quizás el que más ha puesto de relieve "la libertad existencial". Su teoría refleja esencialmente el movimiento de distanciamiento que está en el origen del mundo nihilista. Sartre habla del acto "néantissant" (que transforma al hombre en nada) del ser humano, del cual expresa la libertad y constituye la esencia y el sentido último de todo movimiento dirigido a un fin y, en última instancia, de toda existencia del hombre en el tiempo. La "justificación" especulativa de esta idea, es que, "para obrar, hace falta abandonar el plano del Ser y abordar 'resueltamente el del no ser" , todo fin corresponde a una situación que no existe todavía y por tanto, dentro de esta perspectiva, a la nada, al espacio vatio de todo lo que es solamente posible. La libertad actuante introduce por lo tanto la "nada" en el mundo: "el ser humano reposa primero en el seno del ser y se desprende luego por un retroceso aniquilador" y ello no sólo cuando dudando, interrogando, buscando, destruyendo, pone al ser en duda, sino también por la obra de no importa qué deseo, movimiento o pasión, sin ninguna excepción" . La libertad no es, pues, presentada como "una ruptura aniquiladora con el mundo y con uno mismo" , como una pura negación de lo dado: no ser lo que se es, ser lo que no se es. Este proceso de ruptura y de superación que deja tras de sí la nada y se dirige a la nada crea, por su repetición, el despliegue de la existencia en el tiempo ("la temporalización"). Sartre dice precisamente: libertad, elección, aniquilación, temporalización, son sólo una sola y única cosa.
Los otros existencialistas comparten esta manera de ver, en particular Heidegger, cuando coloca en la "superación" la esencia, la estructura fundamental del sujeto, del yo y de la ipseidad, del "ser que siempre somos", bajo cualquier nombre que le pongamos. Pero es sobre todo en Sartre donde aparece la relación entre estos puntos de vista y su trasfondo "existencial" formado por la experiencia específica del hombre actual, que, una vez rechazados todos los soportes y todos los lazos, se encuentra abandonado a sí mismo.
Sartre recurre a las más sutiles argumentaciones para demostrar "objetivamente" que el fondo último de toda acción humana es la libertad absoluta, que no hay una situación en donde el hombre no deba escoger, en la medida que sólo encuentra apoyo en él mismo. Así, según él, no escoger es todavía una elección, de lo cual resulta que en el fondo la libertad es tanto el acto voluntario como el acto pasional, como el abandono, la obediencia, la vía libre dada a un instinto. La "naturaleza", la "fisiología". la "historia" o cualquier otra referencia no son excusas válidas, pues, en el sentido que acabamos de indicar, la libertad fundamental y la responsabilidad personal subsisten. Se presenta, pues, como un estado de hecho demostrado por el análisis filosófico lo que en Nietzsche era más bien un imperativo: no hay nada sobre lo cual el hombre superior tenga derecho de descargarse de su responsabilidad y del "sentido" de la vida. Pero el enfoque es muy diferente. El hombre, para Sartre, está como en una cárcel sin muros: no puede encontrar ni en él, ni fuera de él, un refugio contra su libertad, está destinado a ser libre, está condenado a ser libre, no puede evadirse de su libertad. Es precisamente en este enfoque donde ya hemos encontrado el testimonio más característico del sentido específico, negativo, que ha tomado la libertad que no puede ser rechazada como tal, que no puede escoger o ser la libertad, esto es para Sartre un límite, un "dato" primordial, insuperable y angustioso.
Todo lo demás, el mundo exterior, el conjunto de las limitaciones causadas por los hombres, las cosas o los sucesos no sería jamás, como hemos dicho, una verdadera violencia: toda impotencia, toda tragedia, incluso la muerte, podrían ser asumidos, en principio, dentro de la libertad. En la mayor parte de los casos, todo se reduciría a factores que, desde luego, es necesario tener en cuenta, pero que no encadenan interiormente (es casi la línea objetiva de conducta que hemos considerado. Cf. Págs. 105 y sigs. del original "Disolución del individuo"). Aquí Sartre ha tomado prestado a Heidegger el concepto de "utensilidad" (Zuhandenbeit), la idea de todo lo que viene a nosotros del exterior, de los hombres y de las cosas, puede ofrecer un carácter de "puro medio utilizable": presuponemos siempre, no solamente una estructura o una conformación particular, sino también una toma de posición, una meta, una dirección, escogidos o aceptados sólo por mí y en relación a los cuales los factores exteriores cesan de ser neutros y se vuelven, sea propicios —utilizables—, sea adversos. Uno u otro de estos carácteres puede invertirse cuando cambian mi posición, mis intenciones y mis tendencias. Una vez más, no se sale del círculo cerrado de la propia libertad fundamental: "(El hombre) no hace nada que no haya querido, sólo ha querido lo que ha hecho".
No examinaremos aquí detalladamente la argumentación, a menudo algo paradójica, que Sartre ha desarrollado a este respecto. Es más interesante señalar que con todo esto, se precisa en Sartre la imagen específica del hombre libre "aniquilador" , solo consigo mismo. "No tenemos detrás ni delante de nosotros el dominio luminoso de los valores, de las justificaciones o de las excusas" , escribe. Estoy abandonado a mi libertad y a mi responsabilidad, sin refugio en mí ni fuera de mí, sin excusas.
En cuanto a la tonalidad afectiva, esto equivale casi a sentir la libertad absoluta más como un peso que como una conquista (Heidegger emplea precisamente la palabra "peso" —Last— para caracterizar la sensación experimentada al ser "lanzado" en el mundo, aquel que tiene un sentimiento de su "existir" , tan vivo como oscuros son para él el "de dónde" y el "hacia dónde"), mientras que la introducción del concepto de responsabilidad evidencia ya una de las principales grietas del existencialismo. ¿Responsabilidad frente a quien?. Una "aniquilación" radical (que debe ser interpretada, para el tipo de hombre que consideramos, como una manifestación activa de la dimensión de la trascendencia) no debería dejar subsistir nada que pudiera dar a la palabra "responsabilidad" un sentido cualquiera sobre el plano "moral", se sobreentiende, y no desde luego, en cuanto a las consecuencias, a las repecusiones exteriores, físicas o sociales, que puedan desprender de un acto interiormente libre. Así nos encontramos ya con la situación conocida de una libertad más padecida que asumida: el hombre moderno no es libre, sino que se encuentra libre en el mundo en que Dios ha muerto. "Es entregado a su libertad" . Sufre por ello, en el fondo. Y cuando es plenamente consciente de esta libertad, la angustia se apodera de él, y el sentimiento, de otro modo absurdo, de una responsabilidad se manifiesta de nuevo.
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