EL MUNDO SE HA PRECIPITADO EN UNA EDAD OSCURA, por Julius Evola (traducido por Marcos Ghio)
Es en gran medida sabido que mientras el hombre moderno ha creído y en gran medida aun cree en el mito de la evolución, las civilizaciones antiguas en cambio, casi sin excepción e incluso hasta las poblaciones salvajes, reconocieron en vez la involución, la gradual decadencia del hombre desde un estado primordial concebido no como un pasado semi-simiesco, sino como el de una alta espiritualidad.
La forma más notoria de tal enseñanza es el mito de Hesíodo respecto de las cuatro edades del mundo -del oro, de la plata, del bronce y del hierro- las cuales corresponden a grados sucesivos de la mencionada decadencia o descenso. Totalmente análogo a ello es la enseñanza hindú respecto de los yuga, ciclos de conjunto y sucesivos que son del mismo modo cuatro y que a partir de una “edad del ser” o “de la verdad” satya-yuga, van hasta una “edad oscura”, kali-yuga. De acuerdo a tales tradiciones, los tiempos actuales corresponden al epicentro propio de este último período: nosotros nos encontraríamos pues en plena “edad oscura”.
Si bien la formulación de tales teorías sea antiquísima, de hecho los caracteres previstos para la “edad oscura” corresponden en modo sumamente desconcertante a las características generales de nuestros tiempos. Ello puede ser recabado de ciertos pasajes del Vishnu-pûrana, texto que nos ha conservado gran parte del tesoro de las antiguas tradiciones y de los antiguos mitos de la India. Nosotros nos hemos limitado a agregar entre paréntesis algunas aclaraciones y a subrayar las correspondencias más evidentes.
Comencemos:
“Razas de siervos, de sin casta y de bárbaros se adueñarán de las riberas de la tierra hindú… Los jefes que reinarán sobre la tierra, como naturalezas violentas se adueñarán de los bienes de sus súbditos. Limitados en su poder, la mayor parte de éstos se levantará y caerá rápidamente. Muy breve será su vida, insaciables sus deseos, y ellos casi ignorarán qué cosa sea la piedad. Los pueblos de los diferentes países, que se mezclarán con ellos, seguirán su mismo ejemplo”.
Se trata aquí de las nuevas invasiones bárbaras con la consiguiente invasión del virus del materialismo y de la salvaje voluntad de dominio propia del Occidente moderno en civilizaciones que aun son fieles a milenarias y sagradas tradiciones. Tal proceso como se sabe se encuentra en pleno desarrollo en el Asia.
“La casta predominante será la de los siervos (período proletario-socialista: comunismo). Aquellos que poseen abandonarán la agricultura y el comercio y se convertirán en siervos o ejerciendo profesiones mecánicas (proletarización industrializadora). Los jefes en vez de proteger a sus súbditos los despojarán y bajo pretextos fiscales robarán las propiedades a la casta de los mercaderes (crisis de la propiedad privada y del capitalismo, estatización comunista de la propiedad)”.
“La salud (interior) y la ley (conforme a la propia naturaleza) disminuirán de día en día hasta que el mundo será totalmente pervertido, Sólo los bienes materiales conferirán rango. Como única meta de devoción será la preocupación por la salud física, el único lazo existente entre los sexos será el placer, el único camino para el éxito en las competencias será el fraude y la mentira”. “La tierra será sólo venerada por sus tesoros minerales (industrialización a ultranza, muerte de la religión en la tierra)”. “Las vestimentas sacerdotales se sustituirán a la dignidad del sacerdote”. “La debilidad será la única causa de la obediencia (final de las antiguas relaciones de lealtad y de honor)”. “La raza será ya incapaz de producir nacimientos divinos”.
“Habiendo sido socavados por seres sin fe, los hombres se preguntarán entonces de manera insolente: ‘¿Qué autoridad tienen los textos tradicionales? ¿Qué son estos dioses, qué es la casta que posee la autoridad espiritual (brâhmana)’”. “El respeto por las castas, por el orden social y por las instituciones (tradicionales) será menoscabado en la edad oscura”. “Los matrimonios en esta edad dejarán de ser un rito y las reglas que vinculan a un discípulo con un Maestro espiritual no tendrán más fuerza. Se pensará que quienquiera y por cualquier vía pueda alcanzar el estado de los regenerados (es el nivel democratizante de las pretensiones modernas por la espiritualidad) y los actos de devoción que podrán aun ser ejecutados no producirán más resultado alguno”. “Todo orden de vida será igual promiscuamente para todos (conformismo, estandarización)”. “Aquel que distribuya más dinero será señor de los hombres y la descendencia familiar dejará de ser un título de preeminencia (superación de la nobleza tradicional)”. “Los hombres concentrarán sus intereses en la adquisición, aun deshonesta, de las riquezas”. “Toda especie de hombre se imaginará ser igual a un brâhmana (pretensiones prevaricadoras de la libre cultura académica; arrogancia de la ignorancia). La gente tendrá como nunca un terror por la muerte y se espantará por la pobreza; tan sólo por tales razones conservará la forma (una apariencia) de un culto”.
“Las mujeres no cumplirán más con las órdenes de sus esposos ni de sus padres. Serán egoístas, abyectas, descentradas, mentirosas y se apegarán a las personas disolutas. Ellas se convertirán simplemente en objeto de satisfacción sexual”.
“La impiedad prevalecerá entre los hombres desviados por la herejía y, en consecuencia, la duración de su vida será mucho más breve”.
Si la actualidad de tal profecía del Vishnu-pûrana tiene rasgos difícilmente refutables, para alcanzar el significado completo de la misma habría que tener un sentido del punto de referencia, es decir de aquello que habrían sido sus orígenes, del estado desde el cual paulatinamente la humanidad habría decaído. ¿Pero qué significado hoy podrían tener para la mayoría términos tales como ‘edad del ser’ y ‘edad del oro’? Lamentablemente ello se reducirá a simples recreaciones mítico-literarias.
En el texto en cuestión valdría la pena notar dos temas ulteriores que mitigan sobremanera las tétricas perspectivas de la “edad oscura”. Haremos de ello tan sólo una mención. El primero es la idea de que aquel que ha nacido en el kali-yuga y es sin embargo capaz de reconocer los valores verdaderos y la ley verdadera, éste recogerá frutos sobrenaturales difícilmente alcanzables en tiempos más fáciles. “Pesimismo heroico”, diría Nietzsche, y esta idea no es ajena al mismo cristianismo. El segundo punto es que el mismo kali-yuga, en razón de vincularse a un desarrollo cíclico cósmico más vasto, tendrá también un final. A causa de una mutación no simplemente humana se producirá una mutación general. Le seguirá a ello una especie de regeneración, de un nuevo principio.
Esperemos que sea así: y sobre todo que antes no estemos obligados a ir hasta el fondo del abismo, con las delicias que la ‘era atómica’ nos reserva.
Roma, 14 de enero de 1954
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