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Biblioteca Evoliana

El fascismo visto desde la derecha (X) La autarquía económica

El fascismo visto desde la derecha (X) La autarquía económica

Biblioteca Evoliana.- Hoy es de buen tono criticar el principio autárquico inherente a todas las tendencias del fascismo mundial, sin embargo, Evola no ve en este punto un aspecto particularmente criticable. La autarquía es para Evola un sano reflejo de las naciones que deciden vivir según sus propios recursos y según sus propias fuerzas. En los tiempos en los que Evola escribió estas líneas, el capitalismo vivía su fase "multinacional", previa a la actual etapa globalizadora. Este capítulo debe entenderse como una crítica a ese proceso de globalización querido por el capitalismo y por el "demonio de la producción" que constituye su alma más íntima junto al espíritu de lucro.

 

CAPITULO X

LA AUTARQUIA ECONOMICA

 

Para pasar a otro punto, concerniente a la economía nacional y sus relaciones con el extranjero, es hoy corriente, en numerosos medios, condenar el principio fascista de la autarquía y estimarlo como absurdo. Desde nuestro punto de vista, no es cuestión de compartir tal condena.

En el dominio de las naciones, no menos que en el de las personas, uno de los mayores bienes es la libertad, la autonomía. Esta exigencia fue afirmada de forma particular por Mussolini que no dudó en decir: "sin independencia económica, la autonomía de la nación está comprometida y un pueblo con capacidades militares elevadas puede ser plegado por el bloqueo económico" (1937). Según él, en consecuencia, la nueva fase de la historia italiana debía estar "dominada por este postulado: realizar lo más rápidamente posible el máximo de autonomía posible en la vida económica de la nación" (1936). Hablar de una "mística de autarquía (1937) debe naturalmente ser considerado como un abuso de la palabra "mística", abuso que caracterizó los últimos años del fascismo. Pero podría hablarse de una "ética de la autarquía" apoyándose sobre el origen mismo de esta palabra: nos viene de la antigüedad clásica, en particular de las escuelas estoicas que profesaban precisamente una ética de la independencia y de la autosoberanía de la persona; un valor que se testimonia debiéndolo seguir, allí donde sea necesario, con el severo principio de la ABSTINE ET SUBSTINE.

El principio fascista de la autarquía puede pues ser considerado como una especie de extensión de esta ética al plano de la economía nacional. Era necesario, el conservar máximo de independencia, orientación que puede ser aprobada sin titubeos. En el caso de una nación con recursos naturales limitados como Italia, un cierto régimen de autarquía y austeridad se inscribía efectivamente en la dirección adecuada. En cuanto al curso de la vida nacional, juzgamos normal, de todas formas, la situación opuesta a todo lo que nos es presentado hoy: aparente prosperidad generalizada y vida indiferente de día a día, encima de las posibilidad propias de cada uno, pasivo terrorífico del presupuesto del estado, extrema inestabilidad socio‑económica, inflación galopante e invasión del capital extranjero, con múltiples condicionamiento visible e invisibles, como consecuencia.

Naturalmente, no es preciso ir muy lejos en el sentido contrario. bajo todas las relaciones, la analogía ofrecida por el comportamiento de un hombre digno de este nombre puede servir de guía. Este hombre puede favorecer el desarrollo de su cuerpo y del bienestar físico, pero sin convertirse en esclavo de él; cuando esto sucede, frena ciertos impulsos y los obliga a obedecer una exigencia más elevada, incluso al precio de sacrificios: y sucede lo mismo cada vez que este hombre quiere o debe afrontar las tareas que reclaman una tensión particular.Es para hacer posible lo que corresponde a la misma orientación sobre el plano nacional que justas relaciones deben establecerse entre el principio político de un estado nacional y el mundo de la economía; este corresponde a la parte corporal del Estado.

De un lado en el fascismo se contemplaba la creación de un Estado fuerte, en el seno del cual todas las posibilidades de la nación serían utilizadas: pero, de otro, no se puede negar que no se tenía solamente con la autarquía, una especie de SPLENDIDE ISOLEMENT de la nación, capaz de bastarse así misma de la máxima forma posible, sino también una preparación y un reagrupamiento de las fuerzas en vistas de un enfrentamiento armado entre estados, la experiencia hecha con la campaña en Etiopía había servido de advertencia: las expresiones de Mussolini citadas anteriormente subrayan innegablemente este aspecto. Sin embargo, igualmente puede hacerse abstracción de todo esto y comprender el principio de la autarquía como un desafío lanzado a la economía cuyas leyes reputadas y despiadadas serían "nuestro destino". Bajo este aspecto, no puede decirse que los resultados de la experiencia hayan sido negativos; en Italia y en Alemania, la vida económica anterior a la guerra pudo desarrollarse de una manera bastante normal y fácil, a pesar del boicot internacional sufrido por las dos naciones y, ante todo, a pesar de la depreciación de sus valores devaluados en el extranjero.

Así, a partir de la autarquía como escándalo o herejía económica, se podía llegar a consideraciones de un alcance mucho más general.

Se conoce suficientemente la fórmula marxista "la economía es nuestro destino", así como la interpretación de la historia en función de la economía que hace referencia a esta fórmula. Pero el determinismo económico es igualmente reconocido por quienes, incluso, sostienen corrientes diferentes del marxismo e incluso opuestas a él. Hay lugar para decir aquí que, tomada en sí misma, esta fórmula es absurda, sino que desgraciadamente no lo es si se contempla el mundo moderno, ya que en el seno de este mundo se ha afirmado cada vez más la veracidad de esta fórmula. El puro HOMO ECONOMICUS es una abstracción, pero, como tantas abstracciones puede convertirse en una realidad por un proceso de atrofia y de absolutización de una parte en relación al todo: cuando el interés económico se vuelve predominante, es natural que el hombre sucumba a las leyes económicas y que estas adquieran un carácter autónomo hasta que otros intereses se reafirmen y que un poder superior intervenga.

Que el "hombre económico" no existe fue también el punto de vista de Mussolini el cual le opone el "hombre integral" (1933): su ideal era que "la política ha dominado y dominará siempre la economía" y revela en este contexto lo que es concebido como destino del hombre "es, en sus tres cuartas partes, una creación de su abulia o de su voluntad" (1932). Aquí, podemos remitirnos igualmente a las perspectivas de Spengler. Este, estudiando las formas por las cuales un ciclo de civilización llega a su fin (el descenso de la KULTUR al nivel de ZIVILISATION), ha contemplado precisamente la fase donde la economía se vuelve soberana y donde se realiza una cierta conexión entre democracia, capitalismo y finanza. Esta conexión demuestra, además, el carácter ilusorio de las "libertades" reivindicadas en nuestros días, por que, aunque evidentemente, las "libertades políticas" no son nada sin la libertas o la autonomía economía, sea en el terreno individual, o en el colectivo. En este último, por que en  régimen democrático son los grupos en posesión de la riqueza quienes controlan la prensa y todos los demás medios de formación de la "opinión pública" y de la propaganda: en el dominio individual y práctico, ‑ya que el acceso a las diversas "conquistas" de la civilización moderna, técnica y económica, con su prosperidad aparente, está pegada por otra tanta alienación del individuo, por su inserción cada vez más rigurosa en el engranaje colectivo arrastrado por la economía. Frente a esto, las "libertades políticas" son algo irrisorio.

Spengler había contemplado una fase sucesiva, llamada por él "época de la política absoluta" y puesta en relación con la aparición de estos nuevos jefes de carácter problemático, de los que ya hemos hablado. Sin olvidar las reservas realizadas a este respecto, puede sin embargo extraerse de una visión de este tipo la idea de un posible cambio de situación bajo la acción de un Estado fuerte, reposando sobre el principio separado de la autoridad. Puede serle dado frenar al "gigante desencadenando", la economía como destino. La expresión "gigante desencadenando" ha sido forjada por Werner Sombart, que se refería sobre todo el gran capitalismo y a sus determinismos inmanentes. Esta referencia específica puede ser tomada en consideración: hablando del principio de la preponderancia de la política sobre la economía, así como del retorno a la idea del Estado auténtico, de su soberanía y autoridad, concretizadas en un conjunto de estructuras adecuadas, incluso el desarrollo lógico del capitalismo en el sentido de una producción desenfrenada quizás limitada, teniendo como fin último el llevar todo lo que es economía a la posición subordinada de medios y de dominio circunscrito en una más amplia jerarquía de valores e intereses.

Para completar estas consideraciones, podría precisarse este fin último en relación con su contenido y decir que, desde nuestro punto de vista, lo esencial sería llegar a un equilibrio, a una estabilidad, a una detención del movimiento ilimitado. No podía suceder tal cosa en el fascismo, que tenía aún delante de él una tarea difícil de puesta en marcha economía, industrial y social de la nación: y esto, abstracción hecha de los proyectos expansionistas ligados a una cierta aspiración de "grandeza" más que el SPLENDIDE ISOLEMENT autárquico. En estas condiciones, una orientación activista y dinámica era natural, un movimiento hacia delante fue incluso anunciado en la fórmula "Quién se detiene está perdido", fórmula cuyo carácter problemático comprendía la evidencia implicación anti‑autárquica consistente en aceptar sin medidas defensivas la inserción en un proceso global de condicionamiento.

No se planteó pues la última cuestión, la de un ideal de civilización a elegir de manera definitiva o como regla general. Habría lugar a preguntarse hasta que punto, en un cierto momento, la orientación justa no habría debido torcerse hacia lo que se llama "inmovilismo" por los que confunden la estabilidad y un límite positivo voluntario con la inmovilidad y la inercia, y reconocer que un paro, un freno sobre la dirección "horizontal" del devenir, de la evolución en el sentido material, técnico y económico, del proceso que termina por escapar a todo control, será siempre la condición de un progreso o de un movimiento "vertical", de realización de las posibilidades superiores y de la verdadera autonomía de la persona. En suma, para recuperar una fórmula conocida, por una realización del "ser" más allá del "bienestar".

Pero todo esto lleva evidentemente mucho más lejos que un estudio sobre la doctrina fascista y sin querer hablar de las posibilidades virtualmente ofrecidas por las economías concebidas, y en parte realizadas bajo el fascismo, entre poder y economía; posibilidades ofrecidas a condición de una justa elección de las vocaciones y, naturalmente, a condición de establecer eventualmente en la nación un cierto clima general y una visión del mundo diferente, opuesta a las que, de hecho, han terminado por imponerse irresistiblemente en nuestros días.

 

 

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