Cabalgar el Tigre (02) Orientación. Fin de un ciclo. "Cabalgar el tigre"
Biblioteca Evoliana.- En el parágrafo 2 de "Cabalgar el Tigre", permanecemos todavía en la introducción a la obra. Evola nos sitúa el tiempo presente dentro de la doctrina de los ciclos. Nos encontramos -explica- en el último tramo de la "Edad Oscura". No puede pensarse en una posibilidad inmediata de "recuperación" y superación de la crisis. De la misma forma que no parece razonable intentar parar un alud, so pena de verse arrastrado irremediablemente por él, tampoco es posible pensar en detener el proceso de la decadencia actualmente en curso. Solamente algunos raros hombres pueden aspirar a superar la corriente de la decadencia y crear espacios interiores de libertad. Pero eso no evitará que el mundo exterior en crisis siga existiendo: de lo que va a hablar a partir de ahora, es de como el "hombre diferenciado" puede aprovechar los aspectos de la crisis.
2.- Fin de un ciclo. "Cabalgar el tigre".
Esta última idea se refiere a una perspectiva que, rigurosamente hablando, no es la de este texto, pues concierne, no ya al comportamiento interior y personal, sino al medio, no a la realidad de hoy, sino a un porvenir que no es posible hipotecar y del que es esencial que no se haga depender de ninguna forma el propio comportamiento.
Se trata de la perspectiva ya mencionada anteriormente, según la cual nuestra época podria ser, en último análisis, una época de transici6n. Vamos a consagrar algunas palabras a este tema antes de abordar el problema principal que nos ocupa, refiriéndonos a la doctrina de los ciclos y a la idea de que la época actual, así como a todos los fenómenos que la caracterizan, corresponderá la fase terminal del ciclo.
La fórmula que hemos escogido como título de este libro "Cabalgar el tigre " puede servir de transición entre lo que hemos dicho hasta aquí y la doctrina en cuestión. Esta fórmula extremo oriental significa que si uno consigue cabalgar a un tigre, si se le impide lanzarse sobre nosotros y si, además, no se desciende de él, si uno permanece agarrado, puede que al final se logre dominarlo; recordemos, para quien le interese, que un tema análogo se encuentra en algunas escuelas de sabiduría tradicional, como el Zen japonés, (las diversas situaciones del hombre y del toro) y que la antigüedad clásica misma desarrolló temas paralelos (las pruebas de Mitra que se deja arrastrar por el toro furioso sin soltarlo, hasta que el animal se detiene; entonces Mitra lo mata).
Este simbolismo, se aplica en varios planos. Puede referirse a una línea de conducta a seguir en el plano interior, pero también a la actitud que conviene adoptar cuando situaciones criticas se manifiestan en el plano histórico y colectivo. En este último caso, lo que nos interesa es el lazo que existe entre este símbolo y lo que enseña la doctrina general de la historia, en particular sobre la sucesión de las "cuatro edades". Esta doctrina, tal como hemos tenido ocasión de exponer en otras partes, ha revestido aspectos idénticos en Oriente y Occidente.
En el mundo clásico se habla de un descenso progresivo de la humanidad desde la Edad de Oro hasta lo que Hesíodo llama Edad de Hierro. En la enseñanza hindú correspondiente, la edad final es llamada el Kali Yuga (Edad Sombría) y expresa el carácter esencial que le es propio: precisamente en un clima de disolución, el paso al estado libre de las fuerzas individuales y colectivas, materiales, físicas y espirituales que, anteriormente habían permanecido contenidas, de diversas formas, por una ley procedente de lo alto, y por influencias de orden superior. Los textos tántricos han dado una imagen sugestiva de esta situación diciendo que corresponden al "despertar" de una divinidad femenina -Kali- símbolo de la fuerza elemental y primordial del mundo v de la vida, pero presentándose bajo aspectos infernales, como una diosa del sexo y de los ritos orgiásticos. "Adormecida" hasta ahora -es decir, latente, en cuanto a estos últimos aspectos-, estaría, durante la "Edad Sombría", completamente despierta y en acción.
Todo parece indicar que es precisamente la situación que se desarrolla en el curso de estos últimos tiempos y que tiene su epicentro en la civilización y en la sociedad occidentales, la que se ha extendido rápidamente al mundo entero; el hecho de que la época actual se encuentra colocada bajo el signo zodiacal de Acuario podría encontrar, por otra parte, una interpretación normal, referida a las aguas, en las cuales todo permanece en estado fluido e informe. Previsiones formuladas hace muchos siglos -pues es a una época lejana a la que se remontan las ideas aquí expuestas- se revelan hoy singularmente actuales. Este contexto se refiere, como hemos dicho, a los puntos de vista expuestos, en lo que presenta de forma análoga el problema de la actitud a adoptar durante la última edad, actitud asociada aquí al símbolo del tigre que se cabalga.
En efecto, los textos que hablan del Kali-Yuga y de la Edad Sombría, proclaman también que las normas de vida que fueron válidas para las épocas en que las fuerzas divinas permanecían, en cierto grado, vivas y actuantes, debían ser consideradas como obsoletas durante la última edad. Esta vería aparecer un tipo de hombre esencialmente diferente, incapaz de seguir los antiguos preceptos cada vez más, en razón de la diferencia del medio histórico, es decir, planetario; estos preceptos, incluso si fuesen seguidos, no aportarían ya los mismos frutos. Es por esto por lo que normas diferentes se proponen ahora y por lo que se abroga la ley del secreto que cubría anteriormente algunas verdades, cierta ética y ciertos ritos particulares, a causa de su carácter peligroso y de la antítesis con las formas de una existencia normal, reglamentada por la Tradición sagrada. La significación de esta convergencia de puntos de vista no escapa a nadie. En esto, como en otros puntos, nuestras ideas, lejos de tener un carácter personal y contingente, se refieren esencialmente a perspectivas que el mundo de la Tradición ya había conocido cuando fueron previstas y estudiadas situaciones generales de un carácter anormal.
Examinamos ahora cómo se aplica al mundo exterior, al medio general, el principio consistente en cabalgar al tigre. Puede entonces significar que cuando un cielo de civilización toca a su fin, es difícil alcanzar un resultado cualquiera resistiendo, oponiéndose directamente a las fuerzas en movimiento. La corriente es muy fuerte y uno correría el riesgo de verse arrastrado. Lo esencial es no dejarse impresionar por aquello que parece todopoderoso, ni tampoco por el triunfo aparente de las fuerzas de la época. Privadas de lazo con cualquier principio superior, estas fuerzas tienen, en realidad, un campo de acción limitado.
No hace falta pues autosugestionarse por el presente, ni por lo que nos rodea sin entrever también las condiciones susceptibles de presentarse más tarde. La regla a seguir puede consistir, entonces, en dejar libre curso a las fuerzas y a los procesos de la época, permaneciendo firmes y dispuestos a intervenir "cuando el tigre, que no puede abalanzarse sobre quien lo cabalga, esté fatigado de correr". Interpretado de una forma particular, el precepto cristiano de no-resistencia al mal, podría tener un sentido análogo. Se abandona la acción directa y se retira uno hacia posiciones más interiores.
Las perspectivas que ofrece la doctrina de las leyes cíclicas está implícita aquí: cuando el ciclo termina, otro comienza, y el punto culminante del proceso es también aquel en donde se produce el enderezamiento en la dirección opuesta. El problema de la continuidad entre un ciclo y otro permanece, no obstante, planteado. Para recuperar una imagen de Hofmansthal (4), la solución positiva sería la de un reencuentro entre los que han sabido velar durante la larga noche y los que quizás aparezcan en el nuevo amanecer. Pero no se puede estar seguro de este desenlace: no se puede prever con certidumbre de qué forma y en qué planos podrá manifestarse una cierta continuidad entre el ciclo que toca a su fin y el siguiente. Conviene pues conferir a la línea de conducta, válida en la época actual, de la que antes hemos hablado, un carácter autónomo y un valor inmanente e individual. Nosotros entendemos aquí que la atracción ejercida por perspectivas positivas a más o menos breve plano no debe jugar un papel importante. Incluso podrían estar ausentes por completo hasta el fin del ciclo y las posibilidades ofrecidas por un nuevo movimiento más allá del punto cero podrían concernir a otros hombres que tras nosotros, se hayan mantenido igualmente firmes, sin esperar ningún resultado directo, ni ningún cambio exterior.
Antes de abandonar el dominio introductivo para abordar nuestro tema principal, será quizás útil mencionar aún otro punto particular que está igualmente relacionado con las leyes cíclicas. Se trata de relaciones entre la civilización occidental y las otras civilizaciones, la civilización oriental particularmente.
Entre los que han reconocido la crisis del mundo moderno y han renunciado también a considerar la civilización moderna como la civilización por excelencia, el apogeo y la medida de cualquier otra, hay quienes han vuelto su mirada hacia Oriente, en donde ven subsistir una orientación tradicional y espiritual de la vida que, desde hace largo tiempo, ha cesado de servir en Occidente como base de organización efectiva de los diferentes dominios de la existencia. Se ha preguntado incluso si no se podrían encontrar en Oriente puntos de referencia útiles para la reintegración de Occidente. René Guenon ha sido el defensor más serio de esta tendencia.
Pero es preciso ver claramente sobre qué plano se sitúa el problema. Si se trata de simples doctrinas y de contactos "intelectuales", esta búsqueda es legítima. Pero conviene señalar que, al menos en parte, se podrían también encontrar ejemplos y referencias claras en nuestro propio pasado occidental y tradicional, sin necesidad de volverse hacia una civilización no-europea. Se ganaría poco en todo esto. Se trata de intercambios de alto nivel entre elementos aislados que cultivan sistemas metafísicos. Si, por el contrario, se aspira a algo más, a influencias reales con una repercusión importante sobre la existencia, uno no puede hacerse ilusiones. Oriente mismo sigue ahora la senda que nosotros hemos tardado varios siglos en recorrer.
El "mito de Oriente", fuera de los círculos de sabios y especialistas de disciplinas metafísicas, es pues falaz. "El desierto crece", no hay otra civilización que pueda servirnos de apoyo, debemos afrontar solos nuestros problemas. La única perspectiva, pero hipotética, que nos ofrecen en contrapartida las leyes cíclicas, es esta: el proceso descendiente de la "Edad Sombría", en su fase final, ha empezado entre nosotros; no está pues descartado que seamos también nosotros los primeros en superar el punto cero, en el momento en que otras civilizaciones, entradas más tardíamente en la misma corriente, se encuentran, por el contrario, más o menos, en un estadio similar al nuestro en la actualidad, tras haber abandonado -"superado"- lo que ofrecen aun hoy los valores superiores y las formas de organización tradicionales susceptibles de atraernos. Resultaría pues que Occidente, invirtiendo los papeles, se encontraría en un punto situado más allá de¡ límite negativo y estaría cualificado para una nueva función general de guía o de jefe, muy diferente de lo que ha realizado en el pasado con la civilización técnico-industrial y material y que ahora ya periclitada, ha tenido como único resultado una nivelación general,
Para algunos, estas breves indicaciones sobre perspectivas y problemas de orden general quizás no hayan sido inútiles. Volveremos, pues, como hemos dicho, al plano de la vida personal que nos interesa aquí; desde este punto de vista, definiendo la orientación a dar a algunas experiencias y procesos actuales en vistas a extraer resultados diferentes de los que extraen la mayoría de nuestros contemporáneos, importa establecer posiciones autónomas, independientes de lo que podrá o no podrá llegar a ocurrir en el futuro.
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