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Citas de Evola

Citas de Julius Evola (IV) sobre AUTORIDAD - JERARQUÍA - ARISTOCRACIA

Citas de Julius Evola (IV) sobre AUTORIDAD - JERARQUÍA - ARISTOCRACIA

Biblioteca Evoliana.- La cuarta entrega de "Citazioni" se refiere a tres temas que el autor trata en profundidad en "Los hombres y las ruinas", los conceptos de autoridad, jerarquía y aristocracia. No es esa la única obra en la que Evola hace referencia a estos conceptos que, en el fondo, son para el pensamiento tradicional, las piedras angulares de su sistema de organización de la sociedad y el Estado. Como puede observarse, buena parte de las citas pertenecen a Imperialismo Pagano, elaborado antes que "Los hombres y las Ruinas", una de sus primeras síntesis clave.

 

IV

AUTORIDAD – JERARQUIA - ARISTOCRACIA

En todas sus obras, y en particular en las "políticas", Evola indica a los hombres "en pie entre las ruinas" cual es vía para defender la personalidad frente a la amenaza de lo colectivo, así como las bases sobre las que se deberá reconstruir una sociedad civil y práctica normal: exaltando los valores jerárquicos, aristocráticos, cualitativos (es decir, "tradicionales") inseparables de una visión general coherente de la vida que se ha dado en llamar "revolucionario-conservadora". Revolucionaria, en tanto que niega radical y positivamente las ideologías y los mitos que dominan la actual decadencia europea (y especialmente italiana), desde la democracia al izquierdismo. Conservadora, como reacción que surge para defender valores de virilidad espiritual, dignidad y libertad hoy olvidados y que es preciso recuperar.

Para el presente capítulo han sido consultados: Imperialismo Pagano, Revuelta contra el mundo moderno, Los hombres y las ruinas, Cabalgar el tigre y El fascismo, así como de varios periódicos.

"La antítesis verdadera frente a "Oriente" y a "Occidente" no es la idea social, sino, por el contrario, la idea jerárquica integral".

Orientaciones (1950)

La causa verdadera de la decadencia de la idea política en Occidente contemporáneo reside precisamente en el hecho de que los valores espirituales que una vez impregnaron el ordenamiento social han venido a menos, sin que se haya sabido sustituirlo por nada. El problema es que se ha descendido al nivel de factores económicos, industriales, militares, administrativas y, como máximo, sentimentales, sin darse cuenta que todo esto no es más que mera meteria, necesaria hasta donde se quiera, pero nunca suficiente, para producir una ordenación social sólida y racional, apoyada sobre sí misma, de la misma forma que el simple encuentro de fuerzas mecánicas no producirá jamás un ser viviente.

Imperialismo pagano (1928)

Se dice que la democracia es el autogobierno del pueblo. La voluntad soberana es la de la mayoría, que se expresa libremente a través del voto entregado a representantes que son tenidos como símbolos del interés general. Pero, a pesar de que se insista en la idea de "autogobierno" surgirá siempre una distinción entre gobernados y gobernantes, en la medida en que un ordenamiento estatal no se construye si la voluntad de la mayoría no se concreta en personas particulares, a las cuales se confía el gobierno. Resulta evidente que estas personas no serán elegidas por casualidad: serán aquellas en las que se cree reconocer una mayor capacidad, bon gré mal gré, una superioridad sobre los otros, de tal forma que no serán considerados como simples portavoces, sino que se supondrá un principio de autonomía, una iniciativa de legislación. Así aparecerá, en el seno del democratismo, un factor antidemocrático, que vanamente se busca reprimir con los principios del electoralismo y de la sanción popular.

Imperialismo pagano (1928)

La superioridad de los superiores se expresa entre otros, en el hecho, de que son capaces de discernir lo que es verdaderamente valor, y de jerarquizar los verdaderos valores, supraordenado los unos a los otros. Ahora bien, los llamados principios democráticos desmantelan íntegramente la situación, en tanto que remiten a la masa el juicio (sea en las relaciones de las elecciones, sea en la preocupación de las elecciones, o de las sanciones) y el decidir quien es superior; pero la masa es el conjunto de aquellos que, por hipotesis, son los menos aptos para juzgar, o cuyo juicio se restringe por la necesidad a los valores inferiores de la vida más inmediata. (...) Un error así -similar al que, tras haber concedido que los ciegos deban ser guiados por los que ven, exigiera que sean los ciegos quienes decidan quien ve más o menos, un error así es pues la causa principal de la denunciada degradación moderna de la realidad politica en realidad económico administrativa.

Imperialismo pagano (1928)

El democratismo vive sobre un presupuesto optimista completamente gratuito. No se da cuenta del carácter absolutamente irracional de la psicología de las masas (...) Las masas son arrastradas, no por la razón, sino por el entusiasmo, la emoción o la sugestión. Al igual que una mujer, sigue a quien sepa fascinarlo mejor, atemorizándola o atrayéndola, con medios que en sí mismos no tienen nada de lógico. Como una mujer, es inconstante, y pasa de uno a otro, sin que tal traspaso puede ser uniformemente explicado mediante una ley racional o con un ritmo progresivo. Un "progreso" considerado justamente debería referirse, no al simple darse cuenta que las cosas desde el punto de vista material van mejor o peor, sino que consistiría en el traspaso de un criterio material a un criterio más alto de juicio; lo contrario constituye una mera superstición occidental, contra la que no nunca reaccionaremos con la suficiente energía. La concepción que prevalece hoy afirma que el autogobierno de las masas es posible, que puede abandonarse a la colectividad el derecho de elección y de sanción, en cuanto todo que el "pueblo" puede ser considerado como una sola inteligencia, como un solo gran ser viviente dotado de una vida propia y de conciencia racional. Pero esto es un puro mito optimista, que ninguna consideración social o histórica positiva confirma y que ha sido inventado únicamente por una raza de siervos que, faltos de verdaderos jefes, buscan una máscara a su anárquica presunción de poder hacer de sí una pequeña vida aburguesada. Así, el presupuesto del democratismo -este optimismo- lo es también, y eminentemente, de las doctrinas anarquistas. Y, llevado a una forma prosopopeyeizada y teologizada, reaparece aun en la base de las corrientes maziniana y de la misma teoría del considerado "Estado Absoluto".

Imperialismo pagano (1928)

La "nación", el "pueblo", la "humanidad", etc., lejos de ser seres reales, son simples metáforas, y su "unidad" por una parte es meramente verbal, y por otra no la de un organismo ya constituido según una racionalidad inmanente, sino aquella, por el contrario, de un sistema de muchas fuerzas individuales, oponiéndose y equilibrándose entre ellas, y por ello mismo, esencialmente dinámica e inestable. Queremos tener presente esto al utilizar el término "muchos", añadiendo al carácter ya dicho de irracionalidad de las "masas", el de su naturaleza. Desde tal punto de vista, también el concepto-base de la considerada "voluntad del pueblo" se demuestra inconsistente, y para sustituir con el equilibrio momentáneo de las múltiples voluntades, de los múltiples individuos más o menos asociados: como una cascada, que desde lejos puede parecer firme y entera, pero que al aproximarse resulta de una infinidad de elementos diversos en incesante movimiento. Todo democratismo no es má que un liberalismo travestido. Sobre estas consideraciones, concluyentes en la irrealidad del ente-pueblo, del ente-nación, etc. y en lo ilógico de la realidad plurima a la ue concretamente se reducen, no se podría nunca insistir demasiado. Lo importante es revelar que si se socavan aquello en lo que puede justificarse la doctrina democrática de la organización de lo bajo como autogobierno del "Pueblo" o de la "nación", socavan también una ficción más prohibida, de la que muchas concepciones que se dicen y se creen antidemocráticas son algo más que exento. Entendemos referirnos a la superstición y a la idolatría por el "Estado", entendemos referirnos al concepto hegeliano de "Estado Absoluto",donde se afirma que aquell que es real es el Estado, no los individuos, los cuales -cualquiera que sean, a partir de los jefes- deben desaparecer ante el Estado. Pocos fenómenos obsesivos nos aparecen de un carácter tan aberrando como ete, cuyo abstractismo es en verdad bastante peor que no el abstractismo democrático.

Imperialismo pagano (1928)

Al desplazar el problema del individuo a la sociedad, junto a aquel concepto de libertad se afirma otro principio "inmortal": el de la igualdad. ?Como olvidar que si existe igualdad no puede haber libertad? ?Qué la nivelación de las posibilidades, la identidad de los deberes, el reconocimiento recíproco vuelve imposible la libertad? Repitámoslo de nuevo: la libertad verdadera existe solamente en un cuadro jerárquico, en la diferencia, en la irreductibilidad de las cualidades individuales; existe solamente allí donde el problema social se resuelve favoreciendo en un pequeño grupo el más completo desarrollo de las posibilidades humanas, al precio de la mayor desigualdad entre los otros, o según el estilo clásico pagano.

Imperialismo pagano (1928)

Tras el pueblo del que hablan los demócratas, encontramos a lo "individuos", los cuales (y aquí está la diferencia) son entendidos de manera igualitaria, en cuanto que el reconocimiento de los jefes se hace decidir no de la cualidad, sino de la cantidad (el mayor número, la mayoría del sistema electoral): pero la cantidad puede ser un criterio solamente en el supuesto de la igualdad de los individuos, que nivela el valor del voto de cada uno. Ahora bien, el "inmortal principio" de la igualdad es sin duda el que se presta a una mayor contestación. La desigualdad de los hombres es algo demasiado evidente para quien quiera ahorrar palabras: basta solamente abrir los ojos y mirar.

Imperialismo pagano (1928)

Toda forma tradicional de civilización se caracteriza por la presencia de seres que, por su "divinidad", es decir por una superioridad innata o adquirida respecto a las condiciones humanas y naturales, son capaces de representar la presencia viva y eficaz del principio metafísico en el seno del orden temporal. Tal es, según el sentido interior de su etimología y el valor originario de su función, el pontifex, el "hacedor de puentes" o "vías" -pons tenía también arcaicamente el sentido de vía- entre lo natural y lo sobrenatural. Por otra parte, el pontifex tradicionalmente se identificaba con el rex según el único concepto de una divinidad regia y de una realeza sacerdotal (...) El fundamento básico de la autoridad y del derecho del rey y del jefe -por lo que era venerado, temido y glorificado, en los marcos del mundo tradicional- era esencialmente esta cualidad sagrada y no-humana, considerada, no como una palabra vacía, sino como una realidad. Por ello lo invisible era sentido como un principio anterior y superior a lo visible y a lo temporal, así, se reconocía inmediatamente el primado de tales naturalezas sobre todos, con el correspondiente derecho natural y absoluto del soberano. En la civilización tradicional está completamente ausente la idea laica, profana, símplemente "política" de la realeza, que aparece en el período siguiente; el mundo de la tradición no conoció ni concedió preemnencia fundamental a la violencia y la ambición, o a las cualidades naturales y mundanas, inteligencia, fuerza, habilidad, valor, sabiduría, solicitud por el bien material colectivo, y demás. Absolutamente extraña a la tradición es la idea, de que los poderes del rey proceden de aquellos que gobierna; que sus leyes y su autoridad sean expresiones de la colectividad, sujetas a la sanción de ésta.

Revuelta contra el mundo moderno (1934)

Es un absurdo creer que los verdaderos representantes de la autoridad espiritual, es decir de la tradición, se pusieran a correr tras los hombres para afirmar su poder o para obtener su obediencia; que "actúen", en suma, y tengan interés directo en crear y mantener relaciones jerárquicas, en virtud de las cuales visiblemente pueden aparecer como los Jefes. El reconocimiento por parte del inferior es la verdadera base de toda jerarquía tradicional. No es el superior quien tiene necesidad del inferior, sino el inferior el que tiene necesidad del superior: no es el Jefe quien tiene necesidad de los subordinados, sino el subordinado quien tiene necesidad de un Jefe. La esencia de la jerarquía está en el hecho de que en algunos seres superiores vive, en forma de presencia y de realidad actuada, aquello que en los otros existe solo como aspiración confusa, como presentimiento, como tendencia, por lo que estos son fatalmente atraídos por los primeros, a los que se subordinan de forma natural, y en tal subordinación hoy algo menos de exterior que de seguir a su verdadero "yo". Aquí está el secreto de toda disposición para el sacrificio, de todo heroismo, de toda viril integración en el mundo de las antiguas jerarquías; y, por otra parte, de un prestigio, de una autoridad, de una serena potencia y de una influencia, que ni siquiera el tirano mejor armado habría podido asegurarse.

Lo Stato (mayo 1938)

El verdadero espíritu aristocrático no puede tener rasgos comunes con las formas de dominio maquiavelista o demagógico como sucedió en las antiguas tiranías populares o entre los tribunos de la plebe. Ni siquiera puede tener por base una teoría del "superhombre", si en el conjunto se debiera pensar solamente en un poder apoyado sobre calidades puramente individuales y naturalistas de figuras violentas y temibles. En su más íntimo principio, la sustancia del espíritu aristocrático es, por el contrario, "olímpica", ya hemos dicho que se extrae de un orden metafísico. La base del tipo aristocrático es ante todo espiritual. El significado de la espiritualidad tiene poco que ver con la noción que hoy se tiene de ella: se conecta con un sentido innato de soberanía, con un desprecio por las cosas profanas, comunes, nacidas de la habilidad, el ingenio, la erudición e incluso de genialidad; desprecio, que se aproxima al que profesa el asceta, diferenciándose sin embargo por una ausencia completa de pathos y de sentimiento. Se podría añadir en esta fórmula la esencia de la verdadera naturaleza noble: una superioridad deraza, respecto a la vida convertida naturaleza.

Lo Stato (octubre 1941)

La desigualdad es verdadera por el mero hecho de que es verdadera de derecho, es real por que es necesaria. Aquello que la ideología igualitaria querría pintar como un estado de "justicia" sería sin embargo, desde un punto de vista más alto y fuera de la retórica humanitaria, un estado de injusticia... algo que ya un Cicerón y un Aristóteles habían reconocido. Plantear la desigualdad quiere decir superar el concepto de cantidad, admitir la cualidad. En este punto se diferencian los dos conceptos de individuo y persona (...). La persona es el individuo diferenciado mediante la cualidad, mediante su rostro, una naturaleza propia, mediante una serie de atributos que lo hacen sí mismo y lo distinguen de cualquier otro; que lo vuelven fundamentalmente desigual. Es el hombre en el cual las características generales (partiendo de aquella generalísima de ser humano y así sucesivamente la de ser de una raza dada, de una nación dada, de un estado dado, de un sexo dado, de un grupo dado) asumen una forma diferenciada de expresión, articulándose variadamente, individuándose. Es ascendente cualquier proceso vital, individual, social o moral que transcurre en tal sentido, que lleva hacia la perfección de la persona según su naturaleza propia.

Los hombres y las ruinas (1953)

El principio considera "por naturaleza" que los hombres son todos libres y poseen iguales derechos, es un verdadero absurdo, por la sencilla razón de que "por naturaleza" los hombres no son iguales y que, cuando se ha pasado a un orden no simplemente naturalista, el ser "persona" no es una cualidad uniforme o uniformemente distribuida, no es una dignidad igual en todos y derivada automáticamente de la simple pertenencia de un individuo a la especie biológica "hombre". La "dignidad de la persona humana", con todo lo que implica y en torno a la cual los iusnaturalistas y los liberales hacen tantas alharacas, se reconoce donde verdaderamente existe, no en cualquiera. Donde existe verdaderamente tal dignidad -repitámoslo- tampoco se juzga igual en cada caso. Admite diversos grados, y es de justicia reconocer para cada uno de estos grados un diverso derecho, una diversa libertad.

Los hombres y las ruinas (1953)

No puede existir paridad más que entre pares, es decir entre los que se encuentran objetivamente a un mismo nivel, que encarnan un grado análogo de "ser persona" y la libertad, el derecho de los cuales no pueden ser la misma que en los otros grados, superiores o inferiores al suyo. Es evidente que para la "fraternidad", incluida como complemento sentimental y pietista en los "inmortales principios", puede aplicarse la misma restricción; resulta una insolencia hacer de ella una norma y un deber universal en términos promiscuos. Por lo demás, la idea de "fraternidad", cuando fue considerada dentro de un marco jerárquico propio de los "pares" y de los "iguales" tuvo en el pasado un concepto aristocrático.

Los hombres y las ruinas (1953)

Sobre la libertad -primer término de la terna revolucionaria- debe reafirmarse la misma idea. La libertad se entiende y defiente en modo cualitativo y diferenciado en cada persona; a cada uno le viene dada la libertad que merece, medida por la estatura y la dignidad de su persona y no por el hecho abstracto y elemental de su ser simplemente hombre o "ciudadano" (la famosa proclamación de los droits de l'homme et du citoyen). La máxima clásica libertad summis infimisque aequanda, expresaba que la libertad es equitativamente distribuida de lo alto a lo bajo. "No existe una única libertad sino que existen muchas libertades" se ha escrito igualmente. No existe una libertad abstracta general sino que existen libertades articuladas conforme a la propia naturaleza; es la idea no de una libertad homogénea sino del complejo de estas libertades diferenciadas y cualificadas que el hombre debe hacer surgir en sí" (Spann). En cuanto a la otra libertad, la liberal y jusnaturalista, es una ficción del mismo estilo que la "igualdad".

Los hombres y las ruinas (1953)

Ningún Dios ha ligado nunca al hombre; el despotismo divino solo es una fantasía de las interpretaciones iluministas; el mundo de la Tradición tenía orientado de lo alto hacia lo alto, el sistema de sus jerarquías, la variedad de la autoridad legítima y de la potestad sacra. De todo este sistema el verdadero, esencial mendamiento eran sin embargo la particular conformación interna, la capacidad de reconocimiento y los diversos intereses congénitos en un tipo de hombre ahora casi completamente degradado. El hombre, en un momento dado, ha querido "ser libre". Se le ha dejado hacer, se ha dejado que se desligara de los vínculos que lo sostenían; se ha dejado que su liberación acarrease todas las consecuencias derivadas de una concatenación rigurosa, hasta el estado actual, en el que el "Dios ha muerto" (Bernanos dice "Dios se ha retirado") y la existencia se convierte en el campo de lo absurdo donde todo es posible y todo es lícito.

Cabalgar el tigre (1961)

Hoy apenas se advierte la antítesis existente entre la autoridad natural de un verdadero jefe y la autoridad basada sobre un poder informe o sobre la capacidad o arte de mover las fuerzas emotivas e irracionales de las masas, puesta en marcha por una individualidad excepcional. Para precisar, diremos que en un sistema tradicional se obedece y se es súbdito en base a lo que Nietzsche llamó el "pathos de la distancia", es decir por que se experimenta la sensación de estar ante alguien, casi, de otra naturaleza. En el mundo de hoy, con la transformación del pueblo en plebe y en masa, se obedece, como máximo, en base a un "pathos de la proximidad", es decir, de la igualdad; se tolera solo a aquel jefe que, en esencia, es "uno de nosotros", que es "popular", que expresa "la voluntad del pueblo", que es el "gran compañero". Un "ducismo" en sentido deteriorado, se ha afirmado con el hitlerismo y el mismo stalinismo ("el culto a la personalidad" que remite al confuso concepto de Carlyle de los "héroes"), corresponde a esta segunda orientación, a la vez antitradicional e incompatible con los ideales y con el ethos de la verdadera Derecha.

El fascismo (1964)

El comportamiento "popular" de los últimos papas es significativo de la caida de nivel y del considerado "seguir los tiempos"; el "volverse populares", el renunciar al prestigio de la distancia, que se da también en el caso de los soberanos aun existentes y de la nobleza, es constatable también en el mismo dominio religioso.

El fascismo (1964)

Se hace como si a la dictadura (solución transitoria plausible solamente frente a un estado de emergencia y a la incapacidad de un gobierno regular) y el "fascismo" tal como lo presentan facciosamente y en forma distorsionada del antifascismo militantes y el comunismo, no fuera concebible nada más. Lo verdaderamente insoportable, en realidad, no es la "dictadura", sino todo lo que sea autoridad. Es cómodo olvidar que la historia la dictadura o la democracia absoluta, necesariamente demagógica, no son más que excepciones, y que lo normal fueron los regímenes, preexistentes monárquicos, basados sobre un principio legítimo y reconocido de autoridad. Y precisamente tal principio que hoy es contestado, y no solamente en el campo estríctamente político, sino también en la familia, en la escuela, en la educación, en las costumbres, en toda estructura, e incluso en el seno de la Iglesia cuyo clero "progresista" quisiera ver una reforma en el sentido "conciliar" y "antipontifical". Esto es el verdadero fondo de la "libertad" fetichizada la cual refleja una insuficiencia de período infantil o de período de crisis de la pubertad, con la incapacidad y el rechazo de reconocer cualquier cosa superior, valores objetivos a los que se puede subordinar sin sentirse mínimamente humillado. La exclusión por principio de estos valores, en nombre de la "libertad", como el agnosticismo y el relativismo, son los presupuestos básicos de la polémica contra toda autoridad.

Il Conciliatore (15 de marzo de 1969).

Citas de Julius Evola (III) sobre la LA HISTORIA Y EL MITO

Citas de Julius Evola (III) sobre la LA HISTORIA Y EL MITO

Biblioteca Evoliana.- Hay que distinguir en la obra de Evola las referencias puramente históricas que se encuentran en algunas de sus obras (en especial en "El Misterio del Grial") del intento de elaborar una "metafísica de la historia", tarea brillantemente acometida y realiza en las quinientas páginas de "Revuelta contra el Mundo Moderno", especialmnete en su esclarecedora segunda parte. En las citas que siguen, sobre el tema de "La Historia y el Mito" se podrán percibir algunos de los matices y de las ideas que Evola aporta en este terreno, sin duda uno de los más fértiles de su producción.

 

 

 

III

LA HISTORIA Y MITO

 

El mito es concebido por Evola como "el espejo de experiencias profundas del hombre a la luz del espíritu": en el símbolo, en el mito, en la leyenda ve la expresión de un contenido supra-racional, es decir de aquellos significados y fuerzas invisibles que constituirían el fondo último de la historia. La de Evola es, ante todo, una concepción antiprogresista y antievolucionista de la historia, considerada como descenso y no, ciertamente, como "progreso" ineluctable; esta verdad siempre fue reconocida por el mundo tradicional. A partir de tal concepción deriva: el ataque al "historicismo" y consecuentemente una nueva forma de ver la historia y, finalmente, la visión de la historia italiana más allá de las deformaciones corrientes, a través de lo que llama "elección de tradiciones" en sentido positivo.

El problema del devenir histórico ha sido afrontado sobre todo en Revuelta contra el mundo moderno (1934), pero es tratado también en otras obras, con cuyos fragmentos se ha elaborado el presente capítulo: Introducción a la Magia, Imperialismo pagano, Rostro y máscara del espiritualismo contemporáneo, Los hombres y las ruinas, El Misterio del Grial y El fascismo visto desde la Derecha, así como en varios ensayos y artículos.

 

"No existe la Historia, entidad misteriosa escrita con letra mayúscula. Son los hombres, en tanto que verdaderos hombres, quienes hacen y deshacen la historia"

Orientaciones (1950)

 

Mientras el momento contemplativo en Hélade hizo que el mundo divino fuera concebido como una especie de supramundo atemporal y, por decirlo así, de espacio absoluto, Roma se esforzó en tomar aquel mundo en sus manifestaciones en el tiempo, en la historia, en el Estado, en las acciones y en la creación de los hombres, aun sin disminuir mínimamente su carácter augusto. Mucho más que el hebreo, el romano tuvo el sentido de una historia sagrada. Y la concepción romana del Estado, del derecho y del imperium se liga esencialmente a las premisas de tal concepción, activa y sacra al mismo tiempo. La casta guerrera y política en Roma revistió típicamente una dignidad sagrada.

Introducción a la Magia (1928)

 

El cristianismo, con el trascedentalismo de sus seudovalores gravidando a la espera del "Reino", que "no es de este mundo", rompe la síntesis armoniosa de espiritualidad y politicidad, de realeza y sacerdotalidad, que el mundo antiguo conocía. El embrutecimiento político moderno no es más que una consecuencia extrema de esta antítesis y de esta escisión creada por el cristianismo primitivo y contenida en su esencia misma. Tomada en si misma, en su sutil boschevismo y en su profundo desprecio por todo lo mundano, la predicación de Jesús podía conducir a hacer imposible no solo el Estado, sino también la sociedad. Pero al venir a menos aquello que constituía el núcleo animador de tal enseñanza -el advenimiento del "Reino"- el espíritu y la intransigencia de la primitiva predicación fueron traicionados, y como un ir a peor y una "normalización" volvió a fijar un puesto en este mundo a aquello que "no es de este mundo", surgió, como un compromiso hídrido entre cristiandad y paganidad, la Iglesia Católica y el cristianismo. Fijemos sin dudas este punto: una cosa es el cristianismo y otra el catolicismo. El cristianismo en cuanto cristianismo es antiimperio, lo análogo a la revolución francesa de ayer, al bolchevismo y al comunismo de hoy. El cristianismo en cuando es diferente de la Iglesia católica no es más que una sombra de la paganidad, sombra sumamente contradictoria, por que se refleja sobre un contenido, sobre un sistema de valores o seudo-valores, que es la antítesis de la paganidad.

Imperialismo pagano (1928)

 

La Reforma protestante constituyó el retorno del cristianismo primitivo, contra el límite de paganización alcanzado, gracias al humanismo, por la Iglesia Católica. La intransigencia protestante puso fin al compromiso católico, y llegó hasta el final en la dirección anti-imperial. La revolución de la conciencia religiosa, determinó un profunda alteración de la idea política. Desvinculando la conciencia de Roma, inmanentizó y socializó la Iglesia y volvió en acto en una realidad política la forma de la Iglesia primitiva. En el lugar de la jerarquía de lo alto, la Reforma estableció la libre asociación de creyentes emancipados del vínculo de la autoridad, convertidos anárquicamente cada uno en árbitro de sí mismo y a un mismo tiempo igual a todos los demás. Fue, en otras palabras, el principio de la decadencia liberal-democrática europea.

Imperialismo pagano (1928)

 

Al igual que Rusia, América en los temas centrales de su "civilización" y de su forma de considerar las cosas y la vida, ha creado algo nuevo que no es otra cosa que una precisa contradicción de nuestra cultura y de nuestra tradición de europeos, en el seno de los cuales penetra y se impone cada vez más. América ha introducido en nuestra época la religión de la práctica, ha puesto el único interés en el beneficio, en la producción, en las realización mecánica, inmediata, visible, cuantitativa por encima de cualquier otro interés. Construye un ente titánico que tiene oro por sangre, máquinas por miembros, técnica por cerebro, ante el cual Europa -que ha sido la iniciadora de las formas modernas de la gran producción industrial- se detiene: se detiene, por que ve las extremas consecuencias que, lógicamente, proceden de aquel primer impulso, pero contemporáneamente divisa una especie de reducción al absurdo, que podrá aceptar como su destino solo al precio de comprometer irreparabemente una civilización anterior e incompatible, que constituía su personalidad más verdadera.

Nuova Antologia (1? mayo 1929)

 

La misma vida de Jesús -como por lo demás muchos mitos relativos a númenes o héroes del mundo pagano- es susceptible de ser interpretada como una serie de símbolos correspondientes a fases, estados y actos del desarrollo metafisico de la personalidad. Esto no quiere decir, sin embargo, que todo se reduzca aquí, que tales símbolos no puedan también haber sido hechos, es decir, que Cristo haya tenido también una realidad histórica, tal como quiere el dogma. Guénon ha resaltado justamente que una cosa no excluye la otra: puede también ocurrir que determinados acontecimientos o personas de la historia, aparezcan convergencias ocultas hagan que la realidad sea símbolo y el símbolo realidad.

Máscara y rostro del espiritualismo contemporáneo (1932)

 

Mientras la "Luz del Norte" se acompaña, bajo signos solares y uránicos, acompañados por un ethos viril de espiritualidad guerrera, de voluntad ordenadora y dominadora, en las tradiciones del Sur al predominio del tema telúrico y del pathos de la muerte y del resurgir se une una inclinación a la promiscuidad, un sentido de evasión, de remisión o también de amor, un naturalismo panteista e incluso sensualista, o si se quiere místico-contemplativo, en el sentido inferior de estos términos, en lo que respecta al espíritu. Así también sobre el plano exterior, la antítesis Norte y Sur se delínea en dos tipos: el Héroe y el Santo, el Rey y el Sacerdote, como correspondencias analógicas de significados generales encerrados en los símbolos: Edad de Oro y Edad de Plata, Sol y Luna, Cielo y Tierra, Macho y Hembra, Luz y Calor, inmutabilidad (tema olímpico) y transformación (tema "dionisíaco").

Revuelta contra el mundo moderno (1934)

 

A pesar de todo, Grecia presenta en el Zeus aqueo, en Delfos, en el culto hiperbóreo de la luz, su centro verdadero, "tradicional", y en el ideal helénico de "cultura" como forma, cosmos que resuelve en ley y claridad el caos, asociado al horror por lo infinito, por el sin-límite, àpeiron, y al alma de los mitos heróico-solares, se converva hasta el final, el espíritu nórdico-ario. Pero el espíritu del Apolo délfico y del Zeus olímpico no consigue formar un cuerpo propio universal (...). Al lado del ideal viril de la verdadera cultura como forma espiritual, de los temas heróicos, de las traducciones especulativas del tema uránico de la religión olímpica, serpentea tenazmente el afroditismo y el sensualismo, el dionisismo y el esteticismo, el énfasis místico-nostálgico de los retornos órficos, el tema de la expiación, la comprensión contemplativa demétrico-pitagórica de la naturaleza, el virus de la democracia y del antitradicionalismo.

Revuelta contra el mundo moderno (1934)

 

La potencia griega es el llamado "medievo griego", su momento sacro y dórico. La "Grecia civilizada", junto a la "Grecia filosófica" que tanto admiran los modernos y de la que se sienten tan próximos, es la Grecia crepuscular. Esto fue experimentado de forma distinta por gentes que llevaban aun en estado puro el mismo espíritu viril de la época aquea: los Romanos de los orígenes. En un Catón, por ejemplo, es fácilmente perceptible el desprecio por el genio nuevo de los literatos y los "filósofos". La helenización de Roma, bajo el aspecto de desarrollo humanista y casi iluminista de estetas, poetas, literatos y eruditos, bajo muchos aspectos, preludia su decadencia.

Revuelta contra el mundo moderno (1934)

 

En Roma se encarna la idea de la virilidad espiritual heróica y dominadora, el principio "triunfal" de la tradición nórdico-aria, conectado al símbolo ario del fuego, a las figuras olímpicas del Juno capitolino y del mismo Jano, a la aristocracia sacra marcada por el rígido derecho paterno, de la religión del honor y la fidelidad, experimentada hasta el punto de hacer decir a Tito Livio que lo que definía al pueblo romano entre todos, era el tener una fides, mientras que el seguir las contingencia de la "fortuna", caracteriza al bárbaro frente al romano. En oposición al espíritu religioso-sacerdotal, resulta característico en Romano, la sensación de lo sobrenatural más como numen -es decir, como poder- que como deus, sensaciones individuales según un fuerte momento pluralista; es característica, correlativamente, la ausencia de pathos, de lirismo y de misticismo en relación a lo divino, la desnuda y exacta ley del rito necesario e inexorable, la mirada clara: aquí van a coincidir con el primitivismo del período védico, chino e irano y con el mismo ritual olímpico aqueo en el referirse inequívocamente a una actitud solar y mágica. En rudo contraste con el espíritu semita, la religión romana fue siempre una religión que desconfió de los abandonos del alma y de los impulsos de la devoción; que refrena -frecuentemente, también con al fuerza- todo lo que aleja de aquella dignidad grave que conviene a las relaciones de un civis romanus con un dios.

Revuelta contra el mundo moderno (1934)

 

Si bien no debe ignorarse la complejidad y la heterogeneidad de los elementos presentes en el cristianismo y aun más en el catolicismo, no es posible desconocer el sentido de la fuerza dominante, la neta oposición entre ésta y lo que una análoga reducción al elemento central, constituyó el espíritu de la romanidad. Y esto, sobre todo cuando se contempla el corpus doctrinal y mitológico que, poco a poco, la nueva creencia se contruyó y en la cual aparecen elementos aparentemente esotéricos, en abstracto, podrían reflejar huellas tradicionales; pero, sin embargo, es esencialmente el pathos quien ha dominado todo, actuando formativamente en el orden concreto de la historia como "civilización cristiana".

Revuelta contra el mundo moderno (1934)

 

El absolutismo -trasposición materialista de la idea unitaria tradicional- prepara la vía a la demagogia y a las revoluciones nacionales. Y allí donde las monarquías, en su lucha contra la aristocracia feudal y en su obra de centralización política, fueron lógicamente llevados a favorecer la reivindicación de la burguesía y de la misma plebe contra la nobleza feudal, el proceso se realizó más rápidamente (...). Puede decirse que precisamente por haber iniciado antes tal reclamación y, consecuentemente, haber dado un carácter cada vez más centralizado y nacionalista a la idea de Estado, Francia experimentó primeramente el hundimiento del régimen monárquico y el advenimiento del republicano en el sentido del advenimiento del Tercer Estado, tanto para aparacer en el conjunto de las naciones europeas como el principal foco del fermento revolucionario y de la mentalidad laica racionalista, "iluminista", mortal para la supervivencia de cualquier residuo de tradicionalidad. Por otra parte, privado de toda referencia con el pensamiento dinástico europeo, transformado en instrumento en las manos de la plebe, es notorio a todos el uso revolucionario y demagógico que, a partir de la revolución francesa, tuvo que tener el principio de la nacionalidad. Usado por reyes leicos contra el imperio, se vuelve contra ellos, convirtiéndose en instrumento del demos contra el rey.

Revuelta contra el mundo moderno (1934)

 

Desmantelándose el bloque tradicional de Europa central, las fuerzas que abrieron los últimos diques y destruyeron los últimos apoyos propios a la misma sociedad capitalista-burguesa se centralizan en dos focos precisos los cuales, desde Oriente y Occidente, hacen pensar en dos ramas de una tenaza en trance de cerrarse lentamente en torno al núcleo, ahora disperso en su energía y en sus hombres, de la antigua Europa. En Oriente es la Rusia bolchevique; en Occidente es América. Ambos fenómenos, las dos nuevas "civilizaciones", corresponden y convergen. En ellas se anuncia con exactitud el tiempo que la leyenda había descrito con rasgos apocalíticos, en que las gentes "demoníacas" de Gog y Magog, destruida la muralla de hierro con que simbólicamente un tipo imperial les había cerrado el paso, irrumpen para adueñarse de las potencias de la tierra -o del reino de la "Bestia sin Nombre"- sin nombre, en tanto está compuesta por una multitud innumerable.

Revuelta contra el mundo moderno (1934)

 

Al encontrarnos en el mundo del devenir, al que le es como propio, el cambio -convertido en cada vez más caótico y rápido en los tiempos modernos- de acontecimientos, situaciones y fuerzas, el historicismo, como reflejaba justamente Tilgher, por un lado se reduce a ser una "filosofía pasiva del hecho consumado", la teoría de que a todo lo que ha conseguido imponerse, y solo por este mero hecho, debe serle reconocida una "racionalidad" propia. Pero por otro lado, este puede promover también por igual instancias "revolucionarias", cuando no se quiera reconocer como "racional", lo real; en tal caso, en nombre de la "razón" y de la "Historia" interpretada para uso propio se condena aquello que es. Una tercera solución también posible , como una mezcla de las dos precedentes, es lo que podría llamarse "antihistoria", es decir, todo lo que busca afirmarse, que tiende a realizar o restaurar un orden diverso del vigente, sin conseguirlo; a no ser que en caso de triunfar e imponerse, entonces sólo habría alcanzado a convertirse en "real". Así pues, según los casos, el historicismo puede estar igualmente bien al servicio de un conservadurismo en sentido deteriorado, o de utopías revolucionarias -y más a menudo- de aquellos que saben adaptarse a las situaciones, cambiando de bandera según soplan los vientos.

Los hombres y las ruinas (1953)

 

Debe reconocerse que la historiografía de Izquierda ha sabido llevar la mirada sobre dimensiones esenciales de la historia; más allá de los conflictos políticos episódicos, más allá de la historia y de las naciones, ha sabido vislumbrar el proceso general y esencial en los últimos siglos, en el sentido de un traspaso de un tipo de civilización y de sociedad a otro. Que la base de la interpretación haya sido, a tal respecto, economicista y clasista, no afecta en nada a la amplitud del marco de conjunto de la historiografía. La cual, como realidad esencial más allá de la contingente y particular, nos indica, el curso de la historia, el fin de la civilización feudal y aristocrática, el advenimiento de la burguesía liberal, capitalita e industrial y, tras esta, el anunciarse de la civilización socialista, marxista y, finalmente, comunista. Aquí la revolución del Tercer Estado y la del Cuarto son reconocidas en su natural concatenación causal y táctica (...) Medida con la historiografía de izquierda, la de otras tendencias aparece claramente como superficial, episódica, bidimensional, e incluso frívola. Una historiografía verdaderamente de Derecha debería abrazar los mismos horizontes de la historiografía marxista, con la voluntad de entender el proceso real y esencial de los procesos históricos en los últimos siglos fuera de los mitos, de las superestructuras y también de la crónica plana. Esto, naturamente, interviniendo los signos y las prospectivas, viendo en los procesos esenciales y convergentes de la historia última no las fases de un progreso político y social, sino de una subversión general. Como es lógico, también la promesa económico-materialista resultaría eliminada, reconociendo como meras ficciones el homo oeconomicus y el presunto determinismo fatal de los diversos sistemas de producción. Causas mucho más amplias, profundas y complejas de las que conoce el escuálido primitivismo del materialismo histórico marxista han estado y están en acción en la historia.

Il Conciliatore (1959)

 

Las figuras del mito y de la leyenda -se piensa- son solo sublimaciones abstractas de figuras históricas, que han terminado tomando el puesto de estas últimas y valiendo en sí y para sí, mitológica y fantásticamente. Lo cierto es precisamente la interpretación inversa: existe un orden superior y metafisico que alumbra de diversa forma el mito y el símbolo. Puede suceder que en la historia determinadas estructuras y personalidades encarnen, en cierta medida, tales realidades. Historia y suprahistoria entonces se interfieren y terminan integrándose en los acontecimientos y en algunos personajes a cuya estructura la fantasía puede transferir instintivamente los rasgos del mito, precisamente en base al hecho que, en cierta forma, la realidad se convierte en símbolo y el símbolo se hace realidad.

El Misterio del Grial (II ed. 1962).

 

El catolicismo está tomando, en efecto, una orientación tal que aquellos que defienten valores verdaderamente tradicionales, y por lo mismo de Derecha, deben preguntarse hasta qué punto, sin embargo, una nueva elección de las vocaciones y de las tradiciones conduce potencialmente a la Iglesia sobre la misma dirección de las fuerzas y de las ideologías subversivas preponderantes en el mundo moderno (...). En la historia del cristianismo figuran formas de una "espiritualidad" que -no puede desconocerse- podrían también ir al encuentro de las actuales teorías "sociales" subversivas. Desde el punto de vista sociológico el cristianismo de los orígenes fue efectivamente un socialismo avant la lette; respecto al mundo y a la civilización clásica representó un fermento revolucionario igualitario, se apoyó sobre el estado de ánimo y sobre la necesidad de las masas de la plebe, de los desheredados y de los sin-tradición del Imperio; su "buena nueva" era la inversión de todos los valores establecidos. Este sustrato del cristianismo de los orígenes ha estado en distintas medidas contenido y rectificado con el tomar forma del catolicismo, gracias, en gran parte, a una influencia "romana". La superación se manifestó también en la estructura jerárquica de la Iglesia; históricamente tuvo su apogeo en el Medievo, pero la orientación no disminuye ni siquiera en el período de la Contrareforma y, finalmente, en lo que fue llamado la "alianza del trono con el altar", con el carisma dado por el catolicismo a la autoridad legítima de lo alto, según la doctrina rigurosa de un Joseph de Maistre y de un Donoso Cortés, y con la condena explícita, por parte de la Iglesia, del liberalismo, de la democracia y socialismo y finalmente, en nuestro siglo, por el modernismo. Toda esta superestructura válida del catolicismo parece desintegrarse para dejar volver a emerger precisamente el sustrato promiscuo, antijerárquico, "social" y antiaristocrático del cristianismo primitivo. El retorno a tal sustrato es, por lo demás, lo más adecuado para "ponerse al paso con los tiempos", para ponerse al día con el "progreso" y con la "civilización moderna", mientras la línea a seguir, por parte de una organización verdaderamente tradicional, hoy debería ser absolutamente opuesta, osea la de una triplicada, inflexible intransigencia, de una puesta en primer plano de los verdaderos, puros valores espirituales contra todo el mundo "en progreso".

L'Italiano (junio-julio 1963)

 

El mérito del fascismo ha sido sobre todo haber realzado en Italia la idea de Estado, haber creado las bases para un gobierno enérgico, afirmando el puro principio de la autoridad y de la soberanía política (...) Cuando tomó esta concepción de base el fascismo afirmó el trinomio "autoridad, orden y justicia", es innegable que recuperaba la tradicción que formó a todo gran Estado europeo. Se sabe que el fascismo intentó evocar la idea romana como suprema y específica integración del "mito" del nuevo organismo político, "fuerte y orgánico"; la tradicón romana, para Mussolini, no debía ser mera retórica y oropel, sino "una idea de fuerza" además de un ideal para la formación del nuevo tipo de aquel hombre que habría debido tener en las manos el poder. "Roma es nuestro punto de partida y de referencia. Es nuestro símbolo, es nuestro mito" (1922). Esto supuso una precisa elección de vocaciones, pero también una gran audacia: era como un volver a lanzar un puente sobre un vacío de siglos, para recuperar el contacto con el único fragmento verdaderamente válido de toda la historia desarrollada sobre suelo itlaiano.

El fascismo visto desde la derecha (1964)

 

Alguien ha querido ver una especie de Némesis histórica, una relación secreta de acciones y reacciones concordantes en el hecho de que Italia, vencida en una guerra que no debía de haber hecho (1915-1918), perdió la que debía hacer (1940-1945). Tal punto de vista puede ser justo. Ya que es claro que con la Italia de la derrota, o Italia "liberada" como algunos dicen, se ha producido una recaida de lleno en la dirección más problemática de su historia, en la que hay poco de lo que sentirse orgulloso. Y es así que se ha podido hablar de un "paréntesis fascista", en la medida en que la "constante" de la tradición italiana ha podido interpretarse casi siempre en términos de antitradición y casi como si en el fascismo no se tuviesen que considerar también ideas que no nacieron con él, que preexistían a éste en una o en otra nación europea y que, aparte de la designación contingente de "fascismo" y de aquello que se le agregó en el presupuesto de un clima apto y de una adecuada actitud interior continuarán manifestándose todavía en al historia.

Los hombres y las ruinas (II? ed. 1967)

 

El mito del "Eje" germano-italiano habría podido tener un significado particular no solo desde el punto de vista político sino tambíen del moral y espiritual, a los fines de integración recíproca de los dos polos y culturas. Esta es una de las razones por las que el "Eje" fue saboteado y convertido en "impopular", al existir en el interior del fascismo el contraste entre el confuso nacionalismo petriotero, ligado a los residuos de las ideologías del Risorgimento, y la aspiración hacia un Estado fuerte y "romano". Ahora, Italia ha vuelto a ser ella misma, es decir, a ser la Italia de la mandolina, los museos, del Sole mio y de la industria turística, ha sido "liberada": liberada de la dura tarea de darse una forma inspirada en su más alta tradición, no decirse "latina" sino romana.

Los hombres y las ruinas (II? ed. 1967)

 

Las causas más profundas de la historia -y aquí pueden ser consideradas las que actúan en sentido negativo, o las que pueden eventualmente actual en sentido positivo y equilibrador- operan preferentemente a través de lo que, con una imagen extraida de las ciencias naturales, podemos llamar "imponderables". Determinan mutaciones casi insensibles -ideológicas, sociales, políticas, etc.- destinadas a propiciar efectos notables: al igual que las primeras grietas de una falda nevada, terminen en una avalancha. No actúan casi nunca oponiendo una resistencia directa, sino mediante una dirección adecuada que conduce a las fuerzas hacia el fin prefijado, que termina haciéndo el juego aun cuando se las resiste. Hombres y grupos, que creen perseguir solo algo querido por ellos, sirven como medios gracias a los cuales se realiza algo muy distinto, evidenciando una influencia y un "sentido" supraordenado. Esto no se escapó a Wundt, cuando habló de la "heterogeneidad de fines", y al mismo Hegel, cuando introdujo el concepto de la List der Vernunft en su filosofía de la historia; pero ni uno ni otro supieron hacer valer en marcos adecuados sus intuiciones.

Los hombres y las ruinas (II? ed.: 1967)

 

La exaltación polémica de la civilización del Renacimiento contra la medieval, es una consigna convenida en la historiografía moderna. (...) Debería verse en esto la expresión de una incomprensión típica. Si, tras el fin del mundo antiguo, existe una civilización que merezca el nombre de Renacimiento, esta fue precisamente la Medieval. En su objetividad, en su virilidad, en su estructura jerárquica, en su soberbia antihumanista elementareidad, así mismo compenetrada por lo sagrado, el Medievo fue como un retorno a los orígenes. Con rasgos clásicos, en absoluto románticos, apareció el verdadero Medievo. En un sentido muy diverso debe ser entendido el carácter de la siguiente civilización.

Revuelta contra el mundo moderno (III ed. 1969)

 

Al aliarse con la Rusia soviética para abatir a las potencias del "Eje" y al reflejar un insensato radicalismo, las potencias democráticas repiten el error de quien cree poder utilizar impunemente las fuerzas de la subversión para sus propios fines, ignorando que, por una lógica fatal, cuando fuerzas exponentes de dos grados diversos de subversión se encuentran o se enfrentan, las correspondientes al grado más bajo, finalmente, tomarán la iniciativa (...) Los determinismos de una especie de justicia inmanente están en movimiento y, en cualquier caso, de una forma u otro, el proceso llegará hasta el fin.

Revuelta contra el mundo moderno (III ed. 1969)

 

Citas de Julius Evola (II) sobre la CONTESTACION GLOBAL CONTRA EL MUNDO MODERNO

Citas de Julius Evola (II) sobre la CONTESTACION GLOBAL CONTRA EL MUNDO MODERNO

Biblioteca Evoliana.- La segunda entrega de la selección de citas de Evola está dedicada a la "Contestación Global contra el mundo moderno". Un parte importante de las citas han sido extraída de la obra cumbre de Evola "Rivolta contro il mondo moderno", sin embargo, abundan también las incluidas en "Imperialismo Pagano" y en artículos publicados en los años 30. Resulta significativo que la mayor parte de estas citas hayan sido escritas en la que podemos llamar "segunda etapa" de su producción, la que tiene lugar entre la disolución del Grupo de Ur (1930) y el final de la Segunda Guerra Mundial (1945). En este período, Evola fiha las ideas centrales que inspirarán su obra. 

 

 

II

CONTESTACION GLOBAL CONTRA EL MUNDO MODERNO

 

Para Evola el concepto de decadencia indica una neta fractura con el mundo que llama "de la Tradición": su doctrina de la regresión no es, por otra parte, una incitación al fatalismo, vale en relación a puntos de referencia absolutos y a la escala de las grandes distancias históricas: por ello quien hoy opera positivamente sobre el plano concreto de la acción no puede, ni debe, dejarse impresionar.

El título mismo del capítulo sugiere inmediatamente el de la obra más importante del autor, Rivolta contro il mondo moderno (1934): esta obra bastaría por sí misma para atestiguar como, ya hace sesenta años, y precisamente en Italia, contra la decadente civilización actual, se alzó una "contestación", la cual, apoyándose sobre el sólido fundamento de lo que, en todos los tiempos, tradicionalmente puede revestir un carácter de normalidad en sentido superior, va mucho más allá y en profundidad que las que le han seguido. Crítico agudo de muchos aspectos del mundo moderno -cuya carrera hacia el desastre ha denunciado en sus libros durante casi cincuenta años- Evola invita a la reacción, a no dejarse condicionar ante la omnipotencia y el triunfo aparente de las fuerzas dominantes de la época. Evola rechaza todo reconocimiento con el mantenimiento de esta sociedad, sus estructuras, sus mitos y sus seudo-valores, una distancia interior exenta de compromisos y con el no aceptar estar ligada a ningún vínculo de naturaleza espiritual o moral.

Además de Revuelta contra el mundo moderno, los fragmentos ordenados en el capítulo presente, están extraídos de: Imperialismo pagano, Los hombres y las ruinas, Metafísica del Sexo, El "obrero" en el pensamiento de Ernst Jünger, Cabalgar el Tibre, L'Arco e la clava, como también de escritos aparecidos en periódicos diversos.

"Oponerse a cualquier consagración y "racionalización" del estado de hecho, no conceder ningún reconocimiento a fuerzas y corrientes que hayan tomado la mano, tal debe ser el principio"

Los hombres y las ruinas (II ed. 1967)

 

Europa ha creado un mundo que en todas sus partes constituye una antítesis irremediable y completa con lo que fue el mundo tradicional. No existen compromisos o conciliaciones posibles, las dos concepciones están enfrentadas una contra otra, separadas por un abismo sobre el que cualquier puente resulta ilusorio. Por otra parte, la civilización occidental, el mundo cristiano, está procediendo de forma vertiginosa hacia su lógica consecuencia, y la conclusión, sin querer ser profeta, no se hará esperar mucho. Aquellos que entrevén esta conclusión y consiguen sentir todo el absurdo y toda la tragicidad, deben buscar pues en si mismo el valor para decir no a todo.

Imperialismo pagano (1928)

 

Nos encontramos ante la ley misma que domina toda la cultura y la sociedad de hoy: en el plano inferior, el orgasmo industrializador, los medios que se convierten en fines, la mecanización, el sistema de los determinismos económicos y materialistas a los que la ciencia marca el ritmo -conectado con el arribismo, la carrera hacia el éxito que hombres que no viven, sino que son vividos- y, en el límite, los novísimos mitos del "progreso indefinido" sobre la base del "servicio social" y del trabajo convertido en fin en si mismo y deber universal; sobre el plano superior, el conjunto de las doctrinas fausticas, deveniristas y bergsonianas (...) No es acción, sino fiebre de acción. Y el correr vertiginoso de aquellos que han sido arrojados fuera del eje de la rueda y cuya carrera era tanto más loca en cuanto mayor es su distancia del centro. Tanto esta carrera, como la dependencia de las leyes sociales en el ámbito económico, industrial, cultural y científico son inevitabes, fatales en todo y por todo, en el orden interior de cosas que han creado, una vez que el individuo se haya vuelto ajeno y exterior a sí mismo, una vez que con el sentido de la centralidad, de la estabilidad y de la suficiencia interior haya perdido el sentido de lo que constituye verdaderamente el valor de la individualidad. La decadencia de Occidenta procede incuestionablemente de la decnadencia del inviduo como tal.

Imperialismo pagano (1928)

 

La infinidad de hombres sobre la tierra desierta de luz, reducidos a mera cantidad -solamente a cantidad-, convertidos en iguales en su identidad material como partes dependientes de un mecanismo abandonado a sí mismo, dejado en el vacío sin que nadie pueda hacer nada... esta es la tendencia que está en el fondo de la dirección económico-industrialista que triunfa en todo Occidente. Y quien siente que ésta es la muerte de la vida y el advenimiento de las leyes de la materia, el triunfo de un hecho tanto más terrible en tanto que ya no existe mas persona, sin que pueda considerarse más que un remedio: destrozar el juego del oro, superar el fetiche de la sociedad y las leyes de la interdependencia, restaurar los valores aristocráticos, los valores de la cualidad, la diferencia, el heroismo, el sentido de la realidad metafísica a la que hoy todo resulta contrario.

Imperialismo pagano (1928)

 

La onda oscura y bárbara, enemiga de sí y del mundo, que en la subversión frenética de toda jerarquía, en la exaltación de los débiles, de los desheredados, de los sin-nacimiento y sin-tradición agitados por la necesidad de "amar", de "creer", de abandonarse, en el rencor hacia todo lo que es fuerza, suficiencia, sabiduría, aristocracia, en el fanatismo intransigente y proselitista constituyó un veneno para la grandeza del Imperio Romano, y la causa máxima de la decadencia de Occidente. El cristianismo -recuérdese- no es lo que hoy subsiste como religión cristiana -tronco muerto carente de un impulso más profundo. Tras haber disgregado el conjunto de Roma, con la Reforma pasó a infectar la raza de los rubios bárbaros germáncos para luego penetrar también más arriba, tenaz e invisible: el cristianismo hoy está en acto en el liberalismo y en el democratismo europeo, y en todos los otros frutos de la revolución francesa, hasta el anarquismo y el bolchevismo; el cristianismo de hoy está activo en la estructura misma de la sociedad moderna-tipo -la anglosajona- y en la ciencia, el derecho, en la ilusión de poder de la técnica. En todo esto se conserva igualmente la voluntad niveladora, la voluntad del número, el odio hacia la jerarquía, la cualidad y la diferencia y el vínculo colectivo, impersonal, hecho de mutua insuficiencia, propio de las organizaciones de una raza de esclavos en revuelta.

Imperialismo pagano (1928)

 

El mundo tradicional fue jerárquico: en un sentido, sagrado, sobre la base de la realidad metafísica situada como principio, centro y fin de la existencia, como estado supremo del ser, como estado de verdad. Y donde la ordenación temporal secundó este esquema, a través de los grados de luz, se formó un tránsito espontáneo entre lo humano y lo no-humano, una visión simbólica de las cosas, de la naturaleza y de los acontecimientos, de la cual tomaron vida las "superadas" ciencias tradicionales, y en la cual el demonismo elemental de la naturaleza inferior en perpetuo devenir era detenido por formas de liberación y de luz. La ruptura de la relación entre ambos mundos, la concentración de toda posibilidad en uno solo de estos, el del hombre, la sustitución del supramundo con fantasmas efímeros y momentáneas exaltaciones de la naturaleza mortal, tal es el sentido del mundo moderno.

La Torre (10 marzo 1930)

 

La idea de la pluralidad de civilizaciones y la de la relatividad de la civilización moderna, se presenta para muchos con los rasgos de una herética e impensable extravagancia. Pero esto no basta: es necesario saber reconocer que la civilización moderna no solo podrá también desaparecer como tantas otras sin dejar rastro, sino que pertenece al tipo de las que, una vez desaparecida, igual que la vida momentánea, respecto al orden de las "cosas que son" y de cualquier otra civilización adherida a las "cosas que son", tiene un valor de mera contingencia.

Revuelta contra el mundo moderno (1934)

 

La sociedad moderna se presenta precisamente como un organismo que desde el tipo humano ha pasado al subhumano, en el cual toda actividad y toda reacción es determinada por las necesidades y las tendencias de la pura vida corporal. Sus principios dominantes corresponden exactamente a la parte animal y orgánico-vital de las jerarquías tradicionales (mercaderes y siervos): el oro y el trabajo. Tal como se han orientado las cosas, estos dos elementos van a condicionar casi sin excepción toda posibilidad de la vida para forjarse ideologías y mitos, mediante los cuales resultaría más clara la profundidad de la moderna perversión de todos los valores.

Revuelta contra el mundo moderno (1934)

 

Partiendo de estas premisas, de esta devastación cientifista, racionalista y maquinista, la civilización moderna ha cerrado gradualmente cualquier vía para la defensa de la personalidad frente a la agresión de lo colectivo. Y así hemos visto, en el terreno político, como -arrollada la diferencia aristocrático-feudal, eliminada cualquier tradición de sangre y de casta, destruido a través de una única ley niveladora y "pública" cualquier jus singulare, todo privilegio, cualquier franquicia, el individuo laico, revolucionario, liberal e iluminista haya reclamado inmediatamente la reacción: como el grupo, la patria, la raza, el Estado sean poco a poco reducidos al valor de personas independientes que exigen del individuo, que forma parte entrega y subordinación incondicionada no solo como ser natural y "político" sino también en cuanto ser ético y espiritual; que pretendan pues que toda forma de actividad se nacionaliza o se "socializa", cesa de ser un soporte para una cultura, es decir, para una libre formación de la persona, y se convierte en parte dependiente del ente político y temporal. Al mismo tiempo se fomenta demagógicamente el odio hacia cualquier personalidad superior y dominadora; los jefes no son admitidos, más que en cuanto son meros "exponentes" al servicio de la colectividad, del pueblo, de la patria en forma de jefes de partido democráticos o de tribunos de la plebe.

Revuelta contra el mundo moderno (1934)

 

En el nacionalismo, habitualmente se consideran solamente los aspectos particulares, la oposición entre la conciencia de un pueblo y la de otros pueblos. Este aspecto es real y al considerar el nacionalismo como fenómeno surgido de la disgregación de la anterior edad ecuménica y espiritual europea. Pero también es importante considerar el aspecto colectivista que el nacionalismo, en tanto que emancipación particularista de un principio universal, lleva en sí mismo y que resulta claro cuando se toma por punto de referencia la relación entre la personalidad y el grupo. Bajo esta óptica el nacionalismo se muestra como un espíritu de locura, una dictadura del demos, unida a la incapacidad del individuo para valorizarse, muy frecuentemente unida a factores sub y pre-personales.

Revuelta contra el mundo moderno (1934)

 

El "progreso" de la historia más allá del medievo se compendia esencialmente en un desarrollo del elemento burgués y de los intereses y actividades propias de la burguesía y nada más que de ella, ignorando a los demás elementos superiores de la jerarquía medieval: desarrollo que ha asumido los rasgos de un verdadero cáncer. El burgués ha cubierto de ridículo los ideales de la ética caballeresca precedente. El burgués, como la "gente nova" despreciada por Dante, ha estimulado la revuelta antitradicional, usurpando el derecho de las armas, fortificando los centros de una impura potencia económica, levantando estandartes propios, oponiendo -con las Comunas- una anárquica pretensión de autonomía a la autoridad imperial. Es el burgués quien poco a poco ha dado la apariencia de cosas naturales a lo que en otros tiempos -en tiempos de normalidad- hubiera sido considerado como una absurda herejía: el pensar que la economía es nuestro destino y el beneficio es el fin, el pensar que el comerciar y traficar es "actuar", el traducir cualquier cosa en términos de "rendimiento", de prosperity, de confort, de algo susceptible de especulación, de compra y venta, es la esencia de la civilización.

Régimen Fascista (3 abril 1934)

 

Quien ama los contrastes, también en relación con la guerra, debería considerar aquello en lo que se ha convertido la "civilización" moderna. Pasando a través del grado, aun no privado de cierta nobleza, del guerrero que combate por el honor de su príncipe, descendiendo hasta el tipo de mero "soldado" o militar, se ha unido, poco a poco, la idea, que es algo "medieval" y de bárbaros y fanáticos, luchar por la "vía de Dios" y por similares fantasías metafísicas; algo santísimo, sin embargo, es luchar por un trozo de tierra, por el "orgullo de la nación" o por el "porvenir de la patria" según el "deber" de todo buen ciudadano.

Revuelta contra el mundo moderno (1934)

 

El mundo moderno nos muestra también en algunos de sus desarrollos más singulares el retorno a los temas propios a las antiguas civilizaciones ginecocráticas meridionales. El socialismo y el comunismo en la sociedad moderna ?acaso no son más que reapariciones materializadas y mecanizadas del antiguo principio telúrico-meridional de la igualdad y de la promiscuidad de la Madre Tierra? Puramente físico y fálico es, en el mundo moderno, el ideal de la virilidad, propio de la ginecocracia afrodítica. El sentimiento plebeyo de la Patria afirmado con la revolución francesa y desarrollado por las ideologías nacionalistas como mística de la estirpe y, precisamente, de la Madre Patria, sagrada y omnipotente, es efectivamente la reminiscencia de una forma de totemismo femenino. Y los reyes y los jefes de gobierno privados de toda real autonomía, "primeros servidores de la nación", son productos de la desaparición del principio absoluto de la soberanía paterna y del retorno de aquellos que tienen en la Madre -en el gran totem materno de la "raza"- el origen de su poder. Hetairismo y amazonismo están igualmente presentes, bajo formas nuevas: es el disgregarse de la familia, es el sensualismo moderno, la continua búsqueda de la mujer y del placer; luego, es el neutralizarse y el masculinizarse de la mujer misma, la lucha por su emancipación y por la paridad de sus derechos en todos los terrenos, su bastardización deportiva. Aún hoy la amazona y la hetaira han suplantado a la madre y dominan sobre el hombre esclavo o animal de rendimiento práctico.

Revuelta contra el mundo moderno (1934)

 

Se ha considerado una conquista lo que es una abdicación. Tras siglos de "esclavitud" la mujer ha querido ser libre, ser por sí misma. Pero el considerado "feminismo" no ha sabido concebir para la mujer una personalidad, si no a imitacion de la masculina, a pesar de que sus "reivindicaciones" enmascaren una desconfianza fundamental de la mujer nueva hacia si misma, la impotencia de esta para ser y valer como lo que es: como mujer y no como hombre.

Revuelta contra el mundo moderno (1934)

 

La plebe no habría nunca podido irrumpir en todos los terrenos de la vida social y de la civilización si existieran aristocrátas realmente capaces de enpuñar la espada y ceñirse el cetro; así mismo en una sociedad constituida por hombres verdaderamente tales, la mujer nunca habría debido y podido tomar la via de la actual degeneración feminista. Si consideramos los períodos en los que la mujer ha unido una autonomía y un primado, vemos que coinciden casi siempre con épocas de cadencia evidente de las civilizaciones más antiguas. Así la verdadera reacción contra el feminismo y contra cualquier otra desviación femenina no debería desarrollarse contra la mujer, sino es contra el hombre.

Revuelta contra el mundo moderno (1934)

 

En un texto tradicional, escrito dos mil quinientos años antes del nacimiento de Nietzsche, se lee: "Perdida la Vía (es decir la inmediata adhesión a la espiritualidad pura) queda la Virtud; perdida la Virtud queda la ética; perdida la ética queda el moralismo. El moralismo es solo la cáscara exterior de la ética y la firma del principio de la decadencia". En este fragmento son enunciadas de forma concisa y exacta las varias etapas del proceso de caida que ha conducido hasta el ídolo burgués: el moralismo. Tal ídolo no fue nunca conocido en las grandes civilizaciones tradicionales; swolo lo ha sido en un sistema de domesticación y conformismo basado sobre la convención, el compromiso, la hipocreacia y la vellaquería, y justificado solo en función de un utilitarismo socializado.

Regime fascista (3 abril 1934)

 

Los puntos de divergencia entre Rusia y América no tienen apenas importancia para quienes miran la esencialidad. Al igual que Rusia, América, en los temas centrales de su "civilización" y de su forma de considerar la vida y el mundo, ha creado algo, que representa la precisa contradicción de la antigua tradición europea, en el seno de la cual todavía penetra deletéreamente (...). Los puntos de correspondencia, nos permiten ver en Rusia y América dos rostros de la misma cosa, dos movimientos que parten de los dos mayores centros de poder del mundo y que convergen, poco a poco, hacia un mismo punto. Una -realidad en vias de formarse, bajo el puño de hierro de una dictadura, a través del método de una estatización y de una racionalización inexorable. La otra -realización espontánea (y por tanto más preocupante) de una generación que acepta ser y querer ser lo que es, que se siente sana, libre y fuerte y añade por sí a los mismos puntos, sin la sombra casi personificada del "hombre colectivo", que aun tiene en su red, sin la dedicación fanático-fatalista del eslavo-bolchevizado. Pero tras una como la otra "civilización", tras una y otra grandeza, quien ve reconoce igualmente el preludio del advenimiento de la "Bestia sin nombre", "el mundo nuevo que viene".

Revuelta contra el mundo moderno (1934)

 

Podrá también suceder que la capitulación ante la tenaza que se cierra de Oriente y Occidente no sea siquiera advertida, que el hundimiento no tenga siquiera la grandeza de una tragedia. Rusia y América, pensando en una misión universal, traducen la sensación de un destino real. Centralizan las fuerzas, por la vía de las cuales se podrá realizar la última fase de la involución y del descenso del poder de una a otra de las antiguas castas hasta la última y el despertar del demonismo de lo colectivo. Y si tal destino deberá realizarse, y la tenaza, de Oriente y Occidente, cerrarse, toda esta espléndida civilización de titanes, de metrópolis de acero y cemento, de masas tentaculares, de álgebras y máquinas encadenadas las fuerzas de la materia, de dominadores de cielos y de océanos, aparecerá como un mundo que se tambalea en su órbita y tiende a desprenderse y alejarse definitivamente en los espacios, donde no existe ninguna luz, fuera de aquella siniestra encendida por la aceleracion de su misma caída.

Revuelta contra el mundo moderno (1934)

 

Así puede pensarse en la necesidad de que los destinos se cumplan. Ya lo hemos dicho: habiendo calcado el penúltimo grado, estando en el umbral del advenimiento universal de la verdad y del poder de la última de las antiguas castas, no debe realizarse aun más que aquello que queda por tocar el fondo de aquella "edad oscura" -kay yuga- o "edad del hierro", preconizada por las enseñanzas tradicionales, los rasgos generales de la cual corresponden extrañamente al rostro de la época contemporánea. Como los hombres, así también las civilizaciones tienen su ciclo, un principio, un desarrollo y un fin, y contra más ancladas están en lo contingente, más fatal es esta ley (...) Solo la estupidez de los modernos ha hecho creer por un momento que su civilización, radicada más que cualquier otra en lo temporal y en lo contingente, pueda tener un destino diferente y privilegiado.

Revuelta contra el mundo moderno (1934)

 

No es una paradoja afirmar que el idealismo, es decir la abusiva retórica de los "ideales sagrados", de las "ideas sublimes", de las "fes", es algo completamente burgués; algo vano que enmascara la ausencia de una silenciosa y verdadera fuerza creativa. Nosotros diremos pues que no es la ausencia, sino la presencia de los "ideales" y de las "fes", tomada en tal sentido, lo que caracteriza una época burguesa. "Ideales" y "fes" estuvieron verdaderamente ausentes allí donde fueron sentidos como demasiado poco, allí donde el hombre es central respecto a sí mismo, allí donde rige la fuerza pura, la potencia y la verdadera creacion. Civilización ascética, civilización guerrera, civilización creadora, tienen muy poco lugar para "ideales" y "fes", como por el "moralismo" y el "sentimentalismo".

Regime Fascista (3 abril 1934)

 

Si ha existido alguna civilización de esclavos, esta es precisamente la civilización moderna. Ninguna civilización tradicional vió jamás masas tan grandes condenadas a un trabajo vacío, desalmado, automático: esclavitud, que no tiene siquiera como contrapartida la estatura y la realidad tangible de la figura de los señores y de los dominadores, sino que viene impuesta anodinamente a través de la tiranía del factor económica y de las estructuras de una sociedad más o menos colectivizada. Y ya que la visión moderna de la vida, en su materialismo, ha restado al individuo toda posibilidad de conferir al propio destino algo de transfigurante, de verse un signo y un símbolo, así la esclavitud de hoy es la más dura y desesperada de las que se han conocido.

Revuelta contra el mundo moderno (II ed. 195)

 

El problema fundamental de nuesros días, respecto al cual cualquier otro es considerado como subordinado y accesorio, es el de la contra-revolución. Se trata de ver si existen aun hombres que sean capaces de decir no a todas las ideologías y seudoprincipios, los movimientos, los partidos y las instituciones que derivan de la revolución francesa, es decir de todo lo que va del liberalismo hasta el bolchevismo. Se trata, en segundo lugar, de agrupar a tales hombres, de darles una orientación, la sólida base de una visión general de la vida y de una rigurosa doctrina política.

Los hombres y las ruinas (1935)

 

Todos los aspectos exteriores de poder y progreso técnico-industrial de la civilización contemporánea no cambian nada el carácter involutivo de la misma. Digamos más, no dependen de esto, por que todo este aparente "progreso" ha sido realizado casi exclusivamente en función del interés económico, hegemónico en relación a cualquier otro. Hoy puede hablarse sin mas de un demonismo de la economía, la base del cual es la idea que en la vida sea individual o colectiva, el factor económico es el único importante, real, decisivo, que la concentración de todo valor e interés sobre el plano económico y productivo no es una aberración sin precedentes del hombre occidental moderno, sino algo normal y natural, no una eventual sucia necesidad, sino algo que es aceptado y exaltado.

Los hombres y las ruinas (1953)

 

Se reconoce que el desorden actual es debido a infecciones ideológicas. No es cierto que el marxismo hays surgido y sea antitético porque existe una cuestión social real (esto ha podido verificarse como máximo en la época industrial); se trata precisamente de lo contrario: la cuestión social en amplia medida surje, en el mundo de hoy, solo por que existe un marxismo, es decir, artificialmente, por obra de agitadores, de los considerados "despertadores de la conciencia de clase", sobre los cuales un Lenin se expresó muy claramente al contestar el carácter expontáneo de los movimientos proletarios y en el asignar al partido comunista la tarea, no de sostener tales movimiento donde existan de forma natural, sino provocarlos y suscitarlos por cualquier medio.

Los hombres y las ruinas (1953)

 

Conviene denunciar otra fijación patógena de la era económica, otro de sus slogans fundamentales. Aludimos a la superstición moderna del trabajo, que es propia tanto de las corrientes de "derecha" como a las de "izquierda". Como el "pueblo", así también el "trabajo" se ha convertido en una de aquellas entidades sagradas e intangibles, sobre las cuales el hombre moderno no sabe decir nada mas que loas y alabanzas. Una de las características de la era económica según en su aspecto más opaco y plebeyo es precisamente esta especie de autosadismo, que consiste en glorificar el trabajo como valor ético y deber humano esencial, y en el concebir bajo forma de trabajo cualquier tipo de actividad. En un futura humanidad más normal, no existirá esta perversión que aparecerá entre las más singulares.

Los hombres y las ruinas (1953)

 

Completamente moderno, extraño a cualquier civilización normal, es el realce dado al concepto de "Historia"; aun más extraño es la personificación de la historia en una especie de entidad mística, convertida en objeto de una supersticiosa religión, tanto que, como muchas otras abstracciones personificadas puestas de moda en una época que se dice "positiva" y "científica", que incluso suelen escribir con letras mayúsculas.

Los hombres y las ruinas (1953)

 

En la época de las democracias, la guerra misma se degrada, se acompaña de una exasperación y de un radicalismo que la época del presunto militarismo y de los "Estados militares" jamás conoció. Además, las guerras aparecen cada vez más desencadenadas por factores incontrolables, precisamente por que tales son las pasiones y los intereses que predominan en los Estados democráticos y nacionalistas, privados de un principio de pura soberanía,. Y la inevitable consecuencia de esto es que los conflictos adquieran un carácter cada vez más irracional, que conduzcan a lo que menos se ha previto y querido, que su trágico balance se cierre siempre en negativo, incluso en los términos de una "inútil carnicería", o también de una ulterior contribución al desorden universal.

Los hombres y las ruinas (1953)

 

Es evidente que hoy, por regresión, se vive en una civilización en la cual el interés predominante no es el intelectual o espiritual, no es tampoco el heroico o el referido a manifestaciones superiores de la afectividad, sino a aquello, subpersonal, determinado por el vientre y el sexo. El vientre es, hoy, el fondo de las luchas sociales y económicas más características y calamitosas. Su contrapartida es la importancia que, en nuestros días, tiene la mujer, el amor y el sexo.

Metafísica del sexo (1958)

 

Hoy se desarrollan procesos destructivos que se vuelven contra el mismo instrumento que el hombre ha creado para el dominio sobre la naturaleza, la técnica, a guisa del Golem. El hombre ya no puede huir de una situación de guerra material abierta y a las tempestades de hierro y de fuego que él mismo desencadena. La situación se repite: para hacer frente a esta realidad, creada cuando está apunto de volverse señor de la tierra y de realizar casi el bíblico: "Serás igual a Dios", pero separado de él, toma forma una nueva figura humana. Y aquella de quien, ante el desafío de la destrucción y de la mecanización, responde con un acto interno absoluto, hace suya una nueva ética y una nueva visión de la existencia.

L'"Operaio" nel pensiero di Ernst Jünger (1960)

 

Cuando hoy se habla de crisis, para la mayoría el punto efectivo de referencia es precisamente el mundo burgués: son las bases de la civilización y de la sociedad burguesa las que sufren esta crisis y son objeto inmediado de la disolución. No es el mundo que nosotros hemos llamado de la Tradición. Socialmente, política y culturalmente, está deshaciéndose el mundo que había cobrado forma a partir de la revolución del Tercer Estado y de la primera revolución industrial.

Cabalgar el Tigre (1961)

 

Por su tosquedad, por sus referencias explícitas al motivo de base -a la economía- en el mito comunista son más fácilmente reconocibles los elementos que indican el sentido final (...). En sus formas radicales este mito -que allí donde se ha afirmado controlando movimientos, organizaciones y pueblos, se une a una correspondiente educación, a una especie de lobotomía psíquica tendente a neutralizar metódicamente incluso en la infancia cada forma de sensibilidad y de interés superior, toda forma de pensar que no sea en términos de economía y de procesos económico-sociales- tiene tras de sí el vacío más pavoroso y presenta el valor del opiáceo más deletéreo hasta ahora suministrado para una humanidad desarraigada.

Cabalgar el Tigre (1961)

 

El absurdo propio del sistema de vida moderna se evidencia con toda crudeza precisamente en aquellos aspectos económicos que, esencial y regresivamente, la determinan. Por un lado, de una economía de lo necesario se ha pasado decididamente a una economía de lo superfluo, debido a la superproducción y al progreso de la técnica industrial. La superproducción exige, por el volumen de negocios de las fábricas, que sea alimentado o suscitado en las masas un máximo volumen de necesidades: a través de estas necesidades, convertidas en habituales y "normales", comportan un creciente condicionamiento del individuo. Aquí el primer factor es pues la naturaleza misma del proceso productivo disociado, que ha tomado casi de la mano al hombre moderno, como un "gigante desencadenado" incapaz de detenerse y capaz de volver verdadero el "Fiat productio, pereat homo!" (W. Sombart)

Cabalgar el tigre (1961)

 

Los últimos tiempos nos han ofrecido el espectáculo de la deserción y de la traición de los clérigos: estos -como observó Benda- han abandonado sus posiciones y han ido a converger con la intelectualidad, el pensamiento y han renunciado a su misma autoridad poniéndola al servicio de la realidad material, de los procesos y de las fuerzas que se afirman en el mundo moderno, proporcionando su justificación, un derecho, un valor. Lo que ha acelerado y potenciado aquellas fuerzas y procesos.

L'Italiano (junio-julio 1963)

 

Es innegable la caída de nivel de la iglesia moderna por el hecho de que ella tiene preocupaciones de carácter social y moralista de mucho más peso que el atribuido a la vía sobrenatural, con el ascesis y la contemplación, puntos esenciales de referencia de toda forma superior de religiosidad (...). De hecho, hoy las preocupaciones principales del catolicismo parecen ser un pequeño moralismo virtuosista sexual burgués y un inadecuado paternatismo asistencial.

Los hombres y las ruinas (IIed. 1967)

 

La revuelta puede ser legítima cuando se orienta contra una civilización en la que casi nada tiene ya una justificación superior, que es vacía y absurda, que, mecanizada y estandarizada tiende ella misma hacia lo subpersonal, en el mundo amorfo de la cantidad. Pero cuando se trata de "rebeldes sin bandera", cuando la revuelta es, por así decirlo, un fin en sí misma, el resto sirve apenas de pretexto, cuando se acompaña a formas de desencadenamiento, de primitivismo, de abandono a lo que es elemental en el sentido inferior (sexo, jazz negro, embriaguez, violencia gratuita e incluso criminal, exaltación complacida de lo vulgar y lo anárquico), entonces no es arriesgado establecer un nexo entre estos fenomenos y los otros que sobre un plano diferente atestiguan la acción de fuerzas del caos que afloran desde lo bajo a través de las grietas más visibles del orden subsistente.

Il Conciliatores (15 de noviembre 1967)

 

La perversión de la cultura moderna ha comenzado con el advenimiento de la ciencia, a la cual se han asociado el racionalismo y el materialismo. A tal respecto también puede hablarse de procesos autonomizados, los cuales han dado la mano al hombre que, por así decirlo, no consigue seguir al paso con sus mismas creaciones. No se trata, naturalmente, de negación práctica sino de lo que ha incidido sobre la visión del mundo, la cual desde hace tiempo, ha estado precisamente condicionada por la ciencia, la filosofía y las mismascreencias religiosas habiendo pasado prácticamente en un plano secundario e irrelevante. El "mito" de la ciencia es el que debería combatirse, es decir, la idea que conduce a lo que es verdaderamente digno de ser conocido, que ella en sus aplicaciones vaya más allá del dominio de los simples medios y dé alguna contribución a la solución de los problemas fundamentales de la existencia y del mundo. "Progresismo" y cientifismo van, por lo demás, de la mano.

Il Borghese (5 de septiembre 1968)

 

Es casi humorístico incluir entre las "reivindicaciones sociales", entre los "derechos inalienables de la persona humana", la libertad sexual próxima a la libertad de opinión, de culto, libertad de reunión, de residencia y de cualquier otra hermosa "conquista" de la democracia, desde el punto de vista de la cual, sin embargo, poco se podría objetar contra esta ulterior "reivindicación". Aquí, como en otros lugares, podría recordarse las palabras de Zarathustra nietzscheano, el cual interesaba no el ser libre DE alguna cosa (de las restricciones) sino el ser libre PARA algo, es decir el uso de la libertad, y recordaba como muchos pierden el último de sus valores en el momento de sacudirse todo yugo.

L'arco e la clava (1968)

 

El advenimiento de la democracia significa algo más serio y más grave de lo que hoy puede parecer desde el punto de vista símplemente político, es decir como el error y la estupidísima infatuación de una sociedad que prepara por sí mismo su propia fosa. No es erróneo afirmar que el clima "democrático" es tal que no puede dejar de ejercer, a la larga, una acción en sentido regresivo también sobre el hombre como personalidad y en términos "existenciales": precisamente tras las correspondencias antes indicadas entre el individuo como pequeño organismo y el Estado como gran organismo. Tal idea puede encontrar confirmación si se examinan varios aspectos de la sociedad más reciente. Platón dijo que aquellos que no tienen un señor en sí mismos, mucho menos lo tendrán fuera de sí mismos. Pues bien, lo que ha sido llamado "liberación" de uno o de otro pueblo, mezclado frecuentemente con la violencia (como tras la guerra mundial), con el "progreso democrático" que elimina todo principio de soberanía y de verdadera autoridad y toda ordenación de lo alto, hoy se establece en un número cada vez más relevante de individuos una "liberación" que significa la eliminación de cualquier "forma" interna, de todo carácter y rectitud: en una palabra, el declive o la carencia en el individuo de aquel poder central por el cual hemos recordado con la sugestiva denominación clásica de egemonikon.

L'Arco e la clava (1968)

 

Puede constatarse esta singular inversión: la antigua humanidad ha sido acusada de ser "mítica", es decir de haber vivido y actuado subyacendo a simples complejos fantásticos e irracionales. La verdad es, sin embargo, que nunca ha existido una humanidad "mítica" en sentido negativo, salvo, ciertamente, la humanidad contemporánea, que vive de aquellas grandes palabras escritas con mayúscula -empezando por Pueblo, Progreso, Humanidad, Sociedad, Libertad y tantas otras que han suscitado increíbles movimientos de masas y que conduce a una parálisis de toda capacidad de juicio lúcido y de crítica en el individuo, con las consecuencias más desastrosas- todas estas palabras presentan hoy el carácter de mitos, si bien, mejor sería caracterizarlos como "fábulas", por que etimológicamente "fábula", derivada de HACER, significa lo que corresponde a un simple hablar, es decir, palabras vacías. Esto es el nivel sobre el cual se encuentra la considerada humanidad evolucionada e iluminada de nuestros días

L'arco e la clava (1968)

 

Precisamente por que el saeculum, el mundo, hoy se ha llenado frenética y ciegamente en la inmanencia, la Iglesia habría debido defender, con reforzada intransigencia y decisión, el "supranaturalismo" y todo lo que tiene un carácter trascendente y verdaderamente sacro, partiendo de los valores de la contemplación y de la alta ascesis. Sin embargo la preocupación por "ponerse al día" ha llevado a las supremas jerarquías católicas en dirección opuesta, buscando una adaptación tácita a aquello que puede "necesitar" el hombre de nuestro tiempo.

Il Conciliatore (15 junio 1969)

 

Uno de los signos del agotamiento de la cultura actual es la atención que se concede al llamado "movimiento contestatario", en general, y en su forma particular al "movimiento estudiantil". No es que tal movimiento carezca de importancia, por el contrario: pero lo tiene solo como un índice de los tiempos (...). Las conexiones del contestatario con la llamada revolución sexual en los aspectos más espúreos y promiscuos de esta, su colusión con "melenudos", drogados y similares, son significativas, como es significativo el espectáculo ofrecido por muchos sectores en los cuales el "sistema" represivo está siendo sustituido por otro cada vez más el "permisivo". ¿Qué uso se hace de este nuevo espacio, de esta nueva libertad? Los síntomas, aquí, se multiplican, evidenciando que toda la "revuelta" está condicionada por lo bajo; la "contestación" aparece como lo opuesto a aquella revuelta, de fondo aristocrático, que aun podía caracterizar algunas individualidades de la generación precedente, a partir de Nietzsche, del mejor Nietzsche.

Il Conciliatore (15 abril 1970)

 

Dejando aparte el sector clínico, de validez restringida, si en un ámbito más amplio se aceptan sugestiones, los mitos y la jerga del psicoanálisis, se está aceptando implicitamente una imagen mutilada, degradada, desfigurada del ser humano que impide, a la inversa de lo que pretendía, una verdadera integración de la personalidad. Por otra parte, la infección psicoanalitica, el papel que el psicoanálisis ha tomado en la cultura, deben considerar como un signo poco confortante de los tiempos, de aquellos tiempos que ya antiguas tradiciones habían anunciado definiéndola como una "edad oscura". En lugar de tributar respeto y admiración a los psicoanalistas, deberían verse en ellos a personas necesitadas de un tratamiento, al ser afectadas por una verdadera y, más o menos, aguda paranoia que haría muy oportuno su aislamiento.

Il Conciliatore (15 noviembre 1970)

 

 

Cita de Julius Evola (I) sobre la TRADICION

Cita de Julius Evola (I) sobre la TRADICION

Biblioteca Evoliana.- En 1970, las Edizioni Giovanni Volpe publicaron un volumen de "Citas" de Julius Evola. Recopiladas por Giovanni Conti, estas citas suponen la mejor antología de textos evolianos publicados hasta ahora. En aquel momento, estaban de "moda", los libros de "citas" (ek Libro Rojo de Mao, el Pequeño Libro Rojo de los Escolares, etc.). Este volumen suposu para muchos de nosotros un primer contacto con el trabajo de Julius Evoia. El libro está dividido en Temas y, progresivamente iremos publicándolo. Esta primera entrega la recopilación está dedicada a "la Tradición"

 

I

LA TRADICION

En toda su obra, Julius Evola siempre ha evidenciado el concepto según el cual la Tradición es única en su esencia, aun admitiendo varias formas de expresión y realización que actúan en el curso de la historia: la Tradición, de hecho, no se identifica con algún contenido, sino que se reencarna siempre en nuevas formas históricas, para las que la fidelidad en la Tradición se debe identificar sobre todo con la fidelidad a los "principios". Una tradición es válida, pues, no por lo que puede tener de limitado y particular, sino por lo que en ella se refiere a un contenido metafísico (o "esotérico"), reconocible también, en formas diversas, en otras tradiciones.

Es propio del pensamiento de Evola la constante referencia a una tradición que, en el sentido ahora recordado, se funda sobre símbolos de la acción más que sobre los de puro conocimiento o contemplación y que, siendo por ella la más congenial a la forma mentis predominante en Occidente, más eficaz y profundamente podría actuar hoy en la dirección de una restauración de los valores tradicionales. Para quien reconoce tales valores y opera para afirmarlos, puede decirse, en nuestro tiempo, "hombre de la Tradición".

Los fragmentos referidos en el presente capítulo han sido tratados en aquellas obras que de forma particular han tratado este tema: La Tradición hermética, Revuelta contra el mundo moderno, Los hombres y las ruinas, El Arco y la Clava, como también en varios escritos del Autor escritos en varios periódicos.

"Solo el retorno al espíritu tradicional podría salvar a Occidente en una nueva conciencia ecuménica europea".

Revuelta contra el mundo moderno (1934)

Más allá del pluralismo de civilizaciones debe reconocerse -sobre todo si nos limitamos a tiempos hasta los cuales la mirada puede distinguir con cierta seguridad las estructuras esenciales- un dualismo de civilizaciones. Se trata de la civilización moderna de un lado y, de otro, del conjunto de todas las civilizaciones que la han precedido (para Occidente, hasta finales de la Edad Media). Aquí la fractura es completa. Más allá de la varidad múltiple en su forma, la civilización premoderna o, como puede llamarse, tradicional, represente algo efectivamente diverso. Se trata de dos mundos, de los cuales uno se ha diferenciado hasta no tener ya casi ningún punto espiritual de contacto con el precedente. Con lo que, también las vías para una efectiva comprensión de este último está vedado para la gran mayoría de los modernos.

La Tradición Hermética (1931)

Cuando oponemos al mundo moderno el mundo tradicional, esta oposición es simultáneamente ideal. El carácter de temporalidad y de "historicidad" es inherente en realidad solo a uno de los dos términos de tal oposición, mientras el otro, el referido al conjunto de las civilizaciones de tipo tradicional, es caracterizado por la sensación de que lo que está más allá del tiempo, es decir de un contacto con la realidad metafísica que confiere a la experiencia del tiempo una forma diversas, "mitológica", casi de ritmo y de espacio más que de tiempo cronológico, para utilizar la expresión de Max Schelling. Haber perdido este contraste, verse disuelto en el espejismo de un puro fluir, de un huir, de un tender que empuja cada vez más allá la propia meta,. de un proceso que no puede y no quiere detenerse en alguna posesión y que en todo y por todo se consuma en términos de "historia" -esta es una de las características fundamentales del mundo moderno, este es el límite que separa dos épocas, es decir, no solo y no tanto en sentido histórico, como y sobre todo en sentido ideal, orgánico y metafísico. Pero entonces, el hecho de que, respecto al momento actual, civilización de tipo tradicional se encuentren en el pasado, es meramente accidental: mundo moderno y mundo tradicional pueden ser considerados siempre como dos tipos universales, como dos categorías apriorísticas de civilización.

Revuelta contra el mundo moderno (1934)

¿Qué se trata de "conservar"? ¿a qué orígenes debería volverse? A parte de la experiencia fascista, a diferencia de la de otras naciones europeas la historia italiana ofrece bien poco, como realidad concreta, a menos que nos reportemos hasta la romanidad. Pero nexos no ideales y electivos, aunque concretos y tradicionales con la romanidad no existen más allá del tiempo: existe el peligro de terminar en una retórica inoperante. Así "conservar" no puede ser una realidad subsistente y amenazada, pueden ser solo ideas y principios normativos. Este es el único plano concebible para un "retorno" y para el fundamento positivo, para la legitimación y el carisma de una voluntad revolucionaria.

L'Italiano (diciembre 1963-enero 1964)

En su significado verdadero y vivo, tradición no es un supino conformismo a todo lo que ha sido, o una inerte persistencia del pasado en el presente. La Tradición es, en su esencia, algo metahistórico y, al mismo tiempo, dinámico: es una fuerza general ordenadora en función de principios poseedores del carisma de una legitimidad superior -si se quiere, puede decirse también: de principios de lo alto- fuerza que actúa a lo largo de generaciones, en continuidad de espíritu y de inspiración, a través de instituciones, leyes, ordenamientos que pueden también presentar una notable variedad y diversidad.

Los hombres y las ruinas (1954)

Hablando de tradición nos referimos a algo más amplio, austero y universal que no sea el simple catolicismo, de forma que solo integrándose en él el catolicismo puede reivindicar un carácter de verdadera tradicionalidad. Debe pues permanecer firme que ser tradicionales y ser católicos no son necesariamente lo mismo. No solo eso: aunque parezca paradójico para algunos, quien es tradicional siendo solamente católico en el sentido corriente y ortodoxo, no es tradicional más que a medias. Repitámoslo: el verdadero espíritu tradicional es una categoría bastante más amplia del simplemente católico.

Los hombres y las ruinas (1954)

Para el verdadero conservador-revolucionario se trata deu na fidelidad no a formas e instituciones de tiempos pasados sino a principios de los que la una y la otra pueden ser expresiones particulares adecuadas para un cierto período y en una cierta área. Y en tanto estas expresiones particulares pueden juzgarse en sí mismo caducasy mutables, por que conecta con situaciones históricas a menudo irrepetibles, de altratanto y correspondientes principios tienen un valor que no afecta a las mencionadas contingencias, tienen también una peremne actualidad. Como una semilla, de ella pueden siempre nacer formas nuevas, homólogas respecto a las antiguas, por lo que en su eventual sustituirse -en ocasiones "revolucionariamente"- a las primeras se mantendra una continuidad entre la mutación de los factores históricos y sociales, económicos y culturales. Para garantizar tal continuidad, aun manteniendose firmes a los principios, abandonar eventualmente todo lo que debe ser abandonado en lugar de endurecerse o lanzarse a la derrota casi por pánico y buscar confusamente ideas nuevas cuando se verifican crisis y los tiempos cambian, esta es la esencia del verdadero conservadurismo. En tal aspecto espíritu conservador y espíritu tradicional forman una sola y misma cosa.

Los hombres y las ruinas (1954)

En la búsqueda de puntos de referencia una forma histórica dada puede pues ser considerada exclusivamente como ejemplificación y como más o menos adherida a la aplicación de los principios dados, y este es un procedimiento completamente legítimo, parangonable a lo que en matemática es el tránsito de la diferencial a la integral. en tal caso no puede hablarse ni de anacronismo ni de "regresión"; en tal caso no se ha fetichizado nada, no se ha absolutizado nada que en esencia no fuera ya absoluto, por que talesson los principios. De otra forma, se haría como quien, por casualidad, quisiera acusar de anacronismo a los que defienden ciertas virtudes particulares del ánimo por el hecho de que se reclaman también a alguna figura particular del pasado en el cual aquella virtud se han manifestado precipitadamente. Como dice el mismo Hegel, "se trata de reconocer, en la apariencia de lo temporal y de lo transitorio, la sustancia, que es inmanente, es lo eterno, que es lo actual"

Los hombres y las ruinas (1954)

El axioma de la mentalidad revolucionaria-conservadora o revolucionaria-reaccionaria es que por los valores supremos, por los principios-base de cada ordenación sana y normal, y como tales, para entenderse, podamos ya indicar los del verdadero Estado, del imperium y de la auctoritas, de la herarquía, de la justicia, de las clases funcionales y de las categorías de valores, del orden político en su preeminencia respecto al orden social y económico y así sucesivamente, no existe mutación, no existe devenir. En su dominio no existe "historia" y pensar en términos de historia es absurdo. Tales valores y principios tienen un carácter esencialmente normativo. En el orden colectivo y político revisten la misma dignidad propia, en la vida individual, a los valoresy a los principios de una moral absoluta: principios imperativos que requieren un directo, intrínseco reconocimiento (y es la capacidad de tal reconocimiento que diferencia existencialmente una categoría dada de ser de otra) y que no son perjudicados por el hecho de que en uno o en el otro caso el individuo, por debilidad, donde siendo impedido por fuerza mayor, no sepa realizarlos o separa realizarlos solo en parte, y en un punto y no en el otro de su existencia: porque hasta los que no abdican interiormente, hasta en la abyección y en la desesperación el reconocimiento no será menor. Igual naturaleza tienen las ideas que un vico llamaría "las leyes naturales de una república eterna que varía en el tiempo en varios lugares".

Los hombres y las ruinas (1954)

De hecho, en una nación no está siempre presente una suficiente continuidad tradicional viva donde el referirse a las dichas instituciones subsistentes o bastante próximas en el pasado valga directamente también como una referencia a las correspondientes ideas. Puede sin embargo suceder que, interrumpiéndose la continuidad, se imponga el procedimiento que se deba referir a otra época, pero solo para recavar ideas válidas en sí misma. De esto está en vía toda particular el caso para Italia (...). Por que, como se ha dicho, falta en Italia un verdadero pasado "tradicional", existe hoy quien, en el buscar de organizarse contra las posiciones más avanzadas de la subversión mundial, para tener una base concreta, histórica, ha hecho referencia a principios e instituciones del período fascista. Ahora, el siguiente principios fundamental debería permanecer firma: que si las ideas "fascistas" debieran ser aun defendidas, deberían serlo no en tanto que "fascistas", sino en tanto, que para un tiempo dado, han representado una forma particular de aparecer y afirmarse de ideas anteriores y superiores al fascismo, de ideas que tienenel carácter de "constantes", que pueden ya encontrarse como partes integrantes de toda una gran tradición política europea.

Los hombres y las ruinas (1954)

Gustosamente se habla de "tradición europea" y de "cultura europea". Existe quien se contenta con simples palabras. En cuando a "tradición", ya desde hace tiempo, Europa -y Occidente- ignora su sentido más alto. Se podría decir que la "tradición" en sentido integral, se distingue del simple "tradicionalismo", es una categoría perteneciente a un modo casi desaparecido, a una época en la que una única fuerza formadora se manifestaba, sea en las costumbres como en la fe, sea en el derecho como en las formas políticas y en la cultura, en suma, en cada dominio de la existencia.

Los hombres y las ruinas (1954)

Es necesario examinar hasta el fondo las propias ambiciones "revolucionarias", dándose cuentaque si se acepta referir tales ambiciones en sus límites legítimos, nos limitaría a formar parte del escuadrón de demolición. Solo quien se mantiene verdaderamente en pié puede decirse que se encuentra en un alto nivel. La consigna de un hombre así será Tradición, entendida en su aspecto dinámico...Suyo será el estilo de quien, cuando las circunstancias cambien, donde las crisis se precipiten, donde nuevos factores actúe y los precedentes diques peligren, conserve su sangre fría, su disposición para abandonar lo que debe ser abandonado, para que lo esencial no quede comprometido, sabe avanzar estudiando impasiblemente formas adaptadas a las nuevas circunstancias y con ellas sabe imponerse, tanto que una inmaterial continuidad sea restablecida o mantenida y cada actuación privada de base o a la propia aventura sean evitados. Esta es la tarea, este es el estilo de los verdaderos dominadores de la historia, bien distinto y más viril del simplemente "revolucionario".

Los hombres y las ruinas (1954)

La oposición entre la civilización moderna y civilización tradicional puede expresarse como sigue: las civilizaciones modernas están divorciadas del espacio, las civilizaciones tradicionales estuvieron divorciadas del tiempo. Las primeras -las civilizaciones modernas- son vertiginosas por su fiebre de movimiento y de conquista espacial, generadora de un arsenal inagotable de medios mecanicos aptos para reducir toda distancia, para abreviar todo intervalo, para contraer en una sensación de ubicuidad todo lo que ha aparecido en multitud de lugares... Por el contrario, las civilizaciones tradicionales fueron vertiginosas en su estabilidad, en su identidad, en su subsistir indestructible e inmutablemente en medio de las corrientes del tiempo y de la historia: fueron capaces de expresar incluso en formas sensibles y tangibles una sombra de la eternidad.

L'arco e la clava (1968)

Las formas principales de la vida tradicional, entendidas como "categorías", tienen la misma dignidad de los principios éticos: valen en sí mismas y buscan solo ser reconducidas y queridas, pretenden que el hombre se mantenga interiormente firme y haga con ellas medidas si mismo y de su propia vida, como precisamente hace, siempre y en todas partes, el hombre tradicional.

Revuelta contra el mundo moderno (III ed. 1969)

Por "civilización tradicional", se entiende una civilización orgánica, tal que en su interior toda la actividad esté orientada de forma unitaria según una idea central y, más específicamente, "de lo alto hacia lo alto". "Hacia lo alto", significa hacia algo superior a lo que es naturalista y simplemente humano. Esta orientación presupone un conjunto de principios que poseen una inmutable validez normativa y un carácter metafísico. A tal conjunto, puede darse el nombre de Tradición, por que los valores y los principios de base son esencialmente los mismos en cada tradición histórica dada, a parte de una variedad de adaptaciones y de formulaciones. Quien reconoce tales valores y los afirma, puede decirse "hombre de la Tradición".

Entrevista a Gianfranco de Turris. L'Italiano (noviembre 1970)

Para quien observa el dominio histórico, la Tradición viene referida a lo que se podría llamar una trascendencia inmanente. Se trata de la idea recurrente según la cual una fuerza de lo alto haya actuado en una o en otra área o en uno o en otro ciclo histórico, en modo que valores espirituales y supraindividuales constituyeran el eje y elsupremo punto de referencia para la organización general, la formación y la justificación de toda realidad y actividad subordinada y simplemente humana. Esta forma es una presencia que se transmite, y esta transmisión, propia del carácter supraelevado respecto a las contingencias históricas, de dicha fuerza constituía precisamente la Tradición. Normalmente la Tradición tomada en este sentido es llevada por quien está en el vértice de las correspondencias jerárquicas, o de una élite, y en sus formas más originaria y completas no existe separación entre poder temporal y autoridad espiritual, la segunda siendo también, en vías de principios, el fundamento, la legitimición y el carisma de la primera.

Il Conciliatores (15 junio 1971)

Para el segundo aspecto de la Tradición, es necesario referirse al plano doctrinal; el punto de referencia es lo que puede llamarse la unidad trascendente presente en varias tradiciones. Puede tratarse de tradiciones de tipo religioso, pero también de otro género, sapienciales y mistéricas. Lo que ha sido llamado el "método tradicional" consiste en el descubrir una unidad o correspondencia esencial de símbolos, formas, mitos, dogmas, disciplinas, más allá de las diversas expresiones que las correspondencias de significado pueden asumir en tradiciones históricas dadas.

Il Conciliatores (15 junio 1971)