Julius Evola y el catolicismo
Julius Evola, a través de su obra, apenas varió su juicio sobre la religión cristiana. "Doctrinalmente el cristianismo se ha presentado como una forma desesperada de Dionisismo. Habiéndose formado con la intencion de adaptarse a un tipo humano roto, utiliza como palanca la parte irracional del ser y, en lugar de vías de elevación "heróica", sapiencial e iniciática, afirma como medio fundamental, la fe, esto es el impulso de un alma agitada y trastornada, movida confusamente hacia lo suprasensible"[1]. Mantuvo esta actitud a lo largo de toda su vida.
Una de las características de la religión cristina, en relación a otras tradiciones, es el centrar su dinamismo sobre la fe, en lugar de sobre la iniciación, proponer una teología y una liturgia en lugar de esoterismo.
Preguntarse sobre el análisis del Cristianismo, y de la Iglesia Católica en particular, que ha hecho Evola, precisa que no se limite su pensamiento al anticristianismo, sino también que, desde un punto de vista cristiano se acoja lo que es susceptible de enriquecer el patrimonio de los cristianos. Si bien los cristianos no pueden compartir su pesimismo sobre la situación del catolicismo en las sociedades occidentales[2], se reconocerá su lucidez relativa a la apreciación de una cierta involución, tanto doctrinal como formal, que mina la Iglesia católica desde hace varios siglos. El fin de las instituciones puede ser definido como tendente a "mantener -y preservara contra los peligros de desmejoramiento y muerte- el conjunto de los bienes en donde cada hombre tome lo que es necesario para su propia salvación y su desarrollo particular "(A. Dauphin Meussier), es una tradición de este fin que marca el esstado actual de la institución" católica.
Julius Evola piensa que el cristianismo no había podido emerger "si las posibilidades vitales del ciclo heróico romano no hubieran estado agotadas, si la "raza de Roma" no hubiera estado ya prostada en su espíritu y en sus hombres"[3]. Esta visión implica, para nosotros, una mettafísica de la história en la que el cristianismo aparece, no como una contingencia, sino como una nueva era de la historia espiritual de la humanidad. Y, lejos de enfrentarse, los préstamos realizados por la nueva religión naciente a la "tradición opuesta -elementos romanos y clásicos pre-cristianos" pueden aparecer como una fuerza del cristianismo. Este proceso de integración de los temas y símbolos "paganos" siempre ha sido comprendida por los teólogos católicos como volviendo más eminente el papel de recapitulación operado por el Cristo.
En "El misterio del Grial y la Tradición Gibelina del Imperio", Evola rechaza hacer una relación que llevaría lo superior a lo inferior; y toda su obra atestigua que el juicio que ha llevado sobre el cristianismo y sus realizaciones históricas jamás ha sido una aproximación reduccionista o positivista. Por el contrario, sobre el plano ético, por ejemplo, ha lamentado que el cristianismo no tome medida de su ambición: "(...) El equívoco del cristianismo ha consistido en querer situar los valores ascéticos en la base de una moral destinada a todos"[4]. ¿Cómo una concepción del hombre y de la historia tradicional, que pide al hombre superarse, que tiede a una realización superior del hombre, puede pretender ser, sin embargo, universalista y pretender dirigirse a todos y cada uno?. Tal es quizás la mayor debilidad del cristianismo según Evola. Es esta misma problemática de apertura y acceso lo que está en juego en el carácter esotérico o no del cristianismo Guenon negaba con tanta más fuerza la existencia de un "cristinaismo esotérico" (es decir, un cristianismo cuyo único sentido y valor estuviera en el esoterismo). Esta distinción, para no ser obsoleta, no nos parece, sin embargo, satisfactoria, pues pone percibido mejor, que la determinación del carácter tradicional del cristianismo no debía estar en sus valencias esotéricas supuesttas y en su capacidad para encontrarlas, sino, de forma más general, en los valores y en la ética que el cristianismo había puesto adelante, y era CAPAZ de poner adelante.
Por lo demás esta querella nos parece superflua si se examina atentamente lo propio de la teología, de la liturgia y de la moral cristinos. P. Warcollier ha distinguido dos acepciones para la noción de esoterismo; esto aclara singularmente nuestro propósito: "Yo me preguno si no hay una especie de confusión concerniente al esoterismo, y si este término no cubre dos nociones que habría que distinguir. De una parte habría una especie de método secreto que permite acanzar cierto fin, de otra, un conocimiento efectivo adquierido por cierta experiencia espiritual"[5]. Se propone llamar ENDOTERISMO a este segundo sentido de la palabra esoterismo y nos parece que no es más que en el otro que puede hablarse, a pesar de un hábito contrario y justificado, de un "esoterismo cristiano". Esoterismo que no es aquí un conocimiento oculto, enseñado a un pequeño número por iniciación, sino un conocimiento accesible a todos, si se hace esfuerzo por adquirirlo mediante una experiencia espiritual. Esta experiencia se expresará probando por allí su autenticidad y su tradición -mediante símbolos, un lenguaje imaginado y también, por la santidad del tipo de vida.
Evola, además, en el debate sobre el universalismo predicado por el cristinaismo, no coloca adelante la necesidad de un esoterismo, en el sentido de conocimiento oculto, para salvaguardar la doctrina tradicional del cristinaismo, sino más bien la elcción de los que son llamados a TRANSMITIR esta doctrina tradicional[6].
Para concluir, no podemos más que hacer nuestro el voto de Evola en "Rostro y Máscara del Espiritualismo contemporáneo", voto que teme no ser más que un sueño:
"Un catolicismo que se elvaría al nivel de una tradición verdaderamente universal, mínima y perenne, en duda la fe podría integrarse en una realización metafíscisa, el símbolo en una vía de despertar, el rito y el sacramento en una acción de poder, el dogma en la expresión de un conocimiento absoluto e infalible, por no humano, y como tal, viviente en los seres, liberados de los lazos terrestres a través de un ascesis, donde el pontificado revestiríoa su función mediadora primordial; tal catoliscismo podría entonces suplantar todo "espiritualismo" presente y futuro"[7].
En su precisión y su gran justeza, estas líneas nos parecen definir perfectamente lo que podría caracterizar una restauración del catolicismo. Restauración, pues el cristinaismo de la Edad Media o el de las contrareforma del Siglo XVII, no estaban tan alejados del voto de Evola.
Yves Chinon
[2] "El catolicismo es ahora ajeno al centro del mundo moderno: e incluso allí donde dominan, su dominación es todda superficial y no impide que la dirección principal de la vida y de los intereses mezclados a cualquier otra cosa, sea laica y antitradicional" (Evol, "René Guenon, Movi........ Antimoder..... e Rittorni alla Metafisica").
[5] P. Warcollier, in "René Guenon et l’actualité de la Pensé Traditionelle". Arché, 1980, pág. 215.
[6] "(...) Si (el cristianismo) crea entre los clérigos una jerarquía y un poder central, no los crea sin ningún prejuicio racial: los clérigos fueron reclutados en todos los medios y entre ttodas las poblaciones y, a causa del celibato, no pudieron formar una casta ni ttampoco alcanzar a una tradición regular, basada, por ejemploo, sobre la sangre como existía en numerosas sociedades arias tradicionaales" (J. Evola, "La Tradizione di Roma". Edizioni di Ar. 1977, pág. 218).
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