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Rostro y máscara del espiritualismo contemporáneo. Capítulo II. El espiritismo y las búsquedas psíquicas

Rostro y máscara del espiritualismo contemporáneo. Capítulo II. El espiritismo y las búsquedas psíquicas

El espiritismo se ha puesto a la vanguardia del nuevo espiritualismo; ha dado la señal de volverse contra el materialismo, inmediatamente después de haber sido acogido por el teosofismo, con el cual se divide todavía para la grande mayoría de los apasionados por lo invisible. No carece de importancia la particularidad de que ambos movimientos, el espiritismo y el teosofismo, surgieron en los países anglosajones protestantes y que las mujeres han tenido una parte fundamental en su origen: las hermanas Fox en uno, Elena Petrovna Blavatsky y después A. Besant en el otro.

El espiritismo fue el primero en llamar la atención de gran parte del público sobre un conjunto de fenómenos, los cuales, a decir verdad, eran bien conocidos en la antigüedad, pero que para salir de los marcos de la visión "positiva" del mundo consolidada en el siglo pasado, habían sido considerados como extravagancias e imaginaciones de mentes supersticiosas.  Todo el mérito del espiritismo comienza y termina aquí.

El espiritismo no se ha limitado a atraer la atención sobre la realidad de estos fenómenos, sino que ha buscado de cualquier modo propiciarlos y provocarlos, descubriendo los llamados, médiums y proponiéndose la tarea del desarrollo de las facultades latentes que se atribuyen a los médiums. Además ha buscado una explicación de los fenómenos y de todo cuanto conduzca a la acción de "espíritus" (por norma, se entiende por "espíritus" a los seres humanos difuntos") y pretende fortalecer por tal camino, una especie de prueba experimental de la supervivencia del alma, así como de su inmortalidad; esto es propiamente el espiritismo.

El examen y la presentación tanto de estos fenómenos, como de todos aquellos que tienen un carácter extranormal, sin una superestructura teórica e interpretación reconocida y sobre todo bajo un riguroso control científico y con una actitud análoga a aquélla asumida por la investigación y clasificación de los fenómenos "naturales" en sentido estricto, constituye por el contrario el objeto de las llamadas "búsquedas síquicas" o "metasiquicas" o "parasíquicas".  Estas búsquedas, organizadas en un periodo más reciente y haciendo ya frente a numerosos institutos y sociedades, han continuado y completado la apariencia juzgada positiva por nosotros, del espiritismo, en el sentido de que de acuerdo con sus afirmaciones, no es posible dudar más de la realidad de lo extranormal, aunque también para todo eso el mérito comienza y termina aquí.

Por otra parte, limitándonos al orden de los fenómenos sobre los cuales se ha concentrado especialmente la atención del espiritismo y de las búsquedas síquicas, relacionado con aquello que no se reduce a un simple estudio, sino a propiciaciones y cultura de la mediumnidad, aun en el intento de obtener una siempre más amplia materia de investigación, se debe decir aquí que nos encontramos delante de un movimiento que en su totalidad presenta de modo típico el aspecto antes dicho, por el que el "espiritualismo" constituye un peligro para el espíritu.  La facultad atribuida a la mediumnidad puede definirse como un método para propiciar o acentuar la disgregación de la unidad interna de la persona. El hombre, como médium, habiendo quedado parcialmente libre su cuerpo de un cierto grupo de elementos más débiles, se convierte en instrumento para la manifestación en nuestro mundo, de fuerzas y de predominio de naturaleza extremadamente diversa, pero siempre inferior a su carácter personal.  El médium no puede de ningún modo controlar estas fuerzas e influjos porque su conciencia atrapa solamente los efectos, o bien se desliza definitivamente en el sueño, en el trance, o en la catalepsia.

Las cosas no cambian respecto a los otros, es decir, cuando los espiritistas permanecen en espera de la manifestación de les muertos, o cuando otros controlan científicamente las reuniones.  La última de sus preocupaciones es tener un sentido y un juicio justos sobre las condiciones espirituales que propician las manifestaciones.  Para unos, todo vale pasivamente como "revelación"; y lo "sensacional" y cuanto parece confirmar sus hipótesis “espiritualistas" y satisfacer sus necesidades sentimentales es lo que verdadera y esencialmente cuenta para ellos.  Para los otros, es decir, para aquellos que se dedican a las "búsquedas síquicas", el hombre vale como un productor de "fenómenos", y éstos son apreciados mientras más inusitados y controlables sean, y de aquello que sucede desde un punto de vista interno, casi no les preocupa. Ellos tampoco tendrían escrúpulos en ernplear medios de cualquier género, procedimientos hipnóticos o sustancias especiales, con tal de provocar artificialmente o intensificar la mediocridad para conseguir "sujetos" apto para sus experimentos y sus constataciones.

A veces, en principio, en la persona de los médiums en los puntos de salida al invisible, a condición de que no suceda cualquier cosa que agite, sacuda y se imponga, el peligro está lejos de limitarse al atentado contra la unidad espiritual del médium. Ni el hombre común ni los "espíritus positivos" tienen hoy una idea de las fuerzas ocultas e impersonales que se mueven a las márgenes de la realidad, de las cuales están excluidas.  El médium, que se presta como instrumento para la manifestación que ellas desean, tiene exactamente la función de un centro de infección síquica para el propio ambiente. Él hace de médium, es decir, de transmisor, para que aquellas fuerzas puedan ejercer una acción sobre nuestro mundo y sobre nuestras mentes, las cuales frente a ellas quedan sin defensa.  Las manifestaciones que se obtienen en las "reuniones" son sólo una parte, frecuentemente omisible e inofensiva respecto a todo aquello que escapa de las puertas entreabiertas de los "infiernos”.  Por el contrario, se podrían indicar efectos graves, lo mismo para cada uno en particular que para la colectividad, en relación con las condiciones creadas involuntario e inconsiderablemente en las sesiones de tipo ya sea "espiritista", "científico" o seudoiniciático si se tuviera una inteligencia para ciertas leyes ocultas que operan dentro de la maquinación de la experiencia común.  Para echar un vistazo a un solo caso sería tan interesante, como alarmante, constatar la parte que evocaciones de este género, en un periodo todavía anterior al nacimiento del espiritualismo contemporáneo y del espiritismo, tuvieron en los procesos de infiltración y de degradación verificados en ciertas organizaciones secretas, las cuales tuvieron después una función de primer plano en la subversión revolucionaria europea.

Si se piensa que el número de personas que practican el espiritismo en Italia, que es de millares, y en el mundo, que llega a millones, nos podremos formar una idea del peligro espiritista no sólo como autoridad de creencia supersticiosa y de desviación intelectual, sino sobre todo en orden de una acción insensible y corrosiva de las barreras que, cerrando el más allá, permitan a los hombres un cierto margen de seguridad y de autonomía.

Por otro lado, toda saturación de influencias "inferiores" que, por este u otros conductos, se produce en la vida actuando y conspirando dentro de la conciencia, es digna de preocupación hoy más que nunca, porque falta casi totalmente el contrapeso a esas influencias de sentido opuesto, es decir, las efectivamente sobrenaturales, que las grandes tradiciones sabían atraer o unir de una manera invisible a nuestras intenciones, nuestros pensamientos y nuestras acciones.  A partir del Renacimiento, el hombre occidental ha querido ser "libre": se le ha complacido, se le ha dejado actuar, se ha retirado de lo espiritual, y él ha sido abandonado a sí mismo, lo que equivale a decir que está excluido de aquellas conexiones que lo relacionaban con lo alto, en función de las cuales podía disponer de armas para su defensa interna.

En cuanto al espiritismo, se encontrará tal vez una cierta exageración en estas opiniones.  Muchos desconocerán inclusive el peligro, hasta que se encuentren delante de cualquier cosa que forme parte del repertorio de lo "sensacional": enfermedades misteriosas, accidentes inexplicables, aberraciones mentales, catástrofes sobre alguien y asi sucesivamente.  En la actualidad se ha llegado a un punto que se considera serio y que nos alarma, no sólo porque puede amenazar nuestra fortuna y nuestra existencia corporal sino también nuestra salud física y nuestros nervios.  Por lo que respecta a todo lo demás, ni siquiera se piensa en ello.  Lo que se refiere al espíritu es asunto privado, pertenece al campo de las opiniones y del juicio "moral", pero no al de la realidad. Ideas de este tipo, en su simplicidad, son exactamente las que se necesitan para confirmar la antes mencionada indefensión del hombre de hoy frente a fuerzas más sutiles (1).

La obsesión en el amplio sentido de la palabra (el no pertenecer más a sí mismo) es una de las formas más difundidas en las cuales se manifiesta y realiza la acción de las influencias antes citadas sobre la personalidad humana.  En la persona libre, sin dejar advertir la constricción, se remplaza alguna cosa que impide o pervierte toda aspiración superior.  El principio personal, disminuido retrocede "estéticamente" se comprenderá mejor el sentido de esta palabra- en lo promiscuo y colectivo; el colectivo, el informe síquico, acusa típicamente la irrupción destructiva.  Evidentemente no se trata ahora sólo de los médiums en sentido estricto, a saber, espiritista, y tampoco de aquellos que hacen de los mismos una especie de nuevo culto; es una acción más distante, uno de los puntos de partida en los cuales todavía se puede determinar al individuo, así como a su clase.  El mundo moderno no tiene necesidad más que de impulsos ulteriores en este sentido, y quien posea una mirada aguda ve con facilidad cómo convergen muchas cosas, casi como elementos de un mismo terreno, percibiéndolos si tiene también maner de entender la dirección y el sentido efectivo de los fenómenos particulares.

Las consideraciones expuestas al principio se aplican lo mismo al espiritismo militante, como al ramo de las búsquedas síquicas que considera los mismos fenómenos, cuando no se limita a constatarlos y registrarlos dondequiera que sea, sino que tiende también a producirlos y a multiplicarlos, aprobando y valorizando la mediumnidad.  Solamente que en el segundo caso hay una limitación casi automática del peligro.  En efecto, cuando la actitud científica, con la de confianza y la duda metódica que le es propia, se mantiene realmente, opera entonces muchísimas veces como un factor negativo y paralizante sobre la mediumnidad y sobre la producción de los "fenómenos", porque exigen una atmósfera síquica ad hoc (para esto) para una amplia explicación: es como un círculo vicioso, procedente de la desigualdad del método con la materia a la que se aplica (2)

Después de esto, quedarían por examinar las hipótesis y especulaciones de las dos tendencias; argumento que deberá ser limitado a algún punto esencial (3)

Como se ha dicho, para los "espiritistas" los fenómenos mediumnícos tienen valor como una prueba experimental de la supervivencia y, para algunos, de la misma inmortalidad del alma de los muertos.  Haciendo a un lado los dogmas de la fe, ellos pretenden refutar por esa vía el agnosticismo y el materialismo modernos, siempre que ellos se coloquen en su mismo terreno, de los "hechos", de las pruebas tangibles.  Sin embargo, que sea la personalidad de los muertos la que actúe en los fenómenos inediumnímicos o solamente en algunos de ellos, es cosa muchísimo más sujeta a cautela.  En realidad, ni los espiritistas, ni quienes se dedican a las "búsquedas síquicas" disponen, en modo absoluto, de algún medio para acertar las verdaderas causas de los fenómenos.  La mediumnidad y los otros estados análogos en que colocan los sujetos son por hipótesis estados de conciencia estrecha o paralizada; son estados en los cuales, el poder de visión y el control interno del yo no acompañan el alejamiento de sitio mediante el cual se despiertan las causas de los fenómenos y de las, manifestaciones extranormales.  Mientras uno entra en trance los otros permanecen "fuera" para mirar o escuchar, conmovidos y extasiados, o bien provistos de instrumentos registradores muy precisos, con la esperanza de que se produzca alguna cosa que, en su tosca materialidad, no podrá nunca tener un rostro definido.  Causas muy diversas pueden producir un mismo fenómeno (por ejemplo, se puede tener el fenómeno de la levitaci6n por obra de un médium, un santo, un brujo, un iniciado o un yogui). Y la falta de sólidas, bases doctrinales, la presencia de sugestiones y de predisposiciones sentimentales, sobre todo el sentido restringido y humano que de cada cosa tienen los hombres modernos hacen, no sólo que el conjunto se reduzca a hipótesis, sino que las conjeturas escogidas están entre las más ingenuas y unilaterales: esto, cuando no se tenga desde luego que hacer con las afirmaciones disfrazadas de un credo verdadero y propio no menos intolerante que aquel religioso que se pretendía superar con las "pruebas experimentales".

En cuanto a las "búsquedas síquicas" o metasíquicas en particular, hay que denunciar de nuevo lo inadecuado del método: se asume la misma actitud que la ciencia positiva tiene para los fenómenos físicos o biológicos, tal vez porque en la mayoría de los casos existe la tácita persuasión de que no se tiene tanto que hacer con el "espíritu" y lo suprasensible en su particular significado como con el orden de las leyes "naturales" aún no bien conocidas, así como anteriormente no era notorias las leyes de la electricidad y del magnetismo.  Precaverse del "truco" y de las mistificaciones ha sido la aportación positiva de tal investigación (4). El aspecto sensible de las manifestaciones es, además de la deformación profesional, la fuente del equívoco metodológico.  Si este aspecto no estuviera presente --y si los espiritualistas no insistieran tanto para una confirmación "positiva" de sus tesis sería necesario fantasear para aplicar a este orden de cosas el método "experimental", tanto cuanto cada mente sana hubiera imaginado respecto al mismo, de los productos del genio y de la creatividad estética, naturalmente antes de las prevaricaciones provocadas por cierta sicología materialista y por el sicoanálisis.  Es singular la torpeza por la que no se comprende que, si se trata en verdad de algo "espiritual", un conocimiento adecuado no puede provenir de registros y de aciertos exteriores, sino sólo y únicamente de una identificación con el mismo proceso espiritual, de seguir activamente el origen y desarrollo hasta alcanzar, por último, la casual manifestación sensible, la cual no es más que una parte tomada del mismo conocimiento.

Un problema discutido en metasíquica es el de algunos fenómenos extranormales; ¿se deben explicar como facultades ignoradas por los médiums o por otros sujetos, o bien, deben atribuirse igualmente a agentes externos, extraindividuales?  Esta cuestión pierde gran parte de su importancia cuando se hace intervenir al inconsciente o al subconsciente, pues por definición eso pertenece a la parte inferior de la persona, es una región síquica en la cual lo que es individual y lo que no lo es, está separado por fronteras débiles que puede extenderse v penetrar hasta zonas pobladas de toda clase de influencias, a "pensamientos errantes” y hasta de fuerzas que no tienen siempre una correspondencia con el mundo de los seres encarnados y de la realidad sensible.

En la metasíquica más reciente, las hipótesis estrictamente espiritistas" de las primeros tiempos se consideran hoy como primitivas v va han sido superadas.  Pero con esto se ha caído en el extremo opuesto, porque en el caso de una clase particular de manifestaciones mediumnímicas se considera que entre las influencias de las cuales se ha hablado, pueden encontrarse también los "espíritus" de los muertos, siempre y cuando se dé al término "espíritus" el sentido antiguo, según el cual ellos están muv locos de tener el mismo valor del "alma". Los "espíritus" son las energías vitales, calificadas ya sea en sentido mental (recuerdos conjunto de ideas, etc, o bien en sentido “orgánico", o en sentido "dinámico" (impulsos, complejos volitivos hábitos, etcétera); energías, que el alma, si sobrevive a la muerte, deja tras de sí, exactamente como ha hecho con el cadáver físico, cuyos elementos pasan al estado libre.  Estos elementos vi tales, también ya en estado libre como restos del cadáver, privados de la unidad esencial del ser en torno a la cual estaba organizados, bajo la forma de "segundas personalidades" o también, frecuentemente, y con más sencillez, de complejos de la memoria, de monoideismos y de potencialidades cinéticas convertidas en impersonales, pasan a encarnarse en el médium y, por su conducto, producen algunas variedades de la fenomenología extranormal, que los ingenuos toman como pruebas experimentales de la supervivencia del alma (5). En realidad, aquí se trata de formas vitales que quedan destinadas a extinguirse a un plazo más o menos breve (6); no del alma, en el sentido real y tradicional del término.

No sólo esto.  Hay casos en los que de fuerzas no humanas se encarna en estos residuos algo del semblante del difunto a manera de una especie de "doble" que los animan Y las mueven provocando apariciones y fenómenos que pueden inducir al error, pero que, al mismo tiempo, tienen más un carácter siniestro cuando se descubra la verdadera naturaleza de semejantes fuerzas que condensan estos residuos larvales y automáticos.

Por lo tanto, son estos casos.los que han dado preponderancia al espíritu, el incentivo de convertirse a una nueva macabra  religión la cual no se da cuenta de todo lo que hay de burla y seducción cuando se manifiesta en fenómenos de esta especie, los cuales, sin exageración, podrían definirse satánicos (7).

Sin embargo, motivos de sospecha no faltarían en este ámbito, hasta para quienes se mantienen al tanto de la existencia de las simples constataciones metasíquicas. Un solo ejemplo: el estudio de las relaciones entre mediumnidad y el fraude han llevado a resultados muy interesantes.  Es decir, se ha constatado que en muchos casos el engaño de los médiums no procede de ninguna manera de su intención como embaucadores conscientes.  Esto puede acontecer, ciertamente, como también sucede, de acuerdo con lo que ya hemos dicho, que sean los mismos experimentadores quienes impulsan a veces, con sus insistencias, hacia una ficción seminconsciente.  Pero en aquellos otros casos, el fraude se presenta como un hecho ya mediumnímico y espiritual como la manifestación en el médium, de una influencia para caracterizar la cual no podría encontrar mejor expresión que aquella bien conocida de espíritu de la mentira.

Un poco más arriba se hizo la aclaración: si el alma sobrevive a la muerte.  Este caso en realidad no es tan frecuente y general como usualmente piensan los no-materialistas en razón de algunas recientes creencias religiosas occidentales, mutiladas o tomadas al pie de la letra, o en fin, fabricadas solamente en vista de ciertas y especiales finalidades pragmáticas.

Sin llegar al fondo en el argumento, solamente señalaremos aquí que es pueril, a modo de dilema, exponer el problema de: “o mortal, o inmortal", así como del simplismo ya sea de la solución materialista como ce la espiritualista.  La idea, recurrente, implícita o explícita en las enseñanzas tradicionales es en cambio la de que hay quien muere con o después del morir del cuerpo, y hay quien sobrevive, pasando a condiciones diversas.  Y entre los que sobreviven, hay, en fin, alguno que alcanza la condición privilegiada de la verdadera inmortalidad.  No se puede decidir una solución para el hombre en general: la solución difiere de persona a persona y depende de lo que ella es.  En general, sobrevive quien, de un modo u otro, ya en vida ha efectuado una separación actual o virtual de su principio espiritual de las condiciones impuestas a la conciencia por el cuerpo y de la experiencia sensible de vigilia, lo que en términos teológicos equivaldría a decir: en la medida en la cual se haya efectivamente dirigida ya en la tierra, la propia alma al fin sobrenatural.  Por lo que respecta a las diversas soluciones que esperan los supervivientes después de la muerte (no hay que confundirlos con los inmortales) ellas dependen ya sea de su deber más aún que del intelectualismo, ya sea de las inclinaciones que la conducta interna ha impreso al alma en vida, ya sea de la iniciativa, del comportamiento y dirección de la que sea capaz el alma misma a la hora de la muerte -in extremis- o de frente a situaciones, pruebas y experiencias que no son ya de este mundo. Quien se interese sobre este último punto, puede enterarse por la enseñanza de los lamas, el Libro tibetano del muerto (Bardo Tddol) que contiene una verdadera y propia ciencia, superior a cualquier confesión privada religiosa en el sentido occidental, sobre los estados después de la muerte y expone la lógica de los diversos destinos precedentes de las acciones espirituales a los cuales el alma está llamada en estos estados (8).

En cuanto a quien no ha alcanzado la condición de sobrevivir, después de la muerte se descompone en sus elementos síquicos y vitales, en sus "espíritus", sin quedar ningún residuo de verdadera unión espiritual consciente.  De aquí nace, en algunas tradiciones, la idea de la "segunda muerte" y la invocación: "que tú puedas librar-te de la segunda muerte", o bien la maldición: "que pueda atraparte la segunda muerte". Volviendo al espiritualismo, y de acuerdo con' lo ya expuesto, es necesario decir que el caso en el cual no sean los "espíritus", es decir, les llamados residuos síquicos desindividualizados o bien las "larvas", máscaras y facsímiles de personalidad vitalizadas por influencias inferiores, sino las almas liberadas de los muertos las que se prestan a entusiasmar y a hacer fuertes en la fe a los círculos espiritistas o dar materia a los coleccionistas de "fenómenos" y a los archivos metasíquicos, el éxito es tan raro, que a prioiri se puede casi excluir.  Tales almas residen en regiones (es decir en estados) espirituales tan trascendentes, que no tienen ninguna relación con el mundo de los cuerpos y con las empresas y sentimientos de los hombres.  Y cuando absuelven una "misión" abandonan estos estados por cualquier manifestación bajo las condiciones de espacio y de tiempo; el último lugar en el cual la manifestación debiera de buscar-se sería entre los fenómenos que caen en manos de los metasíquicos y el de los espiritistas: fenómenos caprichosos, sin finalidad, confusos, desprovistos de toda grandeza, con frecuencia burlones, muy inferiores en lo intelectual, a menudo simplemente iguales a aquello que se puede esperar no de una alma transfigurada, sino de una persona de mediana cultura de este mundo. Guénon señala justamente que la naturaleza de estos fenómenos no debería dejar duda alguna sobre las fuerzas que los producen.  Además, la mescolanza de repercusiones orgánicas y de otros elementos o imágenes suministradas por la parte irracional e infraconsciente de los evocadores v de los médiums, no se trata ni de almas transfiguradas por la muerte, ni de influencias verdaderamente sobrenaturales, sino de fuerzas y de complejos síquicos que vagan en lo humano-inferior con mayor o menor relación con el elemento "inferior" de la naturaleza; o bien, se trata de larvas o de residuos que no pertenecen a almas elevadas; o, también de los productos de descomposición de las almas que sin duda no sobrevivieron.  Esto es cuanto puede resultar de una visión conforme a la realidad.

En el último caso, tomado al pie de la letra, se puede decir que alguna vez son los muertos los que actúan en el orden de cosas de las que estamos hablando.  Y en sentido igualmente literal se puede añadir que el médium sigue el camino de los muertos: con el trance y con los otros estados afines al mismo, él evoca   los primeros grados de aquella reducción de la conciencia y de aquella progresiva disociación de la unidad espiritual, en que incurre quien muere de verdad. A lo largo de este camino, el sendero del Hades encuentra los residuos de los muertos, que lo invocan para recorrerle en sentido contrario, llegando a manifestarse en el mundo del que habían estado excluidos con la destrucción de su cuerpo.  En el orden síquico, tales residuos tienen una parte semejante a aquella de los productos de putrefacción, que se transforman en otros tantos centros de infección para los organismos vivos.

Los antiguos, los orientales, y hasta ciertos pueblos considerados "primitivos" sabían de estas cosas más que todos les espiritistas y todos los presidentes de las "sociedades para las búsquedas síquicas".  Por esto, la evocación de los muertos casi siempre era condenada como un grave delito. Ellos buscaban la manera de alejar definitivamente de los vivos los restos espirituales de los muertos: o bien, actuaban para "aplacarlos" o vincularlos.  No era otra la razón secreta de muchos ritos funerarios tradicionales, los cuales no se reducían a meras "ceremonias", sino que ejercían entonces una acción efectiva sobre las fuerzas síquicas pasadas al estado libre al destruirse el organismo físico.  El comercio, no con aquellos residuos, sino con las almas de los muertos, llegando hasta tener “revelaciones", era considerado un absurdo. Todavía en nuestros días, cuando se le dijo a un lama que los ingleses creían en cosas de tal índole respondió: "¡Y es ésta la gente que ha conquistado la India!" '

Todo esto puede instruir sobre el error y sobre el peligro no sólo para sí mismo, sino también para los otros, introducidos por las prácticas mediumnímicas.  Aun cuando no se trata de 64 muertos", es decir, en la mayoría de los casos, las cosas no cambian mucho: en aberturas practicadas por casualidad no pueden estar más que los primeros que han llegado a manifestarse.  Además existen leyes, hoy ignoradas pero no por eso menos reales, de "simpatía" y de "analogía": como la eventual posibilidad de un contacto con las almas transfiguradas de los muertos que está condicionada por aquella de elevarse a estados esencialmente superindividuales, así en estados de subconsciencia, como son aquellos mediumnímicos, no pueden ser atraídas más que por fuerzas e influencias, las cuales en el orden cósmico tienen la misma parte que el subterráneo oscuro del subconsciente y del prepersonal que hay en el hombre.  Todo esto, repitámoslo, no puede operar más que destructivamente sobre aquel que constituye una personalidad formada y unidad espiritual; en el orden pues, de la acción más vasta, a la que hemos mencionado pcco antes, no puede resolverse más que en un factor de desorden, de desequilibrio y de desviación en la sicosis colectiva.

En una antigua pintura de una tumba etrusca, junto a un altar, considerada como el desbordamiento de las fuerzas infernales, está representado un hombre armado con una espada.  Es el símbolo de una actitud exactamente opuesta a aquella mediumníca.

Antiguamente existía un arte de crear, sobre la base de la llamada ley de las analogías, condiciones internas y externas para atraer y dirigir conscientemente un determinado orden de influencias, dentro de la variedad de aquellas que habitan lo de "atrás" y lo de "dentro" de la realidad visible, del mundo fenoménico.  Entre los espiritualistas de hoy, no se sabe nada de ese arte (del cual se conservan algunos ecos en la misma tradición ritual y sacramental católica).  Unos combaten el camino de la superstición v de los consuelos sentimentales, otros el de la búsqueda "científica", y ninguno se da cuenta de las locuras que se podrían evitar, de las muchas cosas que se podrían saber, si se cambiara radicalmente de actitud y de método; si se volviera al estudio y a la comprensión de las enseñanzas tradicionales; si, antes de buscar los "espíritus", se buscara el espíritu y se forjara a sí mismo como espíritu.

Pero volvamos un momento a la metasíquica para poner de relieve dos puntos.  El primero consiste en que, con la amplia documentación de fenómenos que ha recogido, se queda siempre bajo el plano de productos inferiores de lo extranormal, por cuanto se trata de fenómenos de carácter "espontáneo", esporádico, accidental, irracional, no intencional, tanto en el caso de la llamada ESP ("percepción extrasensorial" que incluye a la sicometría, telepatía, clarividencia, la precognici6n, etcétera) cuanto, y más todavía, en el caso de los fenómenos llamados “parafísicos", con efectos objetivos en el campo del mundo físico que no admiten una explicación normal. Esto es bastante claro, porque quien tuviere de verdad el poder de producir fenómenos de carácter diverso, intencionales y voluntarios, con base en una calificación espiritual, digamos por un iniciado, un auténtico yogui, por un santo, esto parecería ser sin excepción la parte contraria constante; no le pasaría jamás por la mente ponerse a disposición, como un "sujeto" de las búsquedas parasicológicas profanas.  Estas, por consiguiente, no pueden contar más que sobre un material espurio, disperso y casual, que no permite una orientación precisa.  En el campo de la metasíquica cuando se refiere solamente a facultades extranormales del sujeto o también a sus contactos con un quid (algo esencial) indefinido, la imposibilidad de disponer, para el examen, de fenómenos producidos voluntaria y libremente es reconocida en general y se le considera como un insuperable handicap para la búsqueda "experimental".

Hay algo más y éste es el segundo punto que se pone de relieve: se ha constatado que el proceso de la percepción extrasensorial y de otras facultades parasíquicas es inconsciente en su parte esencial; que las manifestaciones están ligadas, cuando menos a una "reducción de la conciencia" (hace poco, esto ha sido subrayado, por ejemplo, por Tyrrell y por Rhine), a un estado límite entre el sueño y la vigilia, semejantes en parte al trance de los médiums: a tal punto que en algunas tentativas por activar experimentalmente aquellas facultades se ha recurrido o hipnotizar a los sujetos.  Todo esto nos habla de que en este campo se trata de algo extranormal que desde el punto de vista de los valores de la personalidad presenta un carácter regresivo subpersonal. No han faltado investigadores tales como Wasiljev y Tenhaeff, quienes han llegado a formular la hipótesis de estados "filogenéticamente regresivos": regresión del sujeto en la condición de la sique primitiva correspondiente al nivel de poblaciones salvajes, con facultades extranormales que se han perdido -se supone- por el desarrollo sucesivo de la sique humana, del pensamiento lógico, etcétera.

Si en metapsíquica por aquello que tiene relación con los fe-n6menos "parafísicos" no se sabe todavía qué cosa pensar para explicar los fenómenos en la línea de la "percepción extrasensorial”, incluida la precognición, se han formulado hipótesis que algunas veces traspasan las fronteras del espiritualismo. No se trata del "inconsciente colectivo" tan estimado por Jung, que en el fondo no lleva más allá del dominio sicológico, sino de una especie de "conciencia universal" que comprende el conocimiento perfecto de acontecimientos presentes, pasados y futuros.  En este aspecto, autores como C. A. Mace y H. H. Price han mencionado hasta un psychic aether (que recuerda muy de cerca a la noción hindú del akaca), la designación más científica usada por la metasíquica más reciente que ha aceptado un semejante hipotético principio explicativo siendo sin embargo "campo PSI": un quid de carácter físico y psíquico al mismo tiempo que continuaría y excedería las condiciones de espacio y de tiempo.  Gracias a los contactos con este campo los sujetos se vuelven capaces de percepciones extrasensoriales.  Se nota, sin embargo, que tanto vale hablar de un "suprasensible", como admitir que se impongan nuevos exámenes que perturbarían demasiado el orden de los conceptos científicos que rigen y han sido establecidos en tomo al espacio, el tiempo y la naturaleza (10). 

Pero todo esto no tiene más que un interés teórico.  Se admita o no este quid suprasensible, a nosotros nos interesa destacar que cuando también, en parte, se debiera pensar en los contactos de los sujetos con aquello, de acuerdo con lo que antes hemos aclarado y que aun la metasíquica ha reconocido, estos contactos se establecen, en los casos observados, en el subconsciente o en el inconsciente, en condiciones de una conciencia más o menos reducida, bajo una línea análoga a aquella de la mediumnidad y de la hipnosis, a lo largo de una dirección descendiente más bien que ascendente, por rebajarse al nivel síquico personal en lugar de una elevación del mismo hasta aquel de la superconciencia.  El límite anteriormente dicho resulta por lo tanto conformado.

 

Notas:

1. No fue sin razón el hecho de que la Inquisición condenó no sólo a quien era un "apoyo" de fenómenos semejantes a los de los espiritistas sino también a aquellos que negaban la existencia de esos fenómenos, ca yendo todos ellos en la sospecha de ser por otro lado, instrumentos de las mismas influencias "inferiores" para propiciar la "cobertura".

2. El mencionado efecto inhibitorio se vuelve desastroso cuando en las sesiones no están presentes personas destinadas a controlar y a prevenir los trucos, sino las que, por así decir, son "portadoras" del verdadero sobrenatural.  Entonces el efecto suele ser una verdadera y propia crisis histérica y convulsivo del médium, la cual no puede menos que hacer pensar en aquello que acontece algunas veces en los ritos de exorcismo.

3. Para la correspondencia de los puntos de vista, se puede consultar en tal objeto la obra de R. GU£NON, L'Erreur Spirite (París, la. ed,, 1923).

4. Además de los casos en los cuales la misma actitud de control y obstinación en querer manejar los fenómenos a voluntad, obligan a los médiums a hacer uso de los "trucos" inconscientes cuando no están en condición de producirlos.

5. Basta esta opinión para tener en cuenta también otras presuntas pruebas de la supervivencia personal adoptadas por los espiritistas: casos hantées, apariciones espontáneas, premoniciones de cónyuges o sus comunicaciones en eí momento de la muerte y as! sucesivamente.  Sólo que aquí entran en juego otras condiciones, diversas según los caso-e, para hacer posible a los "espíritus" su manifestación sin la intervención de un auténtico médium.

6. De aquí la idea del Hades, de las tradiciones grecorromanas: del Niflheim de las tradiciones nórdicas; del pitr-y¿na (opuesto al "camino de los dioses", deva-yana) ; de la tradición hindú y así sucesivamente, todas sedes de existencia oculta o de reabsorción. En el mismo cristianismo la geenna, mencionada por los Evangelios a los "condenados" (en hebreo Gué Hinnom, la geenna del fuego) designaba originalmente el lugar donde se destruían los desperdicios de la ciudad: y se ha dicho: "temed a quien puede matar el cuerpo y el alma en la geenna del fuego” (Luc. XII, 4).

7. Sobre esto, G. MEYRINK ha escrito algunas páginas muy sugestivas en su romance 11 Domenicano Bianco (trad. en ediciones Mocca, Milán, 1944).

8. Tal enseñanza ha sido reasumida en el apéndice de nuestro libro Lo Yoga della Potenza (3a. ed.  Edizioni Mediterrance, Roma, 1968), cfr. también la obra colectiva Introduzione alla magia, v. II, (3a. ed.  Edizioni Mediterranee, Roma 1971 .

9. A. DAVID-NEEL, Mystiques et Magiciens du Tibet, París, 1930, p. 237.  Una consideración aparte requeriría el cult-y antiguo de los ante. cesores en los aspectos en los cuales no era una simple expresión de piedad.  Aquí señalaremos solamente que se tenía esencialmente en consideración una unidad de los vivos y de los muertos en el signo de la fuerza generadora de la casta (el genius) que se buscaba tener viva y presente: fuerza de carácter superindividual, como aparece sobre todo en las formas aristocráticas, patricias, de dicho culto, donde el genius te identificaba con el "héroe archegeta" revestido de un carácter "divino", luminoso.  Pero en la concepción romana común de los lares subsistía muchas veces la idea 'de fuerzas oscuras e infernales.

10. Para estas diverras hipótesis, para lo relacionado con sus problemas y para una exhaustiva y actualizada reseña de todo lo que se ha afirmado hasta ahora sobre los fenómenos extranormales de la metapsíquica, cfr.  M. RYZL, Parasicología, Edizioni Mediterranee, Roma, 1971.

 

 

 

 

 

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