Metafísica del Sexo. Capítulo I. Eros y Amor Sexual. 8. En torno a la voluptuosidad
Escribe Piobb: "El espasmo (sexual) es uno de esos fenómenos que escapan a la fisiología propiamente dicha; debe contentarse ésta con señalar el hecho y mostrar únicamente el mecanismo nervioso" (14). Así es, y cualquier tentativa de explicación científica, es decir, profana, del placer está condenada de antemano al fracaso. En este terreno, como en tantos otros, se han multiplicado los equívocos debidos al hecho de no distinguir entre el contenido de la experiencia en sí misma y las condiciones que en mayor o menor grado son imprescindibles para que se realice; los equívocos son mayores cuando se estudian esas condiciones no dentro de la psicología, sino sencillamente en la fisiología...
El colmo de la simpleza lo alcanzó el positivismo del siglo XIX al apoyarse en esta teoría: "La necesidad genética puede ser considerada una necesidad de evacuación; la elección está determinada por unas sensaciones que hacen más agradable la evacuación" (15). El placer, pues, lo provoca la evacuación, el proceso de emisión de los productos sexuales. Es lícito preguntar por qué procesos análogos, como la evacuación de la vejiga durante la micción, no lo producen también. Es evidente, además, que esta teoría puede aplicarse como mucho al hombre, porque en la mujer el auge sexual no está ligado a una verdadera polución; en la mujer la aparición de raras secreciones es paralela al estado general de excitación erótica, e incluso puede faltar; si nunca se une en la mujer a la reducción y descongestión sanguínea de los órganos sexuales, y si en determinados casos ésta puede coincidir con el momento de la irrigación espermática, en otros, sin embargo, es independiente, y sea como fuere, no es más que el efecto final de un hecho psíquico y nervioso.
Ya se trate del hombre o de la mujer, hay un hecho sobre el cual se ha detenido poco, inexplicablemente, la atención de los sexólogos: es el placer que se puede experimentar durante el sueño, en los casos en que falta la contrapartida de la eyaculación (es decir, cuando se produce la sensación sin polución). Algunos han señalado que con frecuencia este placer es más estático y totalizador que el ligado al acto físico, y ya veremos por qué (16). Y si se ha señalado asimismo que tanto en los hombres como en las mujeres suele interrumpirse frecuentemente a cierto grado de intensidad, y que en el mismo instante el soñador se despierta, la interpretación exacta de tales hechos es que la correlación habitual y predominante del placer con el hecho físico ha vuelto automáticamente al soñador en ese momento al plano físico condicionado de la experiencia de vigilia, interrumpiendo el proceso psíquico. Pero en principio el placer del sueño puede alegarse como uno de los argumentos que demuestran la posibilidad de un proceso erótico aparte de los condicionamientos fisiológicos habituales. En el caso de los hombres, entre otros, puede experimentarse el placer en sueños incluso cuando la capacidad genésica está agotada a causa de la senilidad, o cuando la eyaculatoria está anulada por algún traumatismo; esto constituye una confirmación ulterior precisa de nuestra tesis.
Puede apreciarse incluso entre los animales que el impulso hacia el acto sexual no es susceptible de la explicación vulgar antes indicada, y que en cierto modo es endógeno. Algunas experiencias realizadas en primer lugar por Tarchanoff demuestran que en determinados casos los vasos seminales del animal estaban vacíos antes de la copulación y se llenaron gradualmente en el curso de la misma, de suerte que la relación de causa a efecto está casi invertida: el impulso sexual, lejos de quedar determinado por el estado de repleción y de tumefacción de los órganos, causó ese estado (17). Si se hicieran análogas investigaciones en el hombre, podrían confirmar esto con mayor razón. Sí se ha observado que aunque es posible una cierta anestesia sexual en los eunucos privados de glándulas seminales, hay casos, sin embargo, en que subsiste el deseo sexual e incluso se agudiza. En segundo lugar, está demostrada la existencia de un deseo que realmente va más allá de la necesidad de eyaculación, poniendo en actividad los últimos recursos de los órganos genitales hasta violentar casi su naturaleza, aunque en el hombre la sustancia emitida acaba siendo sanguínea más que espermética. En tercer lugar, también se ha comprobado que hay casos en que una gran intensidad del deseo no provoca la eyaculación, sino que la inhibe, y ya trataremos después de ello (18). Finalmente, sucede muy a menudo en el amor-pasión la experiencia de que, una vez agotados todos los recursos del proceso físico en el acto sexual, se sienta que no basta con ello, que se necesita más, mientras que los condicionamientos psicológicos y en general los acervos de la carne no lo permiten, lo que causa una verdadera tortura.
Por eso Havelok Ellis, tras un examen de las diversas tentativas de explicación del fenómeno llamado "voluptuosidad", concluye reconociendo que el impulso que lleva al placer es, "en cierta manera, independiente de las glándulas germinales" y de su estado (19). En el campo fisioanatómico, se admite la existencia de unos centros sexuales cerebrales (ya sospechados por Gall) entre los espinales y los del simpático: es la contra-partida de lo que tiene un carácter evidente en el hombre, por ejemplo a causa del papel esencialísimo que desempeña la imaginación, no sólo en el amor en general, sino en el mismo amor físico; la imaginación que acompaña y a veces comienza y activa todo el acoplamiento, así como en otros casos, por el contrario, puede paralizarlo irremediablemente.
En el campo de las investigaciones más modernas se ha puesto en juego la teoría hormonal, intentando explicar la excitación sexual como efecto de una intoxicación hormonal; algunos han querido incluso conducir la base de las pasiones a esta causa. Sin embargo, para no entrar en un círculo vicioso, habría que aclarar de forma satisfactoria y completa cuál es a su vez la causa de la intoxicación hormonal, que podría ser un hecho psíquicamente condicionado, e incluso en el caso de que no lo fuera convendría distinguir lo que favorece una experiencia (aquí precisamente como "saturación hormonal" o "umbral hormonal") y lo que la determina y constituye su contenido específico. En cuanto a condicionar, en el sentido más sencillo de favorecer, de abastecer un terreno conveniente, algunas sustancias a partir de los alcoholes son capaces de desempeñar el papel atribuido a las hormonas. Pero es sabido que la reacción a estas sustancias depende de una "ecuación personal" y, a este respecto, el razonamiento causal sería tan ingenuo como decir que el hecho de elevar las esclusas de una presa es la causa que produce el agua que irrumpe a través de la abertura.
Puede inscribirse en el activo de la teoría psicoanalítica de la libido el haber reconocido el carácter psíquico autónomo y a su manera elemental del impulso que se manifiesta principalmente en el deseo de la unión sexual. Pero en el campo de las investigaciones psicoanalíticas se da por sabido también que no es obligada la relación de la libido con los procesos psicológicos: la posibilidad de que se desplacen las "cargas" de la libido está demostrada en casos múltiples y típicos, como por ejemplo cuando su realización hace desaparecer los síntomas mórbidos. También se han constatado unos estados progenitales de la libido y las formas de su satisfacción, en las cuales no existe la rela-ción con un proceso psicológico. El material recogido en torno a este asunto constituye un argumento ulterior contra cualquier teoría fisiológica del impulso sexual. A no ser que, respecto al hecho específico del "placer", se presente la teoría psicoanalítica como un equivalente de la de Féré, ya criticada. En cualquier caso se cae más o menos en el error de encarar cada tipo de placer como un fenómeno únicamente negativo, como el alivio causado por el cese de un estado doloroso o desagradable anterior. Esto es evidentemente lo que se piensa cuando se reduce el placer sexual al puro sentimiento de interrupción del malestar fisiológico debido a la turgencia de los órganos, sentimiento que se experimentaría en el momento de la detumefacción, de la depleción y de la eyaculación. Asimismo, el psicoanálisis no sabe ver más que procesos casi mecánicos e intercambiables en que el placer derivaría del cese, obtenido por cualquier procedimiento, de un estado de tensión, de la liberación de una "carga" coactiva (Besetzungsenergie) de la libido. En alemán, la palabra que designa principalmente la satisfacción o placer sexual, Befriedigung, es algo preocupante, porque contiene también el sentido de apaciguamiento, como la eliminación de un estado anterior de tensión, de agitación, de excitación, que debiera parecer desagradable. Considerada así, hay que volver a preguntarse si esta teoría no es un producto de su época, porque en un eros que se ha vuelto primitivo y completamente físico puede sentirse así la sexualidad y el "placer" (20).
Debemos concluir estas consideraciones diciendo que el deseo sexual es un hecho complejo, del que lo fisiológico sólo es una parte; la excitación sexual, esencialmente psíquica, provoca la excitación física y pone en movimiento poco a poco todos los fenómenos fisiológicos que la acompañan, pero que suelen faltar antes de esa excitación. A este respecto, una iluminación mayor sólo puede venir de una metafísica del sexo, no de una psicología ni de una fisiología del sexo. Pero ya se presiente que la unión coroporal en sí misma no es más que el mecanismo sobre el cual se apoya y que toma como vehículo un proceso de orden superior que la transporta y la tiene como parte de un todo. Reducido a este proceso, el "placer", como satisfacción grosera y carnal en estrecha dependencia de los condicionamientos físicos que pueden hacer de él un "incentivo para la procreación", ha de considerarse una solución problemática.
Notas a pie de página:
(14) P. PIOBB: Venus, la déesse magique de la chair, París, 1909.
(15) Cf. S. FERE: L 'instinct sexuel, París, 1865, pág. 6.
(16) Esto sucede especialmente en los que no sueñan en blanco y negro como casi todo el mundo, sino que sueñan en colores.
(17) Se ha comprobado también que en algunos animales sólo se produce en el momento del coito la saturación hormonal, considerada por muchos como causa de la excitación sexual. Cf. A. HESNARD: Manual de sexologie, París2, 1951, pág. 65.
(18) L. PIN: Psicologia dell'amore, Milán, 1944, pág. 145: "El sentimiento alcanza a veces tal intensidad que se convierte en sufrimiento, y llega a ejercer una acción inhibitoria en los procesos sexuales."
(19) H. ELLIS: Studies in the Psychology of Sex, v. III, Filadelfia, 1908, pág. 7. Cf. también HESNARD, Op. cit., pág. 13: "Puede decirse que en su aspecto esencial la sexualidad adquiere en el hombre, esto es, en su aspecto psíquico, un desarrollo considerable, prescindiendo casi por completo de la colaboración del sistema genital."
(20) Así, puede resultar que no es un chiste lo que se hace decir por la muchacha americana a su compañero después del acto sexual: Do you feel better now, darling?
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