Julius Evola - El Libro del Té
El Autor del libro a cuya edición italiana prestamos atención, Kakuzo Okakura, es un japonés interesado sobre todo en los problemas estéticos, que ha estudiado en las modernas escuelas de arte de Europa y América, pero ha permanecido fiel a las propias tradiciones y se ha comprometido en una decidida y eficiente acción en su país contra la introducción de tendencias europeizantes.
El Libro de Té, escrito por él convalida, en la parte central consagrada más propiamente al argumento en cuestión, lo que acabamos de decir. En el Extremo Oriente han existido precisas conexiones entre el Zen, la “escuela de té” y el “culto del té” (la expresión usada por el Autor para designarlo es “Teísmo”, una palabra no apropiada, porque todos sabemos que en nuestro medio “Teísmo” se refiere a las religiones fundadas en la noción de un Dios personal). En efecto se sostiene que la ceremonia del té tal como fue elaborada en el Japón del siglo XV, derivaba de uno más antiguo rito Zen de beber el té en una única taza ante la estatua del Bodhidharma. Hablando en general, este rito ceremonial es una de las muchas formas en las que se expresa el principio taoísta de la “totalidad en el fragmento”. Lu-wu en su libro Cha-ching ya había afirmado que en la preparación del té se debía mantener el mismo orden y la misma armonía que prevalece en todas las cosas según el punto de vista del Tao.
El Autor añade que esto forma parte del arte de la vida. “El té se ha convertido en un pretexto para el goce de instantes de meditación y de propicio desapego de los que han participado el huésped y sus invitados”. Tanto la posición como la estructura de las habitaciones construidas a tal objeto especial –la sala de té (sukiya)- siguen una norma ritualista, son de carácter simbólico. El pasillo abigarrado y en parte irregular que al interno de la estructura extremo oriental del jardín artístico, conduce a la sala de té es emblemático del estado preliminar de meditación que lleva a la ruptura de todo lazo con el mundo externo, el distanciamiento de las ocupaciones y de los intereses de la vida ordinaria. No obstante el aspecto desnudo y extremadamente modesto que puede ofrecer a un ojo occidental, persigue un objetivo bien preciso en cada detalle. La elección y la utilización de los materiales adecuados requiere un gran cuidado y estima en los detalles, hasta tal punto que el gasto para una sala de té perfecta pude ser superior al de un edificio entero.
Otras expresiones usadas por los Maestros del rito del té son “la casa del vacío”, y “la casa de la asimetría”. La primera de estas expresiones remiten directamente a la noción de Vacío característica de la metafísica taoísta (aquí podemos recordar tal noción, casi como la clave o el fondo, en la componente “etérea” de la pintura extremo-oriental). Con la expresión “casa de la asimetría”, se hace referencia al hecho de que cualquier detalle está siempre voluntariamente dejado incompleto y se ha tenido cuidado al disponer los perfiles de las cosas de tal modo de dar la impresión de una laguna. El motivo consiste en el hecho de que el sentido de plenitud y armonía no debe resultar de algo ya fijado y repetible, sino que debe ser sugerido por una falta de terminación externa que estimule a la persona a concebir en el propio íntimo por medio de una acción de la mente. El Autor se ocupa también de las relaciones existentes entre el arte del té y el de elegir y disponer las flores en la sukiya, aquí de nuevo conforme al simbolismo y a una sensibilidad especial. A menudo una sola flor elegida y colocada de la manera justa es el único ornamento de “la casa del vacío”.
Al final el Autor nos recuerda que una filosofía especial de la vida cotidiana hace de complemento al ritual del té, hasta tal punto que en el habla corriente del Japón se dice de una persona a la que le falta la sensibilidad para los aspectos tragicómicos de la vida privada: “está carente en el té”, mientras que de los que se abandonan a impulsos y estímulos incontrolados se dice que tiene “demasiado té”.
Esto nos lleva al ideal de equilibrada, sutil y calma superioridad, que representa, una parte tan importante en el comportamiento general del hombre extremo-oriental.
Si pensamos en el extenso uso que se hace del té en Occidente, y en las circunstancias de tal uso en nuestra vida social, más particularmente entre los círculos de moda, sería natural, hacer comparaciones que mostrarían cómo también en este terreno, aparentemente banal, es válido lo que con tanta frecuencia sucede en el plano de las ideas, es decir, la reafirmación del bajo nivel al que se reconducen las cosas del Oriente cuando son importadas por el mundo occidental.
Publicado en la revista East & West, año VII, 1956, nº 3, pp. 276-276
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