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Biblioteca Evoliana

La Guerra Oculta. Malynski y de Poncins. Julius Evola

La Guerra Oculta. Malynski y de Poncins. Julius Evola

Biblioteca Julius Evola.- Una de las preocupaciones que Evola mantuvo a lo largo de casi toda su vida, fue el interés por desenmarañar todo lo que René Guénon había llamado "contra-iniciación" y de la que no había aportado, a decir verdad, muchos datos, sino tan solo una base teórica. Evola, prefiere descender al terreno de la concreto y establecer los caminos a través de los que la contra-tradición cristaliza. El artículo que reproducimos se sitúa en este contexto y es un comentario a la obra de Malynski y de Poncins sobre la "guerra oculta"

 La Guerra Oculta

De diciembre de 1936 a septiembre de 1941, Julius Evola publicó cuarenta artículos sobre el problema judío en diversas revistas italianas, especialmente en La Vita Italiana, firmados con el seudónimo de «Arthos», salvo ocho firmados con su nombre, entre ellos "La Guerra occulta - Ebrei e massoni alla conquista del mondo" ("La guerra oculta – Judíos y francmasones a la conquista del mundo"), que, publicado en Vita Italiana en diciembre de 1936, es precisamente el primero de esta serie de artículos, fuera de la "L'Internazionale ebraica e la profezia della nuova guerra mondiale secondo Ludendorff" ("La Internacional judía y la profecía de la nueva guerra mundial sagún Ludendorff"), aparecido en 1932, que permanece actualmente inencontrable.

Treinta y uno de estos textos, entre ellos "La Guerra occulta", todos publicados en La Vita Italiana de Giovanni Preziosi, han sido reunidos por Il Cinabro en una antología a la cual este editor ha elegido para dar el título a una serie de tres artículos de Evola, aparecidos en esta revista en 1936, sobre la acción destructiva del judaísmo: "Il "Genio d'Israele"" ("El "Genio de Israel""). Opcion legítima, porque, tal como Il Cinabro recuerda en la nota bibliotgráfica, es Evola mismo quien había indicado, en el primero de estos tres textos, el carácter orgánico del estudio del judaísmo que debía desarrollar luego en una larga serie de artículos, “cuya coherencia sistemática no escapará sin duda al lector atento de La Vita Italiana".

Y puesto que "La Guerra occulta" est un resumen de "La Guerre occulta" de Malynski y de Poncins (G.Beauchesne, Paris, 1936; Editions Delacroix, 2002), recordamos que Julius Evola tradujo esta obra al italiano, publicado en Hoepli el año 1939: "La Guerra occulta - Ebrei e massoni alla conquista del mondo" (“La guerra oculta – Judíos y masones a la conquista del mundo”); el subtítulo, que no figura en el original, es de él. Comporta variantes, añadidos y supresiones, más o menos notables, siguiendo capítulos, siempre notables en donde se trata sobre la historia oculta contemporánea de Italia.

Los añadidos de Evola al texto de Léon de Poncins y del conde de Malynski están indicados en negrilla; las supresiones, en itálica; las variantes están subrayadas.

"La Guerra oculta"

Judíos y franc-masones a la conquista del mundo

Es ciertamente agradable leer un libro como el que ha sido recientemente publicado por Emmanuel Malynski y Léon de Poncins, "La Guerre occulte" (G.Beauchesne, Paris, 1936). En efecto, esta es una de las únicas publicaciones contemporáneas que tiene el valor de ser incondicional, de adoptar una idea y de estudiar a fondo, sin retroceder. Posiciones de este tipo tienen una justificación pragmática indiscutible. Sometes la validez de una idea a esta acrobacia de la que hablaba Wilde diciendo que, para experimentar la solidez de una verdad, es preciso verla sobre una cuerda raída. Y, actualmente, esto es lo que hay que hacer, al menos sobre el terreno ideológico, no solamente en vistas de clarificar la doctrina, sino también con un fin más concreto, que explicaremos refiriéndonos a consideraciones desarrolladas, en un orden de ideas próximo a aquel al cual se liga el libro en cuestión, para Guénon en un artículo recientemente publicado en "Regime Fascista". Guénon ha señalado con perspicacia que uno de los medios más eficaces utilizados por las fuerzas oscuras que actúan en nuestra época para paralizar o limitar las reacciones de los que ven el carácter anormal y el desorden de una época como esta consiste en dirigir estas reacciones hacia algunos estadios precedentes, y menos avanzados, de la desviación, estadios a los cuales el desorden no se había convertido en tan perceptible y parecía, por así decir, más aceptable. Actualmente, hay muchos que no comprenden el encadenamiento implacable de las causas y de los efectos en la historia, y sus esfuerzos, que se limitan a tal o cual dominio particular y se fijan principalmente en simples consecuencias, se encuentran limitados y neutralizados. Atraídos por formas que parecen positivas porque presentan los mismos virus, sino, por así decir, en más débiles dosis, están lejos de alcanzar el verdadero fin de la reconstrucción.

Estas consideraciones generales no significan sin embargo que aprobemos completamente el libro de Malynski y de Poncins. Su contenido es susceptible de suscitar reacciones, y vivas reacciones, y no solamente en el lector socialista o franc-masón. Sin embargo, lo más interesante y lo más útil, es precisamente analizar la reacción que ha despertado; este análisis nos obligará a profundizar numerosas ideas y a plantear alternativas de importancia capital. Es por ello que pensamos que lo mejor es presentar las ideas esenciales del libro lo más objetivamente posible, planteando también las reservas necesarias..

Se trata pues de una exposición histórica o, mejor dicho, de una interpretación de la historia tendente a comprender la inteligencia secreta que se disimula tras los acontecimiento más significativos del último siglo, su lógica, que, inaccesible para el observador superficial, se muestra, por el contrario, preciso e inexorable desde un punto de vista rigurosamente tradicional, católico y aristocrático. El período estudiado va desde la Santa Alianza a la revolución bolchevique; un siglo de historia, repleto de guerras, de revoluciones, de hundimientos sin fin entre fuerzas económicas y sociales, devastacionds de todo tipo, de las cuales es falso pensar, como se hace a menudo, que se trata de episodios « expontáneos » o que pueden explicarse mediante meros factores históricos aparentes, mientras que, para Malynski y de Poncins, pueden remitir a un verdadero “plan” y comprenderse como episodios de una lucha a muerte contra la antigua Europa jerárquica.

¿A qué se debe la iniciativa y la organización de tal plan? Para los autores del libro en cuestion, la respuesta no deja lugar a dudas : al judaismo y a la francmasonería, cuya acción se ejerce, primeramente, sobre dos frentes aparentemente opuestos, pero, en realidad, complementarios, a juzgar por sus fines últimos : el frente de la Internacional revolucionaria (liberal, social-demócrata, marxista, comunista) y el frente de la Internacional financiera o capitalista; además, por medios aún más ocultos, sobre los jefes de Estado y de gobierno, que no se han dado casi nunca cuenta de las verdaderas intenciones que sus acciones y sus decisiones debían tener.

El libro, vue lleva el subtítulo de “Judíos y franc-masones a la conquista del mundo”, ofrece, por así decir, una especie de contrapartida documentada o descriptiva a los que desearían ver en qué medida, y en virtud de qué acontecimientos, la historia reciente tiene un sorprendente similitud con los famosos “Protocolos de los Sabios de Sión”, sea o no sea auténtico este documento. A este respecto, pensamos sin embargo, que una reserva se impone, reserva que hemos comentado en varias ocasiones (1) y que remite a lo que ha escrito una personalidad conocida, cuyo sentimiento es que el hecho de dirigir la atención general únicamente a los judíos y a los franc-masones, casi como una idea fija, y presentarlos como los únicos responsables de todo tipo de cosas, podría ocultar una trampa y no ser más que una táctica par desviar las miradas de un punto de vista más completo y disimular la verdadera naturaleza de las influencias destructoras en cuestión. Estamos muy lejos de negar hechos precisos y muy conocidos por los lectores deesta revista e incluso contestar el papel que han jugado los judíos en la subversión moderna y en todas las revoluciones, hasta su tutela sobre el aparato dirigente del Estado soviético y de los centros vitales de la Sociedad de Naciones. Pero, para nosotros el problema no es este: la cuestión es saber en qué medida los judíos, su instinto, su resentimiento contra el cristianismo, su organización internacional secreta, han sido ellos mismos instrumentos obedientes de influencias aún más profundas y que deliberadamente llamaremos “demoníacas”. Este sentimiento, que se refuerza si no nos detenemos en los efectos, sino que se remonta, incluso parcialmente, al encadenamiento de causas, como lo hace la exposición socio-histórica de Malynski y de Poncins, aumenta aún si se va aún más lejos y se refiere a fenómenos culturales sin los cuales la acción antitradicional que se ha ejercido a partir de principios del siuglo XIX no sería concebible, fenómenos que entran, incluso aún más rigurosamente, en el “plan”, pero del que es poco probable que puedan explicarse mediante influencias judías y masónicas, ya que, el preciso reconocer, que los elementos más determinantes de estos fenómenos han sido la Reforma, el Renacimiento y el Humanismo (2).

Pero volvamos a la exposición del libro, que explica primeramente los dos resultados de la lucha subterránea y silenciosa que ha comenzado con la Revolución Francesa y se ha transformado en una especie de asedio a Europa, en la cual los sitiadores sabían perfectamente lo que hacían, mientras que los sitiados no se daban cuenta de lo que pasaba.

“El primer resultado ha sido la conversión de la sexta parte del globo habitado en un foco revolucionario impregnado de franc-masonería y de judaísmo, donde la infección, recubierta de ideas liberales, nobles y generosas, maduró y tomó conciencia de las fuerzas que organizó con toda seguridad en vistas de la segunda parte del programa. La segunda ha sido la transformación del resto del planeta en un medio desarticulado y dividido interiormente, por irascibles rivalidades y odios provincianos. La ha vuelto incapaz de toda iniciativa de orden ofensivo e incluso defensivo contra un enemigo cuyas fuerzas y audacia han crecido considerablemente (...)".

La Santa Alianza fue el último gran intento de defensa europea. “La superioridad de Metternich sobre todos los hombre de Estado de su siglo –por no hablar del nuestro- consiste precisamente en que veía la unidad, la síntesis del mar del porvenir”. Intenta agrupar a todas las fuerzas opuestas a la revolución en un solo y mismo frente de resistencia transeuropeo, sin distinción de nacionalidad. Era una idea nueva y creadora, que podía resumirse con estas palabras : « A partir de ahora en Europa sin enemigos a la derecha », y cuyo corolario era: “todo lo que está a la izquierda, o solamente fuera de la derecha integral, es el enemigo”. Era el “Todos para uno y uno para todos » de los reyes que debían considerarse como padres respecto a sus pueblos y como hermanos unos a los otros ; esta Sociedad de Naciones de la Derecha, la verdadera Internacional Blanca, la contrapartida imperial y real anticipada del sueño democrático de Wilson –y, como los autores señalaban con razón, sobre este terreno, la visión supranacional de Metternich no ha encontrado su contrapartida, invertida natujralmente, más que en la de Lenin, y no en la de algunos conservadores contemporáneos. En lo que nos afecta, pensamos vue es muy oportuno hacer algunas precisiones sobre el aspecto interno de la defensa europea de la Santa Alianza, muy a menudo rechazada por razones históricas contingentes y por esta palabra cómoda que da miedo: “Reacción”.

La Santa Alianza fracasa por dos razones. Primeramente, a causa de la ausencia de un punto de referencia espiritual absoluto. “Desde finales del siglo XV, no ha existido unidad espiritual en Europa, sino un conjunto de diversidades con base confesional o ideológica”. La Santa Alianza reafirma con precisión el principio de autoridad. “Para que la autoridad repose sobre algo sólido, es preciso que repose sobre el derecho divino. No hay más que esto para asegurar solidez y permanencia, como Dios mismo”. “Decir que la autoridad es necesaria para el orden, es no tener razón más que a medias. Es preciso que la autoridad repose sobre algo inmutable y universal, no solo lo que es verdadero hoy, error mañana (la democracia), verdad aquí, error allá (los nacionalismos) (3). Además, habrá necesariamente conflicto entre la verdad de hoy y la de mañana, entre la verdad de aquí y la de allá. En este caso, por paradójico que esto parezca, más fuertes serán las autoridades locales y temporales, más convencidas serán sus verdades respectivas y la más grande será la anarquía universal”. Para hacer de la Santa Alianza una cosa viviente, lo que era necesario, era volver, no a la mentalidad del siglo XVIII, ni a la del XVII, o del XVI, sino al espíritu de las Cruzadas : « Un sólo frente de la cristiandad presidida por su jefe, un solo bloque erizado de lanzas, en formación de combate y vuelto contra el infiel, que es uno, aunque aparezca por todas partes y que, como los insector tropicales, sepa tomar el color específico de las horas por las que se arrastra o de los medios en los que se encuentra”. La debilidad de la Restauración fue no ser más que una contra-revolución (4); no solo la reintegración de la idea viviente del Sacro Imperio, sino algo que era a este lo que la Sociedad de Naciones, “una demagogia de demagogos, una incoherencia de incoherentes”, será a la Santa Alianza.

La segunda causa del fracaso de la reacción fue que el frente único europeo contra el retorno de las revoluciones no existía más que sobre el papel: en 1830, ya no se trata del derecho, o más bien del deber de intervención. “Si la solidaridad de los reyes, mientras que eran aún dueños de la situación, había sido parecida a la solidaridad de los judios que debían derribarlos, (...) es bastante probable que no habiera existido, tras 1815, liquidado por 1815, el año 1848, ni que después, todo se encadenara, el año 1866, luego el año 1870, y finalmente, los años 1914 y 1917, seguidos por el marasmo mortal en el cual nos agitamos para mayor gloria del triángulo masónico y del mismo Israel” (5).

Es aquí donde aparece claramente el carácter radical del punto de vista del libro, confirmado por la acusación neta y valiente contra el nuevo principio de 1830: cuando la fórmula “por la gracia de Dios” es reemplazada “por la voluntad nacional”, ya no es la monarquía, “sino la república travestida en monarquía”. “Una vez la tesis de la voluntad del pueblo origen del poder admitido, no hay más abismo a franquear para alcanzar teóricamente hasta el bolchevismo; nada más que un desarrollo lógico y progresivo de la doctrina. Es entre "por la gracia de Dios" y "por la voluntad nacional" que se encuentra el abismo y es a partir de aquí que se entra en el plano inclinado: toda la historia del siglo XIX es la demostración. Este abismo, Francia ha sido la primera sobre el continente, si no contamos a Suiza, en franquarla, por segunda vez, en 1830”. Sin embargo, los autores tienen cuidado en añadir que, para ellos, el gobierno de derecho divino no es ningún sinónimo de arbitrario o absolutista, ya que está guiado y limitado por las leyes supranacionales de la moral cristiana, mientras que la llamada voluntad nacional, es decir, democrática, no tiene cuentas que rendir a nadie y no está subordinada a ningún verdadero principios, si no a los príncipes contingentes de la materia. Nos parece que es este un punto que también conviene reflexionar más de lo que generalmente se hace en razón de los prejuicios.

La revolución francesa de 1830 asesta un golpe fatal al frente de la reacción y es con los movimientos de 1848 que debía empezar la gran ascensión política, social y económica del pueblo judío y de la francmasonería. El pretendido debilitamiento de los pueblos y de los hombres no hizo más que abrir la vía a la dominación oculta de una finanza que extraía un poder acrecentado de las guerras y de las revueltas. Un solo Estado, según los autores, no estaba aún contaminado en esta época: Rusia, la Rusia irreductiblemente antisemita, antiliberal, teocrática. Es aquí donde se realiza la primera acción táctica del complot internacional. La revolucion mundial democrática se sirve de Napoleón III, que se hace campeón de los « Inmortales principios » y se entiende con una Inglaterra ya minada por una francmasonería y medios radical-liberales en connivencia con el movimiento del 48 para atacar a Rusia. No hay aún materia para un conflicto serio entre Francia y Rusia, pero hay mucho entre la revolución francesa y el zarismo, y la guerra de Crimea fue la liquidación definitiva del pacto europeo de la Santa Alianza y la humillación de Rusia. “Acontecimiento y síntoma hasta entonces inédito en la historia, esta guerra ha sido una guerra para la democracia, (...) donde dos monarquías aparecían por vez primera sobre la escena de la historia, en calidad de campeones mercenarios de la Revolución general que desbordaba los marcos aparentemente nacionales de la Revolución Francesa ".

Rusia momentáneamente abatida, concentra todos los esfuerzos sobre la nación que estaba en las antípocas de la idea revolucionaria, el antiguo régimen de naturaleza feudal, el ideas de una unidad católica en la diversidad nacional y étnica, y, por tanto, el reflejo del Sacro Imperio Romano: Austria. Se trata de un punto muy delicado, ya que está indirectamente ligado a la cuestión de la unificación de Italia e impone una distinción muy neta entre las condiciones indispensables de esta unificación y las ideologías, a menudo sospechosas, de origen, no italiano, sino principalmente jacobino, o incluso masónico, que le han favorecido directamente. Son precisamente estas ideologías, tanto como, hasta estos últimos años, el liberalismo, la democracia y el parlamentarismo, que habrían entregado Italia al socialismo, si la contra-revolución fascista no hubiera aparecido en escena. Pero Malynski y de Poncins no hablan casi de esto, se interesan sobre todo en las influencias de las que Napoleón III ha sido el juguete por segunda vez, y, finalmente, al nuevo episodio subterráneo contra los vestigios de la tradición aristocrático-católica europea. Este nuevo episodio es el conflicto austro-alemán. Pero no es Francia quien sirvió de instrumento, sino Prusia.

Las diversas consideraciones que se han expuesto en esta parte del libro tienden a mostrar en que la transformación del capitalismo, indirectamente favorecido por la idea nacionalista y militarista, debía progresivamente permitir a la influencia oculta judía extenderse en Prusia, luego en Alemania. Bismarck es descrito como “un gran prusiano, sino como un pequeño europeo". "Era (...) un monárquico ferviente. Pero su monarquismo era estrictamente prusiano y debía convertirse en alemán cuando Prusia misma se convertiría en Alemania; no debía jamás ser europeo como había sido Metternich". Contrariamente a él, "Bismarck no debía ver (...) dos frentes internacionales (...). "No discernía más vue el beneficio inmediato de Prusia, incluso si era a costa de todos, de Austria e incluso del catolicismo (6). Tampoco advertía que debilitar en los otros el sistema que se defendía, era condenarse a verse atacado más tarde en su propia casa. Con él se afirma un método peligroso consistente en « no remontarse a la corriente impresa en la historia por las fuerzas subversivas, sino seguir, intentando utilizarla para asegurar las ambiciones inmediatas de su propio país y de los suyos". Por otra parte, la burocracia del Estado alemán debía, poco a poco, hacer peligrar las tradiciones aristocráticas e imperiales que había conservado y crear un mecanismo virtual abierto al ascenso de las fuerzas que actuaban tras el capitalismo.

No solamente Prusia fue artífice de un nuevo debilitamiento de Austria, sino que, atacando a Napoleón III, instrumento que se abandonó a su suerte tras haberse servido de él, debía contribuir a la primera revolución proletaria europea, la Comuna de París. Con ella, el Cuarto Estado celebra por primera vez su advenimiento. Hecho significativo, Marx y Lenin, aún reppudiendo con ostentación todo compromiso con las revoluciones burguesas, republicanas y democráticas del tipo 1789 y 1848, proclamaban su filiación directa respecto a la Comuna parisina. “Ha sido el primer campanaso de lo que debía ser la revolución bolchevique”. Aquí también, solo los ingenuos podían pensar que fue un movimiento expontáneo ; se trata, por el contrario del primer fruto de un suelo abonado en buen momento, que señala el inicio de una nueva fase: “La revolución mundial (…), muy estratégicamente , se ha dividido en dos ejércitos teniendo cada uno un objetivo diferente. La misión de uno –el que se reclama ostensiblemente de la revolución francesa y de 1848 y pretende ser la barrera de la otra, con sus inmortales principios- excita en las naciones cristianas, hasta la histeria, sus antagonismos nacionalistas. Al mismo tiempo, debe envenenar en el nombre de la democracia, las viejas animosidades entre grupos e individuos de la misma nación. La misión de la otra -la que comunica en el Manifiesto Comunista- es unificar y concentrar en un solo bloque homogéneo y compacto, en torno al núcleo judío, a todas las fuerzas militantes de la subversión. Estas fuerzas facilitarán batallones de asalto destinados a reforzar el frente adverso previamente dividido, tanto horizontalmente mediante los nacionalismos, como verticalmente, no solo mediante el mito marxista de la lucha de clases, sino también a través de la democracia de todas las tendencias". Tras la Comuna, la llama revolucionaria vuelve bajo tierra, donde incuba durante cuarenta años, con apenas bruscas y violentas llamaradas locales, aquí y allí. Se despierta y se expande en el mundo entero con el drama de 1914, preludio de los trastornos irreversibles.

No podemos tampoco resumir aquí las notas de los autores sobre la preparación de la guerra mundial por el capitalismo y la industria maniobrada mediante la finanza internacional más o menos judaizada. Nos limitaremos a indicar la interpretación del significado general de la conflagración europea, de sus fines secretos y de sus resultados.

Malynski y de Poncins afirman que "La guerra mundial ha sido el duelo de la revolución contra la contra-revolución". La revolución no deseaba en absoluto devolver Alsacia-Lorena a Francia, el Trentino a Italia o gratificar a Inglaterra con un cierto número de colonias de más. Los cambios de fronteras políticas no podían favorecerla en nada. "Su gran meta al término de 5 años (7) de destrucciones sin precedentes, era hacer desaparecer las últimas bastillas que constituían una amenaza para la seguridad del progreso democrático, como declaró más tarde el presidente Wilson"; "la causa de la guerra fue el deseo de cambiar la estructura interna de la Sociedad en general y de hacer avanzar a grandes zancadas el progreso de la subversión mundial". Los autores intentan demostrar esta idea a través de detalles del conflicto. Por ejemplo, habría una desproporción manifiesta entre las causas y los efectos de la intervención americana. Wilson, « criatura del capitalismo judío", tolera hasta abril de 1917 el aprovisionamiento de ambos beligerantes por la industria americana, y no es más que a partir de esta fecha cuando toda la prensa americana se desencadena contra Alemania. Los aspectos ocultos de este asunto, según los autores, son los siguientes: hasta esta fecha, era preciso ayudar a la monarquía de derecho divino alemán a aplastar a Rusia. A partir de abril de 1817, habiendo sido alcanzado este fin por la revolución sostenida secretamente por la democracia inglesa y el oro judío americano, eran sobre todo las grandes democracias occidentales, las que era preciso ayudar a aplastar a los Imperios Centrales de derecho divino. Es la misma lógica que habría sido también utilizada en 1917, con la paz propuesta al emperador de Austria, el rey católico Alfonso III y el papa Benedicto XV, una paz que, según algunos autores, habría sido ventajosa para todos, pero que habría preservado a los Imperios y habría podido permitir a Rusia, que no era aún bolchevique, revelarse. A las consideraciones dictadas por el realismo se opone un radicalismo irracional (8), que quería llevar la guerra hasta el final, es decir hasta la realización de sus fines verdaderos : la revolución y la transformación de Alemania en un república judaizada ; « la demolición del Imperio feudal de los Habsburgo y su reemplazo por una patulea de repúblicas radocales y económicamente inviables, que el comunismo intenta inmediatamente dominar (9) ; la putrefacción judaica del imperio medieval asiático de los Zares y su transformación en una gran fábrica microbios para la futura revolución judía mundial”; la creación del “mayor número posible de nacionalidades soberanas" en las fronteras trazadas de manera que "sus intereses e incluso, en muchos casos, sus necesidades vitales, fueran totalmente inconciliables"; la institución de una asamblea platónica, sin poder ejecutivo, que no correspondía a ningún verdadero interés verdadero; celosos guardianes de un orden y de una paz que no son más que « verdaderos comprimidos de guerra futura”; el crecimiento prodigioso del entendimiento universal para el mayor beneficio de la judería internacional y de la ubicuidad capitalista.

Todo esto es realizado con la conferencia de París. Obra de ingenuos e irresponsables, espíritus irreflexivos, impulsivos, incompetentes, vistos desde el exterior; obra muy inteligente, estudiada hasta en sus menores detalles, si miramos bajo el ángulo del plano de destrucción de la tradición europea; “obra de arquitectos que sabían perfectamente lo que construían y que trabajaban bajo la inspiración del Gran Arquitecto del Universo, el más alto dignatario de las logias masónicas”. Paradójicamente hasta estos últimos años, podemos percibir hoy todo lo que estos juicios contenían de auténtico, a pesar del radicalismo de sus palabras.

De Poncins es también autor de una reciente monografía titulada "La Sociedad de Naciones, Super-Estado masónico". Las influencias judías que han sostenido al bolchevismo, la manumisión del judaismo sobre los puestos clave del Estado soviético actual son cosas suficientemente conocidas por todos los lectores de “Vita Italiana”, que ha revelado a este respecto hechos y estadísticas irrefutables, que no es necesaria referirse a lo que el libro ha dicho a este respecto. Más interesante es la llamada de atención hecha por los autores sobre los dos elementos muy ditintos que se ponen en marcha en el bolchevismo. El primero, plenamente consciente de las verdaderas finalidades, sería el elemento judío o el agente del capitalismo judío (como Trotski). El fin de estas fuerzas es transformar la humanidad en una especie de sociedad anómima mediante acciones iguales, donde el trabajo es un deber universal e Israel, con algunos hombres de paja, es el dirigente, el beneficiario, el consejo dictatorial de administración. El lector puede constatar que este punto de vista es el mismo que el de Mussolini, que, en su reciente discurso de Milán, ha descrito el bolchevismo como la exacerbación del capitalismo y no como su antítesis. El segundo elemento, son los « puros », los ascetas de la idea, como Lenin que no era judío (10). Son los soñadores, los ingenuos, los que verdaderamente han creído y creen trabajar para el bien del proletariado y el comunismo, que es transformado en un capitalismo de Estado exacerbado. Para estos, el comunismo era una creencia y un fin, mientras que, para aquellos, era, por el contrario, un medio. "De todos los renovadores de la humanidad, para bien o para mal, Lenin ha sido probablemente el menos enterado de la finalidad de lo que el realizaba". Su error, específicamente materialista y darwinista, ha sido dividir el género humano en dos especies en conflicto: los ricos explotadores y los pobres explotados. El único motivo de esta separación y de esta lucha reside pues en el vientre y no hay lugar para el Espíritu, como tampoco para un a inspiración divina o satánica. Es justamente en este terreno sobre el que se desarrolla la « guerra oculta »: se trata de un combate de espíritu contra espíritu.

Los autores abordan un punto que nos parece fundamental en cuanto hablan de la fe, a su manera religiosa, de los medios subversivos dirigentes, que no es, “como muchos de nuestros contemporáneos imaginan con ligereza, lo accesorio de la política o de la economía. Era y es precisamente lo esencial de la subversión mundial, y es la política, la economía o el interés nacional (11), según las oportunidades variables, que son lo accesorio". El hecho es que hay hombres capaces de inmolarse por amor desinteresado del mal, sin esperar nada, con el sentimiento de un siniestro deber impersonal, de una misión. "Existe una corriente satanista en la historia, paralela a la del cristianismo y, de forma desinteresada como él, en lucha perpetua con él". Para nosotros, esta consideración no es en absoluto una fantasía teológica, sino algo muy real. Diríamos incluso que es aquí en donde está el punto de referencia, mucho más elevado y profundo que los del antisemitirmo ordinario y unilateral; y no sabríamos decidir cual de los dos elementos separados precisamente en el bolchevismo está más directamente ligado a la verdadera inteligencia de la revolución mundial y al plano de la destrucción anti-tradicional; si es el asceta comunista o el judío enmascarado. Sea como fuere, aquí también, estamos de acuerdo con los autores, los bolcheviques pasan y cargan, pero el plano inicial permanece, inmutable y su ejecución, impecable, progresiva, es independiente de su existencia efímera.

Solo, hasta el presente, Rusia ha llegado al cero absoluto por debajo del cual ya no hay nada. También es el único país en la historia donde la revolución permanece estacionaria y no se extiende en profundidad, sino solamente en amplitud. El Pueblo cree que es el sujeto, mientras que es el objeto. En realidad, cuando el bolchevismo sea perfecto, "no se ocupará de lo que piensa el pueblo, como no nos ocupamos de lo que podrían tener en la cabeza los corderos y los bueyes, ya que sabemos que algunas piezas de artillería bastarían para exterminarlos sin el menor peligro para nosotros" (12).

Es así que una nueva época de la historia del mundo empieza. “Se ha visto donde empieza la crisis de la jerarquía humana, cuando se empieza a distanciarse de Cristo: en el Renacimiento. Se ha visto a los príncipes y a los reyes distanciarse del papa y del Emperador: en la Reforma. Se ha visto a la burguesía cuando se emancipa de la nobleza, reyes y príncipes que constituyen las cimas: en la Revolución Francesa. Se ha visto al pueblo cuando se superar el plano de la burguesía: 1848-1917. No se ven más que la lid guiada por el judío, cuando se ha superado a las masas: 1917". Es aquí en donde “empieza la era de las finalidades apocalípticas”.

Estas son las últimas palabras del libro. Palabras que hacen pensar en un “continuará », como en los folletines, interrumpiendo la narración en el momento más emocionante. Pero los autores podrían replicarnos que los que verdaderamente estén interesados en conocer la continuación, no tendrán que esperar necesariamente a “esperar al próximo número”, si son soluciones absolutas las que quieren. Sea como fuere, es evidente que el libro está, de alguna manera, truncado. Aunque fue publicado en 1936, termina como habría podido acabar en 1918 o 1919. El estudio de toda la agitación contra-revolucionaria posterior y de los diversos movimientos reconstructores, a menudo netamente opuestos a la Sociedad de Naciones y al bolchevismo, que tienen naturalmente al fascismo como ariete, no se ha siquiera perfilado. ¿Sería por que los autores han considerado que este estudio era muy delicado o porque no veían claramente en qué dirección numerosos movimiento en marcha se comprometerán definitivamente, si se orientaron, no hacia simples sistemas de organización y de disciplina social, económica o nacional, sino hacia un orden verdaderamente aristocrático y tradicional?

De todas formas, pensamos no equivocarnos al decir que se trata de un libro extremista, que vale la pena leer, porque presenta la historia bajo un aspecto insólito y abre amplios horizontes a una meditación provechosa, a pesar de cierto carácter unilateral y de una simplificación excesiva. Es preciso no olvidar que fue publicado en Franciam, es decir en un medio en el que cualquiera que aspire a defender hasta el final y sin atenuación la herencia espiritual de la antigua Europa aristocrática y católica no estaría en condiciones de optimista ni conciliador. Pero si este libro hubiera concluido con un estudio de la contra-revolución contemporánea, los autores hubiera cubierto un rol aún más útil y estarían de acuerdo con los que no se limitan a constatar la decadencia moderna, sino que están dispuestos a consagrar todos sus esfuerzos para remediarla.

Julius EVOLA

(1) Cf. Nuestro opúsculo "Tre Aspetti del problema ebraico" (Mediterranee, Roma, 1936) y nuestro ensayo "Sulle ragioni dell'antisemitismo" ("Las causas del antisemitismo"), en Vita Nova, mayo, junio, agosto, 1833 y en esta revista (noviembre de 1932), nuestro ensayo sobre "L'Internazionale ebraica" ("La internacional judía").

(2) Conviene sin embargo subrayar que Lutero estuvo durante largo tiempo bajo la influencia de los medios judíos que, cuando finalmente lo percibió y escribió « Los judíos y sus mentiras », era demasiado tarde, el mal ya estaba hecho; que Calvino conocido en Francia bajo el nombre de Cauvin (Cohen), era de origen judío, como debía reconocerlo la vanidad de la B’nai B¡rith durante su convención de París en 1936 ; que el calvinismo influyó mucho al anglicanismo y, más allá, en la historia y las instituciones de los EEUU (el americanismo es un “espíritu judío destilado” - Werner Sombart); que cuando Enrique VIII trató de encontrar argumentos bíblicos para solicitar al papa que anulara su matrimonio, es al teólogo cabalista Georgi y a los rabinos venecianos a los que se dirigió por medio de su agente, Richard Croke; que el humanista Reuchlin (1455-1522), el principal precursor de la Reforme, estudia hebreo y cábala bajo la dirección del médico judío de Federico III, Jehiel Loans, y más tarde del rabino Obadia Ben Jacob Sforno. Por regla general, la Reforma puede ser considerada como una de las culminaciones del humanismo, el cual debía mucho a las doctrinas gnósticas y cabalísticas. (N.D.T.)

(3) En el original: "no sobre lo que es verdad hoy y error mañana (los nacionalismos)”.

(4) Conforme a lo que anuncia al principio de este artículo, Evola da « las ideas esenciales del libro más objetivamente posible, expresando las necesarias reservas”. Mientras que para Poncins, "la Restauración, y tal es su debilidad, no ha sido, hablando con propiedad, una contra-revolución (...)", Evola, parafraseando al autor francés, escribe: "la debilidad de la Restauración ha sido no ser más que una contra-revolución ("La debolezza della restaurazione fu di esser solo una contro-rivoluzione").

(5) En el original: "y de la estrella de Israel".

(6) En el original: "no discernía más que el beneficio inmediato que podía extraer la Prusia monárquica, al convertirse en el instrumento de la ubicuidad capitalista incluso si era a costa de la idea monárquica en general”.

(7) En el original : «cuatro años».

(8) Por "radicalismo", Evola entiende aquí la doctrina política y filosófica surgida de las doctrinas de las Luces y las ideas de la Revolución de 1789, segùn la cual la política es la prolongación de la moral y el individuo es capaz, en la vida pública como en la vida privada, de dominar su destino, se haya hecho buen uso de su libertad. (N.D.T.)

(9) En el original: "lo que debía fatalmente ponerlos a merced del judío".

(10) Su abuelo era judío (NDT)

(11) En el origianl : « étnica".

(12) En el original: "para exterminar sin el menor peligro para nuestras personas, todas las fieras reunidas".

 

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