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Notas sobre el III Reich 02). Nacional Socialismo y Revolución Conservadora

Notas sobre el III Reich 02). Nacional Socialismo y Revolución Conservadora

Biblioteca Evoliana.-Paralelamente a la irrupción del nacional-socialismo se había producido la aparición de un equipo de intelectuales que formaron parte de lo que se llamó "la revolución conservadora". Evola se sentía mucho más cerca de esta tendencia que del espíritu del partido nacional-socialista. De hecho, en el primer capítulo de "Los Hombres y las Ruinas", sostiene que la definición más exacta del "tradicionalismo político" es el que dió la "revolución conservadora", un movimiento de retorno -una "revolución"-  a los orígenes. En este segundo capítulo de "Notas Sobre el Tercer Reich", Evola aborda estos aspectos además de un análisis histórico del ascenso del NSDAP al poder.

 

CAPITULO II

NACIONAL SOCIALISMO
Y REVOLUCION CONSERVADORA

 

Tal era el marco global presentado por la Alemania anti‑marxista y no democrática antes de la aparición del partido nacional‑ socialista. Si, entre estas diferentes corrientes, hubiese existido un acuerdo y, sobre todo, si hubiera habido entre ellos, hombres poseedores de la talla de un jefe, a la altura de la situación una "revolución conservadora" habría sido posible tras el entierro de la República de Weimar y la liquidación de la social‑democracia.

Pero las cosas tomaron otro giro. La acción directa de Hitler sobre las masas ganó cada vez más terreno y tras las elecciones de 1930, encuentra a su disposición un partido y una reprentación parlamentaria (107 escaños del Reichtang) que estaba obligados a tener en cuenta.

Fue entonces cuando se realizó una coyuntura que, en cierta medida, debía ser fatal. La conquista progresiva del poder por Hitler tuvo lugar en el marco de una perfecta legalidad, sin que fuera preciso no siquiera el equivalente a una marcha sobre Roma como en el fascismo. Las fuerzas de derecha que tenían aún sólidas posiciones, estimaron que la mejor solución era la de una coalición con la intención, sin embargo, de servirse de alguna manera del nacional‑socialismo, el cual, a su vez, reconocía en la época no poder ir más lejos sin una entente con los nacional‑ alemanes y el Centro. Fue pues Hindemburg quien ofreció, a proposición de von Papen ‑también representante de la Derecha‑ la cancillería a Hitler, el mismo Papen sería nombrado vice‑ canciller. Hombres como Seldte, Düsterberg, von Neurath von Schwrerin‑Krosigk, von Blomberg y otros representantes de la derecha figuraron como ministros del Reich en el primer gabinete, se estimaba que era necesario mantener a Hitler en su lugar. Por otra parte, los desarrollos principales que debían precipitar la situación y dar nacimiento a un Reich nazi totalitario sobrevinieron cuando Hindenburg aún a la cabeza del estado, es decir, con su adhesión y sanción, dió el visto bueno. El hecho es que la concentración nacional de las fuerzas, la eliminación de la subversión y del informe parlamentarismo democrático, parecían, a los hombres de derecha igualmente, tareas fundamentales; es por ello que dejaron libre el campo a Hitler.

El primer paso fue franqueado en febrero de 1933. Con ocasión del incendio del Reichtang (acontecimiento sobre el cual jamás se ha conocido toda la verdad, pero que, en la época, fue atribuido a un comunista), un "Derecho para la protección de la nación y del Estado" fue promulgado, decreto esencialmente dirigido contra los comunistas; comportaba también la suspensión de ciertos artículos de la Constitución. El decreto, firmado por Hindemburg tenía un carácter legal. La acción concreta contra los comunistas no tuvo este carácter, en la medida en que no fue realizada solo por la policía, sino también por las S.A. y las S.S. hitlerianas por propia inicitativa, lo que dió lugar a excesos. Pero si ahora debemos formular un juicio desde el punto de vista general de la Derecha, deberíamos decir que en todo estado digno de este nombre medidas de este género se imponen en ciertas coyunturas. Es precisamente por que nada de este tipo fue hecho, para mayor gloria de la sacrosanta democracia, que en Italia, tras la segunda guerra mundial, el cáncer representado por el comunismo y sus compañeros de viaje ha tomado una amplitud alarmante y ha plantado sólidas raices hasta el punto de que su extirpación aparece como poco probable sin una verdadera guerra civil. Puede notarse, por el contrario, que la República Federal Alemana, tras la guerra (la de Bonn), ha dado muestras de clarividencia y espíritu de decisión: desde el punto de vista de la democracia misma, de una democracia mejor comprendida, ha prohibido el partido comunista.

tras la disolución del Reichtang, nuevas elecciones fueron fijadas y, desde la segunda sesión del parlamento, la aprobación del ERMACHTIGUNSGESETZ, de una ley que confería plenos poderes a Hitler y a su gobierno a costa de la "representación popular" en el sentido demo‑liberal del término, fue pedida. La ley se probó con 441 votos favorables contra 94 en contra, y es preciso hacer constar que estaban presentes en el Reichtang, además de los diputados nacional‑socialistas, los de diferentes partidos de centro y derecha; faltaron solo los comunistas y, de manera parcial, los socialistas, pero aun cuando estos hubieran estado presentes habría existido siempre la mayoría requerida de dos tercios contra ellos, para aprobar la ley:

Gracias a esto, Hitler tuvo las manos libres para iniciar la realización de sus programas. Hindemburg seguía siendo Jefe del Estado, se asiste a la disolución de los diferentes partidos en el marco de la GLEICHSCHALTUNG, es decir, de un alineamiento general que habría debido significar la unificación. Finalmente, el 14 de Julio de 1933, un decreto puso fin completamente al régimen de los partidos, prohibiendo la pertenencia a cualquier partido que no fuera el nacional‑socialista. El sistema de "partido único" concebido como la fuerza política portadora y organizadora del Reich era pues puesto en marcha.

Ya hemos expresado nuestra opinión sobre este sistema hablando del fascismo. En el caso de Alemania es preciso señalar, además, que el fin del parlamento y de los partidos no tuvo en contrapartida, como en Italia, la constitución de una Cámara Corporativa u otro organismo análogo. Solo las personas y las administraciones privadas representaban eventualmente otras orientaciones, la última instancia estaba siempre sin embargo encarnada por Hitler, sin que hubiera un verdadero órgano consultivo sobre el plano institucional. La idea según la cual el reichtang, en el porvenir, sería convertido en la expresión de varias corrientes en el interior del partido fue siempre incumplida. En el Tercer Reich, ciertamente, existieron tensiones que a veces hicieron que su sinergía y su unidad parecieran milagrosas, pero quedaron limitadas a las altas esferas del partido. Fueron las existentes entre Göering y Goebels, entre Ribbentrop y Himmler, entre Ley y algunos representantes de la gran industria, por ejemplo, por no hablar de la tensión entre la REICHSWEHR y las S.A., tensión suprimida en un primer tiempo de forma dramática y draconiana, como veremos más adelante.

En cuanto a la ley confiriendo los plenos poderes, quedó en vigor el fin en lugar de los cuatro años reclamados por Hitler para la "reconstrucción nacional". Incluso sin adheririnos al fetichismo del "Estado de Derecho" de inspiración liberal, se debe ver en esto un exceso; no puede perpetuarse y, en suma, no puede institucionalizarse lo que no puede ser legítimo más en situaciones particulares. Lazos éticos, necesariamente indeterminados y elásticos, de la responsabilidad directa de un lado (en la cumbre), de la confianza y de la fidelidad del otro, no pueden suplir a la legislación positiva que, incluso en un Estado autoritario de Derecha, debe ser contemplada a fin de prevenir el arbitrio "dictatorial". La presencia simultánea de una autoridad supra‑ordenada, al menos la que encarnaba Hindemburg, parecía ser una condición indispensable.

Una iniciativa tomada por Hitler durante el período en que Hindemburg era aún jefe del estado tuvo un carácter anti‑ tradicional: fue la GLEICHSCHALTUNG de los LANDER, es decir, de las diversas unidades regionales que correspondía, con su autonomía y su soberanía parciales a los diferentes reinos principados y ciudades libres de la federación que componían el Segundo Reich, estando Prusia en posición dominante. Una tras otra, estas autonomías fueron abolidas, los diferentes LANDER fueron integrados en el gobierno central bajo la forma de los GALE, circunscripciones a la cabeza de las cuales habían funcionarios del gobierno central del reich y no representantes de las comunidades respectivas. Prusia fue la primera en sufrir esta suerte. Von Papen, representante de la derecha, se prestó desgraciadamente a esta maniobra. Incluso Hindemburg no encontró nada que decir a todo esto. Centralismo, pues, y nivelación. Una vez más, la coartada fue la necesidad de una organización total de todas las fuerzas en vistas del máximo de eficacia, y se la pone también de relieve el hecho de que Alemania era así, por primera vez en su historia una "nación" unificada (en el sentido del nacionalismo moderno). pero, desde nuestro punto de vista, el aspecto negativo de una iniciativa así, es claro, pues era el sistema precedente ‑una autoridad central supraordenada asociada a una articulación de unidades políticas menores gozando de cierta autonomía‑ el que tenía un carácter orgánico y cualitativo, tradicional en el sentido superior. Y, a este respecto, es precisamente Alemania quien había ofrecido, de todas las naciones europeas modernas, un ejemplo más típico.

Un episodio debe ser recordado aquí por que muestra l doble rostro del hitlerismo en este primer período: los acontecimientos del 30 de junio de 1934. Este día y precisamente durante la noche que fue llamada "de los cuchillos largos", un cierto número de personalidades fueron eliminadas gracias a los métodos expeditivos de las S.S. Entre ellos figuraban los elementos que no tenían la misma orientación política; además del ex‑canciller von Schleichen, hombres de la derecha como von Bösse, von der Decken, von Alvensleben, un secretario de von Papen, Edgar Jung. Pero el significado dado a la operación fue el siguiente: entre las SA, las camisas pardas, cuyo jefe era Ernst Rohem, se había extendido la idea de una "segunda revolución" o de un segundo momento de la revolución; se denunciaba la supervivencia, en el seno del reich de grupos "reaccionarios" que eran los de la derecha y una convivencia de Hitler con los "barones del ejército y de la industria". Era la RECHSWEHR, con sus altas jerarquías, sus relaciones con la aristocracia de los JUNKERS, a quienes se dirigían principalmente; se deseaban oponer a la REICHSWEHR, resto del antiguo régimen, para reemplazarla por un nuevo "ejército popular", un VOLKSHEER revolucionario en la pura línea nacional‑socialista (como idea, algo próxima al ejército tal como se le concibe hoy en la China maoista), y se quería suprimir al tipo "reaccionario" del oficial en beneficio del nuevo "soldado político" nacional‑socialista. El 30 de junio de 1934 esencialmente lo que se contempló fue el aplastamiento de esta corriente radical del partido y de su presunto complot. Rohem, jefe de las SA y antiguo amigo íntimo de Hitler, así como Gregor Strasser, organizador de las Camisas Pardas de Berlín, perdieron la vida. es significativo que Hindemburg, no viendo evidentemente más que este aspecto de la acción draconiana de Hitler ‑acción favorable a la clase que representaba y que fue seguida por el desarme de las SA‑ no dudó en agradecer a Hitler mismo, su intervención "valiente contra los traidores" que habían intentado poner en peligro la unidad del reich. Göering igualmente recibió un mensaje de Hindemburg, redactado en términos análogos.

Fue con la muerte de Hindemburg (2 de Agosto de 1934) que los acontecimientos se precipitaron y como se llegó al cambio institucional y a la instauración de un puro FUHRER‑STAAT (Estado del Führer) totalitario. Hitler reclama para sí y reune en su persona los cargos de presidente del Reich (el que había asumido Hindemburg) y la carga que ya tenía de canciller, aún permaneciendo como jefe supremo del partido nacional‑socialista. pero aquí también la sanción democrática no falta. Un plebiscito nacional aprueba el cambio con una mayoría del 90% de los sufragios (mayoría que no puiede ser explicada solo por la coacción ‑no pudo ser así por que el porcentaje no fue muy diferente en las regiones y ciudades aún bajo control extranjero‑ sino que fue debido, más bien, a un espectacular aparato de propaganda). Entre otros cargos, Hitler se convirtió igualmente en comandante en jefe de las fuerzas armadas y le fue consecuentemente prestado juramento de "obediencia incondicional", juramento que, teniendo todo el peso que le daba la tradición, debía representar luego una pesada hipoteca.

El Tercer Reich es pues presentado bajo la forma de una dictadura popular, el poder estaba en manos de un solo individuo privado de toda legitimidad superior, extrayendo solamente del VOLK y de su consenso el origen de su poder. Tal es la esencia del FUHRERPRINZIP. Con él, se habría querido volver a una tradición del tiempo de los germanos, estableciendo la relación entre el jefe y quienes la siguen mediante un lazo de fidelidad. Pero se olvidaba  en primer luagr que este lazo no se establecía entonces más que en caso de necesidad o en vista de objetivos militares determinados y que, al igual que la dictadura del primer período romano, el Führer (DUX o HERETIGO) no tenía un carácter permanente; en segundo lugar, por que los "partisanos" eran los diferentes jefes de los linajes, no una masa, un VOLK; en tercer lugar, por que en la antigua constitución germánica, había, fuera del jefe excepcional que podía exigir una obediencia incondicional en ciertas circunstancias ‑fuera del DUX O HERETIGO‑ el REX poseedor de una dignidad superior en razón de su origen. Todo esto, lo hemos ya recordado hablando de la "Dyarquía", que se estableció bajo el fascismo en razón de la presencia de la monarquía, dyarquía a la cual hemos atribuido un valor positivo. En cuanto a Hitler, alimentaba una aversión fundamental por la monarquía y, tal como hemos señalado, su problemática contra el Imperio de los Hausburgo fue, a menudo, de una vulgaridad inigualable. par él, solo el VOLK, del cual había tomado la cabeza y del que estimaba ser el representante directa, sin intermediario, quien debía seguirle ciegamente, era el origen de su legitimidad. Ningún otro principio existía ni era tolerado por él. Se puede hablar en justicia de una dictadura populista considerada gracias al instrumento del partido único y del mito del Volk. No solo las antiguas tradiciones germánicas, sino también el concepto de Reich y, como veremos, el de raza fueron traducidos por Hitler sobre el plano de la masa, lo que provoca su degradación y deformación. Se adivinaron, sin embargo, en este marco, instrumentos de gran eficacia. Una de las razones del éxito de Hitler, es que supo dar un valor para las masas, para el VOLK, a ideas y símbolos pertenecientes a un patrimonio alemán superior y que conservaban, a pesar de todo una cierta fuerza en el inconsciente colectivo.

Bajo esta relación es evidente que no había gran cosa de válido a recoger objetivamente, más allá de la contingencia histórica del tercer Reich. Todo gravitaba entorno a un hombre de capacidades excepcionales para captar, transportar, activar y fanatizar al pueblo; él mismo presentaba bajo más de un aspecto, los rasgos de un poseso, como si una fuerza superior actuara a través suyo concediéndole una lucidez y una lógica inhumanas en la acción, pero privándole también de todo sentido del límite. Son estos rasgos de carácter los que diferenciaban profundamente a Hitler de Mussolini, pues en este último los rasgos de una persona que mantenía el control de sí y una cierta distancia en la utilización de las situaciones se evidenciaba más claramente. Naturalmente, para un sistema que gravitaba en torno al Führer, como era el Tercer Reich, una estabilidad futura era inconcebible. Constitucionalmente, se habría podido tener solamente una especie de tribunado del pueblo. Pero en realidad, si no hubiese ocurrido el desastre militar, un vacío habría quedado tras la muerte de Hitler, existiendo la imposibilidad de hacer surgir a petición y en serie, hombres poseedores de las mismas cualidades individuales excepcionales, cualidades que, solas, le aseguraban el poder y hacían de él el centro de gravedad del sistema. El FUHRER‑STAAT habría debido dar nacimiento necesariamente a un orden diferente. Tanto como Hitler vivió y tanto como la fortuna le asistió, su fuerza galvanizadora consiguió tener ligado el todo y dar lugar a marcas increíbles hasta última hora, hasta el borde del abismo; pero el total hundimiento ideológico de Alemania tras 1945 ‑no comparable al que siguió tras su derrota en la primera guerra mundial‑ cuando esta tensión faltó, prueba como la acción magnética de masa había penetrado poco, fuera de la contrapartida de los "mitos" y de la rigurosa organización totalitaria.

Fue a partir de este momento, tras la afirmación del FUHRER‑STAAT después de la muerte de Hindemburg, que diferentes representante de la "revolución conservadora" reconocieron claramente la oposición existente entre ciertos de sus ideales y el Estado nuevo y vieron en esta una confusión o una profanación de los primeros, que marcaba una ruptura con la tradición precedente; entre ellos algunos abandonaron Alemania (tal como Hermann Rausching, antiguo presidente nazi del senado de Danzing, que atacó violentamente al Tercer Reich en 1936 en un libro publicado en el extranjero y titulado La revolución del nihilismo; otros permanecieron pero se refugiaron en el silencio o se ocuparon solo de literatura (tales como von Salomon), otros en fin, sufrieron persecuciones. Si hubo quienes ‑y en gran número‑ siguieron en la ciudadela, es por que tenían la esperanza de una rectificación progresiva y de una acentuación de todo lo que estaba más o menos ligado a sus ideas en el seno del tercer reich.

En efecto, la tradición prusiana había tenido como propio el principio consistente en no actuar POR  el pueblo, sino manteniéndolo a distancia: no A TRAVES del pueblo, siendo llevando por él tras haberlo politizado y fanatizado de forma adecuada, según el modelo típicamente jacobino. Este principio había sido también el fundamento de lo que se llamó el "socialismo prusiano", o también la "monarquía social" de los Hohenzollern. Con el FUHRER‑STAAT, con la autoridad que, al menos en la ideología, venía de la masa o de la colectividad del VOLK, y con el tandem inarticulado VOLK‑FUHRER, se encontraba en una orientación opuesta a la que había dado nacimiento a la misma Prusia y que había sido fundamental bajo el segundo Reich. En efecto, Prusia había sido creada por una dinastía teniendo como espina dorsal la nobleza, el ejército y la alta adminsitración. No la "nación", no el VOLK como elemento primario, sino al contrario al Estado más que la tierrra o un ETHNOS, representaba la base verdadera y el principio unificador. Nada de todo esto ‑al menos sobre el plano de la ideología política general‑ existió en el hitlerismo. El Estado fue concebido como una realidad secundaria, como un medio, siendo la fuerza formadora primaria, fuerza arrebatadora, el VOLK con su representante y su encarnación, el Führer. Es también por esto que algunos han podido revelar con razón una diferencia entre la doctrina nacional‑socialista y la del fascismo italiano; pues esta, a pesar de la ausencia de un antecedente comparable, siguió de lejos a la tradición prusiana, pues acordaba ‑como hemos visto‑ la primacía al Estado y no a la "nación" y al "pueblo". Para algunos autores nazis, cuya pretensión no tenía parangón más que con su ignorancia de la misma historia de su país., este aspecto del fascismo habría sido un rasgo "romano", ajeno a la "naturaleza alemana". De donde, aquí también, derivará el ataque contra las estructuras estéticas supranacionales, tal como la que había representado el Imperio de los Hausburgo. EIN REICH, EIN VOLK, EIN FUHRER ‑un solo pueblo, unificado en un solo Reich, que sigue su Führer ésta fue la consigna fundamental de este sistema. Una consigna que, en su obstinación ciega para reagrupar a todos los alemanes habitantes fuera de las fronteras del estado, debía llevar a la aventura cuya conclusión fue la catástrofe, tras el breve espejismo de la GROSS DEUTSCHLAND; una consigna, en fin, destinada a entrar en contradicción consigo misma, como cuando el Tercer Reich ‑en razón de un renacimiento más o menos pangermanista y hegemonista y de la teoría expansionista del "espacio vital"‑ reafirma su poder sobre los terrritorios situados más allá de los límites de este DETSCHIUM, de esta "germanidad" étnica en el interior de la cual, en teoría, habría debido existir.

Observando retrospectivamente este período, un escritor que había formado parte de la Brigada Ehrhardt, implicado luego en el asesinato de Rathenau, Ernst von Salomon, ha escrito: "Comprendimos que la primera tentativa seria y grande del movimiento nacional para provocar un giro en la situación alemana procediendo de lo alto, a partir del Estado ‑es decir, más o menos, en el sentido anhelado por los representantes de la "revolución conservadora", había fracasado a causa de este hombre, a causa de Adolf Hitler". Pero él y otros (Armin Mohler por ejemplo) reconocieron también que el fracaso fue debido, de hecho, a que no gustaba nada a los medios de la Derecha el emplear los métodos adoptados por Hitler para tener las masas de sus lado (estos métodos, por lo demás, jamás hubieran sido utilizados con habilidad por los medios de la "revolución conservadora"). Hacerse llevar por un movimiento de masas, que era preciso politizar y fanatizar por la propaganda abandonando todo escrúpulo, era lo contrario de su mentalidad anti‑ demagógica, esto les parecía como algo "muy sucio". De ahí su posición de inferioridad frente a Hitler que, por el contrario, había comprendido la situación ligada a la época. Ya lo hemos dicho: ante este estado de cosas, los elementos guardianes de la tradición tuvieron la ilusión de poder manipular a Hitler (al igual que el rey de Italia creyó poder hacer la revolución nacional a través de Mussolini), pero, en cierta medida, fue lo contrario, lo que ocurrió.

 

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