Donoso Cortes. Julius Evola
Biblioteca Evoliana.-Hemos publicado algún otro artículo de Evola sobre Donoso Cortes. Este nuevo artículo en el que resume la vida, las ideas y el papel de Donoso Cortés, ha sido traducido por José Antonio Hernández García. El artículo fue incluido en la recopilación "Julius Evola, Ricognizioni, uomini e problemi", publicada por Edizioni Mediterranee en 1974, como capítulo XXVIII. La comparación de Donoso Cortés con Josep de Maistre y Louis de Bonald, es extremadamente elogiosa para uno de los teóricos del pensamiento conservador español, hoy absolutamente desconocido en nuestro país.
Donoso Cortés
Julius Evola
Traducción de José Antonio Hernández García
Junto con el conde Joseph de Maistre y el vizconde Louis de Bonald, Juan Donoso Cortés, marqués de Valdegamas, forma la tríada de grandes pensadores contrarrevolucionarios del siglo XIX, y cuyo mensaje permanece vigente. En Italia, Donoso Cortés apenas es conocido por algunos aspectos de su doctrina que nos parecen de lo más importante. Recientemente se ha reeditado la traducción italiana de su Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo. Aunque este ensayo haya sido considerado como su obra principal, no es allí donde debemos buscar los puntos de referencia más valiosos; el libro está lleno de consideraciones –frecuentemente aburridas– típicas de un «teólogo laico» que se apoya pesadamente en los dogmas, las ideas y los mitos de la religión católica, lo que reduce la validez que muchas de sus posiciones podrían haber tenido en un marco más amplio, «tradicional» en un sentido superior. Lo que hay que preservar de este libro es esencialmente la idea de una «teología de las corrientes políticas». Donoso afirma la inevitable presencia de un fondo religioso (o incluso antirreligioso, «diabólico») en las distintas ideologías, más allá de los aspectos puramente sociales, que para la mayoría de los especialistas tienen hoy día una especie de primacía.
Fuera de lo que dice del catolicismo, la crítica de Donoso Cortés al liberalismo retoma más o menos lo que los hombres de la derecha conservadora y contrarrevolucionaria –con Metternich a la cabeza (que además fue un admirador de Donoso)– habían descubierto respecto de la fatal concatenación de las causas y los efectos. El liberalismo de la época –bestia negra de todos los regímenes conservadores del continente– fue el medio para allanar los caminos; así, Marx y Engels pudieron alabar la función instrumental de destrucción de las instituciones tradicionales precedentes, y advertían con cinismo que «la soga estaba medida» y que «el verdugo aguardaba detrás de la puerta». El verdugo era la fase siguiente de la subversión –hacia el socialismo y el comunismo– que, suplantando al liberalismo, iba a perseverar y a finalizar la misma labor de zapa. Dentro del socialismo, Donoso supo captar el aspecto de una religión invertida; su fuerza –escribía– reside en el hecho de que contiene una teología, y es destructiva porque se trata de una «teología satánica».
Pero lo que podemos extraer de la obra a la que hemos aludido es menos importante de lo que se encuentra en otros escritos de Donoso, sobre todo en los dos célebres discursos que pronuncia ante el Parlamento español, y que contienen un análisis y un pronóstico histórico de una lucidez casi profética. Los movimientos revolucionarios de 1848 y 1849 habían producido en Donoso el efecto de una alarma. Previó el fatal proceso de nivelación y masificación de la sociedad, favorecido por el progreso de la técnica y el desarrollo de las comunicaciones. Donoso mismo hizo una previsión singular si se considera la época en que la formuló: consideraba que Rusia (que entonces era zarista) y no Inglaterra (a la que se le reprochaba el exportar la subversión propia del liberalismo) sería el centro de la subversión mediante la vinculación del socialismo revolucionario con la política rusa (cuestión que se verificaría en nuestra época con el advenimiento del comunismo soviético). En eso, Donoso coincidía con el gran historiador Alexis de Tocqueville, quien en su ensayo sobre La democracia en América había visto a Rusia y, solidariamente, a los Estados Unidos como los principales focos en este proceso de subversión.
Donoso presentía la aceleración del ritmo, la llegada del día de las «negaciones radicales y de las afirmaciones soberanas»; momento en el que todo lo que se considerara progreso en el terreno tecnológico y social únicamente le podía favorecer. Así, la masificación y la destrucción de las antiguas articulaciones orgánicas iban a conducir a formas de centralización totalitaria.
Para él, la situación era tal que no dejaba ninguna salida posible. Donoso confirma la decadencia de la época del legitimismo monárquico pues «si ya no existe un rey, nadie tendría el valor de serlo más que solo por la voluntad del pueblo». Por otra parte, de Maistre estimaba que lo esencial de la soberanía, de la autoridad del Estado, era la decisión absoluta, sin ninguna instancia que fuera superior, de forma análoga a la infalibilidad pontificia. Es por ello que tomó posición en contra del parlamentarismo y del liberalismo burgués, contra la «clase que discute» –que, además, no podría estar a la altura de una situación en un momento decisivo.
En este contexto, Donoso reconoció también, a la vez, el peligro de un nuevo cesarismo en el sentido nocivo de poder informe –en manos de individuos carentes de cualquier legitimidad superior– ejercido no sobre pueblos sino sobre masas anónimas. Anuncia la llegada del «plebeyo de grandeza satánica» que actuará a nombre y cuenta de un soberano que no es de este mundo. Pero al considerar que cualquier conservadurismo legitimista le parecía privado ya de fuerza vital, Donoso busca un sucedáneo que le permita obstruir el camino a las fuerzas y las potencias que se agitaban desde las profundidades. Se volvió entonces defensor de la dictadura como idea contrarrevolucionaria y antítesis de la anarquía, el caos y la subversión –frente a lo peor o ante la ausencia de lo mejor. Pero también habla de una dictadura coronada. La expresión, indudablemente, es fuerte; implica la idea «decisionista», antidemocrática, de reconocer la necesidad de un poder que decide absolutamente (que para de Maistre era también el atributo esencial del Estado), pero en el nivel de una dignidad superior, tal y como lo indica el adjetivo coronada.
No es menos cierto que cualquier concreción de esta fórmula se enfrentaría a dificultades evidentes. En la época de Donoso existían en Europa todavía tradiciones dinásticas, y la fórmula en cuestión sólo podría haberse aplicado si uno de los representantes de estas tradiciones hubiera reasumido la vieja máxima rex est qui nihil metuit («rey es quien no teme nada»). Algunas formas de constitucionalismo autoritario –como el que notablemente fue realizado en Alemania por Bismarck– podrían haber figurado entre sus esbozos. Pero en un sistema en el que las tradiciones dinásticas han decaído, o bien han desaparecido, no es fácil encontrar un punto de referencia concreto para reforzar la dignidad de la dictadura a la que Donoso apelaba abiertamente como uno de sus anhelos y en la que veía una solución política.
Lo anterior aparece, además, muy claramente hoy día, porque hemos visto nacer efectivamente regímenes autoritarios que buscan contener el desorden y la anarquía pero bajo el modelo de «regímenes de coroneles» que generalmente desconocen la dimensión superior de la contrarrevolución.
Donoso supo presentar de manera acuciosa una problemática de fundamental importancia, al anunciar con precisión situaciones a punto de periclitar. Una problemática que con el paso del tiempo parecería menos susceptible de tener verdaderas soluciones, y a la que corresponderían las afirmaciones soberanas opuestas a las negaciones radicales. Donoso murió a la edad de cuarenta y cuatro años solamente, en 1853. Pero supo descifrar los nefastos signos precursores representados por las primeras crisis del continente europeo en 1848 y 1849, mucho tiempo antes de que sus consecuencias generales fueran visibles.
A pesar del interés que despertó en vida, algunos años después de su muerte Donoso fue prácticamente olvidado en Europa, y su nombre se vino a sumar a la soberbia legión de hombres aislados a quienes se ha ignorado, quienes padecieron –en el siglo XIX– la conspiración del silencio. Únicamente algunos acontecimientos recientes harían fijar nuevamente la atención sobre él.
En un excelente ensayo (Donoso Cortés in gesamteuropäischer Interpetation), Carl Schmitt subrayaba que, de las dos corrientes antagónicas, la corriente revolucionaria socialista y la corriente contrarrevolucionaria de Donoso, sólo la primera tuvo desarrollos sistemáticos mientras que la segunda se detuvo. Esta observación de Schmitt se remonta al año 1950. Pero desde entonces, afortunadamente la situación ha cambiado con la formación de un pensamiento de derecha y la reasunción de la idea de Tradición. Igualmente, Donoso Cortés podría figurar entre los que podemos encontrar, en nuestros días precisamente, los temas de reflexión ante la eventualidad de un momento de decisión absoluta del que hemos hablado.
[Tomado de: Julius Evola, Ricognizioni, uomini e problemi, Roma: Edizioni Mediterranee, 1974, capítulo XXVIII.]
0 comentarios