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El Misterio del Grial - Capítulo II - El ciclo del Grial - XIII Las Fuentes del Grial

El Misterio del Grial - Capítulo II - El ciclo del Grial - XIII Las Fuentes del Grial

Biblioteca Evoliana.- El título del Capítulo II de "El Misterio del Grial" se titula "El Ciclo del Grial" y a lo largo de sus ocho parágrafos, Evola describe las fuentes y los episodios simbólicos más importantes de este ciclo heróico-literario. El primer parágrafo se titula precisamente "Las fuentes del Grial" y es particularmente importante porque delimita el "auténtico" ciclo del grial a un corto período entre el siglo XII y el XIII con apenas una docena de fuentes literarias. Evola aprovecha también para pintar breve pero con precisión asombrosa aquella época en la que apareció la leyenda del Grial.

 

EL CICLO DE GRIAL

XIII. LAS FUENTES DEL GRIAL

Se ha señalado con razón que, desde el punto de vista histórico, los textos más característicos referidos al Grial hacen pensar casi en una corriente subterránea que aflora  en un momento dado, pero que en seguida se retira y se hace invisible de nuevo, casi como si se hubiese advertido un obstáculo o peligro preciso. De hecho, tales textos se multiplican en un breve período: ninguno de ellos parece anterior al último cuarto del siglo XII y ninguno posterior al primer cuarto del siglo XIII. Y este período corresponde también al apogeo de la tradición medieval, al período de oro del gibelinismo, de la alta caballería, de las Cruzadas y de los Templarios, y al propio tiempo del esfuerzo de síntesis metafísica efectuado por el tomismo, partiendo en el fondo de una herencia precristiana y no cristiana, recogida por la civilización árabe (junto con un florecimiento análogo de espíritu caballeresco y místico), como era la del aristotelismo. La repentina popularidad de los romances y de los poemas del Grial viene seguida de un olvido igualmente singular. En los primeros años del siglo XIII, como si se obedeciese a una consigna, en Europa se deja de escribir sobre el Grial. Se produce una reanudación tras un notable intervalo, en los siglos XIV y XV, con formas ya cambiadas, a menudo estereotipadas, que entran en rápida decadencia. El período del colapso de la primitiva tradición del Grial coincide con el del máximo esfuerzo de la Iglesia por reprimir corrientes que consideró «heréticas». La reanudación se produjo pasado cierto intervalo de la destrucción de la Orden de los Templarios, a la que, especialmente en Francia y en Italia, y en parte en Inglaterra, parece haber seguido el organizarse más secretamente los representantes de influencias afines, que ya veremos que no carecen de relación con la misma tradición del Grial y que continuaron algunos aspectos hasta épocas relativamente recientes.

Indicamos las principales fuentes de la saga del Grial, en las que apoyaremos principalmente nuestra exposición, expuestas en un orden que, según algunos autores, es aproximadamente el cronológico de la compilación de los textos:

I) Ciclo de Robert de Boron, que comprende:

    a) el José de Arimatea,

    b) el Merlín;

    c) el Perlesvaus.

II) El Conte du Graal, de Chrestien de Troyes, junto con:

    a) una primera continuación por parte de Gautier de Doulens;

    b) una segunda continuación por parte de Manessier;

    c) una interpolación por parte de Gerbert de Montreuil.

III) El denominado Grand Saint Graal.

IV) El Perceval li Gallois en prosa,

V) La Queste del Saint Graal, penúltima parte del Lanzarote en prosa.

VI) El Parzifal, de Wolfram von Eschenbach, al que puede asociarse el Titurel, de Albrecht von Scharffenberg, y el Wartburgkrieg.

VII) La Morte Darthur, de Malory.

VIII) El Diu Crône, de Heinrich von dem Turlin.

Esto por lo que se refiere a lo que suele llamarse la «literatura» del Grial en sus fuentes positivas. Pasamos ahora a un breve examen de las fuentes internas de la tradición, según algunas indicaciones proporcionadas por las mismas fuentes.

Señalemos ante todo al respecto el tema de Avalón. En el Perceval li Gallois se cuenta exactamente que el libro en latín que contenía la historia del Grial fue hallado en la isla de Avalón, «en una casa santa, situada en la cima de regiones peligrosas», donde «están también enterrados Arturo y Ginebra». Ahora bien, en Robert de Boron, que es uno de los textos más antiguos del ciclo, el Avalón aparece como un país situado en el Occidente extremo, adonde, por orden divina, se dirigen algunos caballeros de las huestes de José de Arimatea, el portador del Grial, como Petrus y Alano. Se dice exactamente que Petrus deberá dirigirse «a donde su corazón lo llama», o sea «a los valles de Avaron», y allí deberá permanecer hasta que vea a quien sabrá leer una carta divina y anunciará el poder del Grial.

Sabemos ya que el Avalón occidental es lo mismo que la «Isla Blanca». Ahora bien, «a la Isla Blanca», concebida por transposición como parte de Inglaterra, dice Gautier que se dirige el propio José de Arimatea con el Grial, y allí, acosado de enemigos, es «alimentado», junto con los suyos, por el propio Grial, que da a cada uno lo que ansía . Por otra parte, según otros, en la insula Avallonis, confundida con Glastonbury por la razón ya explicada, está enterrado el propio José de Arimatea, y tal isla es en el fondo una reproducción de aquella adonde son llevados muchos héroes del Grial y en donde se desarrollan sus aventuras y sus pruebas más significativas, mientras que a su vez recoge el antiguo símbolo «polar» nórdico-céltico del centro primordial cuando se nos presenta en la forma de «isla giratoria».

Y aquí, de un modo u otro, se trata en realidad de ese centro. Esa es la «Tierra prometida» del Grial, concebida como el lugar donde se hallan los orígenes del Grial, o como el país adonde éste es transportado, o como el lugar de su búsqueda, y que los distintos viajes que a ello se refieren tenían carácter simbólico y el significado de una toma de contacto con fuerzas o centros de la tradición primordial se desprende ya del hecho de que, por ejemplo, en el Grand Saint Graal la tierra inglesa, concebida como la tierra prometida del Grial, la alcanzan por medios sobrenaturales José de Arimatea y sus caballeros. Les es impuesta la prueba de cruzar de forma milagrosa las aguas, prueba que pasarán los elegidos y los puros, mientras que los que carecen de fe se hundirán. Hemos aclarado ya el sentido de ese simbolismo.

La tradición que refiere Wolfram von Eschenbach conduce también al Avalón, porque en ella el jefe de la estirpe de la dinastía del futuro rey del Grial es Mazadan, a quien una mujer sobrenatural, Ter-de-la-Schoye, conduce a Feimurgán. A través de un visible cambio de nombres, reconocemos aquí a la Morgana del ciclo de Arturo, que reside en la «Tierra del Gozo», uno de los nombres asignados a la «Isla Occidental» de la tradición céltica, que a veces, además, acaba aplicándose al propio reino del Grial. El tema de una tradición primordial unida a Avalón que hay que resucitar por vía «heroica» ejerce, por lo demás, un papel importante en la expresión de la saga por parte de Robert de Boron: Parsifal se entera de que «el Rico Pescador» (título que con frecuencia se aplica al propio José de Arimatea) es su padre: por orden divina ha ido «a lejanos países de Occidente, donde se pone el sol (avaloit)», y allí es mantenido en una vida que no cesa, hasta que el hijo de Alano haya realizado tales gestas que lo hagan aparecer como el mejor caballero del mundo.

En cuanto a las referencias sobre José de Arimatea, constituyen el componente cristiano, aunque no católico y apostólico, de la saga. José es representado como «noble caballero» pagano llegado a Palestina que, por los servicios que había prestado a Poncio Pilatos durante siete años, obtiene de éste el cadáver de Jesús y recoge la sangre del costado en una copa que, según algunos textos, es el propio Grial. Encarcelado en «una casa parecida a un pilar hueco en medio de un pantano», a José se le aparece el Señor, quien le entrega la copa: y ésta le da luz y vida hasta su liberación, que según algunos textos no se produce hasta cuarenta años después. Todo esto sucede mientras José todavía era pagano.

Más tarde, José recibe el bautismo, y el Señor lo consagra primer obispo del cristianismo mediante un óleo que, por otra parte, parece ser el de una consagración real más que sacerdotal. De hecho, este óleo consagrará más tarde a toda la dinastía del rey de Bretaña, hasta Uther Pendragon, padre del rey Arturo. José y los suyos tienen varias aventuras simbólicas, de las que nos ocuparemos, y en las que se repite el tema de la «Isla», antes de pasar a Inglaterra (país que hemos visto que había adoptado el significado de la «Isla Blanca») del modo sobrenatural que hemos explicado. En el Parceval li Gallois se encuentra la importante mención de que, ya antes de la muerte de Jesús, José había estado en la «Isla», adonde se dirigirá luego Parsifal, mientras que Robert de Boron habla también de misteriosos antepasados de José, a los cuales es necesario prestar igualmente servicio para conseguir formar parte de la Orden; la cual, siendo esto así, debía de existir ya antes de Cristo y del cristianismo.

Si se quiere dar un contenido histórico sui generis a estos aspectos de la saga, quizá podría resumirse como sigue: algo del cristianismo pasa al área nórdico-céltica y reaviva la tradición de Avalón.

Según esas tradiciones, Britania, asociada a reminiscencias de la «Isla Blanca» y después decididamente al reino del rey Arturo, es de hecho la tierra prometida del Grial, el lugar donde se manifiesta el Grial eminentemente, Además, un centro inglés – Glastonbury y también Salisbury -, que también se confunde con Avalón o con lugares simbólicos equivalentes, conserva las «fuentes» de la historia del Grial. La referencia de que el Grial fue concedido para alimentar a los caballeros que habían pasado a Avalón y habían caído en la indigencia, podría referirse a un período de decadencia de las formas visibles de la antigua tradición nórdica, que precisamente en la forma de la tradición del Grial debía despertar a una nueva vida al entrar en contacto con la religiosidad cristiana llegada hasta el Norte. Esto podría relacionarse con el tema de los encantamientos de los cuales el Grial debía librar a Inglaterra, y según algunos al mundo entero, y también con el tema de la Corte del rey Arturo caída en decadencia a causa del «golpe doloroso» y con la necesidad, para los caballeros de la Tabla Redonda, de entregarse a una aventura desconocida para los textos más antiguos de la tradición nórdico-céltica y que es precisamente la búsqueda del Grial.

Sin embargo, en su misma forma cristianizada, esta búsqueda es igualmente desconocida en los primeros textos del cristianismo ortodoxo, y la tradición del Grial tiene visiblemente muy poco en común con la apostólico-romana. Sobre el segundo punto, hemos visto ya que el jefe de la estirpe regia del Grial, José de Arimatea, recibe directamente la investidura de manos de Cristo, y su dinastía, esencialmente real, no guarda relación con la Iglesia de Roma, sino que conduce directamente al reino nórdico del rey Arturo, y una de sus ramificaciones, según Wolfram von Eschenbach, desemboca en el reino simbólico del preste Juan, «rey de reyes». En cuanto al primer punto, si bien la literatura eclesiástica conocía ya el personaje de José de Arimatea y su encarcelamiento, no sabe nada del Grial, ni hay antiguos textos bretones (con excepción de uno, y en un solo pasaje, que parece intercalado) en los que José aparezca como apóstol cristiano de Inglaterra.

El cronista Elinando, que fue el primero en referir la historia del Grial haciendo aparecer en ella a José de Arimatea, escribe: Gradalis autem vel gradale dicitur Gallice scutella lata et aliquantulum profunda in quia preciosas dapes, cum suo jure divitibus solent apponi, et dicitur nomine Graal... Hanc historiam latine scriptam (entiéndase: en los escritos de la Iglesia) invenire non potui, sed tantum Gallice scripta habentur a quibusdam proceribus, nec facile, ut aiunt, tota inveniri potest. En 1260, Jakob van Maerlant desmentirá la historia del Grial, precisamente basándose en el hecho de que hasta entonces la Iglesia todavía no sabía nada o, mejor dicho, no quería saber nada de ella.

Si bien en algunos textos el cáliz de José de Arimatea se identifica con el de la última Cena, en ninguna tradición cristiana se encuentran rastros de tal asociación. Por otra parte, aunque en los textos más posteriores y de fuerte tendencia cristiana el Grial adoptará, en este sentido, una función análoga a la del cáliz eucarístico en el misterio de la Misa, la repugnancia de un Robert de Boron, por ejemplo, a hablar de la naturaleza del Grial y la alusión a palabras secretas que a él se refieren, que nadie debe repetir y que sólo habían sido transmitidas a José de Arimatea, hacen pensar que se trata de un misterio diferente al del rito católico, y que en cualquier caso aparece celebrado por otros, no por el clero ortodoxo, junto a un simbolismo y a un esoterismo totalmente ajenos al cristianismo . Y cuando algunos textos identifican el Grial como copa con el cáliz de Jesús y la lanza con la lanza de la crucifixión, quien sigue la lógica interna y advierte el tono fundamental del conjunto no puede dejar de preguntarse si se trata de algo más que de imágenes de la conciencia religiosa predominante tomadas a modo de préstamo como medio para expresar un contenido distinto.

Que ese contenido arranca de tradiciones ajenas al cristianismo y refleja un clima bastante poco reducible a la religiosidad cristiana resulta bastante claro para todo aquel que considere en su conjunto las leyendas del Grial.

Wolfram von Eschenbach hace remontar las fuentes de su narración a un «Kyot el Provenzal», que a su vez había encontrado la leyenda de Parsifal y del Grial en textos paganos, descifrados por él gracias a su conocimiento de los caracteres mágicos. Flegetanis, de la estirpe de Salomón, había escrito en tiempos antiquísimos la historia del Grial contenida en esos textos, basándose en su ciencia astrológica, al haber leído el nombre del Grial en las estrellas. «Examinando las estrellas, descubrió secretos profundos de los que no hablaba sin estremecerse».

De modo que la leyenda del Grial presenta en general caracteres sobrenaturales, secretos e iniciáticos. Robert de Boron atribuye las verdaderas fuentes de esta historia a un «gran libro» que él no pudo leer, «donde están escritos los grandes misterios que son llamados del Grial», y en el Percevalli Gallois se añade: «Esta historia es muy valiosa y no se cuenta a gente que no pueda comprenderla, ya que una cosa buena divulgada entre hombres malvados nunca será aprendida por ellos.» Y Robert de Boron: «La gran historia del Grial nunca había sido tratada por un hombre mortal: unque retreite este n'avoit – la grant estoire dou Graal - par nul homme qui fust mortal.» Las metamorfosis que se despliegan en la visión del Grial son para él inexpresables, «ya que los secretos del sacramento no deben revelarse más que a aquel a quien Dios ha dado la fuerza para tanto».

Vauchier dice que es peligroso hablar del Grial, a no ser en el momento y lugar oportunos, y que «no puede hablarse del misterio del Grial sin temblar y mudar el color». La denominada "Élucidation" que precede al texto de Chrestien de Troyes se remite a un tal Maestro Blihis, poseedor de una tradición que debe permanecer secreta: «Car, se Maestre Blihis ne ment, nus ne doit dire le secrée». En el texto más reciente y cristianizado del primer período, el Grand Saint Graal, al originario carácter secreto y misterioso lo sustituye otro más místico: el libro del Grial fue escrito por el propio Cristo y transmitido a su autor durante una visión. Sólo es posible acercarse a él tras una preparación ascéticopurificadora.

Leyéndolo, se producen apariciones, el espíritu es raptado por los ángeles y llevado a contemplar directamente la Trinidad. Abrir el estuche que contiene el Grial significa entrar directamente en contacto con Cristo. Sin embargo, aun junto a esos caracteres, a causa de las heridas, de la obcecación o de la sed ardiente de que ese mismo texto hablará en relación con quienes desean acercarse demasiado al Grial, permanece el antiguo y más originario significado de un mysterium tremendum que poco tiene que ver con el pathos cristiano.

 

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