Símbolos y Mitos de la Tradición Occidental (II). LA NAVEGACION
Biblioteca Evoliana.- El artículo "Simbolismo de la Navegación" fuepublicado el 26 de abril de 1933, en la revista "Il Regime Fascista". En esa época, Evola empezaba a pensar en la posibilidad de actuar en los márgenes del régimen político italiano. Mussolini, en aquel momento había recordado que el Mediterráneo era el "Mare Nostrum" e incluso había recordado en uno de sus discursos, el famoso adagio latino "Vivir no es necesario, navegar es una necesidad". A partir de estas consideraciones, Evola compone este artículo en el que asume y amplía todos estos significados
II
SIMBOLISMO DE LA NAVEGACION
Si algo caracteriza a las nuevas generaciones es la superación de todo romanticismo y el retorno a lo EPICO.
Las grandes frases, las complicaciones seudo-psico lógicas e intelectualistas solicitan infinitamente menos que las ACCIONES, pues en el fondo lo que sucede es esto: al encuentro de lo que es propio, al fanatismo y a las desviaciones "deportivas" de los pueblos anglosajones, nuestras nuevas generaciones tienden a superar el aspecto puramente material de la acción. Buscan integrar y clarificar este aspecto mediante un elemento espiritual, volviendo -más o menos conscientemente- a esta acción que es liberación, toma de contacto real (y no escepticismo o sen timentalismo) con las grandes potencias de las cosas y de los elementos.
Hoy existen medios naturales más particularmente propicios para estas posibilidades de liberación y reintegración en la épica de la acción: la alta montaña. ALTA MONTAÑA, y la ALTA MAR con los dos símbolos de ascenso Y de navegación. Aquí, de una forma más inmediata, la lucha contra las dificultades y los peligros materia un medio de realizar simultáneamente un proceso de superación interior incon los elementos que pertenecen a la naturaleza inferior de hombre y que deben ser dominados y transfigurados.
Supersticiones positivistas y materialistas han relegado al olvido durante algunas generaciones las profundas tradiciones de la antiquedad o bellas y las han colocado al nivel de curiosidad para eruditos: ignoran y hacen ignorar el significado superior que pueden asumir y que puede ser siempre reencontrado y revivido.
Esto, por ejemplo, es válido para el antiguo simbo lo de la navegación, uno de los más extendidos en todas las civilizaciones pre-modernas, reconocible en estos caracteres de una inquietante uniformidad que obliga a pensar hasta qué punto algunas experiencias espirituales han debido ser universales y profundas ante las grandes fuerzas de los elementos. Pensamos que no es inútil consagrarle algunas anotaciones.
La navegación y en particular la travesía de aguas tumultuosas, ha sido tradicionalmente elevada a valor de símbolo en la medida en que las aguas -las de los océanos y los ríos- siempre han figurado como el elemento inestable, contingente, de la vida terrestre, de la vida sujeta al nacimiento y a la muerte. Además representan al elemento pasional e irra cional que altera la vida. Si la tierra firme, bajo cierto aspecto, era sinónimo de mediocridad, de existencia tímida y mezquina, apoyándose sobre certidumbres y apoyos cuya estabilidad no es más que ilusión -el dejar la tierra firme, tomar lo amplio, afron tar intrépidamente las corrientes o la alta mar, "navegar", en suma, aparecía como el acto épico por excelencia, no en el sentido inmediato, sino en el espiritual.
El navegante es pues el homóloga del héroe y del iniciado, el sinónimo de aquel que, abandonando el simple "vivir" quiere ardientemente un "mas que vivir", un estado superior a la caducidad y a la pasión. Entonces se impone el concepto de OTRA tierra firme, la verdadera, la que se identitica con el fin del "navegante", con la conquista propia a la misma épica, de la mar: y la "otra rivera" es la tierra, primero desconocida, inexplotada, inaccesible, dada por las antiguas mitologias y tradiciones con los símbolos más diversos, entre los cuales aparece bastante frecuentemente el de la ISLA, imagen de firmeza interior, de calma y del Imperio sobre sí de quien, feliz y victoriosamente, ha navegado sobre las olas o las corrientes impetuosas, sin convertirse en víctima de las mismas.
Atravesar un río a nado o pilotar un navío era la fase simbólica fundamental en la "iniciación real" que se celebraba en Eleusis y Janus, la antigua divinidad de la romanidad, dios de los comienzos y luego, por excelencia de la iniciación como "vida nueva", era también el dios de la navegación. Entre sus atributos característicos figuraba la BARCA. la barca de Janus como sus dos atributos, las llaves, han pasado luego a la tradición católica, como barca de Pedro y en el simbolismo de las funciones pontificales. Se podría señalar también que la palabra PONTIFEX, etimológicamente significa "hacedor de puentes" y que PONS tenía, arcaicamente, el sentido de vía; el mar era concebido como "vía" y el Puente fue así llamado por esta razón. Vemos pues como tramas ocultas, en las palabras y en los signos,hoy casi incomprensibles, han podido transmitir los ele mentos de la antigua concepción de la navegación como símbolo.
En el mito caldeo del héroe Gilgamesh, encontra mos un FACSIMIL del Herakles dorio que toma el fruto de la inmortalidad en el jardín de las Hespérides tras haber atravesado el mar guiado por el titán Atlante. Gilgamesh también afronta la vía del mar, despliega la vela, toma la vía occidental, es decir, atlántica, hacia una tierra o ISLA donde busca el "árbol de la vida" mientras que el océano es significativamente comparado a las "aguas oscuras de la muerte". Si nos desplazamos hacia Oriente y Extremo-Oriente, encontraremos ecos de estas expe riencias espirituales, idénticas y ligadas a los símbolos heróicos de la navegación, del cruce a nado y de la travesía por mar.
Igualmente el asceta budista fue comparado frecuentemente con aquel que afronta, atraviesa y alcanza la orilla, la cruza a nado, navega gloriosa mente contra la corriente, pues las aguas representan todo lo que procede de una sed de vida animal y de placer, de los lazos del agoismo y del apego a los hombres, al igual que en extremo-oriente, se en cuentra el tema helénico de la "travesía y del abordage" en las "islas" donde la vida no está sujeta a la muerte como el Avallon o el Mag Mell atlántico de las leyendas irlandesas o celtas.
Del Egipto antiguo hasta el Méjico precolombino: directa o indirectamente encontramos elementos parecidos. Los encontraremos también en las leyendas nórdico-arias. El éxito del héroe Sigfrido en la isla de Brunilda procede esencialmente del símbolo de la navegación a través del mar: Sigfrido, según el NIBELUNGENLIED es quien dice: "Las verdaderas vías del mar me son conocidas. Puedo conduciros sobre las olas".
Podríamos demostrar que el éxito de Cristóbal Colón no estuvo sin relación, contrariamente a lo que generalmente se piensa, con ciertas ideas poco claras concernientes a una tierra que, según ciertas leyendas medievales, abrigarla a los "profetas jamás muertos", en un "Elíseo trasanlántico", bastante conforme a nuestro simbolismo. Además, podríamos demostrar por que el concepto de THALASOCRATA "dueño de los mares" o de las "aguas", está frecuen temente relacionado con el de LEGISLADOR en el sentido más alto (por ejemplo, en el mito pelásgico de Minos); podríamos desarrollar la idea contenida en las representaciones de aquel que "está sobre las aguas" (de Narayana a Moisés, de Rómulo a Cristo), pero todo esto nos llevaría muy lejos y quizás volvamos en otra ocasión.
"Vivir no es necesario. Navegar es una necesidad" tales palabras viven todavía hoy, plenamente sentidas y ofrecen uno de las mejores desembocaduras a la épica de la acción - "Debemos volver a amar los mares, a sentir la embriaguez por la mar, por que VIVERE NON NECESSE SED, NAVIGARE NECCESSE SED" declaró Mussolini. Y en esta fórmula, tomada en su aspecto más alto )no está implicito el eco de antiguos significados?
La idea del navegante como ser "más que vivo", como actitud heróica, como encaminamiento hacia formas superiores de existencia )no subsiste acaso? Aquí o allí reina el gran, el libre viento de lo ancho, donde se siente toda la fuerza de lo que está sin limite -en su calma potente y profunda o en su terrible elementareidad- que sobre los mares y océanos nuevas generaciones sepan vivir "épicamente" la aventura, navegar y tomar lo amplio en una perspectiva metafísica capaz de conferir al heroismo y al ardor el valor de una transfiguración, resucitando así lo que velaban las antiguas tradiciones del símbolo de la navegación y de la mar como vía hacia algo que no es solo humano.
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