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Biblioteca Evoliana

Síntesis de la Doctrina de la Raza

Síntesis de la Doctrina de la Raza (10) Fisonomía de las diversas razas

Síntesis de la Doctrina de la Raza (10) Fisonomía de las diversas razas

Biblioteca Julius Evola.- Es, solamente, a partir de este momento, cuando Evola ya ha definido los elementos esenciales de su doctrina de la raza y cuando ya ha establecido los motivos por los que su concepcion permite explicar muchas cosas, habiendo llegado a la noción de arquetipo, cuando aborda otro problema fundamental: la taxonomía de las distintas razas. Evola se apoya paa esto en los trabajos científicos de Claus y sintetiza un cuadro completo de los rasgos de las razas más extendidas así como de sus características psicológicas más acusadas.

 

10.- FISIONOMIA DE LAS DIVERSAS RAZAS

Lo hemos dicho ya con insistencia, una de las características del racismo moderno es la búsqueda de núcleos étnicos primitivos. La antropología de ayer se limitaba a una clasificación sumada de las razas conocidas-. blanca, negra, amarilla, roja, etc. tal y como lo hemos estudiado todos en la escuela. Pero el racismo moderno ha situado mucho más lejos el análisis y la clasificación, sobre todo en lo que concierne a la raza blanca que nos interesa más particularmente. En materia de razas físicas las investigaciones contemporáneos distinguen, así, en el interior de lo que de modo general se entiende por "raza blanca" o "caucásica", una serie de razas, en el sentido particular según el cual las razas poseen una fisonomía y una "constancia" propias, si bien se le pueden aplicar las leyes de la herencia y de los cruzamientos.

Dirigimos aquí al lector a la clasificación estableci da en nuestra obra: Il mito del sangue limitándonos aquí a recordar los punto esenciales. Conviene distinguir en el mundo blanco seis razas principales. En primer lugar, la raza nórdica y la raza occidental, calificada igualmente de mediterránea por ciertos autores: en cada una predomina la dolicocefalia, el tipo rubio en la primera, el tipo castaño en la segunda, pero la proporción de los miembros es idéntica; en general, los tipos occidentales son de menor estatura pero poseen algo más de finura siendo de rasgos menos abruptos. Tenemos seguidamente la raza fálica calificada por Günther de "raza rubia pesada", la cual, teniendo numerosos rasgos comunes con la raza nórdica, se diferencia al ser más pesada, rechonchos y de más elevada talla. Hace gala de una cierta lentitud tanto física como intelectual, siendo más introvertido, eventualmente braquicéfala, tiene disposiciones particulares para la constancia, la cual degenera a menudo en obstinación. Sigue a ésta la raza dinámica en la cual parecen fundirse elementos de las razas nórdicas y occidental, junto con un elemento que se encuentra en ciertas razas no europeas tales como la raza armenia o levantina: esto aparece al menos en los rasgos físicos (nariz, labios, etc.) sin que tenga por tanto resonancias tal componente heterogéneo, sobre el plano espiritual: el hombre dinámico es un tipo activo, tiene disposiciones para la guerra, el orden y el "estilo" propio al hombre nórdico pero da prueba de menos concentración y de más ligereza (gusto particular por los colores, inclinación a la alegría, etc.) Tenemos seguidamente la raza alpina, o según otra nomenclatura, "del este" (ostíche), que se distingue por una fisonomía más marcada: el tipo es más redondo y entrado en carnes, más frecuentemente braquícéfalo, castaño con ojos pequeños un poco redondos, de pequeña estatura de piel amarillenta. Finalmente la raza báltico oriental que predomina entre los pueblos cercanos a Rusia, es de rostro alargado, rubio, de ojos grises, los pómulos y la forma de los ojos recuerda el tipo mongol de frente baja y nariz chata. Parece que también aquí en esta raza los elementos de tronco común nórdico occidental hayan absorbido ciertos elementos de una raza no europea correspondientes a la de los primeros pobladores eslavo asiáticos.

Tales son las principales "razas del cuerpo" presentes en los pueblos europeos en proporciones y según combinaciones variadas y que se pueden calificar de constitutivas o esenciales. Pues en esos mismos pueblos, las infiltraciones de razas extranjeras no han faltado: razas levantina, "desértico", mongoloide, negroide, mediterráneo africana, a las cuales se añade el elemento hebraico que a despecho de la persistencia de tipos generales específicos, no debe, no obstante, ser considerada como una raz propiamente dicha sino como una cierta mezcla étni ca que se define ante todo a partir de una "raza de alma" común.

Si se pasa ahora al "racismo de segundo grado" se trata de ver qué contenido, qué almas (o raza del alma) encuentran, en las formas físicas y las disposiciones de cada una de esas "razas del cuerpo", el instrumento que les permita expresarse de forma fiel. El que ha ido más lejos en este tipo de investigaciones es, una vez más, L.F. Claus. Remitimos de nuevo al lector al resumen de su teorías que se hallan en nuestra obra El mito de la sangre, limítándonos aquí a su simple mención.

El tipo de alma más adecuada al tipo físico nórdico es la de la raza del "hombre activo", del hombre que siente el mundo como algo que se despliega ante el, en tanto que objeto de conquista o de ataque. Normalmente, al tipo "occidental" le es propio por el contrario, el estilo de una alma más exteriorizada, predispuesta al juego, al gesto y a la exhibición, un alma que se siente en el mundo como un actor que debe ejercitar su papel ante un público. La raza "alpina", se presta a un modo de expresión intimista del alma. Le gusta reflejarse sobre si misma, substraerse a la amplitud de los problemas del mundo gracias a actividades dirigidas hacia la realización de una calma y un seguro bienestar. La raza "fálica" expresa el estilo de un alma que es testaruda y tenaz en los fines que se fija, pero con torpeza, sin la chispa de una libertad interior. Claus evoca luego las dos últimas razas del alma que corresponderían respectivamente, según él, a la raza orientaloide o "desértica" y a la raza "levantina". En cuanto a la primera, se trata de la raza de( "hombre de la revelación", del alma) encuentran, en las formas físicas y las disposiciones de cada una de esas "razas del cuerpo", el instrumento que les permita expresarse de forma fiel. El que ha ido más lejos en este tipo de investigaciones es, una vez más, L.F. Claus. Remitimos de nuevo al lector al resumen de su teorías que se hallan en nuestra obra El mito de la sangre, limitándonos aquí a su simple mención.

El tipo de alma más adecuada al tipo físico nórdico es la de la raza del "hombre activo", de( hombre que siente el mundo como algo que se despliega ante el, en tanto que objeto de conquista o de ataque. Normalmente, al tipo "occidental" le es propio por el contrario, el estilo de una alma más exteriorizada, predispuesta al juego, al gesto y a la exhibición, un alma que se siente en el mundo como un actor que debe ejercitar su papel ante un público. La raza "alpina", se presta a un modo de expresión intimista del alma. Le gusta reflejarse sobre si misma, substraerse a la amplitud de los problemas del mundo gracias a actividades dirigidas hacia la realización de una calma y un seguro bienestar. La raza "fálica" expresa el estilo de un alma que es testaruda y tenaz en los fines que se fija, pero con torpeza, sin la chispa de una libertad interior. Claus evoca luego las dos últimas razas del alma que corresponderían respectivamente, según él, a la raza orientaloide o "desértica" y a la raza "levantina". En cuanto a la primera, se trata de la raza del "hombre de la revelación", inclinada a vivir el mundo como un perpetuo milagro, una continua manifestación del azar, amante de lo cambiante y lo imprevisible, como el nómada- en cuanto al segundo, se trata de la raza del "hombre de la redención" caracterizado por un sentimiento de esclavitud con respecto al cuerpo y a la carne, junto con un turbio deseo de liberarse y de rescatarse, sobre la base de un infranqueable dualismo entre la carne y la espiritualidad (o lo sagrado).

Sin embargo, los vínculos establecidos por Claus entre raza del cuerpo y raza del alma deben ser considerados en esas dos últimos casos como muy aproximativos, pues las mismas disposiciones internas pueden también caracterizan a otros elementos raciales; de tal modo que la raza del hombre de la revelación, como lo muestran diversas observaciones de Claus se encuentra también en la raza báltico oriental del cuerpo, mientras que la del hombre de la redención, refleja sobre todo algunos aspectos característicos del "estilo" propio de la componente hebraica. Claus no ha aplicado su teoría concerniente a la raza interior a la última raza del cuerpo, la "dinámica": se puede no obstante suponer sin riesgo de equivocarse que el estilo que le es propio comprende ciertos elementos del alma "activa" a los cuales se añaden algo del elemento occidental-mediterráneo (gusto de un cierto "teatro" para la acción, aun cuando menos exteriorizado) así como la influencia de inestabilidad propia al "hombre de la revelación".

Aquí el lector se encuentra, no obstante, confrontado a una sede de apelativos, útiles tan solo en tanto que pasen al estado práctico, es decir, en tanto el lector se esfuerce en sentir lo que verdaderamente significan para el examen de los rasgos de los diversos tipos característicos de una u otra raza, buscando hacer el análisis espectral de las fisonomías para descubrir en los tipos más "puros" (el término indica en sentido exhaustivo el elemento interior, la "raza del alma"). Convendría para ello, tener acceso a una documentación fotográfica que se encontrará sin dificultad en las principales obras aparecidas sobre la cuestión (El autor hace referencias aquí a obras y a autores cuyas obras eran asequibles en los años treinta pero que hoy por razones obvias son prácticamente imposibles de conseguir). Citemos entre otras las nuestras obras El mito de la sangre y Sintesis de doctrina de la raza, las de Gunther, von Eiekstedt, Fischer, el mismo Clauss, etc. En un segundo tiempo, habrá que pasar de los libros, a la realidad, a la vida, es decir, habituarse a descubrir las influencias y las interferencias de una raza o de otra sobre las fisonomías particularmente marcadas, de hombres vivos en la actualidad, a fin de ejercitar el ojo no solo del antropólogo sino también del psicólogo, en ver las concordancias o discordancias entre el elemento interior y los elementos somáticos y fisiognómicos.

Seguidamente, nos aplicaremos en particular a tener un agudo sentido de las interferencias raciales (entre razas similares) que son aptas para producir resultados favorables- esto gracias al examen y al análisis, no solo del linaje físico, sino también por el estilo de acción, de comportamiento y de pensamiento propios a los diferentes tipos. De un modo general, si se admite que los cruces entre elementos nórdicos y occidentales, entre elementos fálicos y dinámicos son favorables, los realizados entre esos mismos elementos y la alpina o báltico oriental son por contra, considerados como desfavorables, así como lo son igualmente las mezclas de estas últimas razas entre ellas así como con la occidental. No es desfavorable sin embargo la unión de elementos fálico mediterráneos y dinámico occidentales.

Al elemento más puro y más válido que guardan todas estas razas gracias a una lejana unidad de origen, es posible hacer corresponder el nombre de loraza aria" o "nórdico aria" cuyo sentido nos reservamos en precisar en páginas posteriores.

 

Síntesis de la Doctrina de la Raza (09) Importancia de la teoría de las "razas interiores"

Síntesis de la Doctrina de la Raza (09) Importancia de la teoría de las "razas interiores"

Biblioteca Julius Evola.-Tras establecersu doctrina de la raza, Evola aborda las implicaciones que encierra. Lo coherencia que, a partir de este momento, adquiere esta doctrina es sorprendente. Por ejemplo, así como el racismo biológico considera que un tipo nórdico-germánico similar al arquetido ideal es reconocido como propio por los racistas, sin tener en cuenta que este individuo puede llevar el pelo -rubio naturalmente- con rastas, tocar los bongos y profundizar en la ideología de BobMarley, la doctrina evoliana de la raza dice: para que algún elemento pueda considerarse como arquetipo debe de coincidir la raza del cuerpo y la raza del espíritu.

 

9.- IMPORTANCIA DE LA TEORIA DE LAS "RAZAS INTERIORES".

La doctrina totalitaria de la raza precisa las relaciones existentes entre la raza y el espíritu sobre la base de principios que ya hemos anunciado-. lo exterior es función de lo interior, la forma corporal es a la vez el instrumento, la expresión y el símbolo de una forma psíquica. De la concepción del tipo racial verdaderamente puro, tal y como lo hemos esbozado se deriva: es un tipo "de una pieza", un tipo armonioso, coherente, unitario. Es aquel en el cual las supremas aspiraciones espirituales de una especie dada no encuentran obstáculo ni contradicción en los rasgos de carácter y el "estilo" del alma, mientras que el alma de esta raza se encuentra a su vez en un cuerpo apto para expresada y hacerla manifestar.

Es evidente que no se puede encontrar tal tipo "puro" masivamente representado en los pueblos existentes hoy que, como se ha visto, corresponden esencialmente a "componentes" étnicos. Por lo demás, no podría serio mas que en una raza que hubiese permanecido suficientemente aislada de toda influencia heterogénea, lo que corresponde solo a un concepto ideal, es decir, a una culminación y a una realización teóricas perfectas de la raza en sentido general. Se trata, efectivamente, de esas culminaciones a propósito de las cuales hemos dicho que los valores supremas de la personalidad se identifican con los de la raza.

Esta es la razón por la que en este ámbito, las investigaciones racistas no pueden ser simplemente cuantitativas: sin ignorar, no obstante, los elementos exteriores comunes que predominan numéricamente, aquellas deben proceder a una elección, buscar qué representante de una raza dada es el más apto para encarnar el ejemplo más completo y el mas puro de un estilo particular, de modo que pueda asumir y comprender lo que expresa y anima (es decir, su raza interior) y hacer sensible el sentido de la unidad original en la cual convergen las diferentes elementos de una raza. Una vez hecho esto, se puede también considerar el caso de tipos raciales menos puros, es decir, aquellos en los que la correspondencia entre los diferentes elementos, exteriores e interiores, no es completa ni perfecta, en los cuales se constata, por así decir, una distorsión del "estilo" de esta raza. Se trata pues de una gestión cualitativa, de una búsqueda basada sobre el examen interior sobre una facultad intuitiva e introspectivo. Naturalmente, la fisiognomia o ciencia de la fisonomía, juega aquí un gran papel: decir que "el rostro es la expresión del alma" es enunciar un lugar común, pues el cuerpo (formas del cráneo, proporciones de los miembros, etc.) tiene para el que sabe comprenderlo un lenguaje lleno de enseñanzas. De aquí, la significación precisa de ciencias tales como la craneología, el estudio del esqueleto, etc., que a primera vista pueden parecen técnicas.

En esta óptica, el racismo favorece pues una nueva sensibilidad con respecto del cuerpo, y, de forma más general, de la forma física del ser humano. No es indiferente que un cuerpo tenga una u otra forma; no es algo fortuito y neutro. Cualquiera que sea sensible al tipo en el que todos los elementos del ser humano están realmente unificados no puede sino sentir igualmente todo el aspecto trágico y negativo de los casos en los que tal unidad ha desaparecido. Un alma que vive el mundo como algo frente a lo que hay que tomar posición, como el objeto de un combate y de una conquista, debería normalmente poseer un rostro en el que los rasgos enérgicos y ardientes reflejasen esta experiencia interior, junto con un cuerpo esbelto, grande, enérgico y recto, un cuerpo "año" o "nórdico-ario. Imaginemos ahora el caso en que tal alma tenga inversamente por instrumento un rostro relleno y regordete, un cuerpo rechoncho y lento (una raza física en suma) que parece hecha para expresar una interioridad de un tipo muy diferente. Ciertamente la raza interior entrará en contradicción, de algún modo, con ese cuerpo heterogéneo y dará a los mismos rasgos otra expresión- encontrará pese a todo el medio de expresarse. Pero para utilizar una imagen de L. F. Claus, será como si se tratase de interpretar con una ocarina una partitura escrita para un violón.

Lo que una educación racial debe evidenciar, es el hecho de que en ese ámbito igualmente el racismo está animado de un espíritu clásico y propone un ideal humano conforme con este espíritu. Quiere una exacta correspondencia entre lo interior y lo exterior, entre el contenido y el continente. Quiere seres de una pieza, en tanto que fuerzas coherentes y unitarias. Detesta y se opone a toda promiscuidad, a todo dualismo destructor y también consecuentemente, a esta ideología romántica que se complace en una interpretación trágica de la espiritualidad y supone que es únicamente a través de una eterna oposición, un sufrimiento, un incesante anhelo y una lucha confusa como se puede llegar a los valores extremos. La verdadera superioridad de las razas arias es, por el contrario, olímpica: esta se traduce por el sereno dominio del espíritu sobre el cuerpo y sobre el alma que para reflejar (según su estilo y las leyes que le son propias) la raza, se presentan a nosotros como adecuados medios de expresión. La teoría de la raza interior es importante, pues pone en evidencia el aspecto mas deletéreo de los cruzamientos y mestizajes: estos conducen a una dislocación y a una contradicción interiores a una ruptura de la íntima unidad de un ser humano de una raza dada. Tienen por efecto que las almas de una raza se encuentren en el cuerpo de otras razas, lo que provoca la alteración tanto de la una como de la otra. Crean verdaderos inadaptados en el amplio sentido de la palabra, hasta que habiéndose agotado la fuerza interna en combates y en fricciones de todo tipo (y la que haya permanecido en un cierto límite aún "dominante" pierde así su cualidad) la raza interior se difumina para ser reemplazada por una substancia informe y dislocada que llevan los cuerpos en los que las características raciales iniciales eventualmente subsistentes no son mas que lejanos recuerdos, formas vacías de su significación profunda. Es en este momento cuando los mitos internacionalistas y cosmopolitas, hijos de la susodicha ideología de la igualdad espiritual fundamental del género humano, comienzan a convertirse en realidad.

Es pues en la dirección opuesta donde convendrá actuar. El punto de partida es un examen interior destinado a descubrir cual es verdaderamente en nosotros el elemento fundamental, la "naturaleza propia" (o raza espiritual) a la cual es necesario ajustar nuestra vida y sede fieles ante todo. Es preciso obrar a fin de confedr a nuestro ser el máximo de cohesión y de unidad o, por lo menos, obrar de forma que en los descendientes se reunan las condiciones más favorables sobre la base de lo ya obtenido- pues la influencia plástica formadora que una idea ejerce hasta en el plano somático y biológico (en la hipótesis en que ella tuviera una cierta relación con el elemento interior primordial de la raza), es una realidad positiva que atestiguan ejemplos históricos bien precisos, tanto a nivel colectivo como a nivel individual.

En materia de política cultural, las consecuencias de la ciencia racial son igualmente claras. Como escribe L. F. Claus: "En la medida en que un conocimiento científico ejerce una influencia sobre la historia, el objetivo que se impone en ese ámbito a la psico-antropología es el siguiente: debe indicar las fronteras que ningún pueblo, ninguna comunidad de sangre y de cultura pueda franquear o abrir sin correr el riesgo de su propia destrucción. La búsqueda de las fronteras del alma constituye consecuentemente en la hora actual una tarea histórica". Hace esto alusión esencialmente a la tarea de defender y de favorecer (no solo entre los individuos, sino también en las naciones) la misma cohesión y la misma unidad, la misma correspondencia entre el elemento exterior y el elemento interior del que ya hemos hablado a propósito del individuo. Con esto, el tema central de las consideraciones desarrolladas hasta aquí a propósito de las relaciones entre raza y na ción aparecen claramente.

Lo que es igualmente básico para una doctrina exhaustiva de la raza, es el superar los peligros d un relativismo y de un particularismo estrechos que pueden dar lugar cuando son expuestos de modo unilateral y extremistas. Es sobre todo en el ámbito de la cultura y de la "raza del alma", estado intermedio entre corporeidad y pura espiritualidad cuando aparece la necesidad imperativa de definir y de defender ciertas fronteras interiores, de las que se deriva, según la fórmula de Goethe, un "límite creador" y no paralizador (un límite no para la vía hacia lo alto, sino hacia lo bajo, hacia una promiscuidad sub-racial e incluso en el fondo subpersonal, la cual deja el campo libre a procesos de desnaturalizacion, de disgregación y de rompimiento interiores.

 

Síntesis de la Doctrina de la Raza (08) Raza y Espíritu

Síntesis de la Doctrina de la Raza (08) Raza y Espíritu

Biblioteca Julius Evola.- El nudo de la doctrina establecida por Evola sobre la raza, se centra en las diferencias entre cuerpo, alma y espíritu. Para Evola, la raza no es solamente un bagaje biológico o psicológico, sino algo mucho más profundo. De la misma forma que existe una "raza del cuerpo", Evola nos habla de una "raza del espíritu". Tal es su solucion para negar el racismo biológico y encontrar una nueva dimensión, en profundidad, a su doctrina de la raza. Solamente este capítulo bastaría para desanimar a los que acusan a Evola de "racista" en el sentido biológico del término.

 

8. RAZA Y ESPIRITU

Hemos dicho ya que en el ámbito de la concepción "totalitaria" del racismo fascista, la raza no se reduce sólo a una simple entidad biológica. El ser humano no es sólo cuerpo, es también alma y espíritu. Pero la antropología científica o bien partía de una concepción materialista del ser humano, o bien, reconociendo la realidad de principios y de fuerzas no materiales en el hombre, se contentaba, sin embargo, con situar el problema de la raza en el marco del cuerpo.

Incluso en numerosas formas de racistas contemporáneos, las posiciones en cuanto a las relaciones existentes entre la raza, el cuerpo y el espíritu están faltas de claridad: lo que es más, se revelan en ellas incluso peligrosas desviaciones de las que evidentemente, los adversarios del racismo no dejan de extraer la mayor ventaja posible. Desde nuestro punto de vista, es necesario tomar posición de forma clara contra un racismo que considere toda facultad espiritual y todo valor humano como el simple efecto de la raza en sentido biológico del término y que operase una constante reducción de lo superior y lo inferior (más o menos según marcha propia al darwínismo y al psicoanálisis). Pero paralelamente conviene tomar posición aquí, contra aquellos que se aprovechan del punto de vista de un racismo detenido en los problemas antropológicos, genéticos y biológicos para sostener que ciertamente existe la raza pero que ésta no tiene nada que ver con los problemas, los valores y las actividades propiamente espirituales y culturales del hombre.

Nuestra posición, afirmando que la raza existe tanto en el cuerpo como en el espíritu supera estos dos puntos de vista. La raza es una fuerza profunda que se manifiesta tanto en el ámbito corporal (raza del cuerpo) como en el anímico y espiritual (raza interior, raza del espíritu). En el amplio sentido de la palabra, la pureza de raza existe cuando esas dos manifestaciones coinciden, es decir, cuando la raza del cuerpo está en consonancia y es conforme con la raza del espíritu o raza interior y apta para servirlas en tanto que órgano de expresión más adecuado.

No hay que dejar de señalar el aspecto revolucionado de tal punto de vista. La afirmación según la cual existe una raza del alma y del espíritu va a contracorriente del mito igualitario y universalista comprendido el plano cultural y ético, hace morder el polvo a la concepción racionalista que afirma la "neutralidad" de los valores y consiste finalmente en afirmar el principio y el valor de la diferencia comprendido el plano espiritual. Es toda una nueva metodología la que se deriva. Antes, frente a una filosofía dada se preguntaba si era "verdadera" o "falsa", frente a una moral dada, se le pedía que precise las nociones de "bien" o de "mal". Pues bien, desde el punto de vista de la mentalidad racista, todo esto aparece como superado: no se plantea el problema de saber lo que es el bien o el mal, se interroga para qué raza puede ser cierta una concepción dada, para qué raza puede ser válida y buena una norma dada. Se puede decir otro tanto de las formas jurídicas, de los criterios estéticos e incluso de los sistemas de conocimiento de la naturaleza. Una "veracidad", un valor o un criterio que, para una raza dada puede comprobarse valida y saludable, puede no serio del todo para otra e incluso conducir a lo contrario una vez aceptada por ello, a la desnaturalización y a la distorsión. Tales son las consecuencias revolucionarias en el ámbito de la cultura, de las artes, del pensamiento, de la sociología, y que derivan de la teoría de las razas del alma y del espíritu más allá de la del cuerpo.

Conviene no obstante precisar; de una parte los límites del punto de vista expuesto aquí y de otra la distinción que es necesario hacer entre raza del alma y raza del espíritu. A la raza del alma concierne todo lo que esté formado de carácter, sensibilidad, inclinación natural, "estilo" de acción y de reacción, actitud frente a sus propias experiencias. Aquí entramos en el ámbito de la psicología y de la tipología, esta ciencia de los tipos que se ha desarrollado bajo la forma de racismo tipológico (o tipología racista) disciplina a la cual L. F. Claus ha dado el nombre de psicoantropología. Desde este punto de vista, la raza no es un conjunto que posee tales o cuales características psíquicas y corporales sino por el estilo que se manifiesta a través de ellas".

Se constata inmediatamente la diferencia que separa la concepción puramente psicológica de la racista, la cual pretende ir más adelante. Lo que la psicología define y estudia son ciertas disposiciones y ciertas facultades in abstracto. Algunos racistas han buscado distribuir esas disposiciones entre las diversas razas. Por su parte, el racismo de segundo grado, o psico- antropología como se le ha llamado, procede de forma diferente; sostiene que todas esas disposiciones, aunque de modo diferente, están presentes en las diferentes razas: pero en cada una ellas tienen una significación y una función diferente. De tal modo que, por ejemplo, no sostendrá que una raza tenga como característica el heroísmo y otra inversamente el espíritu mercantil. En todas las razas humanas se encuentran hombres con disposiciones para el heroísmo o el espíritu mercantil. Pero si esas disposiciones están presentes en el hombre de una raza diferente. Podemos decir que hay diferentes modos condicionados por la raza interna de ser un héroe, un investigador, un comerciante, un asceta, etc. El sentimiento del honor, tal y como aparece por ejemplo en el hombre de raza nórdica, no es el mismo que en el hombre "occidental" o levantino. Se podría decir otro tanto de la fidelidad, etc.

Todo esto tiene pues, como fin el precisar la significación del concepto de "raza del alma". El de "raza del espíritu" se distingue porque no concierne a los diferentes tipos de reacción del hombre frente al medio y los contenidos de la experiencia normal de todos los días sino a sus diferentes actitudes con respecto al mundo espiritual, suprahumano y divino, tal como se manifiesta bajo la forma propia a los sistemas especulativos a los mitos y a los símbolos, así como a la diversidad de la experiencia religiosa misma. Existen igualmente en este ámbito denominadores comunes o, si se prefiere, similitudes de inspiración y de actitud que reconducen a una causa interna diferenciadora la cual es, precisamente, la "raza del espíritu".

No obstante, es necesario considerar aquí hasta donde puede ir la norma racista de la "diferencia y del determinismo de los valores de la raza. Ese determinismo es real y decisivo incluso en el ámbito de las manifestaciones espirituales, cuando se trata de creaciones propias a un tipo "humanista" de civilización, es decir, de civilizaciones en las que el hombre se ha cerrado el paso a toda posibilidad de un contacto efectivo con el mundo de la transcendencia, ha perdido toda verdadera comprensión de los conocimientos relativos a tal mundo y propios de una tradición verdaderamente digna de ese nombre. Cuando sin embargo, no es tal el caso, cuando se trata de civilizaciones verdaderamente tradicionales, la eficiencia de las "razas del espíritu" no sobrepasa ciertos límites: no concierne al contenido sino únicamente a las diversas formas de expresión que, en uno o en otro pueblo, en un ciclo de civilización o en otro han asumido experiencias y conocimientos idénticos y objetivos en su esencia, porque se refieren efectivamente a un plano suprahumano.

 

Síntesis de la Doctrina de la Raza (06) Significación de la profilaxis racial

Síntesis de la Doctrina de la Raza (06) Significación de la profilaxis racial

Biblioteca Julius Evola.- Una doctrina de la raza no puede prescindir del estudio de una serie de medidas para garantizar la proxilaxis racial. Si las razas tienen unas características específicas, la mezcla racial tenderá a atenuar estos rasgos o desviartuarlos. En realidad se trata de todo lo contrario, de aislar los valores más positivos de cada raza presentes en algunos de sus elementos e intentar extenderlos al mayor número de sus componentes. Evola desarrolla estas ideas en este breve capítulo partiendo de la base de que no toda la profilaxis racial, no solamente deriva de las leyes de la genética.

 

6. SIGNIFICACION DE LA PROFILAXIS RACIAL

En Alemania como sabe todo el mundo, sobre la base de los resultados obtenidos por la teoría de la herencia aplicada a la raza, a la higiene racial y a la demografía, se han adaptado desde hace un cierto tiempo medidas con el fin de impedir la transmisión de una herencia tarada a los descendientes. No es este el lugar para examinar el fundamento de tales medidas ni de discutidas. Diremos simplemente que: en lo que concierne al límite de validez de las leyes de la herencia, en numerosos casos, este no podría ser fijado de modo absoluto. La idea de una simple probabilidad de riesgo debería ser suficiente para imponer a todo hombre dotado de una conciencia ética, una firme línea de conducta y refrenar todo lo que le puede ser dictado por el instinto ciego o el simple sentimentalismo.

Evidentemente, es preciso decir lo mismo en lo que concierne a las cruces con razas europeas. Una de las circunstancias que han favorecido las tomas de posición "racistas" de Italia ha sido precisamente la necesidad de prevenir el mestizaje de nuestro nuevo imperio colonial. Pero, una vez más, lo que debería ser decisivo, es ante todo, una actitud interior de concierto con la clara conciencia de cumplir una pura y simple traición con respecto de su sangre y de sus ancestros al mismo tiempo que un crimen cara a su descedencia, ya que, para satisfacer un capricho y por pasividad frente a sus propios instintos físicos o sus sentimientos, se favorece una contaminación de la raza. No es necesario, llegado a este punto, suponer la pureza racial en sentido absoluto: si el tipo general es "mixto" es una razón suplementaria para precisamente imponerse su defensa contra todo mestizaje y toda necesidad aún de ser protegido ya que no dispone de caracteres "dominantes" de tipo puro que (en ciertas circunstancias sobre las que volveremos) puede perfectamente absorber y organizar bajo su ley, sin alterarse por tanto, a estos elementos relativamente heterogéneos introducidos tras el cruzamiento.

La defensa contra el mestizaje y el aislamiento de los elementos en los cuales la raza está ya extinguida, tales son los principales aspectos del racismo profiláctico y que deben ser objeto de medidas propias de lo que se ha dado en llamar "higiene racial", el cual no deja de tener estrechas relaciones con la demografía general. Pero nuestro racismo va más lejos; este no sólo comprende el promover una acción no solamente negativa, es decir defensiva, sino también positiva, por esto entiende una acción de reforzamiento y de selección intensivas. En este ámbito está claro que sería vano considerar una legislación en el propio sentido de la palabra, como en el primer caso, el principal objetivo es aquí, por el contrario, la formación de un instinto, el refinamiento de una sensibilidad. Esto viene a replantear el problema tan delicado de la elección conyugal, entendiendo aquí que se trata de alguien perteneciente al mismo nivel. En materia de selección es el único ámbito en el que se puede pasar de la teoría a la práctica y obrar de forma positiva a fin de que la raza de las generaciones venideras de una nación dada -(una nación en general)- se purifique gradualmente, se eleve y se acerque aun más al tipo propio al núcleo superior (o raza ideal) presente en ese nivel.

 

 

Síntesis de la Doctrina de la Raza (05) Raza y Nación

Síntesis de la Doctrina de la Raza (05) Raza y Nación

Biblioteca Julius Evola.-  Si los anteriores capítulos de esta obra de Evola habían estado dedicados a establecer las pautas y los objetivos del trabajo y a definir la importancia de una doctrina de la raza para establecer los rasgos interiroes de la personalidad, a partir de este capítulo, Evola asume un análisis de la raza en tanto que fenómeno comunitario. En este primer capítulo recuerda que el concepto de EStado-Nación es esencialmente moderno (formado entre la Paz de Westfalia y la Revolución Francesa) y que una raza, muy frecuentemente, supera el ámbito de una frontera nacional.

 

5. RAZA Y NACION

No hay racista, incluso el más extremista que no esté presto a reconocer que expresiones tales como "raza blanca", "raza alemana", "raza anglosajona", e incluso "raza hebraica", son científicamente incorrectas pues, en este ámbito, conviene hablar de pueblos o de naciones, sabiendo perfectamente que e nuestra época ningún pueblo ni nación pueden pre tender corresponder a una raza única, pura y homogénea. Lo demostraremos rápidamente teniendo presente que, hoy cuando se habla de raza, no s recurre a las grandes categorías generales de la antropología de ayer (la cual se contenta con hablar de raza blanca, negra, roja, amarilla, etc.), sino a la unidades étnicas más individualizadas y más originales que de una cierta manera, se podrían comparar a cuerpos simples (o elementos) que son la ideas de base de la química en su estudio de lo compuestos. Las naciones y los pueblos serían consecuentemente compuestos (más o menos estable y homogénea) de tales elementos. Para Deniker, por ejemplo, la palabra "raza" se refiere a un conjunto de características que se encontraban en el origen en un conjunto de individuos, pero que hoy están desparramadas en proporciones variables en diversos grupos étnicos que son precisamente los pueblos y las naciones modernas, grupos que se distinguen unos de los otros principalmente por la lengua, el modo de vida, los hábitos etc.

¿Cuáles son entonces las relaciones que subsisten entre la idea nacional y la idea racial? ¿Dónde reside el elemento preponderante? ¿en la nación o en la raza? Por delicado que sea este problema, debe ser abordado, pues si muestra posición adoleciera de falta de claridad, sería imposible penetrar en el sentido y el fundamento de todos los aspectos prácticos y "operacionales" del racismo y sobre todo del racismo selectivo. Al igual que los pueblos, las naciones son síntesis. Se puede coincidir en que los elementos que figuran en tal síntesis no son exclusivamente raciales cuando se concibe la raza como una entidad puramente ética y antropológica. Pero esta concepción no es la nuestra. Para nosotros la raza es una entidad que se manifiesta tanto en el cuerpo como en el espíritu. Las diferentes formas de cultura, arte, religión, etc. son manifestaciones de la raza del alma y del espíritu. De este modo los elementos no étnicos, ni antropológicos que permiten definir una nación pueden también convertirse en objetos de investigaciones "racistas".

Ahora conviene decir algunas palabras a cerca de las consecuencias del mestizaje. Revelemos, ante todo, que cuando razas heterogéneas se mezclan el resultado no es solamente la desnaturalización en sus descendientes, de los rasgos característicos propios a los tipos puros correspondientes. En efecto, se observa una hibridación mucho más grave en cuanto a sus efectos, es decir una descendencia en la que la raza del cuerpo de un tipo dado no corresponde con la "raza del alma" ni con la "raza del espíritu" que de modo normal deberían corresponder y a las cuales, en el origen estaban unidas: unas desavenencias e incluso frecuentemente, un desgarramiento interior que se deriva necesariamente.

En segundo lugar, es necesario detenerse sobre la generalización de los conceptos propios a las teorías de Mendel concernientes a la herencia de los caracteres "dominantes" y "recesivos". En un cruce, se puede dar que en los descendientes, durante una o varias generaciones, lleguen a predominar solamente las características de uno de los dos tipos, hasta el punto de hacer nacer la ilusión de que ninguna mezcla, ninguna bastardización o hibridismo tiene lugar. Esto no es más que simple apariencia. Las potencialidades hereditarias (comprendidas las de otro tipo) se transmiten y actúan en los descendientes, pero bajo una forma latente; son por así decirlo, "emboscadas" por el hecho de que durante un ciclo dado, sólo ha predominado la influencia de las potencialidades hereditarias propias al primer tipo. Pero en uno o en otro nacimiento reaparecerán, se afirmarán de modo visible y determinarán una forma correspondiente. Son esas características latentes las que definen la cualidad recesiva en oposición a la otra llamada "dominante".

Mientras que en el ámbito estrictamente biológico y en el de las especies naturales (vegetales o animales) la función "recesiva" y la función "dominante" están en su alternancia, sometidas a leyes objetivas e impersonales, su aplicación a las razas humanas hace de nuevo intervenir el factor espiritual. Una cualidad permanece como "dominante" más allá de los cruzamientos que quedan encerrados en ciertos límites, en tanto que subsiste una cierta tensión, una cierta presencia de sí mismo, por así decir, de la raza. Cuando esta tensión disminuye, la cualidad "dominante" deja de ser tal y las influencias externas (obligadas hasta entonces a permanecer recesivas, es decir presentes únicamente de forma latente) se manifiestan a su alrededor.

Una vez precisadas esas nociones elementales en materia de doctrina de la raza, se puede afrontar el problema de las relaciones existentes entre raza y "nación" y entre raza y "pueblo". Hemos dicho que las naciones como los pueblos son hoy, rigurosamente hablando, entidades étnicas mixtas que, bajo su forma actual proceden de diversas vicisitudes históricas. Las unas y las otras son puntos de succión no sólo de diversas "razas del cuerpo" sino también de diversas "razas de espíritu" las cuales constituyen el substrato más profundamente escondido de los elementos de civilizaciones y de influencias culturales variadas. El punto de vista que prevalece en la era democrática, en lo que concierne a las naciones, era de orden historicista y agnóstico: se evitaba el problema del origen y de la formación de las naciones aceptando la situación como "hechos consumados", de una comunidad dada y esforzado simplemente en mantener según un cierto equilibrio, las diversas fuerzas que actúan en su seno, a veces incluso de forma contradictoria.

Con el racismo, los nuevos conceptos de Estado y de nación definidos por el fascismo cambian. El problema de los orígenes no pueden ser eludido en la medida en que se reconoce que la línea de conducta política no puede ser un "sistema de equilibrio" sino de firme dirección del Estado y de la nación por una élite, por un núcleo que representa el elemento más válido y más digno en relación a cualquier otro. Es entonces cuando el problema de la formación de las naciones exige que se le replantee en un marco bien diferente del antiguo, y desde una perspectiva exclusivamente historicista. En el origen de toda verdadera tradición nacional, vemos una raza relativamente pura y homogénea al menos en tanto que raza dominadora con respecto a otras razas que se le someten. Se constata así que en el curso de los siglos, esta raza original ha atravesado vicisitudes en las ue ha perdido su vigor, o en que influencias extrañas han causado por formar parte de unidades político-sociales creadas por ellas en las que las leyes naturales y espirituales, se manifiesta un mestizaje por ese mismo hecho de haber sido acogidos elementos propios de otras razas -con lo cual lo que había conservado hasta entonces un carácter "dominante" no persistía más que bajo una forma sofocada, "recesiva". Por otra parte, se constatan igualmente resurgimientos esporádicos de la raza y de la tradición originales, una tendencia a mantenerse pese a todo, a liberarse, a dar lugar de nuevo a formas y a creaciones fieles a su propia naturaleza.

Conforme a este nuevo modo de ver debe ser escrita y enseñada toda nuestra "historia nacional", no en vistas a un conocimiento abstracto o de estériles recriminaciones, sino a promover decisiones de orden interior y una formación de la voluntad bien precisa. Es preciso, consecuentemente, impregnarse de esta idea de que en la tal "nación" ha existido y existe siempre una "raza superior”. Todo lo que viniendo del exterior, de razas diferentes, se añade a la tradición nacional unida de esta raza, no tiene, ni tendría en principio, un valor positivo sino en la exacta medida en que los orígenes raciales de los que ésta procede sean similares, y cuando prevalezcan condiciones gracias a las cuales el núcleo original pueda mantener, ante todo en el ámbito espiritual, su cualidad "dominante". Si éste no es el caso, ese añadido es pues algo inútil, paralizante o incluso disolvente.

En lo que concierne al futuro, si evidentemente se debe tender a mantener la cohesión y la integridad de los sistemas correspondientes a un pueblo dado, se debe igualmente ser coscientes del peligro consistente en "dejar hacer la historia". Es necesario, por el contrario, actuar a fin de que la parte racialmente más válida de la nación se conserve e, incluso, se desarrolle a lo largo de las generaciones futuras y que universalmente los componentes menos válidas (o simplemente secundarias) no se extiendan y se refuerzan hasta el punto de prevalecer.

Es en las diversas vicisitudes y en las diversas épocas de la historia nacional donde un ojo despierto deberá precisamente habituarse a reconocer los aspectos ocultos y sobre el plano racial, a descubrir la alternativa de influencias de elementos que de recesivas se consienten en "dominantes" (y viceversa), y del cual proceden períodos o ciclos que no son solo las etapas de un proceso homogéneo y continuo sino sistemas y manifestaciones de una u otra de esos componentes que por consentimiento son asociadas al curso de la historia.

Desde este punto de vista, "la raza" significa sin duda alguna, algo más que la simple nación, es el elemento dirigente y formador de la nación y de su civilización dominante. Y esto es perfectamente con forme con las ideas fascistas. El fascismo (diferent en esto del nacional-socialismo y superándolo) rechaza de hecho, el concebir la "nación" fuera del Estado. Para el fascismo es el Estado el que da forma y conciencia a la Nación. Pero el Estado, no es una entidad abstracta e impersonal, según la idea fascista, el Estado es también el instrumento de una élite política de los mejores elementos de la nación. Con el racismo, se da un paso adelante; esta élite está destinada a retomar la antorcha de la raza y de su tradición más elevada, presente en la componente nacional. Y cuando Mussolini decía en 1923: "Roma es siempre, como mañana y en los siglos venideros, el potente corazón de nuestra raza; es el símbolo imperecedero de nuestra vitalidad" indicaba ya sin inequívoco la dirección de una decisión ineluctable: la raza ideal de la nación italiana, es la raza de Roma, esa que hemos justamente calificado de añoromana.

Recordemos igualmente lo que decía Mussolini en 1923 dirigiéndose a la élite fascista: "Vosotros representáis realmente el prodigio de esta vieja y maravillosa raza que ciertamente conoció horas sombrías, pero jamás las tinieblas de la decadencia. Sí pareció por momentos eclipsada, fue siempre para renacer con más claridad aún". Todo esto corresponde exactamente, a lo que hace poco habíamos expuesto en términos de "racismo" contemplando la persistencia hereditaria de la raza primordial y de las vicisitudes nacidas de la alternancia de las formas "dominantes" y "recesivas" en el curso del desarrollo de las historias "nacionales".

 

Síntesis de la Doctrina de la Raza (03) Consecuencias del sentimiento de Raza

Síntesis de la Doctrina de la Raza (03) Consecuencias del sentimiento de Raza

Biblioteca Evoliana.- Evola aborda en este capítulo una temática que hoy se ha olvidado. El verdadero racismo de base biológica, apareció en el siglo XIX en los medios liberales e imperialistas británicos. Al considerar a cada raza como compuesta por individuo iguales entre sí, pero diferenciados en relacion a otros grupos raciales, ese racismo era de base democrática, liberal e igualitaria. Frente a esas formasde racismo biológico, Evola sigue apurando en este capítulo las consecuencias de toda doctrina de la raza, que van mucho más allá de las normas eugenésicas aprobadas en los años 20 y 30, no solamente en Alemania.

 

3. CONSECUENCIAS DEL SENTIMIENTO DE RAZA

El conde de Gobineau que, desde cierto punto de vista, puede ser considerado como el padre del racismo moderno, no ocultó jamás las razones profundas de su opción; lo que le incitó a escribir su famoso: "Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas" en 1853 fue una reacción de todo su ser contra la "ciénaga democrática e igualitaña" en la que se hundían cada vez más las naciones europeas.

Ahora bien, es precisamente ese pathos el que debería acompañar toda actitud racista coherente y, por deducción, producir efectos precisos en el ámbito político-social. Bien entendido, tales deducciones no pueden ir más que en el sentido de las ideas maestras del fascismo, las cuales se encuentran de este modo reforzadas y dinamizadas, por casi decir.

Proclamarse racista significa efectivamente levantarse contra el mito democrático según el cual el va lor supremo sería "la humanidad" en singular míen tras que todos los seres serían por esencia iguales puesta por el evangelio de los inmortales príncípios no existe o representa a nuestros ojos bien poco.

Debe de quedar bien claro que no entra dentro de nuestras intenciones el negar la existencia de un cierto número de elementos que son comunes a la gran mayoría de seres humanos; pero también se plantea la existencia de otros aspectos que presentan diferencias igualmente evidentes e incontestables no menos reales. Ahora bien, si se quiere establecer una escala de valores entre unos y otros, hay que tomar posición: para las vocaciones internas, se trata aquí de una nueva "puesta en acción". El racismo, lo podemos afirmar sin reservas, se define conforme con el espíritu clásico, ese espíritu cuya característica fue la exaltación de todo lo que tiene una forma, un rostro, una indicación por oposición a todo lo que es informe o bueno para todos o indiferenciado. El ideal clásico (y añadiremos nosotros) igualmente "ario", es el del cosmos, es decir de un conjunto de naturalezas y de sustancias bien individualizadas, unidas de modo orgánico y jerárquico a un todo: no tiene nada que ver con el ideal más o menos romántico o panteista de( caos en tanto que principio que, en su indiferenciación se sitúa por debajo de todo lo que tiene una forma.

En esta concepción, la mítica "humanidad" de la fábula democrático aparece desde nuestro punto de vista, simplemente como un denominador común, un substrato colectivo que no tiene para nosotros mayor interés salvo en el marco de las formas vivas, concretas y bien definidas en los cuales se articula. Ahora bien, esas formas son precisamente las razas en tanto que unidades tanto de sangre y de instinto como de espíritu. El racista, consecuentemente, reconoce la diferencia y quiere la diferencia para él: ser diferente, ser cada uno si mismo no es un mal sino un bien. )En qué momento existió verdaderamente esa famosa humanidad? Cuando de un mundo bien articulado se involuciona a un mundo caótico, colectivista, indiferenciado, que no se puede concebir sino como el estado final espantoso de un proceso de nivelación y de disgregación social y espiritual. En este momento cuando en la hipótesis en el que cualquier diferencia corporal subsistiría aún cuando se la consideraría como accidental, no esencial, insignificante y despreciable. He aquí lo que se oculta detrás del mito igualitario y detrás la ideología democrática y liberal.

En la visión racista de la vida, por contra, toda diferencia (incluso física) es simbólica lo interior se manifiesta al exterior, lo que es exterior es símbolo signo o síntoma de algo interior: tales son los pñncipios fundamentales de un racismo completo. Desde el punto de vista romano y fascista que es el nuestro, es particularmente importante insistir sobre esta vocación clásica, a la cual ya hemos hecho alusión del racismo: firmeza de voluntad, rechazo de todo lo interés salvo en el marco de las formas vivas, concretas y bien definidas en los cuales se articula. Ahora bien, esas formas son precisamente las razas en tanto que unidades tanto de sangre y de instinto como de espíritu. El racista, consecuentemente, reconoce la diferencia y quiere la diferencia para él: ser diferente, ser cada uno si mismo no es un mal sino un bien. )En qué momento existió verdaderamente esa famosa humanidad? Cuando de un mundo bien articulado se involuciona a un mundo caótico, colectivista, indiferenciado, que no se puede concebir sino como el estado final espantoso de un proceso de nivelación y de disgregación social y espiritual. En este momento cuando en la hipótesis en el que cualquier diferencia corporal subsistiría aún cuando se la consideraría como accidental, no esencial, insignificante y despreciable. He aquí lo que se oculta detrás del mito igualitario y detrás la ideología democrática y liberal.

En la visión racista de la vida, por contra, toda diferencia (incluso física) es simbólica lo interior se manifiesta al exterior, lo que es exterior es símbolo signo o síntoma de algo interior tales son los principios fundamentales de un racismo completo. Desde el punto de vista romano y fascista que es el nuestro, es particularmente importante insistir sobre esta vocación clásica, a la cual ya hemos hecho alusión del racismo: firmeza de voluntad, rechazo de todo lo que es indiferenciado, reasumir los principios mismos de nuestra antigua sabiduría: Conócete y se tú mismo. Fidelidad a su propia naturaleza, es decir, a su sangre y a su raza tal es la contrapartida interior ética y espiritual de las ideas que la genética, las ciencias de la herencia y la biología suministran a las formulaciones del racismo científico. Y tales son las directivas precisas que se derivan para la educación racial.

 

Síntesis de la Doctrina de la Raza (02) Significado interior de la raza

Síntesis de la Doctrina de la Raza (02) Significado interior de la raza

Biblioteca Evoliana.- Para Evola, la raza es sobre todo el conjunto de rasgos interiores que caracterizan a la persona, esto es, las potencias del alma dominantes en cada grupo étnico. En este segundo capítulo de su "Síntesis sobre la Doctrina de la Raza", Evola contribuye a aclarar el concepto de raza interior y las diferencias con la raza biológica. La "raza del espíritu" no es solo un racimo de rasgos antropológicos, sino que desemboca en algo más profundo: las convicciones espirituales de los pueblos y sus cultos religiosoos

 

2.- SIGNIFICADO INTERIOR DE LA RAZA

Si con este rápido repaso de los trabajos más recientes en la materia hemos podido constatar una evolución de( concepto de "raza" no hemos podido liberarla sin embargo de( ámbito de las definiciones abstractas. Nos queda por precisar lo que debería hoy significar de un modo viviente la raza para el individuo y consiguientemente, lo que hay que entender por "conciencia de raza" propiamente dicha. Estamos ante un punto fundamental a propósito de( cual nos podemos referir a experiencias de todos los días.

La expresión "hombre de raza" no es de ayer. E general, se refería a una idea aristocrática: de la ma yoría de individuos comunes y mediocres se desta caban seres de raza, es decir seres superiores, "nobles". Tal nobleza (insistimos sobre este punto) no equivale necesariamente a un significado "heráldico", sino que de un campesino, de un hombre del pueblo que permanezca puro y sano podría emanar esta impresión de raza como de los representantes de una auténtica aristocracia. No era por casualidad si entre la nobleza ciertas tradiciones favorables han conseguido salvaguardar durante mucho tiempo la pureza de sangre, e igualmente ciertas condiciones favorables en el campo, lejos de las ciudades, donde las ocupaciones y los hábitos sanos han podido producir efectos comparables en otros elementos no aristocráticos de un pueblo dado.

Por otra parte, la palabra "raza" como la de "sangre" ha revestido en el pasado una significación precisa y viva bien diferente de la que le han dado hoy y que es sobre todo de orden científico y biológico. Se dice por ejemplo: "Buena sangre no sabía mentir". Se habla de "instinto de sangre". Hay injurias sangrientas, situaciones frente a las cuales la "sangre forma un charco". )Qué significa todo esto? En lo más profundo del ser humano, más allá de la raza de los conceptos abstractos, del razonamiento discursivo y de las convenciones nacidas de la vida en sociedad, existen instintos que poseen una forma determinada unida a la posibilidad de reacciones directas y absolutas que en el hombre de "raza" son normales, mientras que en el hombre vulgar todo esto no se manifiesta sino de fon-na esporádica: en casos extremos y situaciones de excepción.

Se trata aquí de impulsos pertenecientes a la pura vida animal y psicológica? Sería temerario afirmado aquí. Las fuerzas a las cuales hacemos alusión, las reacciones instintivas del hombre de "raza", lejos de ser una prolongación de los instintos animales, lo contradicen a menudo imponiendo a la simple vida una norma superior, prescribiéndole obediencia a un cierto "linaje", a un "estilo" hecho de dominio de si, tensión interior, afirmación y que se convierte en él en natural y espontáneo. Las reacciones de la raza no tienen en común con los instintos animales sino la posición y la inmediatez, no proceden del razonamiento o de las consideraciones intelectuales, sino más bien al contrario, manifiestan en su espontaneidad toda la personalidad de un ser. Mas eso no es todo; inciden igualmente en el ámbito del intelecto pues se manifiestan según formas específicas y di rectas de sensibilidad, de juicio y de adhesión a cier tos valores. A través de la raza, mediante la sangre, el hombre llega a evidencias que no se discuten y que a su nivel son tan directas como las de las idea suministradas por los sentidos sanos y normales. Al igual que nadie se pierde en discusiones sobre la ra zón por la cual el color rojo es rojo, igualmente e una características propia al hombre de "raza" un cierto número de evidencias naturales y precisa (mientras que en el mismo ámbito, el hombre "moderno" intelectualizado y degenerado está reducid a avanzar a tientas, intentando substituir la faculta perdida de la vista así como la del tacto, por el sesgo del discurso y del instrumento intelectual, lo qu frecuentemente tiene como flaco resultado el permi tirle pasar sin advertirlo, de una crisis a otra o adoptar simples criterios conformistas).

Tal es, pues, el plan sobre el cual conviene comprender y vivir la raza. La raza vive en la sangre e incluso más allá, a un nivel aún más profundo, allá donde la vida individual comunica con una vía supraindividual que, no obstante no debe entenderse en sentido naturalista (en tanto que "vida de la especie") sino como un ámbito donde actúan ya fuerzas realmente espirituales.

Los antiguos conocían bien todo esto; los cultos dados a los lares, a los penates, a los héroes, al "daimon" de la gens, entidades que simbolizaban el misterio de la sangre y las fuerzas místicas de la raza.

La ciencia ciertamente está en vías de evidenciar por medio de los resultados obtenidos por la genética, la teoría de la herencia, la demografía, o la patología y la importancia de la raza. Pero esto, puede, todo lo más, favorecer el despertar de un sentimiento de raza, no creado. Así es preciso que una reacción interna se produzca y para esto el "mito" (en tanto que idea-fuerza, que idea animadora) es mucho más eficaz que no importa que orden de consideraciones científicas. )Qué es el mito? Ya hemos hecho alusión a él: es la raza, en tanto que confiere a la existencia una plenitud, una superioridad y una rectitud. Hay seres culpables y hay seres de raza. Vengan de la clase social que vengan, constituyen una aristocracia en la cual vive una misteriosa herencia venida del fondo de las edades.

Esta es la razón por la que al nivel mismo de sus definiciones más generales, el racismo posee un valor de reactivo. Las reacciones de los individuo con respecto a las ideas racistas constituyen una es pecie de barómetro que revela la "cantidad" de raza presente en ellos. DECIR SI O NO AL RACISMO NO ES UNA SIMPLE ALTERNATIVA INTELECTUAL, NO ES UNA ELECCION SUBJETIVA Y ARBITRARIA. Dice sí al racismo aquel en el que la raz vive aún; y por el contrario se opone aquel que bus cando coartadas en todos los ámbitos a fin de justificar su aversión y desacreditar el racismo, demuestra que ha sido interiormente vencido por la antiraza (aquél en el cual las fuerzas originales han sido re primidas, ya por el peso de los deshechos étnicos, herederos de cruzamientos y de procesos de dege neración, ya sea por un estilo de vida burgués, afe minado e intelectualizante) habiendo perdido tra numerosas generaciones todo contacto con lo qu es auténticamente original.

Esto debe ser puesto en relieve claramente, casi a título de premisa, en toda exposición seria de la ideas racistas.

 

Síntesis de la Doctrina de la Raza (01) Qué significa la palabra raza

Síntesis de la Doctrina de la Raza (01) Qué significa la palabra raza

Biblioteca Evoliana.- En los años 30, Evola aborda sus estudios sobre la raza de los que "Síntesis de la Doctrina de la Raza" constituye, sin duda, su más alta expresión. Estos estudios figuran entre los más "conflictivos" de Evola, dado que la mera evocación de la palabra raza parece tener connotaciones negativas en nuestros días... Ni que decir tiene que en el cuerpo de esta doctrina no existe absolutamente ningún rastro de prejuicio racista, ni mucho menos de xenofobia. La intención de la obra es establecer una doctrina de la raza que permita realizar una interpretación de la historia en función de la misma, una clasificación de los tipos raciales y, sobre todo, que permita extraer conclusiones sobre el estilo y las cualidades de cada raza.

 

1. QUE SIGNIFICA LA PALABRA RAZA

¿Qué es la raza? Citemos algunas de entre las más conocidas definiciones- "La raza es una unidad viviente de individuos de/ mismo origen cuyas características corporales y espirituales son idénticas" (Woltman). "Es un grupo humano que por el hecho de compartir de un modo que le es propio un cierto número de características físicas y de disposiciones psíquicas se distingue de cualquier otro grupo humano y da nacimiento a individuos siempre semejantes a ellos mismos" (Gunther); "Es un tipo hereditario" (Topruard); "es un linaje defínído por grupos de genotípos (es decir de potencialidades hereditarias) idénticas y no por hombres exteriormente semejantes morfológicamente" (Fischer, Lenz); "Es un grupo definido no por el hecho de poseer tales o cuales característícas espirituales o corporales sino por el estilo que se expresa a través de ella" (Claus).

No hemos citado estas definiciones al azar. Hemos pasado de una a la otra según una especie de progresión que corresponde a la que durante estos últimos años ha registrado la misma teoría de la raza. Por otra parte, la raza se ha venido definiendo como un concepto antropológico, es decir, como revelador de una disciplina que ha dejado de tener el sentido antiguo y etimológico de "ciencia del hombre" en general, para adoptar el de una ciencia natural particular, considerando al hombre simplemente bajo el ángulo de las características respecto a las cuales no representa sino una especie natural entre otras.

De este modo, al principio no se disponía sino de un concepto puramente naturalista y descriptivo de la raza, al igual que se describían en su evidente igualdad, las diferentes variedades animales y vegetales, de igual modo se agrupaban los seres humanos en diversas categorías a partir de la verificación de ciertas características recurrentes, las cuales eran esencialmente corporales, semánticas. Criterio puramente estático y cuantitativo, por consecuencia eran las características comunes manifestadas encontradas en la mayoría de los individuos lo que es considerada como definitorio de la raza.

En los orígenes de la antropología moderna, la investigación se centraba en lo inmediatamente más externo: color de la piel, de los cabellos y de los ojos, estatura, rasgos del rostro, proporciones, forma del cráneo. Un primer paso consistía en la adopción de medidas-. se fijan mediante cifras las proporciones del cuerpo, se miden los índices craneales y las ayudas parciales. Las técnicas descriptivas se esfuerzan en convertirse en "positivas ideas de la psicología, se busca identificar las disposiciones que por su carácter repetitivo corresponden -o se hacen corresponder- a los diversos grupos humanos.

La antropología de ayer considera también el elemento hereditario una vez contrastadas las diferencias existentes entre los seres humanos vivos, se vienen naturalmente a suponer las constancias de esas diferencias tanto entre los genitores como entre sus descendientes. Sin embargo, la particular importancia dada al elemento herencia es propio de una antropología más reciente, próxima al racismo propiamente dicho. De aquí, esas definiciones de Spinar, Lenz y Fischer evocadas más arriba. Para el racismo moderno, la teoría de la herencia es fundamental. Se afirma, contrariamente a las concepciones de la vieja antropología, que no son todas las características o disposiciones que se dan en un grupo humano las que deben ser atribuidas a una raza, sino únicamente las aptas para ser transmitidas de modo hereditario.

Pero esto no es todo. Tras haber constatado un cierto número de modificaciones externas (llamadas también paravadaciones) que por diversas razones pueden surgir en un tipo dado sin que por tanto se transmitan hereditariamente, se formula la distinción fundamental entre el genotipo y su fenotipo. El "genotipo" es, por así decir, una potencialidad: es la fuerza que da nacimiento a un tipo, o a una sede de tipos, los cuales no pueden variar sino entre ciertos límites bien determinados. La forma exterior (exterior en sentido amplio pues la teoría de la herencia aplicada al hombre considera no solamente las características morfológicas, sino también las disposiciones psíquicas) que nace cada vez del "genotipo" puede en realidad ser variable y puede aparentemente alejarse del tipo original hasta el punto de no ser reconocible. Esta forma exterior se llama fenotipo. Entre las especies naturales se ha podido constatar que las modificaciones que conciernen al "fenotípo" no tocan la esencia. Bajo las influencias de fenómenos exteriores a él (bien sean subjetivas o bien debidas al medio). La potencialidad del "genotipo" se comporta casi como una substancia elástica: parece perder, -dentro de ciertos límites- su forma propia pero la recupera cuando cesa la solicitación en los tipos a los cuales éste da nacimiento en el curso de las generaciones siguientes. Un ejemplo típico nos lo da el mundo vegetal, la planta primavera china produce a temperatura normal, flores blancas. Pero si al cabo de cierto tiempo decidimos plantar una semilla de esas plantas en su medio a temperatura normal, veremos brotar unas plantas de flores rojas idénticas a su progenitor. La variación del fenotipo no es pues esencial, sino transitoria e ilusoria, la potencialidad subsiste, intacta, conforme al tipo original.

Lo que es hereditario (y según las concepciones mas recientes "de raza") no son pues las formas exteriores en sí mismas, sino las potencialidades, los modos constantes de reaccionar frente a circunstancias diversas, eventualmente de manera diferente, pero siempre en conformidad con ciertas leyes.

Tal es el fundamento de la actual concepción de la raza. Con la definición de Claus evocada más arriba, fundador de lo que se ha dado en llamar psicoantropología, se va aún más lejos y se constata una cierta "espiritualización" del genotipo. La esencia de la raza debe buscarse en un estilo, en su modo de ser. Aquí la raza se convierte en una especie de linaje constante que se expresa no sólo através de las características físicas (es decir através de la raza del cuerpo), sino también en el modo de utilizar ciertas disposiciones o aptitudes psíquicas, así como lo demostramos seguidamente a partir de este estilo (hereditario del mismo) se define un grupo humano, grupo que con relación a otros grupos de estilo diferentes corresponde a una raza.