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El equívoco del "nuevo paganismo". Julius Evola

El equívoco del "nuevo paganismo". Julius Evola

Biblioteca Julius Evola.- Este artículo publicado por Evola en la revista "Bibliografia Fascista", nº 2, de 1935 disipa algunos equívocos que habían surgido, especialmente, en el entorno de Alfred Rosenberg, ideólogo del partido nacionalsocialista. Inicialmente, al leer el título de la obra de Evola "Imperialismo Pagano" (que el propio autor reconoce que fue una elección desafortunada, no por el contenido de la obra, sino por haber introducido la palabra "pagano" en su título) hizo pensar a Rosenberg que Evola defendía en Italia una línea parecida a la suya. Evola se encarga de disipar este equívoco y establecer la verdadea naturaleza del concepto tradicional de paganismo.

 

El equívoco del "nuevo paganismo"

Recientemente en Viena, con ocasión de una entrevista, un periodista, al que habíamos conocido hace muchos años cuando en Italia defendimos un "Imperialismo Pagano", nos comentó que nuestra hora podía haber llegado, al menos en otro país. Aludía, naturalmente, a Alemania y a las corrientes más o menos próximas al nazismo, comprometidas en crear un nuevo espíritu religioso germánico y no-cristiano. Nosotros contestamos que el tiempo, realmente, parecía haber llegado, en el que casi estábamos obligados a declararnos, si no cristianos, al menos católicos. 

En realidad, la idea del "nuevo paganismo" surgido más allá de los Alpes, es muy equivoca y su análisis podría representar mucho interés tanto en sí misma como, en cierta medida, para nosotros mismos, ya que estamos directamente implicados. Hemos reconocido en efecto, el valor que podía tener la recuperación de algunas grandes tradiciones precristianas para la construcción de nuestra civilización europea en un sentido heroico, imperial e íntegramente “romano”. En el momento actual, estamos muy lejos de pensar de forma diferente que en 1928, cuando nuestra obra titulada precisamente “Imperialismo pagano” se convirtió en piedra de escándalo.

Excepto entre las ideas retomadas por nosotros, y lo que se afirma hoy en Alemania como "nuevo paganismo", existe no sólo una diferencia, sino también una antítesis. Por lo cual -lo sabemos de primera mano, y no por habladurías de algún interesado- si bien es verdadero que algunas de nuestras obras encuentran hoy en Alemania una resonancia mayor que en Italia, es igualmente cierto que tal resonancia se produce en el entorno de la antigua Alemania conservadora y en absoluto de las nuevas corrientes paganas, con los que no tenemos ninguna relación, incluida la tendencia semi-oficial de Alfred Rosenberg. 

Si Rosenberg ha manifestado tanto interés por nosotros cuando creía, en razón del malentendido provocado por la alusión al término algo ambiguo de “pagano”, que estábamos en la misma longitud de onda que él, en el momento actual, cuando ha conocido de forma más precisa nuestro punto de vista, ha debido tomar distancias. Si bien este punto de vista puede ser hoy influyente en Alemania, sirve también para dejar constancia de la deformación que numerosas ideas susceptibles de un significado superior sufren a causa de su adaptación a fines puramente empíricos y tendenciosamente políticos. Pero veamos en qué consiste objetivamente el equívoco del neopaganismo nórdico, intentando examinar el problema de la manera más impersonal posible.

Digamos, en primer lugar, que la elección de la palabra « pagano » para definir Weltanschauungen y modos de vida ajenos a los "contenidos" del cristianismo no es adecuado, y nosotros mismos lamentamos haberlo empleado. Paganus es, en efecto, un término peyorativo, incluso injurioso, empleado en las polémicas de la primera apologética cristiana. Existe, no sólo en tanto que palabra, sino también en tanto que sustancia e idea; un "paganismo" que no es más que una “exogitación” polémica y sin precedentes en el verdadero mundo pre-cristiano y no cristiano, abstracción hecha de los períodos de evidente decadencia.

Para glorificar y afirmar la nueva fe, cierta apologética cristiana procedió a la deformación y a la depreciación, a menudo sistemáticas, de casi todas las doctrinas y tradiciones que la precedieron y a las cuales, acto seguido, se les colgó la etiqueta global y peyorativa de “paganismo”.

Desde entonces estamos confrontados a esta paradoja: Un "paganismo", que no ha existido jamás y que no ha sido engendrado más que polémicamente por la apologética cristiana militante, corre el riesgo en nuestros días de nacer y existir realmente por primera vez, precisamente en razón de una acción “neo pagana”, y sobre todo anticristiana en la nueva Alemania.

¿Cuáles son los rasgos específicos de la visión « pagana » de la vida, tales como la apologética cristiana los ha imaginado y les ha dado vida?

En primer lugar: el naturalismo. La visión pagana habría ignorado toda trascendencia. Habría sostenido la promiscuidad entre el espíritu y la naturaleza. Sus límites habría sido una mística de fuerzas de la naturaleza (la vieja cantinela del "Bosque" contra el "Templo") y una divinización supersticiosa de las energías de la raza exaltadas en forma de ídolos. De aquí derivaría, en primer lugar, un particularismo y un politeísmo condicionados por el suelo y por la sangre.

En segundo lugar: la ausencia de conceptos de personalidad y de libertad, y un estado de inocencia que sería simplemente el propio de los seres que no han despertado aún a una aspiración verdaderamente metafísica. Contra el determinismo y el naturalismo "pagano", con el cristianismo aparecería por primera vez un mundo de libertad supraterrestre, a saber el mundo de la Gracia y de la personalidad, un ideal de “catolicidad” (es decir, etimológicamente, de universalidad), un sano dualismo permitiendo subordinar la naturaleza a un orden superior, a una ley procedente de lo alto.

Tales son, esquemáticamente, los rasgos sobresalientes de la concepción más corriente de lo que se entiende por “paganismo”. Todo lo que contiene de falso y de unilateral salta a la vista –y es casi superfluo subrayarlo-, al menos a cualquiera que tenga un conocimiento directo, incluso superficial, de la historia de las civilizaciones y las religiones “paganas”. Además, en los límites de la primera patrística –en los escritos de Orígenes, de Clemente de Alejandría, de Justino, etc—se encuentra la prueba de una comprensión más profunda de los principios y de los símbolos propios de la civilización anterior.

No podemos, en los límites del presente artículo, más que subrayar algunos de ellos.
Primeramente, lo que caracteriza al mundo pre-cristiano, del mundo en todas sus formas superiores, no tiene nada en común con una divinización supersticiosa de la naturaleza; se trata de una comprensión simbólica de esta, a través de la cual todo fenómeno y toda acción exteriores no aparecen más que como la manifestación sensible de un mundo situado más allá de lo sensible: la esencia de la concepción pagana del hombre y del mundo era en efecto simbólico-sagrada.
Es preciso reconocer, en segundo lugar, que la manera de vivir “pagana” no se parecía en nada a una licencia naturalista. En las formas originales y de intensa tensión ideal de la Roma antigua, de la Hélade clásica, de las civilizaciones primordiales indo-arias de Oriente, etc., no hay ningún terreno de la vida, sea individual, como colectivo, que no estuviera acompañado, sostenido y animado por un rito correspondiente, a saber, por una acción y una intención espirituales reputadas, objetivamente eficaces.

En tercer lugar, el mundo «pagano» conocía ya un sano dualismo. Se le encuentra no solo en las grandes concepciones especulativas –nos limitamos a citar a Platón y Shánkara-, sino también en las concepciones más «comunes» como las, antagónicas, hoy universalmente conocidas, de los indo-europeos del antiguo Irán, de la oposición entre las « dos naturalezas » de los griegos, la del mundo de los “Ases” y del mundo elemental de los antiguos escandinavos, o también la oposición entre la “vía solar de los dioses”, de una parte, y la “vía de la Tierra”, de otra, entre “Vida” y “liberación de la Vida” de los antiguos hindús, y podríamos seguir citando ejemplos.

Sobre la base de estos ejemplos, podemos decir que la aspiración a una liberación sobrenatural, es decir a una realización metapsíquica de la persona humana, fue común a todas las grandes civilizaciones pre-cristianas que, todas, conocieron una “iniciación” y celebraron sus “misterios”. La “inocencia primitiva » es una fábula tal que se encuentra incluso entre las poblaciones salvajes. Esta forma que, para algunos, evocaría la noción de « límite », es decir el ideal clásico, no se sitúa más acá, sino más allá del dualismo entre el espíritu y el cuerpo, ya que se trata del ideal de un espíritu en tal medida dominador que ha conseguido modelar totalmente el cuerpo y el alma según el modelo ideal, en una perfecta correspondencia entre el contenido y el continente. Se debe, en fin, constatar una aspiración universalista. Por todas partes en el mundo « pagano », en el ciclo ascendente de una raza superior, hay una vocación de «Imperio» y esta vocación fue incluso a menudo reforzada metafísicamente manifestándose como una consecuencia natural de la antigua concepción sagrada del Estado y como la forma específica de un mundo donde una presencia victoriosa del supra-mundo tiende a manifestarse en este mundo. Podríamos recordar a este respecto la antigua concepción irania del Imperio en tanto que cuerpo de « Dios de luz », así como la tradición indo-aria del “Señor Universal” o "Kravari", y así sucesivamente, hasta la concepción "solar" del Imperio Romano, cuyo contenido ritual y sagrado se encarna en el culto imperial. Este no era la negación, sino la culminación jerárquica unificadora de un "panteón", es decir de un conjunto de cultos, espacialmente condicionados, por el suelo y la sangre. Si se quisieran multiplicar las rectificaciones de este tipo, y que no tienen nada de tendencioso, existirían problemas de elección-Aquel que es perfectamente consciente de estas cosas comprenderá que es completamente impropio querer defender su propia tradición en detrimento de otra. Le será fácil reconocer la vía a seguir para eliminar todo unilateralismo dictado por un espíritu partisano, para dar a cada uno lo suyo, para separar lo positivo de lo negativo y de lo contingente en las diferentes formas históricas, pero, sobre todo para alcanzar una visión más completa, con un punto de vista universal de forma que verdaderamente pueda aplicarse el axioma “católico”. Quod ubique, quod ab omnibus et quod semper. Se podría así enumerar todo un conjunto de principios "tradicionales" en sentido eminente, por el hecho de que, en el fondo –metafísicamente- eran anteriores y superiores a no importa qué tradición histórica particular o a no importa que religión positivas, y, por tanto, no susceptibles de ser reivindicados como monopolio exclusivo de una de estas tradiciones o religiones históricas. Es sobre este plano, sin la menor animosidad sino con la firmeza que deriva de una justa visión de las cosas, que se puede proceder a una revisión de los valores, sea para limitar y ordenar jerárquicamente la validez de algunas concepciones particulares específicamente hebraicas del cristianismo, sea para presentar bajo un día aspecto más favorable numerosos aspectos casi olvidados por de las grandes tradiciones de un pasado lejano, anterior al cristianismo, a fin de comprobar, verificando cuáles entre ellas podrían todavía, sin anacronismos, ser recordadas hoy para actuar de forma creativa. No contra la Iglesia o contra el cristianismo, sino más bien más allá de este, en el seno de una élite determinada. Pues bien, en el neo-paganismo alemán no encontramos nada parecido. En primer lugar, tal como hemos dicho, es casi cayendo en la trampa preparada por anticipado que los neopaganos terminan por profesar y defender doctrinas que se reducen, por así decir, a un paganismo ficticio y privado de trascendencia, sino ligado a la sangre y sumergido en un misticismo sospechoso, suscitado polémicamente por la dialéctica de sus adversarios. Y como si esto no bastara aún, se silencia, de manera interesada, todos los aspectos superiores del cristianismo y del catolicismo, como antes había ocurrido silenciando los aspectos superiores del verdadero paganismo. La argumentación anti-cristiana se sirve finalmente de concepciones modernas, nacidas de la filosofía de las Luces y del racionalismo, que se han presentado en orden de batalla contra la Iglesia y el cristianismo bajo la enseña –el colmo de lo grotesco- del liberalismo, de la socialdemocracia atea y de la francmasonería.

No se descubre nada cuando el nuevo paganismo se entrega a la exaltación de la inmanencia, de la “vida” y de la “naturaleza”, creando una nueva religión repleta de supersticiones y que contrasta de la manera más radical con el ideal superior “olímpico” de las antiguas civilizaciones de Oriente y Occidente. Por otra parte, este neopaganismo se extiende en acusaciones contra todo dualismo ascético en el cual no ve más que un producto de la degeneración anti-aria que le habría sido inoculada por las razas del “sur”. Niega entonces igualmente toda verdad superior a la raza y a la mística de la raza, no dudando en situar toda concepción sobrenatural del conocimiento y de la acción (y, en consecuencia, igualmente lo « sobrenatural” cristiano y toda la dogmática católica en cuando a los sacramentos y milagros) en el plano de las supersticiones de la “sombría Edad Media” y de una táctica de dominación de los sacerdotes, para exaltar en su lugar a las conquistas propias del llamado “libre examen” y de la conciencia profana moderna. Desentierra igualmente viejos rencores anticatólicos sobre la Inquisición o sobre la Donación de Constantino, y se escandaliza sobre la pretensión de infalibilidad, mientras que esta fue reconocida en todos los tiempos, en las civilizaciones tradicionales, a los que habían alcanzado el verdadero conocimiento metafísico. Recordamos, finalmente que, verdaderamente sobre la angustia del inconsciente ante los horizontes demasiado amplios, no sabe ver en el universalismo otra cosa que una creación del « despotismo judeo-romano » que sería mortal para las nacionalidades, a menos que no viera el producto de un caos étnico derivado del clima de “decadencia”, en lugar de descifrar una unidad jerárquica superior, una exigencia espiritual.

A menudo, este neo-paganismo se relaciona igualmente con un fanatismo nacionalista, que tiene un relente de jacobinismo y de romanticismo sospechoso, en el cual se percibe mucho “heroísmo trágico” y amor fati. De otra parte, despierta la mística de la horda primordial y, de otra, atiza la revuelta del poder temporal contra toda autoridad espiritual, hasta estar tentado de reducir la segunda a una pura y simple emanación del primero. Todo esto no es más que un « paganismo » negativo tal como la antigua apologética militante deseaba ver, pero lo más grave, es que todo esto lleva la marca de la confusión, de la regresión de la pérdida de toda orientación verdadera, de una sumisión a inflluencias irracionales. A fin de cuentas, no refleja nada más que amateurismo, fanatismo e incultura.

En Italia, alguien ha encontrado una fórmula muy afortunada diciendo que si el nacismo acusa al catolicismo de hacer política, él mismo hace otro tanto, haciendo religión. Es fundamentalmente cierto, pues, la religión se transforma así en política. Por el contrario, en los tiempos antiguos, en la concepción aristocrática y sagrada del Estado, incluso la política era religiosa. El nuevo paganismo, lejos de representar, así que pretende, un retorno a los orígenes, no es más que un amasijo de elementos que evidencian únicamente la desintegración antitradicional moderna, y más especialmente de los tres elementos siguientes: el "pathos" de la "nación", más o menos deificado de forma jacobina, el inmanentismo moderno y, finalmente, un sucedáneo de tipo racionalista y cientifista que se encuentra, en la misma asociación paradójica con el misticismo, en todo lo que es específicamente “racista”.

Ciertamente, no oímos contestar más que del lado de los mencionados elementos expresándose igualmente, en la efervescencia cultural alemana actual, exigencias de distinto valor, y es por ello que nos hemos abstenido de referirnos especialmente a los autores. Pero esto no impide que el « paganismo » del que acabamos de hablar no da, en Alemania, nacimiento a nuevos mitos y que no resuelve los conflictos de orden espiritual. Si bien nos resulta necesario salir de la neutralidad que hemos observado hasta aquí en este conflicto entre el nuevo paganismo y el cristianismo, no nos será posible, a pesar de toda nuestra buena voluntad, alinearnos junto al primero –especialmente si se trata del catolicismo y de la Iglesia católica antes que del cristianismo en general. No olvidemos que el catolicismo puede realizar una función de «barrera», pues es portador de una doctrina de la trascendencia: así puede, en cierta medida, impedir que la mística de la inmanencia y de la subversión prevaricadora venida de lo bajo superen cierto umbral.

Julius Evola (Bibliografía fascista) n.2/1936,

© Por la traducción Ernesto Milà – infokrisis@yahoo.es

 

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