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Notas sobre el III Reich (01). El concepto del "Volk" y Comunidad Popular

Notas sobre el III Reich (01). El concepto del "Volk" y Comunidad Popular

Bibblioteca Evoliana.- Evola acomete su crítica al Tercer Reich partiendo del concepto de "Volk". Como se sabe el concepto tradicional da prioridad al Estado sobre la "nación" o sobre el "pueblo". Fue a partir de la Revolución Francesa cuando la burguesía impuso su primacía social y generó el concepto de "nación". Más tarde, la revolución de 1848 confirmó esta tendencia. Detrás del concepto "nación" se percibe la idea del "demos". El mismo nombre de "nacional-socialista" que asumió el partido de Hitler ya es suficientemente elocuente de por donde iba lo esencial de sus preocupaciones.

 

CAPITULO I

EL CONCEPTO DEL "VOLK" Y COMUNIDAD POPULAR.

Puede hacerse abstracción de las fuerzas políticas social‑ demócratas y liberales de la república de Weimar, fuerzas cuya inadecuación y fragilidad fueron cada vez más manifiestas, así como su incapacidad para salir del marasmo social, consecuencia fatal de la derrota alemana, del hundimiento del régimen precedente, de las cláusulas funestas del Tratado de Versalles y del paro creciente. Solo este clima había permitido al marxismo y, en parte, al comunismo, asentarse, en la postguerra, más firmemente en el pasado; se trataba, por lo demás, de un "fenómeno de coyuntura", que habría podido conocer desarrollos determinantes y alarmantes si no hubiese existido una intervención para cambiar el curso de las cosas sobre el plano concreto, social.

El hecho de que el partido de Hitler eligiera como denominación la de Partido Nacional Socialista Obrero Alemán (NSDAP) indica en que sentido se orientó la propaganda hitleriana; buscó atraer a las masas obreras alemanas arrancándolas del marxismo internacional, proponiéndoles una solución "nacional", "alemana", a sus problemas. Los autores que estiman que la reunión o síntesis (ya contemplada por Sorel) de lo "nacional" y lo "social" (o de lo "socialista") es, en general, la característica de los diferentes "fascismo" del período precedente, no se equivocan. Esta característica puede haber sido la fórmula gracias a la cual Hitler dispuso de un gran partido de masas como fuerza determinante. Pero es superfluo decir que reduciendo a esto todos estos movimientos se olvida los elementos que son desde nuestro punto de vista, lo más importantes. Y respecto a Alemania es necesario ser más precisos.

Es necesario, en efecto, ponerse de acuerdo sobre lo que Hitler entendía por "nacional". Puede decirse que en Alemania el nacionalismo democrático y de masas, de tipo moderno, no fue más que en una aparición furtiva. Precisamente fue Napoleón, un "revolucionario imperialista", quien provocó este fenómeno por contagio o contragolpe, pues durante las guerras de liberación contra el invasor francés, se despertaron entre los alemanes sentimientos propiamente nacionalistas, más allá de las estructuras lealistas, dinásticas y tradicionales, las cuales tenían como centro de gravedad el Estado, y no el "pueblo" o la "nación". Pero el "nacionalismo", tomando en este sentido con un su basamento democrático, no va más lejos que el fenómeno del fugaz parlamento de Frankfurt en 1848, en relación con los movimientos revolucionarios que, durante este período, sirvieron en toda Europa (un hecho significativo, es que el rey de Prusia Federico Guillermo IV rechazo la oferta, que le había hecho este parlamento, de ponerse a la cabeza de toda Alemania por que aceptándolo habría aceptado también el principio democrático ‑el poder conferido por una representación popular‑ renunciando así a su derecho legítimo, fue restringido solo a Prusia). Y Bismarck, creando el Segundo Reich, no exige del todo una "base nacional", sino que vió por el contrario en esta ideología el origen de peligrosos desórdenes para las monarquías europeas, mientras que los conservadores de la KREUZZEITUNG percibían en el nacionalismo un fenómeno "naturalista" y regresivo, exterior a la más alta concepción y a la más alta tradición del estado.

Pero es una corriente diferente, precedentemente confinada en grupos poco importantes, la que es necesario considerar. Debe precisarse el significado de la palabra "nacional" expresada por el término alemán VOLKISCH, tal como fue utilizado en estos medios. Se podría hablar aquí de un "nacionalismo étnico" en la medida en el que VOLK (de donde proceden VOLKISCH y VOKSTRUM) fue entendido como una especie de entidad determinada por una raza común y cuya identidad se mantendría a través de los siglos. Se podría remitir también a la concepción romántica de la nación, al concepto de VOLK formulado por le mismo Fichte en sus DISCURSOS A LA NACION ALEMANA, no sin relación con la lucha de liberación. tras Fichte, Arndt, Jhan y Lange (1) desarrollarán el mismo tema, un DUTSCHBUND (desde 1894) y un VOLKISCHE BEWEGUNG fueron creados, la idea de la nación‑raza no estaba limitada a un "uso interno", sino que adquiría en ocasiones connotaciones pangermanistas. Se adoptaron en ocasiones tomas de posición antisemitas en nombre del VOLK. Aquí está en cierta forma, el origen del "racismo" alemán.

Sea como fuere, el término "nacional" no tuvo en Alemania el mismo sentido que en el resto de occidente; es en la connotación VOLKISCH donde es preciso ver el antecedente que tuvo una parte muy importante en el hitlerismo. Hitler habla siempre del VOLK, del pueblo‑raza, que será la consigna de su III Reich, en el cual jugará además, un papel muy problemático.

Es así que la relación establecida por Hitler, entre "nacional" y "social" tuvo un carácter particular. Mientras que estigmatizada de un lado el marxismo como un movimiento antinacional mortífero para el VOLKSTRUM alemán, apela del otro a una especie de orgullo nacional‑racial alemán y proclama un "socialismo nacional" que como indica la designación original del partido, tuvo primeramente en el punto de mira, esencialmente, a las masas y clases trabajadoras. Este fue pues el primer componente del nazismo. Por regla general, la condición de "desarraigo" y alienación del individuo y de las masas fue rodeada de esta especie de a lo místico.

Pero otros elementos, otros antecedentes, muy diferentes sobre el plano del espíritu y de los orígenes, deben ser considerados. Tras la primera guerra mundial la situación en Alemania era sensiblemente diferente de la de Italia. Como ya se ha dicho, Mussolini debió crear un partido de la nada, es decir que para combatir la subversión roja y poner en pie el estado no podía referirse a ninguna tradición, en el sentido más elevado del término. Además lo que estaba amenazado, no era más que la prolongación de la pequeña Italia democrática y liberal del siglo XIX, con una herencia del Risorgimento que se resentía de las ideologías de la Revolución Francesa, con una monarquía que reinaba pero no gobernaba y sin sólidas articulaciones sociales. En Alemania, no ocurría lo mismo. Incluso tras el hundimiento militar y la revolución de 1918, y a pesar del marasmo social, subsistieron aun estructuras profundamente arraigadas en el mundo jerárquico, en ocasiones todavía feudal, centrado sobre los valores del Estado y de su autoridad, que formaban parte de la tradición precedente, y del prusianismo en particular; esta tradición era la que hacía que a los ojos de las democracias occidentales los Imperios centrales apareciesen como un "insoportable residuo de oscurantismo". En efecto, las ideas de la Revolución Francesa no se implantaron nunca en profundidad en la Europa Central a diferencia de otros regímenes europeos.

Siempre tras 1918 y antes del advenimiento de Hitler, existieron en primer lugar intelectuales que, hablando de esta herencia tradicional, buscaron promover un movimiento a la vez de renovación y de restauración. Aquí también se pensaba en una revolución, no en el sentido progresista y subversivo, sino como una superación de lo negativo, de lo que estaba esclerotizado y de lo que, en el régimen precedente, había perdido en parte sus posibilidades vitales originales, para resentirse, por el contrario, del advenimiento de la nueva edad industrial. De ahí la fórmula empleada de "revolución conservadora". No se trataba de una simple regresión al pasado; lo que era preciso conservar, no eran ciertas formas históricas, sino lo que tuviera un valor imperecedero. Möeller van den Bruck (muerto hacia 1925), que fue uno de los principales representantes de esta corriente, escribía justamente que "ser conservador no quiere decir permanecer ligado a lo que ha sido, sino vivir y actuar hablando de lo que tiene un valor eterno". La orientación espiritualista prevalecía en estos medios. El énfasis era puesto sobre una revolución, ante todo espiritual.

El término "Tercer Reich" que debía ser recuperado por Hitler, fue precisamente forjado por Van den Bruck, y es también el título de su libro aparecido en 1923 (el título de otra de sus obras, publicado poco antes de su muerte, es DAS EWINGE REICH, es decir, el reich eterno, y es posible que ciertos delirios "milenaristas" de Hitler no estuvieran sin relación con la lectura de este libro). En estos grupo se hablada también de una "Alemania Secreta" (GEHEIMES DEUTSCHLAND) que se mantenía a través de las contingencias históricas y que se trataba de evocar. El primer Reich había sido el Sacro Imperio Romano, el Segundo Imperio Alemán fue fundado por Bismarck en 1871 y continuó con Guillermo II, hasta la primera guerra mundial; el Tercer Reich habría debido nacer de la superación de todo lo que había tenido de inauténtico la época de Guillermo. La República de Weimar era considerada como un simple interregno y el terreno era virgen para una nueva creación política. Se trataría aquí de exigencias propias, sobre todo, de los medios intelectuales. Pero deben ser consideradas también como formando parte de los antecedentes del Tercer Reich.

Otra corriente presentaba por el contrario aspectos fuertemente existenciales y su origen debe ser buscado en lo que se llamó la "generación del frente". La Alemania de la inmediata postguerra conoció a un F.M. Remarque, autor del tristemente célebre libro derrotista Sin novedad en el frente, pero también un anti‑ Remarque, en relación con la profesión de fe de los combatientes que, en la guerra como EXPERIENCIA, no habían vivido algo que les "había destrozado incluso aunque las granadas les hubieran respetado" (estas son palabras de remarque), sino más bien una prueba que había provocado en los mejores un proceso de purificación y de liberación. Tal era la idea de un Thomas Mann, de un Fraz Schauweker, de un H. Fisher pero sobre todo de un Ernst Jünger, combatiente voluntario condecorado y herido en numerosas ocasiones, antes de que se convirtiera en escritor. Para Jünger, la Gran Guerra había sido destructora y nihilista, pero solo de todo lo que es retórica, "idealismo", grandes palabras hipócritas, concepción burguesa de la existencia. Para una cierta generación, la guerra, a la inversa, había sido el origen de un "realismo heróico", el crisol en el cual habían tomado forma, "en medio de tempestades de acero", un tipo humano nuevo que Jünger describía y al cual el porvenir, creía, le estaba prometido. En efecto, el desarrollo de ideas análogas en un marco que no estaba limitado a la guerra, sino que abrazaba toda la existencia, fue facilitado por Jünger en su libro DER ARBEITER, el cual tuvo una gran resonancia en Alemania antes del adversario de Hitler (2). Aunque en términos diferentes e insistiendo sobre la necesidad de llegar primero, por un "nihilismo positivo", al punto cero de todos los valores del mundo burgués, en el fondo la perspectiva última era, aquí también, la de un nuevo Reich rigurosamente organizado, cuya espina dorsal y su fuerza formadora hubieran sido un tipo humano nuevo.

Fuera de estas formulaciones teóricas, la "generación del frente no destrozada" había ya dado nacimiento a los FREIKORPS, a los cuerpos de voluntarios que, tras 1918, combatieron contra el bolchevismo en las regiones orientales y bálticas en las fronteras mal definidas (una de las tropas más famosas fue la brigada del comandante Ehrhart), sino también en el interior, contribuyendo así al aplastamiento de las tentativas de revolución comunista y "espartakista".

Sin embargo, sobre un plano ya más político, otras fuerzas tuvieron mucha más importancia, los antiguos combatientes de la Derecha nacional, reunidos en el STANHELM (el "caso de Acero") de Seldte y Düsterberg y el partido político de los "nacional alemanes" (DNVP) de Hugemberg. Con ellos se solidarizó naturalmente la fuerza principal tradicional y conservadora de la época, la REICHSWER, el ejército; ciertamente, formalmente era fiel al gobierno legal de la República de Weimar, pero, sobre un plano interno, no aceptaba al nuevo régimen, mantenía las ideas, los ideales y el ETHOS de la tradición precedente, que había formado el cuerpo de los oficiales. Fiel al espíritu del prusianismo, la REICHSWEHR no se consideraba pues como una simple fuerza militar a disposición de un régimen parlamentario burgués, sino, por el contrario, como la representación de una cierta visión de la vida y de una cierta idea política. Gracias a esta actitud, marcada por un sentido riguroso del honor y de la disciplina, la REICHSWHER debía mantener, en amplia medida estas características incluso a través de las sucesivas visicitudes del III Reich.

El presidente de la República, el feldmarchal Paul von Hindemburg, era un representante de la REICHSWHER. Por otra parte, había entre esta y la nobleza era el HERREMKLUB de Berlín), en particular con los JUNKER, mientras que una buena parte de los diplomáticos de carrera, de la alta administración y de la gran industria tenían la misma orientación de derecha.

 

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