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Biblioteca Evoliana

Revuelta contra el Mundo Moderno (I Parte) 5. El misterio del rito

Revuelta contra el Mundo Moderno (I Parte) 5. El misterio del rito

Biblioteca Julius Evola.- ¿Qué es el rito? ¿por qué el rito tiene un papel tan importante en todas las culturas tradicionales? Evola lo explica en este capítulo. El rito es una operación inefable que actúa a modo de una ley física en la que si se dan todas las circunstancias requeridas, se produce el efecto deseado. El rito es la operación a través de la cual el mundo físico obtiene efectos del mundo metafísico. En un tiempo originario, el rito era ejercido exclusivamente por el Emperador. Solamente, más adelante, el rito se generalizó para uso de otros estamentos

 

5. EL MISTERIO DEL RITO

Si el rey de derecho divino era el centro del Estado tradicional, lo que unía los elementos particulares a este centro y hacía participar a los individuos en la influencia trascendente que se manifestaba en el jefe, era un doble elemento: el rito y la fidelidad, fides.

El rito fue el cimiento original de las organizaciones tradicionales pequeñas y grandes, consideradas en una dimensión diferente de la dimensión puramente "natural". Pertenece ante todo al rey; era luego la prerrogativa de las castas aristocráticas o sacerdotales, de la misma magistratura ‑para designar a los magistrados, los Griegos se servían de la expresión “aquellos que deben realizar los sacrificios” ([1])‑ y, en fin, de los patres, jefes de familia. En todos estos casos, el privilegio del rito era siempre el fundamento más sólido de la autoridad y de la dignidad jerárquica. Los ritos y los sacrificios eran determinados por reglas tradicionales detalladas y severas, que no admitían nada de arbitrario, ni subjetivo. Eran imperativos, jus strictum: el hecho que el rito o el sacrificio fuera olvidado, realizado por una persona no cualificada u oficiado de manera o forma no conforme a las reglas tradicionales, era una fuente de desgracias: liberaba fuerzas temibles, tanto en el orden moral como en el material, tanto para los individuos como para la colectividad. Trasformaba a los dioses en enemigos. Se ha podido decir, por el contrario, en el mundo clásico, que el sacerdote del fuego sagrado, gracias a su rito, "salvaba" cada día a la ciudad([2]). Según la tradición extremo‑oriental, establecer los ritos es la primera de las tres cosas consideradas como de mayor importancia para el gobierno de un imperio([3]), los ritos eran los "canales por los cuales pueden ser alcanzadas las vías del Cielo"([4]). En la tradición hindú los "lugares sacrificiales" son considerados como sedes mismas del "orden" ‑rta([5])- y es muy significativo que la expresión rta (en los iranios: artha) aparezca, en relación a conceptos análogos, como la misma raíz de la palabra latina ritus, que significa "acción ritual". En la vida antigua tradicional, tanto individual como colectiva, no hay ningún acto que no se relacione con un elemento ritual determinado, como a su apoyo a su guía de lo alto y como a un elemento transfigurador([6]). La tradición de los ritos y de los sacrificios, como la de las leyes mismas, que se confundían a menudo con ella ‑jus sacrum‑ se referían, tanto en el orden privado como en el público, a un ser no humano o convertido en no‑humano. Todo esto es tierra incógnita para la mentalidad laica moderna; a sus ojos, todo rito, incluso si no se le considera como una superstición "superada", equivale a una simple ceremonia([7]), apreciada como máximo por su valor simbólico, estético o emocional. Conviene pues detenerse sobre algunos aspectos y ciertos significados de esta forma del espíritu tradicional, que nos llevarán a los elementos fundamentales anteriormente expuestos.

Respecto al "sacrificio", se lee, en un texto cuya antigüedad no es dudosa, que el brahaman, quien, en el origen, era todo el universo, "crea una forma más alta y más perfecta de sí mismo", del cual han nacido los "dioses guerreros", Indra, Mithra, etc....([8]).

Esta auto‑superación de la fuerza original del mundo, al cual se atribuye el origen de entidades que se pueden considerar como los arquetipos celestes de la realeza divina y triunfal, está estrechamente ligada a la esencia de toda una categoría de sacrificios. Se encuentra la misma idea en una serie de mitos, donde se expresa una identidad fundamental entre los héroes y los dioses, y las personificaciones de las fuerzas del caos contra los cuales luchan victoriosamente([9]): es la misma concepción de una fuerza primordial que reacciona contra si misma, que se rompe ella misma liberándose y elevándose hacia un modo superior de ser que define su aspecto propiamente divino ‑la forma upanishadica "mas alta y más perfecta de sí misma"‑ manifestándose a menudo en una ley, en un principio de orden: es así, por ejemplo, que, sobre el plano universal, el caldeo Marduk, vencedor del demonio del caos Thiamat, es un ordenador cósmico y que, en la cosmogonía hindú, la fuerza‑vida produce el "Uno" de la creación a través del ascesis, tapas tapyate. En la tradición nórdica la misma idea es expresada por el sacrificio de Odin en el árbol cósmico Yggdrasill, sacrificio gracias al cual extrae del abismo la ciencia trascendente contenida en las Runas([10]): además, en una redacción particular de este mito, Odín, concebido como rey, aparece como aquel que, por su sacrificio, indica la vía que conduce al Walhalla, es decir el típo de acción que puede hacer participar en la inmortalidad heroica, aristocrática y urania([11]).

Según su sentido original, el tipo de sacrificio al cual nos referimos aquí corresponde a una acción análoga, generadora de un "dios" o "héroe", o a la repetición de ésta, ligada a la tradición sacrificial referida a este dios o héroe, repetición que renueva la fuerza eficaz de este dios, o la reproduce y la desarrolla en una comunidad dada. En la tradición egipcia, estos significados se expresan sin equívoco. Osiris es concebido como aquel que habría enseñado a los hombres los ritos, además del arte sagrado y simbólico de la construcción de los templos. Pero es el dios de los ritos por el hecho de que él mismo, el primero entre los dioses, ha pasado a través del sacrificio y ha conocido la "muerte". Su muerte y su desmembramiento por Set están asociados al hecho de que "es el primero en penetrar en lo desconocido" de la "otra tierra" y deviene "un ser que salva el gran secreto"([12]). El mito se desarrolla con el tema de Horus el Joven, hijo de Osiris, que resucita al padre. Encuentra los "ritos apropiados" ‑khu‑ que dan a Osiris, pasado al otro mundo ‑ en lo sobrenatural, en sentido propio‑ la forma que poseía precedentemente. "Por la muerte y por los ritos funerarios, Osiris, el primeros de todos los seres, conoció los misterios y la vida nueva: esta ciencia y esta vida fueron desde entonces el privilegio de los seres que se decían divinos. Desde este punto de vista Osiris pasaba por haber iniciado a los dioses y a los hombres en los ritos sagrados.... Había mostrado a los seres del cielo y de la tierra como se convierte en dios"([13]). Desde entonces, el culto rendido a cada ser divino, o divinizado, consistió en repetir el misterio de Osiris. Este se aplica, ante todo, al rey: no es solamente el rito de entronización ni el rito solemne trentenal del sed, que repiten el misterio sacrificial de Osiris, es también el culto diario destinado a renovar, en el rey egipcio, la influencia trascendente requerida para su función. El rey rinde un culto a Osiris, reconstruyéndolo, y renovando ritualmente su fallecimiento y su victoria. Así se dirá del rey: "Horus que modela el Padre (Osiris)" y también: "el dador de vida, di ankh, aquel que mediante el rito hace surgir la vida divina, realmente, como el sol"([14]). El soberano se hace "Horus", el resurrector de Osiris u Osiris resucitado. Es en virtud de una concepción análoga que los iniciados en los "misterios", tomaban a menudo el nombre del dios por el cual estos "misterios" habían sido instituidos; la iniciación reproducía así una similitud analógica de naturaleza, presentada, en otros casos, de una forma figurada, como una "encarnación" o una "filiación".

Esto vale además igualmente para el rito contemplado de una forma más general: para el rito ofrecido al "héroe" o ancestro primordial no humano, a quien las familias aristocráticas tradicionales hacían frecuentemente remontar su origen no material y el principio de su rango y de su derecho; para el rito del culto de los fundadores de una institución, de una legislación o de una ciudad, si eran considerados como seres no humanos. En estos diversos casos se reconocía una acción original análoga al sacrificio producido, de una cualidad sobrenatural, que permanece en el linage en tanto que herencia espiritual virtual, o en tanto que "alma" unida a las instituciones, leyes o fundaciones: los ritos y las diversas ceremonias servían precisamente para "actualizar" y alimentar esta influencia original que, por el hecho de su naturaleza no humana, aparecía como un principio de salvación, fortuna, y "felicidad".

Las aclaraciones que acaban de ser facilitadas respecto al significado de una categoría importante de ritos tradicionales permiten fijar un punto esencial. En las tradicionales de las civilizaciones o castas que tienen una consagración urania, están presentes dos elementos. El primero es material y naturalista: es la transmisión de alguna cosa que tiene relaciones con la sangre y la raza, es decir, de una fuerza vital que extrae su origen del mundo inferior, con interferencias de influjos elementales y colectivo‑ancestrales. El segundo elemento viene de lo alto y se encuentra condicionado por la transmisión y la realización ininterrumpida de ritos que contienen el secreto de cierta transformación y dominación realizadas en este sustrato vital: tal es la herencia superior, que permite confirmar y desarrollar la cualidad que el "ancestro divino" ha establecido ex novo o promovido de un orden a otro, y con el cual comienza hablando con propiedad, sea el linaje real, sea el Estado, la ciudad o el templo, sea la casta, la gens o la familia patricia, según el aspecto sobrenatural y "formal" dominado el caos, que carateriza todas estas entidades en los tipos superiores de civilización tradicional. He aquí porque los ritos podrían aparecer, según la fórmula extremo‑oriental, como "expresiones de la ley celeste"([15]).

Considerando en sí la acción ritual por excelencia ‑el sacrificio‑ en su forma más completa (se puede referirse al tipo védico), es posible distinguir tres momentos. Ante todo, una purificación ritual y espiritual del sacrificador, destinada, a hacerle entrar en contacto real con las fuerzas invisibles, o bien a favorecer la posibilidad de una relación activa con ellas. Luego, un proceso evocatorio que produzca una saturación de estas energías en la persona misma del sacrificador, o de una víctima, o de ambos, o aun de un tercer elemento, variable según la estructura del rito. Enfin, una acción que determina la crisis (por ejemplo, la muerte de la víctima) y "actualiza" el dios en la sustancia misma de las influencias evocadas([16]). Salvo los casos en los que el rito está destinado a crear una nueva entidad para servir de "alma" o "genio" a una nueva tradición, o incluso a una nueva ciudad, a un nuevo templo, etc.... (ya que incluso la construcción de las ciudades y de los templos comportaba tradicionalmente, una contrapartida sobrenatural)([17]), se encuentra aquí algo parecido a la acción del desligar y de sellar nuevamente. Se renueva, efectivamente, por vía evocatoria, el contacto con las fuerzas inferiores que sirven de sustratro a una divinización primordial, y también la violencia que los arranca a sí mismas y los libera en una forma superior. Se comprende entonces el peligro que presenta la repetición de algunos ritos tradicionales y la razón por la cual el sacrificador podía ser llamado "macho héroe"([18]). El rito que fracasa , aborta, o se desvía de no importa que forma de modelo original, hiere y desintegra al "dios": constituye un sacrilegio. Alterando una ley, se rompe un sello de dominación sobrenatural, fuerzas oscuras, ambiguas, temibles, regresan al estado libre. El mero hecho de olvidar el rito determina efectos análogos: aminoración de la presencia del "dios" en su relación con los culpables y refuerza, correlativamente, las energías que, en el "dios" mismo, se encuentran yuguladas y transformadas: abre las puertas al caos. Por el contrario, la acción sacrificial recta y diligente fue considerada como el medio por el cual los hombres sostienen a los dioses y los dioses a los hombres, por el bien supremo de los unos y de los otros([19]). El destino de aquellos que no tienen rito es el de los "infiernos"([20]): del orden sobrenatural al cual se les había hecho participar, regresan a los estados de naturaleza inferior. Lo único que no crea "vínculo" ‑se ha afirmado‑ es la acción sacrificial([21]).

El mundo, según Olimpodoro, es un gran símbolo, porque presenta bajo una forma sensible realidades invisibles. Y Plutarco ha escrito: "Entre las cosas de un orden superior, y entre las cosas naturales, hay lazos y correspondencias secretas, es imposible juzgar, sino por la experiencia, las tradiciones y el consentimiento de todos los hombres"([22]). He aquí otra expresión característica, extraida del esoterismo hebraico: "Afin de que un acontecimiento se produzca aquí abajo, es preciso que otro acontecimiento correspondiente se realice en lo alto, siendo aquí abajo, un reflejo del mundo superior. El mundo superior es movido por el impulso de este mundo inferior y lo mismo ocurre de forma inversa. El humo [de los sacrificios] que asciente de aquí abajo ilumina las luces de lo alto, de forma que todas las luces brillan en el cielo: y es así como todos los mundos son bendecidos"([23]). Esto puede ser considerado como la profesión de fe general de las civilizaciones de tipo tradicional. Para el hombre moderno, causas y efectos se sitúan, unas y otras, sobre el plano físico, en el espacio y el tiempo. Para el hombre tradicional, el plano físico no comporta por el contrario más que efectos y nada se produce en el "más aca" que no se haya ya producido en el más allá invisible. Es también bajo este aspecto que se ve al rito de injertarse y dominar soberanamente, en la trama de todos los actos, todos los destinos, y todos los modos de vida tradicional. Determinar, por medio del rito, hechos, relaciones, victorias, defensas y, en general, causas en lo invisible, era la acción por excelencia, separada de la cual toda acción material estaba perjudicada por una contingencia radical y la misma alma del individuo estaba insuficientemente protegida contra algunas fuerzas oscuras e inaprensibles que se manifiestan en las pasiones, los pensamientos y las tendencias humanas, del individuo y de la colectividad, y tras los bastidores de la naturaleza y de la historia.

Si se unen estas consideraciones a las precedentes, el hecho de que, tradicionalmente, el ejercicio del rito aparezca como uno de los principios fundamentales de la diferenciación jerárquica y, que en general, esté estrechamente asociada a toda forma de autoridad, tanto en el marco del Estado como en el de la gens e incluso de la familia, este hecho aparece como todo lo contrario de algo extravagante. Se puede rechazar el mundo tradicional en bloque. Pero no es posible negar la conexión íntima y lógica, de todas sus partes, una vez que se conocen sus fundamentos.



([1])Cf. Fustel de COULANGES, Op. cit., pag 211.

([2])PINDARO, Nemen, XI, 1‑5.

([3])Tshung‑yung, XXIX, I.

([4])Cf. Li‑Ki, VII, iv, 6. "La ruina de los Estados, la detrucción de las familias y el hundimiento de los individuos están siempre precedidos por el abandono de los ritos... Estos facilitan los canales mediante los cuales podemos emprender las vías del cielo". Según la tradición indo‑aria, las fórmulas y los sacrificios rituales son, junto a la "verdad, el orden, el ascesis", los apoyos no solo de las organizaciones humanas, sino también de la tierra misma (cf. p. ej., Atharva‑vêda, XII, I, 1).

([5])Cf. ej., Rg‑Veda, X, 124, 3.

([6])Sobre el poder de la tradición de los ritos en la romanidad antigua, cf. V. MACCHIORO, Roma Capta, Messina, 1928, pag. 15.

([7])Por lo demás, se ha perdido el sentidooriginario de la palabra "Ceremonia", la cual procede de la razín creo, idéntica al sáncrito kr = hacer, actuar, en el sentido de "crear". No expresaría, pues, una ceremonia convencional, sino, hablando con propiedad, una verdadera acción creadora. Cf. L. PRELLER, Römische Mythologie, Berlín, 1858, pag. 70. En la Edad Media, ceremoniae era el término específico mediante el cual se designaba las operaciones mágicas.

([8])Cf. Shatapatha‑brâhmana, XIV, iv, 23‑24; Brhadânanyakaupanishad, I, iv, 11.

([9])Cf. HUBERT‑MAUSS, Melanges hist. rel., op. cit., pags. 113‑ 116. En uno de los textos citados anteriormente (Brhadâr, I, ii, 7‑8) el principio original dice: "Mi cuerpo se vuelve apto para el sacrificio. Gracias a él, llegaré a tener un ser" y tal sacrificio ‑el ashavamedha‑ está relacionado con el sol.

([10])Hâvamâl, 139 y sigs.

([11])Ynglingasaga, C. XZ. ‑ Cf. S. BUGGE, Entsehung der nordischen Götter‑und Heldensagen, München, 1889, pag. 317, 422‑423, donde se constata que el nombre mismo de Yggdrassil dado al Arbol édico ‑"del que ningún mortal sabe donde nacen sus raices" (Hâmavâl, 139‑140) ‑ parece designar el instrumento mismo del sacrificio de Yggr, es decir, del "Terrible", que es uno de los nombres de Odín.

([12])Cf. A. MORET, Royaut. Pharaon., op. cit., pag. 148.

([13])Ibid, pag. 149.

([14])Ibid, pag. 149, 153‑161, 182‑3. Cf. La expresión de Ramsés II: "Soy un hijo que modela la cabeza de su padre, que engendra a "aquel que le ha engendrado"; cf. pag. 217: la entrada del rey en la sala del rito ‑paduait‑ era asimilada a la entrada en el otro mundo ‑duait‑, el de la muerte sacrificial y de la trascendencia.

([15])Tshung‑yung, XXVII, 6.

([16])Cf. HUBERT‑MAUSS, Melang. Hist. Rel. cit., pag. 9 a 130; Introduzione a la Magia, Roma, 1951, v. III, pag. 281, sigs.

([17])En el caso de una ciudad nueva, se trata de la formación de este tyke póleos al cual ya hemos aludido, y que, en las civilizaciones de tipo superior, asumido directamente por el jefe, se identifica con la "fortuna real", tyke basileós. En el antiguo Egipto, el rey divino presidía los ritos de construcción de los templos, ejecutando él mismo, en un sentido simbólico‑ritual, los primeros actos necesarios para la construcción y uniendo a los materiales vulgares el oro y la plata que simbolizaban el elemento divino invisible, que unía, casi como un alma, por su presencia y su rito, a la construcción visible. A este respecto, se trataba, en el espíritu de una "obra eterna" y en algunas inscripciones puede leerse: "El rey impregna de fluido mágico el suelo donde vivirán los dioses" (Cf. MORET, Royaut. Pharaon., pag. 132 y sigs.).

([18])Rg‑Veda, I, 40, 3.

([19])Bhagavad‑Gita, III, C. Shatapatha‑brâhmana, VIII, 1, 2, 10, donde el sacrificio es llamado el "alimento de los dioses" y "su principio de vida" (ibid, XIV, III, 2, 1).

([20])Ibid, I, 44.

([21])Ibid, III, 9.

([22])PLUTARCO, De sera num., vindicta, XXVIII (trad. J. de Maistre).

([23])Zohar, I, 208 a; II, 244 a.

 

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