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Metafísica del Sexo. Capítulo VI. EL SEXO EN EL DOMINIO DE LAS INICIACIONES Y DE LA MAGIA. 57. Prácticas sexuales árabes y simbología hermética

Metafísica del Sexo. Capítulo VI. EL SEXO EN EL DOMINIO DE LAS INICIACIONES Y DE LA MAGIA. 57. Prácticas sexuales árabes y simbología hermética

También hay atestiguadas prácticas sexuales orgiásticas con fines místicos en el área arábigo-persa. Pero las noticias que se poseen sobre este tema se reducen a escasas menciones de auto­res y viajeros, más inclinados a escandalizarse que a estudiar inteli­gentemente las tradiciones correspondientes y a señalar sus impli­cacaciones. En una relación que forma parte de una obra colectiva recientemente publicada (92) es donde se pueden encontrar infor­maciones directas relativas a ciertas prácticas sexuales que han continuado hasta nuestros días en medios árabes del norte de Africa. La unión con la mujer se presenta aquí como uno de los medios empleados para poner en acción el poder de una influen­cia espiritual (barakah ) fijada en el discípulo por una iniciación en cierta medida virtual, por medio de un rito preliminar. Es preciso hacer notar que esta técnica es elegida únicamente por las personas que, por su temperamento, se sienten particularmente inclinadas hacia el sexo; la inclinación predominante va entonces a constituir una especie de materia prima (93). Un segundo deta­lle interesante es el concerniente a una condición que se reputa indispensable, es decir, dar pruebas de la imposibilidad de ser hipnotizado (94). Esto es, con toda evidencia, para prevenir un estado de pasividad, inclusive de fascinación, cuando se entra en contacto con la mujer; recordemos también que en el tantrismo se hace alusión al peligro de que un estado de este género, como en una delicuescencia o un desvanecimiento, tome el lugar del éxtasis activo del mahá-sukha. En cuanto a lo esencial, en la rela­ción volvemos a encontrar una vez más el régimen bien conocido de la unión sexual "contra natura". "La norma es llevar la unión con la mujer de manera que, en ningún caso, se llegue a su solu­ción final normal, constituida por la eyaculación del semen. Las organizaciones con las cuales yo entré en contacto disponían de jóvenes bereberes especializadas en estas prácticas. Recuerdo que ellas recibían cada vez una preparación oculta. Además, se daban fórmulas —dhikr—, y ni una sola de estas jóvenes consentía en entregarse a las prácticas si tales fórmulas eran omitidas. Durante toda la noche a lo largo de la cual la experiencia debía prolon­garse, se hacía uso de un té árabe, es decir, de una especie de fuerte cocimiento al que sucesivamente se añadían infusiones de hierbas variadas, que sin duda estaban relacionadas con los grados y la progresión de la experiencia" (95).

La misma persona añade: "El fin de la práctica parecía ser doble. Ante todo era el control de sí, diferente de la simple resis­tencia a la tentación, porque se aceptaban todas las condiciones normales, físicas y psíquicas, de la unión carnal con una mujer, no estaba prescrito sofocar las sensaciones que habitualmente se despiertan en dicha unión, con la sola excepción de dominar e inhibir la emisión del esperma. Ahora bien, las jóvenes emplea­das recibían, por el contrario, las órdenes precisas de poner en práctica todo lo necesario para que ello ocurriese. Un detalle extraño: tuve varias ocasiones de ver llorar a estas jóvenes cuando lograban una de estas 'derrotas', y excusarse diciendo que ellas habían tenido que obedecer órdenes." Pero este fin de resistir y dominarse que había que realizar, era también un medio, puesto que las fuerzas despiertas por la unión sexual de este modo diri­gida debían provocar el traumatismo necesario para la ilumina­ción, por la toma de contacto con lo suprasensible (96). Es inte­resante hacer notar que, aparte de en estas prácticas sexuales, el autor del relato fue instruido en los ritos de la magia evocato­ria, en vista al menos de la producción de fenómenos paranor­males como el del desenvolvimiento del control de sí mismo y el de un poder de acción, dado que, según dicen, en experiencias evocatorias de este género, si no se tiene la justa orientación, se puede desembocar en la locura, peligro que ya hemos visto seña­lado también en lo que concierne a las prácticas sexuales (97).

A propósito de los estados que se experimentan en estas prácticas, si se quisiera establecer una cierta relación con la vía del sufismo, se podría quizá hablar de la "extinción", fanah, seguida por el ""establecimiento", tasis o baq ah. Ya hemos citado a 1bn Arabí respecto al régimen de la sacralización de la unión sexual y de la identificación de la mujer con la "naturaleza" cósmica. Aquí podemos citar otro pasaje del mismo maestro: "Cuando el hombre ama a la mujer, él desea la unión, es decir, la unión más completa que sea posible en el amor; y en la forma compuesta de elementos, no existe unión más intensa que la del acto conyugal. Mediante ella, la voluptuosidad invade todas las partes del cuerpo y es por esta razón por lo que la ley sagrada prescribe la ablución total [del cuerpo después del acto conyu­gal], debiendo ser la purificación tan total como total había sido la extinción del hombre en la mujer en el momento del rapto producido por la voluptuosidad [de la unión sexual]. Porque Dios es celoso de su servidor, El no tolera que éste crea gozar de otra cosa que de El. El lo purifica pues [por el rito prescri­to], a fin de que, en su visión, se vuelva hacia Aquel en quien se apacigua en realidad, puesto que no hay otra cosa que ésta" (98). Así pues, transformación de la disolución a través de • la mujer en una extinción en la divinidad, sobrepasando el hecho ilusorio de la voluptuosidad individual y corporal: ésta es proba­blemente la clave de la técnica islámica.

En lo que concierne a las tradiciones europeas, ni en la Edad Media ni en los siglos siguientes es fácil descubrir la presen­cia de escuelas en que se pusieran en práctica procedimientos análogos. Ya hemos hablado de ciertas corrientes cabalísticas especiales y de los Hermanos del Libre Espíritu, pero en estos casos se trata de simple erotismo místico y nada aparece en ellos que tenga que ver con un régimen iniciático particular de la unión sexual. No queda excluida sin embargo la posibilidad de que éste haya sido considerado en otros medios más cerrados. En otra parte (99), hemos citado un texto hermético-cabalístico, el Asch Mezareph, atribuido a Isaac el Holandés, en el cual el simbolismo del lanzazo de Phineus que traspasa a la pareja peca­dora en el momento de la unión sexual, dando nacimiento a una serie de prodigios, puede hacer pensar en la técnica tántrica y en la taoísta de la detención del vitya durante el acto de amor. Si se quisiera, se podría otorgar un sentido análogo a la undécima "Clave" de Basilio Valentín. En ella se presenta a dos mujeres a caballo sobre dos leones que se devoran entre sí; ellas tienen un corazón en el que se vierten y mezclan el fluido del Sol y el de la Luna. Al lado, se ve a un guerrero armado de pies a cabeza, que blande su espada dispuesto a golpear (a detener el proceso) (100).

También una lámina del Tarot de inspiración hermético‑cabalística, la décimoquinta, hace alusión verosímilmente a los procedimientos sexuales (101). Se titula "El Diablo". La figura central tiene los rasgos de una de las formas que más a menudo se ha atribuido a la divinidad secreta de los templarios, a Bafomet. Es una figura andrógina con cabeza de macho cabrío y el penta­grama marcado sobre la frente. A su brazo derecho y a su brazo izquierdo se asocian respectivamente las dos fórmulas alquímico-herméticas Solve et Coagula. En la mano derecha, la figura sostie­ne una antorcha encendida, y como esta parte corresponde a la de Solve podría indicar el fuego interior encendido en la ope­ración. La mano izquierda sostiene los antiguos símbolos de los órganos sexuales masculino y femenino y la correspondencia con Coagula podría relacionarse con la acción mágica de fijación que engendra al andrógino. Además, abajo, en el hieroglifo unido al pedestal sobre el que se erige la figura central que sirve de clave al conjunto, se ve a un diablo macho y a una diablesa, que podrían corresponder al hombre y a la mujer que participan en la opera­ción, bajo el signo de esta figura-clave, es decir, del andrógino pentagramado. El hombre; con la mano izquierda vuelta hacia lo alto, hacia la antorcha encendida, hace el gesto ritual de las bendiciones, mientras que la mano derecha la tiene posada en los genitales; la mujer, por el contrario, con su mano derecha toca la parte inferior de la figura andrógina, teniendo la mano izquierda sobre su propio sexo. Puesto que ella se encuentra en el lado del Coagula, en ello podría haber una alusión a un segundo sentido de esta fórmula, es decir, a la "coagulación de la luz astral", al estado de embriaguez fluídica que constituye la .aportación de la mujer a la operación. Así, inclusive en las diferentes partes de un hieroglifo abstruso y ambiguo, que puede incorporar signifi­caciones polivalentes, una tal figura puede hacer alusión a los diferentes momentos de un proceso de magia sexual iniciática.

Al respecto del verdadero hermetismo —queremos decir la doctrina secreta transmitida en Occidente a través del lenguaje simbólico y evasivo de los procedimientos de los alquimistas—ya hemos indicado que la interpretación sexual es una de las posibles para las operaciones de las que hablan los textos: pero ella no lo es más que en razón de la multiplicidad de planos con los que todo símbolo iniciático, por su misma naturaleza, puede rela­cionarse. De hecho, en el hermetismo, el simbolismo erótico representa un papel muy notable y, en principio, los procedimien­tos de que se trata podrían aplicarse en su esquema al dominio de la magia sexual. Ya hemos hecho notar la importancia que tiene en estas tradición el simbolismo del andrógino, del Rebis. A partir de los antiguos textos helenos, se declara que la esencia de la obra consiste en la unión de lo masculino con lo femeni­no (102). Alquímicamente, lo masculino es el Azufre, una fuerza que tiene quizá relación con el principio Yo y con lo divino (el término griego para azufre, zeion tiene también este sentido). En cuanto al principio femenino, hay una gran cantidad de desig­naciones: es el Mercurio, el Agua de Vida, la Materia Prima, el Disolvente Universal, el Agua divina, etc. Es la "Dama de los Filósofos", de la que "nuestro Oro" tiene necesidad; Oro que significa igualmente el macho; en su principio, el "ser". "Nuestro Oro corporal —dice Filaleteo (103)= está como muerto antes de unirse a su esposa. Solamente entonces el Azufre interior y secreto se desarrolla." En relación con la mujer, ya había decla­rado el tratado de Ostonus: "En ti está oculto todo el terrible y maravilloso misterio" (104). El primer efecto de la "unión ocul­ta" es sin embargo la disolución, estando activado como un disol­vente lo Femenino o Mercurio. De aquí, la fase llamada "Obra al negro" o nigredo, en la cual el macho, "nuestro Rey", mue­re (105). Sin embargo, es el "Oro corporal", también llamado "Azufre vulgar", el que sufre esta crisis; es la forma condi­cionada de manifestación del principio de la personalidad, a la que se puede llamar el "Yo físico". Su clausura es rota al unirse al Mercurio o Agua divina. Así, después de la crisis, se manifiesta el estado estático, nace la luz, las "palomas de Diana". Por otra parte, semejan­tes expresiones no pueden dejar de hacer pensar también en el plano sexual concreto. aparecen en lo que se llama el albedo, la "Obra al blanco", que se debe considerar como el aspecto positivo, y no ya negativo, del "régimen de la Mujer" o "de la Luna". No obstante, es muy importante para el fin de toda la operación que el hombre dispon­ga de lo que los textos llaman ya el "Acero de los Sabios", ya el "Azufre incombustible", designaciones que hacen alusión a un poder que no se "enciende" (que no se deja transportar) y que no se altera (Acero), pero que se conserva a través de estos cambios de estado y que, con el tiempo, sea el principio ("semi­lla") de un nuevo desenvolvimiento. Este desenvolvimiento corresponde a la tercera de las fases esenciales del Opus alche­micum, que es la "Obra al Rojo", o .rubedo, en la cual es superada la condición de pura abertura estática; al presente, el Azufre y el Fuego se activan de nuevo; lo masculino, al vivificarse, reacciona sobre la substancia que lo había disuelto, se restablece sobre lo femenino (la Turba Philosophorum dice: "La Madre es siempre un rival mayor para el Hijo, que el Hijo para ella"), lo absorbe y le transmite su naturaleza. Es entonces cuando la unión del Rey y la Reina, de los dos lavados y desnudados, llamada también "Incesto", produce lo que está más allá de los dos, el Rebis, el andrógino coronado, Sol y Luna juntos, que posee "toda poten­cia" y que es inmortal (106).

Mientras que los textos declaran que el conjunto de estos procesos del Arte hermético, aplicado al hombre refleja el proceso mismo de la creación, de la manifestación cósmica en sus momen­tos esenciales —y esto ya lo hemos puesto de relieve más arriba—, de otro lado, estas breves nociones sobre el Arte Real muestran hasta qué punto los símbolos y las operaciones herméticas pueden prestarse a una aplicación en el mismo plano que las prácticas sexuales de tipo tántrico. Como ya hemos dicho, se debe retener sin embargo que, a pesar del amplio empleo del simbolismo eróti­co (a veces en los más crudos términos: en los textos aparecen figuras del coitum del Rey y la Reina desnudos, con los miembros enlazados de diferentes maneras) (107), los antiguos maestros del hermetismo prácticamenté no siguieron la vía del sexo; para reintegrarse con el principio femenino, para desnudar a su diana, poseer a su Hebe y llevar a buen término el opus transformationis hasta la generación del andrógino coronado no recurrieron a la mujer. A lo que parece, no ha sido sino en tiempos más recientes cuando algunos continuadores del hermetismo han dejado de excluir "la vía de Venus" y han interpretado las operaciones herméticas a ella referida.

A este respecto, se podrían mencionar los medios mediante los cuales Gustav Meyrink fue iniciado en ciertas doctrinas, que se hallan expuestas aquí y allá en sus novelas de forma bastante viva y sugestiva. La escuela de Giuliano Kremmerz (pseudónimo de Ciro Formisano), que desarrolló su actividad en Italia hacia fines del siglo último y a principios de éste, en el marco de una organización o "cadena" a la que se conoce con el hombre de Myriam, nos ofrece los datos que tienen un carácter más directo.

 

(91)      Ibid., pág. 409.

(92)      Int,oduzione alía magia quale scienza dell'Io, cit., v. 111, págs. 365-374 ("Experiences chez les Arabes").

(93)      Ibid., pág. 371.

(94)      Ibid., pág. 372.

(95)        Ibid., pág. 371.

(96)        Ibid., pág. 372.

(97)        Ibid., pág. 371.

(98)       IBN ARABI, La Sagesse des Prophétes, tr. cit., págs. 186-187.

(99)       La tradizione hermetica, cit., pág. 149.

(100)       B. VALENTIN, Practica, cum duodecim clavibus et appendi­ce, de Magno Lapide antiquorum Sapientum, Frankfurt, 1618.

(101)       Reconstrucción de la figura hieroglífica en O. WIRTH, Le Tarot des Imagiers du Moyen-Age, París, 1927, págs. 174 sgg.

(102)      Por ejemplo ZOSIMO, en BERTHELOT, Collection des anciens alchimistes grecs, París, 1887, v. III, pág. 147.

(103)      Introitus apertus ad occlusum regís palatium, cap. I.

(104)      Apud BERTHELOT, cit., pág. 8. Una referencia sugestiva a la acción de la mujer se da en la alusión a la "muerte hermética de su esposo, que, según la Turba Philo­sophorum, la Mujer en la coniunctio comete con "las armas escondidas en su cuerpo", y que en otros textos es llamada la "lucha de lo femenino". M. von FRANZ, Aurora consurgens, cit., pág. 233.

(105)         Sobre todo esto, cf. nuestra obra ya citada, en particular la segunda parte. A título de espécimen, aportaremos aquí algunas expre­siones características de los textos herméticos: "La mujer toma en princi­pio ventaja sobre el varón y lo domina de manera de cambiarlo en su natu­raleza, y no lo deja antes de haber quedado encinta. Entonces el varón recupera fuerzas y a su vez toma ventaja. El la domina y la hace semejante a él." "El Mercurio filosofal es un Agua disolvente... El Rey muere en él y en él resucita, porque el mismo Agua mata y vivifica. Los Filósofos [herméticos] han dado inclusive el nombre de Vida y de Resurrección al color blanco." "Cuando este Agua opera la solución perfecta de lo fijo ella es llamada Fuente de la Vida, Naturaleza, Diana desnuda y libre." "Prometeo representa su Azufre animado por el Fuego celeste", etc. (A. J. PERNETY, Dictionnaire mytho-hermétique, París, 1758, págs. 220, 237, 467, 407).

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