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Biblioteca Evoliana

Introducción a la Magia

Julius Evola - La Leyenda del Gria y el Misterio del Imperio

En una o en otra forma, en las tradiciones de los pueblos más variados siempre se encuentra la idea de un poderoso "Señor del Mundo", de un reino misterioso que se encuentra por encima de todo reino visible. De una residencia que tiene, en sentido superior, el significado de un polo, de un eje, de un centro inmutable, representado como una tierra firme en medio del océano de la vida, como una comarca sagrada e intangible, como una tierra de la luz, o tierra solar.

Significados metafísicos, símbolos y oscuros recuerdos se entrelazan aquí innseparablemente. La idea de la realeza olímpica y del "mandato del cielo" constituye un tema central: "Aquel que reina a través de la Virtud (del Cielo)–dice Kong-tze – se asemeja a la estrella polar: él permanece inmóvil, pero todas las cosas se mueven a su alrededor". La idea del "Rey del Mundo" concebido como cakravartî se encuentra por encima de una serie de temas subordinados : el kravarti –Rey de los reyes– hace girar la rueda –la rueda del Regnum, de la "Ley"– permaneciendo él mismo inmóvil. Invisible como la del viento, su acción tiene sin embargo la irresistibilidad de las fuerzas de la naturaleza. En mil formas, y en estrecha conexión con la idea de una tierra nórdico-hiperbó rea, irrumpe el simbolismo de la sede del medio, de la sede inmutable: la isla, la altura montañosa, la ciudadela del sol, la tierra defendida, la isla blanca o isla del esplendor, la tierra de los héroes: "Ni por tierra ni por mar se alcanza la tierra sagrada" – se dice en la tradición helénica. "Sólo el vuelo del espíritu os puede conducir allí" –susurra la tradición extremo-oriental. Otras tradiciones hablan de un monte magnético misterioso y del monte, en el cual desaparecen o son raptados aquellos que han obtenido la perfecta iluminación espiritual. Otros hablan aun nuevamente de una tierra solar, desde la cual provienen aquellos que son destinados a asumir la dignidad de reyes legítimos entre pueblos sin príncipes. Ésta es también la isla de Avalón, es decir, la isla de Apolo, del dios solar hiperbóreo, denominado a su vez Aballún por parte de los Celtas. También respecto de legendarias razas "divinas", como los Tuatha dè Danann, que vinieron del Avalón, se dice que vinieron "del cielo". Los Tuatha llevaron consigo desde el Avalón algunos objetos místicos: una piedra que indica a los reyes legítimos, una lanza, una espada, un vaso que provee un alimento permanente, el "don de vida". Son los mismos objetos que figurarán en la leyenda del Grial.

Desde los tiempos primordiales estos temas originarios descienden hasta el Medioevo asumiendo en esta época formas características. De aquí, por ejemplo, las tradiciones relativas al reino del Preste Juan y del Rey Arturo.

"Preste Juan" no es un nombre, sino un título: se habla de una dinastías de "Prestes Juan" la cual, del mismo modo que la estirpe de David, habría revestido a un mismo tiempo la estirpe regia y la sacerdotal. El reino de Juan asume muchas veces los rasgos del "lugar primordial", del "paraíso terrestre". Es allá donde crece el Árbol; un árbol que, en las diversas redacciones de la leyenda, aparece a veces como Árbol de la Vida, otras como un Árbol de la Victoria y del dominio universal. Allí se encuentra también la piedra de la Luz, una piedra que tiene la virtud de resucitar al animal imperial, el Águila. Juan domina a los pueblos de Gog y de Magog – las fuerzas elementales, el demonismo de lo colectivo. Varias leyendas hablan de viajes simbólicos que los más grandes dominadores de la historia habrían hecho hasta el país del preste Juan, o hacia tierras que tenían un significado análogo, para recibir allí una especie de consagración sobrenatural de su poder. Por otro lado, el Preste Juan habría enviado a emperadores, como "Federicus", donaciones simbólicas que tenían el significado de un "mandato divino". Uno de los héroes que habría alcanzado el reino del Preste Juan es Oyero de Dinamarca. Pero en la leyenda de Oyero de Dinamarca el reino del Preste Juan se identifica con el Avalón, es decir con la isla hiperbórea, con la tierra solar, con la "isla blanca".

En Avalón se ha retirado el Rey Arturo. Acontecimientos trágicos, descriptos en formas diferentes de acuerdo a los textos, lo obligan a buscar allí refugio. Este retiro de Arturo no tiene el significado de la conversión de un principio de una función, en algo latente. Arturo, de acuerdo a la saga, no ha muerto nunca. Él vive todavía en el Avalón. Él se volverá a manifestar nuevamente. En la figura del Rey Arturo debe verse una de las múltiples funciones del "dominador polar", del "rey del mundo". El elemento histórico se encuentra aquí revestido por el suprahistórico. Ya la antigua etimología vinculaba el nombre de Arturo con arkthos, es decir, "oso", lo cual, a través del simbolismo astronómico de la constelación polar, remite nuevamente a la idea del "centro". El simbolismo de la "Mesa Redonda", de cuya caballería Rey Arturo es el jefe supremo, es "solar" y "polar". El palacio de Rey Arturo –así como el Mitgard, la residencia luminosa de los Asen, de los "héroes divinos" nórdicos– está construido en el "centro del mundo" – in medio mundi constructum. De acuerdo a algunos textos, el mismo gira alrededor de un punto central: gira, como en la "isla blanca" –çvetadvîp – recordada por los indoeuropeos de Asia, en la tierra hiperbórea cuyo dios es el solar Vishnu, gira la swastika, como "la isla de vidrio" céltico-nórdica –un facsímil del Avalón– gira; como la rueda fatal del cakravartî, del "Rey del Mundo" ariano, gira. Los rasgos sobrenaturales, "mágicos", propios de esta figura se encarnan, por decirlo así, en Myrddhin, es decir, en Merlín, consejero inseparable de Rey Arturo, que es, en el fondo, más un ser diferente de él, la representació n personificada de la parte sobrenatural del mismo Arturo. La caballería de Arturo irá a la búsqueda del Grial. La caballería de Arturo, que recluta sus miembros entre todas las patrias, tiene como consigna: "El que es jefe, que sea nuestro puente". De acuerdo a la antigua etimología, pontifex significaba por lo demás el "hacedor de puentes", aquel que establece el lazo entre las dos riberas, entre los dos mundos.

A ello se le agregan oscuros recuerdos históricos y transposiciones geográficas de nociones temporales. La "isla" situada "en la extremidad del mundo", respecto de lo cual, en varias tradiciones, en realidad significa el centro primordial en las lejanías remotas del tiempo. La tierra del sol es, para los Griegos, Thulé – Thule ultima a sole nomen habens – y Thulé equivale al Airyanem-Vaêjô, al país del extremo norte de los antiguos Persas. El Airyanem-Vaêjô ha conocido el reino del solar rey Yima, la "edad del Oro". Pero Hesíodo recuerda: "Cuando esta edad (la edad del Oro) declinó, aquellos hombres divinos continuaron a vivir toí mèn…eisí y se convirtieron, en forma invisible eóra essamenou en los guardianes de los hombres". Ello porque el "sentido de la historia" es la decadencia: a la edad del Oro le sucede la de la Plata – la edad de las Madres; luego la del Bronce – la edad de los Titanes; finalmente la edad del Hierro; "edad oscura", kali-yuga, "crepúsculo de los dioses". ¿Por qué? Muchos mitos parecen querer establecer una relación entre "caída" e hybris, es decir, usurpación prometeica, revuelta titánica. Pero nuevamente, Hesíodo nos recuerda: Zeus, el principio olímpico, ha creado en la edad del Hierro una generación de héroes, que son más que "titanes" y tienen la posibilidad de conquistar una vida similar a la de los dioses, iós te òesí. Un símbolo: el Heracles dórico-aqueo, aliado de los Olímpicos, enemigo de los titanes y de los gigantes.

La doctrina del centro supremo y de las edades del mundo está estrechamente vinculada con la de las leyes cíclicas y de las manifestaciones periódicas. Si se dejase a un lado tales puntos de referencia, muchos mitos y muchos recuerdos tradicionales nos remitirían a unas situación de fragmentos casi incomprensibles. "Ello aconteció una vez – ello acontecerá de nuevo", enseña la tradición. Y también: "Cada vez que el espíritu declina y la impiedad triunfa, yo me manifiesto; para la protección de los justos, para la destrucción de los malvados, para establecer firmemente la ley, de edad en edad yo revisto un cuerpo". En todas las tradiciones, bajo diferentes formas, más o menos completas, recorre siempre la doctrina de las manifestaciones cíclicas de un principio único, subsistente en los períodos intermedios en estado latente. Mesías, Juicio Universal, Regnum, etc.: todo esto no representa otra cosa que una traducción religiosa y fantasiosamente deformada, de este conocimiento; conocimiento que por lo demás se encuentra también en la base de aquellas confusas leyendas, en las que se narra acerca de un dominador que no habría muerto nunca, sino que se habría retirado en una sede inaccesible –idéntica en el fondo, al "Centro"– para volver a manifestarse en el día de la "última batalla"; de un emperador que duerme y que se volverá a despertar; de un príncipe herido, que espera a aquel que lo curará y que conducirá a su reino decaído o devastado hacia un nuevo esplendor. Todos estos muy notorios temas de la leyenda imperial medieval nos remiten sumamente lejos en los tiempos. El mito primordial del Kalki-avatâra contiene ya todas estas ideas en una relación sumamente significativa con otros símbolos ya indicados por nosotros. Kalki-avatâra ha "nacido" en Shambala, que es una de las designaciones del centro hiperbóreo primordial. La enseñanza le ha sido transmitida por parte de Paraçu-Râma, el representante "nunca muerto" de la tradición de los "héroes divinos", el destructor de la casta guerrera en rebelión. Kalki-avatâra combate en contra de la "edad oscura" y sobre todo contra los jefes de las fuerzas demoníacas de la misma, Koka y Vikoca, los cuales, aun etimológicamente remiten a Gog y Magog, a las fuerzas subterráneas que, ya dominadas y subyugadas por el regio Preste Juan, se desencadenará n en la edad oscura y contra las cuales también el emperador vuelto a despertar deberá combatir.

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La leyenda del Grial debe ser referida a tal orden de ideas y sólo sobre la base de estos datos tradicionales y de este simbolismo universal la misma puede ser comprendida sea desde el punto de vista histórico como desde el suprahistórico. Aquel que en la historia del Grial considera tan sólo una leyenda cristiana, o una expresión del "folklore céltico pagano", o la creación de una literatura caballeresca sublimada, no captará de los respectivos textos, sino el aspecto más exterior, accidental e insignificante. De la misma manera sería equivocado también todo intento de deducir los temas del Grial del espíritu de un pueblo en particular. Se puede afirmar, por ejemplo, que el Grial es un "misterio" nórdico; pero tan sólo a condición de entender por "nórdico" a algo sumamente más profundo y más comprensivo que "alemán" o aun "indogermánico" , algo que en vez remita a la tradición hiperbórea, la cual hace una misma cosa con la misma tradición primordial del presente ciclo. En realidad, justamente desde esta tradición se pueden deducir todos los temas principales de las leyendas en cuestión.

A tal respecto es sumamente significativo que, según el "Perceval li Gallois", los textos que contienen la historia del Grial habrían sido hallados en la "Isla de Avalón", en donde "está la tumba de Arturo". Además otros textos llaman al país, en el cual José de Arimatea habría llevado el Grial y en donde habitaban ciertos enigmáticos antepasados del mismo José, la "Isla Blanca" e "Insula Avallonis": son, nuevamente, designaciones del centro nórdico primordial. Si Inglaterra en esta literatura aparece muchas veces como una especie de tierra prometida del Grial y como el país en el cual se desarrollan esencialmente las aventuras del Grial, muchos indicios nos dicen que, al respecto, se trata de un país simbólico. Inglaterra fue llamada también "Albión" e "Isla Blanca"; "Albania" fue una parte de la misma; Avalón la localidad de Glastonbury. La antigua toponomástica céltico-británica parece pues haber transpuesto a Inglaterra, por lo menos a una parte de ésta, algunos recuerdos y algunos significados referidos esencialmente al centro nórdico primordial, a Thulé, a la "tierra solar". Éste es el verdadero país del Grial. Y es por esto que el reino del Grial se encuentra en estrecha relación con el reino simbólico de Arturo, con el reino devastado –la terre gaste– con el reino cuyo soberano se encuentra herido, en letargo y decaído. Una isla montañosa, una isla de vidrio, una isla que gira sobre sí misma (the isle of the tournance), una residencia rodeada por las aguas, un lugar inaccesible, una cumbre alpina, un castillo solar, un monte salvaje y un monte de la salvación (Montsalvatsche y Mons Salvationis), una ciudadela invisible, tal de poder ser alcanzada sólo por los elegidos, e incluso por éstos corriendo un peligro mortal, etc. – he aquí las escenas principales sobre las cuales se dirigen las principales aventuras de los héroes del Grial: no son sino tantas representaciones del "Centro", de la residencia simbólica del Rey del Mundo. También el tema de la tierra primordial es recurrente: un texto llama "Edén" a la tierra del Grial. El ciclo de Lohengrin y la Sachsenkronik von Halberstadt refieren: "Arturo se encuentra con sus caballeros, en el Grial, que ya fue el paraíso y que ahora se ha convertido en un lugar de "pecado".

En la literatura caballeresca el Grial es propiamente un objeto sobrenatural, que tiene esencialmente estas virtudes: alimenta ("don de vida"); ilumina (iluminación espiritual); convierte en invencible (quien lo ha visto, n’en court de bataille venchu, según Robert de Boron). En cuanto a los restantes aspectos, hay que señalar dos.

Sobre todo el Grial es una piedra celeste, que no sólo designa a los reyes –como la piedra que los Thuata llevaron consigo al Avalón– sino que indica también a los dominadores destinados a convertirse en "Preste Juan" (de acuerdo al "Triturel").

En segundo lugar, el Grial sería la piedra caída de la corona de Lucifer en el momento de su derrota (de acuerdo al "Wartburgkrieg"). Como tal, el Grial simboliza un poder que Lucifer, al caer, perdiera, y el mismo también en otros textos conserva el carácter de un mysterium tremmendum. Como una fuerza temible, el Grial mata, despedaza, enceguece a los caballeros que se le acercan sin ser dignos del mismo y sin ser los elegidos (según el "Grand St. Graal", "Joseph de Arimathia", etc.). Este aspecto del Grial se encuentra en relación con la prueba del "lugar peligroso". A la Mesa Redonda de Arturo le falta ya alguien, Un lugar se encuentra vacío, el cual, en el fondo, es el del jefe supremo de la Orden. Aquel que lo ocupa sin ser el héroe esperado, es fulminado o es tragado por una súbita vorágine. El Grial puede ser alcanzado tan sólo combatiendo –er nuos erstriten werden – dice Wolfram von Eschenbach.

El misterio del Grial comprende dos temáticas. La primera retoma la idea de un reino simbólico, concebido como una imagen del centro supremo; reino, que debe ser restaurado. El Grial no está más presente allí, o bien ha perdido su virtud. El rey del Grial está enfermo, herido, decrépito, o bien padece un sortilegio, en razón del cual él parece vivir, conserva una apariencia de vida, aun estando muerto desde siglos (según el "Diû Krone"). La otra temática consiste en la llegada de un héroe que, habiendo visto al Grial, debe sentirse llevado hacia una tal restauración; de otro modo él traicionará su misión y su fuerza heroica será maldita (según Wolfram von Eschenbach). Él debe volver a unir una espada partida. Él debe ser el vengador. Él debe "formular la pregunta".

¿De qué pregunta se trata? ¿Y cuál es propiamente la misión de este "elegido"? Parece ser la misma que Hesíodo atribuye a los "héroes", es decir, a aquella misma generación que, nacida en la edad oscura de la decadencia, tiene sin embargo aun la posibilidad de restaurar la "edad del Oro". Y así como el héroe hesiódico debe superar y gobernar el elemento titánico, de la misma manera vemos que el héroe del Grial debe superar el peligro luciférico. No basta que el caballero del Grial se muestre como "el mejor y el más valiente caballero del mundo" y un corazón de acero –"ein stählernes Herz"– en cada tipo de aventuras naturales y sobrenaturales: él debe también "estar libre de orgullo" y debe "conquistar la sabiduría" (según Wolfram y Gautier). Si el Grial ha sido perdido por lucifer, he aquí que algunos textos (Grand St, Graal, Gerbert de Mostreuil, "Morte Darthur") refieren justamente a Lucifer el poder demoníaco que actúa en diferentes pruebas en contra de los caballeros del Grial. Además el viejo rey del Grial se ha hecho impotente e incapaz de reinar en razón de una herida que se le hiciera con una lanza envenenada mientras él se encontraba al servicio de Orguelluse: pero es bastante visible que esta Orguelluse no es sino una personificació n femenina del mismo principio del "orgullo". Además otros caballeros del Grial, por ejemplo Gauvain ("Galvano"), son puestos a la prueba en el castillo de esta misma Orguelluse. Pero ellos no sucumben. Vencen, desplazan –"poseen"– a Orguelluse. El sentido de esta prueba es la realización de una fuerza pura, de una virilidad espiritual; es la transposición de la calificación heroica sobre un plano separado de todo lo que es caos y violencia, "La caballería terrestre debe convertirse en caballería celeste" – se dice (Queste du Graal). Ésta es la condición para poder abrirse el camino hasta el Grial, para poder ocupar el "lugar peligroso" sin ser fulminados, así como lo fueron los titanes por parte del Dios olímpico.

Sin embargo como tema fundamental de todo el ciclo del Grial debe ser considerado el siguiente: al héroe de todas estas pruebas se le impone una tarea ulterior y decisiva. Una vez que ha sido admitido en el castillo del Grial, él debe sentir la tragedia del Rey del Grial herido, paralizado o viviente sólo en apariencia y debe tomar la iniciativa de una acción de restauración absoluta. Ello es expresado por los textos en varias formas enigmáticas: el héroe del Grial debe "formular la cuestión". ¿Cuál cuestión? Aquí se diría que los autores han querido callar. Se tiene la impresión de que algo les impide hablar y que una explicación banal esconda la respuesta verdadera. Pero si se sigue la lógica interna del conjunto no es difícil comprender aquello de lo que en verdad se trata: la cuestión a formular es la cuestión del Imperio. No se trata de saber –como según la letra de los textos– lo que significan ciertos objetos del castillo del Grial, sino que se trata de comprender la tragedia de la decadencia y, luego de haber "visto" el Grial, de formular el problema de la restauración. Sólo sobre esta base la virtud milagrosa de esta enigmática pregunta se convierte en comprensible: puesto que el héroe que no ha sido indiferente y que ha "formulado la cuestión", con esta cuestión redime el reino. Entonces aquel que tenía tan sólo una apariencia de vida desaparece; aquel que estaba herido se cura. A veces, el héroe se convierte en el nuevo y verdadero rey del Grial sustituyendo al precedente. Un nuevo ciclo comienza.
Según algunos textos, el caballero muerto, que parece querer recordar al héroe la misión a cumplir y la venganza, aparece en un ataúd transportado sobre el mar por cisnes. Pero el cisne es el animal de Apolo en el país de los Hiperbóreos, en la tierra nórdica primordial. Conducidos por cisnes parten los caballeros del centro supremo, en el cual Arturo es rey: desde el Avalón.

En otros textos, el héroe del Grial es llamado el caballero de las dos espadas. Pero en la literatura teológico-polí tica de la época, sobre todo en la gibelina, las dos espadas significaban nada más que el doble poder, temporal y sobrenatural. Un texto clásico habla del país hiperbóreo como de la tierra de la que vinieron dinastías que, como las de los Heraclidas, encarnaron a un mismo tiempo la dignidad regia y la sacerdotal. En un texto del Grial la espada que será vuelta a unir tiene una custodia cuyo nombre es: memoria de la sangre.
 
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El reino inaccesible e intangible del Grial es una realidad también en la forma, según la cual el mismo no está vinculado a ningún lugar, a ninguna organización visible y a ningún reino terrestre. El mismo representa una patria, a la cual se pertenece por un nacimiento diferente del corporal, que tiene el sentido de una dignidad espiritual e iniciática. Este reino une en una cadena infrangible a hombres que pueden también aparecer como dispersos por el mundo, por el espacio, por el tiempo, por las naciones, hasta el límite de aparecer como aislados y de no conocerse recíprocamente. En este sentido el reino del Grial –como el de Arturo y del Preste Juan, como Thulé, como Mitgard, Avalón, etc.– está siempre presente. Según su naturaleza "polar", el mismo permanece inmóvil. En consecuencia, no es que el mismo esté a veces más cerca y a veces más lejos de la corriente de la historia, son los hombres y sus reinos los que pueden estarle más o menos cerca.
Ahora bien, en un cierto período, el Medioevo gibelino pareció presentar una mayor aproximación y ofrecer, por decirlo así, una materia histórica y espiritual de tal carácter, que el reino del Grial habría podido convertirse, de oculto, también en sensible, y dar lugar a una realidad al mismo tiempo interior y exterior, como en las civilizaciones tradicionales de los orígenes. Sobre tal base se puede sostener que el Grial fue la coronación y el "misterio" del mito imperial medieval y la suprema profesión de fe del alto gibelinismo. Una tal profesión de fe se manifiesta más en la leyenda y en el mito que en la clara voluntad política de la época, según lo que acontece también en el individuo, en donde lo que hay de más profundo y de más peligroso se expresa menos a través de las formas de su conciencia refleja que a través del simbolismo y de una espontaneidad subconciente.
El Medioevo esperaba al héroe del Grial a fin de que el Árbol Seco del Imperio volviera a florecer, a fin de que toda usurpación, todo contraste, toda oposición fuese destruida y reinara verdaderamente un nuevo orden solar. El reino del Grial, que habría debido resurgir con un nuevo esplendor, era el mismo Sacro Imperio Romano. El héroe del Grial, que habría podido convertirse en el "dominador de todas las criaturas" y aquel al cual "ha sido confiado el poder supremo", es el Emperador histórico –"Federicus"– si él hubiese sido el realizador del misterio del Grial, del misterio hiperbóreo.

Historia y suprahistoria, parecieron pues, por un instante, interferir: resultó de ello un período de alta tensión metafísica, una culminación, una suprema esperanza – luego, nuevamente, derrumbe y dispersión.
Toda la literatura del Grial parece agruparse en un período relativamente breve: ningún texto parecer ser anterior al último cuarto del siglo XII. A partir del primer cuarto del siglo XIII se cesa de golpe, como por una consigna, de hablarse del Grial. Sólo luego de muchos años, y ya bajo un espíritu diferente, se escribirá nuevamente sobre el Grial. Parece pues como si en un cierto momento una corriente subterránea hubiese vuelto a aflorar, para luego volver a ocultarse (Weston). La época de esta repentina desaparición de la primera tradición del Grial coincide aproximadamente con la tragedia de los templarios. Quizás éste es el inicio de la fractura.
En Wolfram von Eschenbach los caballeros del Grial son llamados Templeise –"templarios"– si bien en su relato no figure para nada un templo, sino sólo una corte. En algunos textos los caballeros-monjes de la "isla" misteriosa llevan el signo de los Templarios: una cruz roja sobre un fondo blanco. En otros textos las aventuras del Grial toman una dirección típica de "crepúsculo de los dioses": el héroe del Grial cumple, es cierto, con la "venganza" y restaura el reino, pero una voz celeste le anuncia que él debe retirarse con el Grial en una tierra insular misteriosa. La nave que viene a buscarlo es la nave de los Templarios: tiene una vela blanca con una cruz roja.

Como arterias esparcidas, organizaciones secretas parecen haber custodiado los antiguos símbolos y las tradiciones del Grial aun luego del derrumbe de la civilización imperial ecuménica: "Fieles del Amor" gibelinos, trovadores del período más tardío, hermetistas. Así arribamos hasta los Rosacruces. Entre los Rosacruces se presenta todavía una vez más el mismo mito: la ciudadela solar, el Imperator cual "Señor del Cuarto Imperio" y destructor de toda usurpación, una confraternidad invisible de personalidades trascendentes, unida únicamente a través de su esencia y su intención, finalmente, el extraño misterio de la resurrección del Rey, misterio que se transforma en la constatación de que el Rey a resucitar ya vivía y estaba despierto. El que asiste a este misterio lleva el signo de los Templarios: un estandarte blanco con una cruz roja. También el pájaro del Grial –la paloma– está presente.

Pero una consigna parece haber sido transmitida en este caso. En un determinado momento, se deja súbitamente de hablar de los Rosacruces. De acuerdo a la tradición, los últimos Rosacruces, en el período en el cual el absolutismo, el racionalismo, el individualismo y el iluminismo estaban por preparar el camino a la Revolución Francesa y los tratados de Westfalia iban a sellar la decadencia definitiva de la autonomía del Sacro Romano Imperio, habrían abandonado el Occidente para retirarse en "India".

La "India" es aquí el símbolo. Equivale a la residencia del Preste Juan, del Rey del Mundo. Es Avalón. Es Thulé. Según el "Titurel", tiempos oscuros han arribado para Salvatierra, donde residen los caballeros de Monsalvat. El Grial no puede permanecer más en aquel lugar. Es transportado a la "India", en el reino del Preste Juan, que se encuentra "cerca del paraíso". Una vez que los caballeros del Grial han arribado allí, el mismo Monsalvat y su ciudadela se les aparecen a ellos, son transportados allí mágicamente, porque "nada de todo esto debe permanecer entre pueblos pecadores". El mismo Parcifal revestirá la función de "Preste Juan".

Y aun hoy ascetas tibetanos dicen respecto de Shambala, la ciudad sagrada del Norte, hacia donde conduce la "vía del Septentrión", es decir la "vía de los dioses" –devayâna– : "Ella reside en mi corazón" (1).
 
(1) Una exposición sistemática y documentada de la leyenda del Grial sobre la base de esta interpretació n se la encuentra en la obra de J. Evola, Il mistero del Graal e la tradizione ghibellina dell’impero. Ceschina, 2ª Ed. Milano, 1964. Hay traducción española.


(Extractado de "Introduzione alla Magia" T. III, Ed. Mediterranee, Roma, 1985, pg. 77)

Introducción a la magia (Tomo III). Notas sobre la contra-iniciación.

Introducción a la magia (Tomo III). Notas sobre la contra-iniciación.

Biblioteca Julius Evola.- El siguiente ensayo fue publicado originariamente como monografía en los cuadernos del Grupo de Ur, firmado por ARVO, uno de los seudónimos utilizados por Evola en esta época. No es la única vez que Evola toca este tema, pero si una de las más intensas. Evola parte de la noción de contra-iniciación que había lanzado poco antes René Guénon y contribuye a perfilar este concepto  sobre el que Guénon había dejado planeando algunas cuestiones. El ensayo fue reproducido en el Tomo III de "Introducción a la Magia en tanto que ciencia del Yo"

 

Notas sobre la contra-iniciación

  
Gracias a "El Camino del Cinabrio", se sabe que Evola planeó escribir una Historia secreta de las sociedades "secretas", proyecto que no se realizó nunca, porque los materiales que reunió a tal efecto durante su estancia en Viena, invitado por los dignatarios de las SS para estudiar documentos a masones, fueron destruidos durante un bombardeo a la capital austriaca.   

El interés de Evola por lo que se conviene en llamar hoy la "teoría" del complot, no disminuirá tras la segunda guerra mundial. En 1952, publicó dos artículos sobre este tema en El Meridiano de Italia: "La guerra oculta" y "La trastienda de la historia". En el decimotercer capítulo de "Los Hombres y las ruinas", aparecido al siguiente año, el autor italiano examina más sistemáticamente las armas, las tácticas y los objetivos de la "guerra oculta", recuperando ciertas consideraciones que ya expuso en “Los instrumentos de la guerra oculta", aparecida en 1938 en La Vida italiana, asociada por Renato del Ponte en "Fenomenología" de la subversión SeaR Ediciones, 1993 - "Fenomenología" de la subversión - El hombre Libre, París, 2004, mientras que tradujo al italiano "La Guerra oculta" de Léon de Poncins y Emanuel Malynski ("La Guerra oculta - Judíos y masones a la conquista del mundo", Hoepli, Milán, 1939), que prologó e hizo una recensión, también en La Vida italiana. En todas estas pruebas, las referencias a la obra de Guénon son abundantes. El término "guerra oculta" es, grossomodo, lo que el metafísico francés designa, en  misma terminología, con el nombre de "contra-iniciación", un tema que ha abordado en "El Reino de la cantidad y los signos de los tiempos", particularmente. "La guerra oculta es la guerra que las fuerzas de la subversión mundial conducen entre bastidores por medios que escapan casi siempre de los métodos ordinarios de la investigación”.   

La noción de guerra oculta pertenece a una visión, por así decir, tridimensional de la historia, una historia considerada, no en superficie, según dos dimensiones, el de las causas, de los acontecimientos y de los acciones aparentes, sino en profundidad, según su tercera dimensión, dimensión subterránea que contiene a menudo fuerzas e influencias decisivas irreducibles al simple elemento humano,  individual o colectivo."    

El primero texto de Evola sobre el tema de la "guerra oculta" ha sido publicado en la revista Ur, firmado por. "Arvo"; se titula "Idea sobre la contra-iniciación”.   

 

Notas sobre la contra-iniciación  

Los que intentan superar las limitaciones humanas y aspiran a conseguir el conocimiento y el poder, tienen que darse cuenta de la existencia de lo que, para recuperar la denominación de René Guénon, se puede llamar contra-iniciación. Tienen también que conocer las distintas formas que toma y los diferentes medios que emplea para llegar a sus fines.    

Se puede partir de la idea general de que existen fuerzas que quieren infiltrarse entre las fuerzas humanas, individuales y colectivas, no sólo para desviar las aspiraciones a la verdadera espiritualidad, sino también para crear corrientes, sugestiones y sistemas ideológicos con la intención de confundir la visión de la verdad, para falsificar los valores y a hacer prevalecer las influencias más bajas, sumado todas las formas de materialismo, de desorden y de subversión en las civilizaciones.    

La oposición entre las fuerzas del "bien" y las fuerzas del "mal" es un lugar común en las religiones; sin embargo, no informa mucho acerca del problema en cuestión, porque este no es sencillamente un problema de orden moral y religioso, sino de una acción mucho más vasta, objetiva, concreta en la que los representantes de las religiones, habitualmente no reparan, cuando no padecen de ello ellos mismos su influencia, sin percatarse.   

Me limitaré aquí a algunas consideraciones específicamente ligadas al campo de las disciplinas de que se trata en esta revista. Es, ante todo, necesario realizar algunas observaciones generales. Inicialmente, no existe movimiento subversivo en la historia y en el pensamiento que no tenga orígenes "ocultos". En particular, es importante darse cuenta que uno de los últimos "productos" de las fuerzas de las tinieblas a los que me refiero es la teoría "positivista" que pretende que todo, en el mundo de los hombres, puede explicarse mediante causas históricas tangibles. Ahora bien, esta mentalidad "positivista" ¿no es la que puede prestarse más a los planes secretos de las fuerzas que actúan "a cubierto"? Tal como ha indicado a su manera un católico, la última muestra de astucia del "diablo" consiste en convencer a los hombres de que no existe (1).   

Al comienzo, todo lo que es revolución, subversión, anti-tradición y demagogia llevan el sello visible de una fuerza con un fondo no humano que azuza las fuerzas de las colectividades, atontadas por una ideología u otra. Joseph de Maistre ha escrito algunas páginas sobre este tema, de un valor eterno. Para los que consideran un punto de vista puramente político-social, el fenómeno revolucionario depende de la apariencia de la esencia, ya que la esencia de cada revolución es algo que no está dirigida tanto contra los hombres y las instituciones que contra el espíritu y que, en casos extremos–es inútil dar ejemplos-, aparece pura y sencillamente como una acción satánica.    

Dicho esto, Guénon ha identificado magistralmente las influencias subterráneas que han trabajado para la fabricación de lo que generalmente se llama la mentalidad moderna, a partir de campos que, como el la ciencia, reputados de estas completamente inmunizados contra este tipo de acciones. En efecto, el materialismo y el cientifismo, en su conjunto, son sugestiones y puntos de vista estrechos demasiado organizados y tendenciosos para que se pueda considerar que su origen y su propagación son espontáneas y debidos simplemente a la estupidez humana, sobre todo cuando se constata la convergencia precisa de sus efectos prácticos con los objetivos principales, más visibles en otros campos, de la contra-iniciación.

Guénon dice: "Lo realmente singular, e incluso casi cómico si se tratara de cosas graves, para no decir siniestras, es que el materialismo, una de cuyas pretensiones principales es suprimir cada misterio, cuando en sí mismo es extremadamente misterioso; y se podría decir mucho, desde otro punto de vista, de la noción misma de "materia" que constituye la base, pero es ciertamente más enigmático y más intelegible de lo que se pueda imaginar".

Que el hombre -prosigue- haya llegado hoy a concebir como ordinario y normal una vida reducida a sus posibilidades más inferiores; qué haga decididamente de lo que es tangible, visible, perceptible y mensurable, un sinónimo de la realidad, e incluso de la realidad en el sentido eminente del término, todo esto es por el contrario el efecto de una fascinación, de una especie de círculo mágico que lo ha conducido a una atrofia, a excluir la posibilidad misma de cada visión y cada sensibilidad superiores. Y la contrapartida de este círculo mágico, es una concepción de la historia que deja entender que la forma en que el homme considera hoy el mundo sería sano y "normal", correspondiendo a la civilización que, más que cualquier otra, podría pretender ser “iluminada" y liberada de las "supersticiones."    

Sin embargo, no hace falta olvidar que la contra-iniciación cambia de dirección y actúa diferentemente cuando el "círculo mágico" que acabo de indicar se debilita y  el hombre empieza a sospechar de nuevo que hay un mundo invisible más allá del mundo visible; un campo extranormal más allá de lo normal; más allá de la conciencia ordinaria de todos los días, una conciencia más profunda y misteriosa - no como teoría, sino como realidad. En la civilización contemporánea, este género de "aperturas" se produce ahora en amplios sectores, en razón de circunstancias diversas. Bajo este aspecto, está claro que las influencias tratan de impedir que este género de trastornos no culmine en resultados positivos y arrastrar a las personas, a causa de estos trastornos, hacia peligros y degradaciones más graves que los que han provocado y que podrán provocar el materialismo y el cientifismo.    

Se emplea aquí una táctica que llamaré de diversión que es eficaz allí dónde se ignora que, más allá del campo de lo "normal", existe el de los fenómenos paranormales, e incluso el infranormal, que la supresión de los límites de la conciencia ordinaria puede producirse en el sentido de la suprapersonalidad y de la supraconsciencia, tanto como en aquel de la infrapersonnalidad y de una conciencia reducida, y que, más allá de la realidad sensible y "natural", hay, no sólo la esfera de lo sobrenatural, pero también aquel del infranaturel y del infrapsychisme. Todo eso parece ser ignorado completamente por las diferentes corrientes del "espiritualismo" y del ocultismo contemporáneos, y llega a arraigar más allá de por los "metapsicólogos", los psicoanalistas y otros que, a causa de su mezquindad de espíritu y sus métodos, no sospechan también el origen de este género de distinción. Ahora, justo en las corrientes del "espiritualismo" y el ocultismo contemporáneos que Guénon y, con él, Evola ha enseñado la existencia de un conjunto de falsificaciones, de confusiones y de desviaciones ideológicas y prácticas que autorizan a pensar que todo eso no es ajeno a una acción oculta inteligente que no es sencillamente humana y de que el objetivo principal es dirigir cada espíritu que se esfuerza en salir del círculo mágico del materialismo práctico, no hacia arriba, sino hacia abajo, no hacia el suprapersonalidad, sino hacia la infrapersonalidad, no hacia la espiritualidad verdadera, el conocimiento metafísico e iniciático, sino hacia el mundo del infrapsiquismo, el visionarismo nebuloso y las sensaciones que sólo estorban cada posibilidad de desarrollo verdadero, o contribuyen a alterar y disgregar la unidad espiritual, lo que, finalmente, es el objetivo principal de la contra-iniciación. Como se ve lo, todo esto nos lleva a un orden de ideas que interesa especialmente a todos nuestros lectores. Ante la proliferación de sectas, logias y movimientos de estas tendencias tienen que percibir que la confusión que señalo aquí hoy es extremadamente difusa y peligrosa pues, ya que no hay casi ninguno que, más allá de competencia, tenga autoridad necesaria para denunciarla como debe.   

Lo que contribuye a la desviación espiritual, es el atractivo ejercitado las masas de acceso a todo lo que tiene un carácter sensacional y "misterioso", tanta que, hoy día, el "ocultismo" no está lejos del nivel de las novelas policíacas y las películas "de suspense", como por todo lo que es "fenómeno". La ilusión también gana a personas de cierto nivel intelectual que, sin ser espiritistas o metapsicologos, desearían acercarse a estos fenómenos; tales personas imaginan demasiado fácilmente que los "fenómenos" siempre son señales tangibles y necesarias de una realización espiritual. La verdad es bien diferente, porque, en cierto terreno, puede conseguirse la posibilidad de producir un mismo fenómeno tanto mediante un retroceso como a través de una integración de la personalidad. Por ejemplo, la levitación puede ser provocada por un brujo, un santo, o por un medium, tanto como por un iniciado, y es evidente que, en cada uno de estos casos, el fenómeno tiene un sentido muy diferente.    

Fuera del mundo de la mediumnidad, sobre el que no vale la pena insistes en la medida en que su carácter regresivo es demasiado evidente y en casos que llamaría de « intervención directa » en alusión a la aparición de algunos peronajes que deben trasnsmitir tal o cual « revelación » y formar sectas y movimientos –se sabe lo frecuentemente que ha aparecido esta cuestión y que no se trata siempre de una mistificación ; fuera, pues, de estos dos casos, existen otros en los que el carácter desviado y sospechoso de numerosas corrientes ocultistas puede unirse, en definitiva, a “contactos” que algunos métodos de desarrollo psíquico han provocado con fuerzas cuya naturaleza y existencia están lejos de sospecharse, y que se mantienen siempre por encima de sus vehículos, como si se tratara del caso de alguien que no tiene la dignidad y la cualificación necesaria para aventurarse en su terreno. Esto podría arrojar una luz bastante inquietante sobre el trasfondo de la fundación de muchas logias y grupos teosófico-ocultistas (2).

Un peligro más general, en tanto que ligado a otras corrientes modernas más o menos especializadas que aparecen en « corrientes de pensamiento”, es el del panteísmo, que se asociua más o menos al culto de la Vida y de lo Irracional. Es preciso tomar posición contra todo esto también, pues numerosos son los que desearían ver en el planteismo, en oposición al teismo dogmático, un saber superior más o menos relacionado con el dominio iniciático. Por lo demás, ¿no se ha intentado clasificar el conjunto de la espiritualidad hindú como una forma de  "panteismo", ignorando todo lo que constituye la negación más neta de este sistema (bastaría mencional al budismo originario)? Pero, no se trata de un error teórico, sino del peligro práctico que deriva, algo de lo que vale la pena hablar. Tal como dice Guénon, este peligro está presenta en toda escuela « que induce al ser « a fundirse », aunque convendría más exactamente a “confundirse” o incluso a “disolverse”, en una especie de “conciencia cósmica” exclusiva de toda “trascendencia”, y, por tanto de toda espiritualidad efectiva". Las diversas teorías teosóficas sobre la « superación de la ilusion de la separatividad », la « Vida una » y así sucesivamente, con sus corolarios, el humanitarismo y el igualitarismo, son casi siempre los índices de esta tendencia que constituye un verdadero “desarrollo invertido”. Conviene citar de nuevo a Guénon : "Hemos tenido ocasiones de señalar en otros lugares el simbolismo iniciático de la una « navegación » realiza a través del Océano que representa el dominio psíquico, y que se trata de franquear, evitando todos sus peligros, para alcanzar un fin; pero ¿ qué decir de aquello que se arroja en medio del Océano y no tiene otra aspiración más que la de ahogarse? Esto es, precisamente, lo que significa esta pretendida « fusión » con una « conciencia cósmica » que no es en realidad nada más que el confundo confuso e indistinto de todas las influencias psíquicas, que algunos puedan imaginarse, no teniendo ciertamente nada en común con las influencias espirituales, incluso si ocurre que las imitan más o menos en algunas de sus manifestaciones exteriores (pues es aquí el terreno donde el "engaño" se ejerce en toda su amplitud, y es por ello que estas manifestaciones “fenomenológicas” no prueban nada por sí mismas, pudiendo ser idénticas a las generadas por un santo o un brujo). Los que cometen este fatal desprecio olvidan o ignoran simplemente toda distinción entre las «Aguas Superiores» y las «Aguas inferiores»; en lugar de elevarse hacia el Océano de lo alto, se hunden en los abismos del Océano de lo bajo; en lugar de concentrar todas sus potencias para dirigirlas hacia el mundo sin formas, que solamente puede ser llamado “espiritual”, se dispersan en la diversidad indefinidamente cambiante y huidiza de las formas de la manifestación sutil (que es la que corresponde también exactamente a la concepción de la “realidad” bergsoniana), sin dudar que toman por una “vida” cuya plenitud no es efectivamente más que el reino de la muerte y de la disolución sin retorno”.

He señalado al principio que las fuerzas de la contra-iniciaciòn se "infiltran" en las fuerzas humanas ; existen ciertas desviaciones espirituales o intelectuales que estas fuerzas se empeñan en agravar dándose lo que se llama en magia una “dirección de eficacia”. Es aquí donde aparece claramente en el caso que acabo de indicar, ya que el panteismo, el vitalismo, la teoría del inconsciente y otras, son frecuentemente, simples productos del pensamiento contemporáneo, y las personas que se adhieren a estas doctrinas no perciben el significado de sus ideas, ni en qué medida puede ser utilizadas por otros que, por su parte, saben perfectamente lo que hacen y, por así decir, piensan para ellos.

Esto nos lleva a una cuestión más compleja, la de la naturaleza y el origen de la contra-iniciación. En cierto sector, se puede contentar de hablar a este respecto de fuerzas, cuya acción maléfica no ha sido atribuida a una intención propia, sino simplemente a su naturaleza, de la misma forma que el hecho de que un ácido ocasiones una corrosión cuando se le deja la posibilidad de acutar, no procede de una intención propia, sino de su misma naturaleza. Es lo que algunos llaman el « mundo intermedio », otros el « mundo inferior » y otros también el el « mundo demónico » (la palabra « demonio » no debe sin embargo ser tomada aquí en el sentido moral o religioso que le da el catolicismo) que puede estar en el origen del tipo de influencia, por poco que el mundo de los hombres y de los pensamientos humanos se abre inconsideradamente a él. Pero, fuera de las simples fuerzas, es preciso pensar en verdaderos seres, seres inteligentes y personales, representantes o agentes de la contra-iniciatión, seres unidos, como los iniciados, a una “cadena”. Guénon habla incluso de una "iniciación désviada y desnaturalizada », de algo que ha procedido de una iniciación efectiva « mediante una degeneración que ha llegado hasta la “inversión” en lo que constituye y que se ha podido dar propiamente el nombre de satanismo”. Sin embargo, admite en el fondo, que es preciso tener en cuenta un hecho metafísico, pues no pasa pura y simplemente por una degeneración y una involución a la inversión y a la intención, que, fuera de las influencias destructoras “naturales” de las que he hablado antes, definen la contra-iniciación. De hecho, en cuanto a la cuestión de los orígenees, Guénon habla de una "revuelta contra la autoridad legítima y de la pretensión de una independencia que no podría existir", en algunas organizaciones iniciáticas, por parte de los que habían recibido la fuerza y que, por eso mismo, se situaban más allá del plano simplemente humano (3). Pero quizás sea posible remontarnos aún más lejos : a los que, antes ser dioses, han preferido ser enemigos de los dioses.

Esto me conduce a una última nota. Evola ha mostrado que un proceso natural ha conducido a Occidente a la contra-iniciación A partir del renacimiento –escribe- el occidental ha querido ser « libre » y autónomo; ha roto uno tras otro los últimos contactos que podía aun tener con el mundo de lo alto y ha seguido la vía de la inmanencia y de la conquista del mundo. Pero, en todo lo que no se limita al materialismo y a la « realidad » material dominada por la técnica, el individuo cortado del mundo espiritual tiende a una especie de ascesis que no es más que una exacerbación de la voluntad de dominio y de su “libertad” y forja el mito del superhombre.

De ahí que no puede más que obedecer a las incluencias de la contra-iniciación. Existen manifestaciones de este tipo, manifestaciones inconscientes de « ascetas del mal », que son muy significativas. Es probablemente de esta forma que se sellará, pronto, el destino de toda una civilización.

Espero que estas breves consideraciones demostrarán la importancia capital del concepto de contra-iniciación. No se trata de fantasías, sino de cosas muy serias y reales que conviene tomar en consideración para defenderse, tanto intelectualmente, como espiritualmente, para quien se consagre a nuestras ciencias.

Arvo

* Este artículo está incluido en el tomo III de "Ur & Krur - Introduction à la Magie" (Arché, Milano, 1986)

(1) Cf. "Les faits mystérieux de Beauring", Etudes Carmélitaines" (1933, p.11) : "El demonio da mil vueltas en su saco y su gran arte en este mundo, donde ya casi no se cree en él, es negar que existe, pues sería una prueba de la existencia de lo sobrenatural".

(2) Puede ser interesante referir algunas impresiones que un hombre ha tenido de un centro indio donde vivía y de cierta personalidad que encontró allí: "¿Quién sabe que fuerzas actúan aquí? Rishikesh es un centre de energía psíquica y este hombre tiene un aire de estar poseído pero no por Dios... Parece como si hubiera vendido su alma, y bien vendida, lo que es raro y sorprendente. ¿De dónde vienen las ideas? Los grandes inventores y los grandes dirigentes del mundo son hombres que construyen por medio de otros cerebros: su poder es un poder de coordinación, de inteligencia, de iniciativa, unido a la comprensión de las exigencias del mundo material. Tras ellos, en la sombra, hay siempre hombres más o menos desconocidos. R.A.K. tenía el aire de estar radiante de vida, pero como un recimiento del mal, como el contenido de un ánfora que podría causas terribles devastaciones si se vertiera sobre el mundo". (F. Yeats-Brown, "Lancer at large", Leipzig 1937, p. 252).

(3) En varios lugares, Guénon reconoce el fondo de estos dos aspectos distintos cuando habla de acciones similares a las vue realizan los nigromantes, que actúan alimentando su voluntad con residuos psíquicos “inaminados” de los muertos. En este caso, los residuos psíquicos corresponderían a organizaciones iniciáticas que están en una fase de extrema degeneración y sobreviven por así decir a sí mismas, mientras que el papel del nigromante estaría representado por fuerzas de la verdadera contra-iniciación, que han subvertido organismo caídos. Volveremos sobre este tema hablando de los orígenes de la francmasonería moderna.

 

 

Introducción a la Magia (01) Límites de la Regularidad Iniciática

Introducción a la Magia (01) Límites de la Regularidad Iniciática

Biblioteca Evoliana.- La obra más extensa de Evola, las 1500 páginas de "Introducción a la Magia", incluye todos los trabajos y monografías elaboradas por el Grupo de Ur. Cada uno tiene un carácter de ensayo autónomo, pero juntos forman un "corpus" doctrinal homogéneo y coherente. Hemos decidido iniciar la publicación de estos ensayos por uno de los que se han considerado más polémicos: "Limites de la Regularidad Iniciática", que encierra lo esencial de la polémica con René Guénon. El mismo Evola se encarga de fijar las dos posturas con singular claridad.

 

LIMITES DE LA REGULARIDAD INICIATICA

Julius Evola

Este texto, de gran importancia, y origen de la polémica entre Julius Evola y René Guenon, fue publicado inicialmente en "Introducción a la Magia", colección de fascículos publicados por el Grupo de UR (Tomo III, pág. 160-175 de la edición italiana), cuyos tres volúmenes fueron publicados en Roma en 1971 por el editor Giovanni Canonico (y posteriormente por Edizioni Mediterranea en italiano, ediciones Arché en francés y, recientemente por ediciones Herakles en castellano). Firmado con el seudónimo EA, este texto es indudablemente de Julius Evola, como lo demuestra el etilo inimitable y no fácil de transponer a otra lengua. La presente traducción corresponde a la edición italiana de 1971.

La razón por la que publicamos este texto es para que el interesado por la temática tradicional, disponga de los instrumentos suficientes para el análisis y la valoración sobre el tema. La cuestión de la "regularidad iniciática" es, sin duda, el punto más conflictivo de todo el corpus doctrinal guenoniano y origen de buena parte de los conflictos que ha sufrido. Que cada cual juzgue con serenidad, mesura y objetividad las dos posturas.

LOS LIMITES DE LA REGULARIDAD INICIATICA.

Entre los raros escritores que en Occidente, no por erudición, sino por un saber efectivo, asentado sobre base iniciática, han contribuido a una orientación y clarificación en el terreno de las ciencias esotéricas y de la espiritualidad tradicional, René Guenon tiene un puesto de relieve. En general, aconsejamos el estudio de las obras de Guenon a aquellos de nuestros lectores que no lo conozcan, en la medida en que son únicas en su género y en su valor, al igual que puede servir de complemento a mucho de lo que hemos expuesto, al menos por lo que se refiere a lo esencial. Por el contrario, en cuanto a ciertos aspectos particulares, se imponen reservas de nuestra parte, porque frecuentemente la orientación de Guenon se resiente de una línea de pensamiento, diversa a la que se encuentra en la base de nuestras formulaciones y, además, por que la dirección de René Guenon es esencialmente teórica, en tanto que la nuestra, por el contrario, es fundamentalmente práctica. Será pues útil considerar brevemente en qué punto están las cosas en este terreno, a fin de que aquellos que nos sigan puedan establecer la manera en que pueden utilizar adecuadamente lo que ha expuesto Guenon.

Por lo que se refiere a las divergencias doctrinales, haremos simplemente alusión, sin detenernos. No compartimos los puntos de vista de Guenon a propósito de las relaciones que existen entre la iniciación real y la sacerdotal, a propósito de su esquema relativo a los Pequeños y a los Grandes Misterios, y en fin, a propósito de la restricción del término "Magia" al que concede un significado inferior y peyorativo. Estos tres puntos, por lo demás, están en cierta medida ligados unos con otros. Pero lo que queremos tratar aquí es precisamente el problema general de la iniciación.

ESQUEMA GUENONIANO DE LA REGULARIDAD INICIATIVA

El punto de vista de Guenon es, en síntesis, el siguiente. La iniciación consiste en la superación de la condición humana y en la realización de los estados superiores del ser: cosa imposible con los meros medios del individuo. Esto podría ocurrir en los orígenes y para un tipo e hombre muy diferenciado del actual; pero hoy sería, por el contrario, necesaria una intervención exterior, a saber la transmisión de una "influencia espiritual" en el aspirante a la iniciación.

Esta transmisión se efectúa ritualmente a través de una organización iniciática regular. Tal es la condición de base: si no se satisface, Guenon estima que no hay iniciación efectiva, sino solamente una vana parodia de esta (la "seudo-iniciacion"). La "regularidad" de una organización consiste en que esté ligada, a su vez, directa o mediante intermediarios de otros centros, a un centro supremo y único. Consiste además, en referirse a una cadena ininterrumpida de transmisión que continúa en el tiempo a través de representantes reales, remontándose hasta la "tradición primordial".

A fin de que la transmisión de las influencias espirituales, condicionando el desarrollo iniciático, sea real basta que los ritos requeridos sean exactamente realizados por aquel que está regularmente designado para tal función: que, por lo demás, éste comprenda o no los ritos requeridos, que crea o no en su eficacia, apenas tiene importancia sobre el acto en sí. En estos casos, igualmente, la cadena no se interrumpe y una organización iniciática no cesa de ser "regular", ni capaz de conferir la iniciación, incluso cuando no cuenta más que con "iniciados virtuales". Como se sabe la Iglesia tiene un punto de vista análogo respecto a la ordenación sacerdotal y a la eficacia de los ritos regularmente ejecutados.

En cuanto al candidato a la iniciación, para obtener la transmisión de las "influencias rituales", se pide una cualificación. Tal cualificación concierne, sea la plano físico, con ausencia de ciertos defectos corporales, sea a una cierta preparación mental ("especulativa"), o a la presencia de una aspiración precisa, o, como preferimos llamarlo, de una vocación. Puede decirse de forma general que un estado de desarmonía y desequilibrio descalifica para la obtención de la iniciación. Con la transmisión de "influencias espirituales", se transforma en un "iniciado virtual". Un cambio interior se produce, el cual -al igual que el hecho de pertenecer a la organización a la que se está adherido- será indeleble y subsistirá por siempre jamás.

Sin embargo, la iniciación efectiva tiene necesidad de una labor activa, "operativa", de actualización, que debe ser hecha por uno mismo y que ningún maestro puede acometer en lugar del aspirante (dado que existen diversos grados de iniciación, esto debe ser verosímilmente entendido para cada grado). Los representantes de una organización iniciática no pueden dirigir, controlar y secundar este desarrollo y prevenir desviaciones posibles. El enlace con estados superiores del ser, establecida por medio de la transmisión de influencias espirituales, no tiene siempre necesidad de ser consciente para ser real.

En particular, René Guenon distingue netamente entre misticismo e iniciación, pues el místico no es "activo" en sus experiencias: habitualmente no posee siguiera los medios para interpretarlas adecuadamente (especialmente por que se trata de un individuo aislado y la condición base para la iniciación es la ligazón con un "centro" y una "cadena", la cual no se satisface en absoluto. En segundo lugar, René Guenon niega toda posibilidad de ligazón -como el llama "ideal"- con una tradición, es decir, todo enlace que no se efectúe según la vía ritual, anteriormente indicada, y por contacto con representantes vivientes, existentes, presentes y autorizados de esta tradición. Una iniciación "espontánea", en fin, resulta igualmente excluida, pues equivaldría a un nacimiento sin ayuda de quien facilitara la posibilidad o al desarrollo de una planta sin que primero haya semilla la cual, a su vez, procede de otras plantas nacida la una de la otra.

Tal es, en síntesis, el esquema guenoniano de la "regularidad iniciática". Veamos ahora lo que se puede pensar a este respecto.

CRITICA DEL ESQUEMA GUENONIANO

Contra el esquema en sí no habría gran cosa que objetar, salvo que la situación existente para la mayor parte de aquellos a los que se dirigen los escritos de Guenon, no pasa de ser un esquema abstracto. Podemos conceder a este esquema nuestro asentimiento, pero luego si se desciende a la pregunta de cómo pasar a la práctica para recibir la iniciación, no se percibirán en la obra de Guenon muchas luces: todo lo contrario. En efecto, Guenon pretende que no aspira a nada más que la clarificación del concepto de iniciación; en cuanto a ocuparse del problema iniciático en sí, es decir, saber a quien hay que dirigirse para recibir indicaciones concretas, es algo que no le concierne -según afirma- de ninguna manera y que no puede, por nada del mundo, entrar en sus atribuciones.

Así el individuo que oye hablar a Guenon constantemente de "organizaciones iniciáticas", como si existieran en todas las esquinas, se encuentra frente a un auténtico callejón sin salida, en el caso en que el esquema de la "regularidad iniciática" fuera considerado verdaderamente absoluto y exclusivo.

Pensamos naturalmente en el hombre occidental. En Oriente -desde los países islámicos hasta el Japón- pueden aun existir ciertos centros que conserven suficientemente las características indicadas por Guenon. Pero no puede hacerse gran caso de esto; incluso aunque alguien decidiese desplazarse a estos lugares para recibir una iniciación regular auténtica. En efecto, haría falta tener la suerte de entrar en relación con centros de una pureza, por así decirlo, absolutamente supratradicional, pues, en caso diferente, se trataría de iniciaciones, cuya jurisdicción (como reconoce el propio Guenon) es el medio ambiente de una religión positiva dada, que no es la nuestra. Aquí, no se trataría de "convertirse" o no; existe un conjunto de factores físicos y sutiles, raciales y atávicos, de formas específicas de culto y divinidad, hasta llegar al factor representado por la mentalidad y por la misma lengua, que entran en consideración. Se trataría de trasplantarse a un medio físico y espiritual completamente diverso: lo que no es accesible para la mayoría y no puede ser realizado mediante un simple viaje.

Si uno se orienta por el contrario hacia la tradición que terminó por prevalecer en Occidente, nada podría alcanzarse, pues el cristianismo es una tradición mutilada de la parte superior, esotérica e iniciática. En el interior del cristianismo tradicional -es decir, del catolicismo- no existe ya una jerarquía iniciática: aquí, las perspectivas se limitan a desarrollos místicos mediante la iniciativa individual, y sobre una base carismática. Esporádicamente, algún místico sabe ir más allá y, de forma puramente individual, logra elevarse hasta el plano metafísico. Podemos y debemos hacer abstracción de algunas raras alusiones de los primeros siglos de nuestra era, o de las que se ha creído encontrar en la iglesia greco-ortodoxa, y a la caza de las cuales han partido ciertos guenonianos.

Si tras haber reconocido todo esto, se quiere buscar más, lo que dice Guenon no es particularmente consolador. En efecto, reconoce que en nuestros días, en el mundo occidental, no existen en absoluto organizaciones iniciáticas. Las que hubieron, hoy han caído en un estado de completa degeneración transformándose en "vestigios incomprendidos, incluso por los mismos que las dirigen". Más aún: lo que añade, a título de precisiones, no hace sino acrecentar la perplejidad y el que sean visibles, además, los peligros que derivan del hecho de asumir incondicionalmente el esquema abstracto de la "regularidad iniciática".

Aquí no podemos más que expresar nuestro desacuerdo preciso sobre dos puntos. El primero es que, incluso a través de organizaciones degradadas, sería posible obtener algo parecido a una verdadera iniciación. Para nosotros, la continuidad de las "influencias espirituales" es, de hecho, ilusoria, cuando no existen representantes dignos y conscientes de una cadena dada y cuando la transmisión se ha convertido casi en mecánica.

Es un hecho que existe la posibilidad, en este caso, de que las influencias verdaderamente espirituales "se retiren", razón por la cual lo que queda y es transmitido no es nada más que algo degradado, un simple "psiquismo", incluso abierto a fuerzas oscuras, de tal manera que la adhesión a la organización correspondiente, para quien aspira verdaderamente a lo alto, se vuelva a menudo una desventaja y un peligro, antes que un socorro. René Guenon no parece pensar lo mismo: cree que si la continuidad exteriormente ritual se ha mantenido, es siempre posible obtener lo que llama "iniciación virtual".

Más grave es nuestro desacuerdo cuando Guenon dice que el resultado de las investigaciones por él conducidas en una época ya lejana, le llevó a la "conclusión formal e indudable" de que fuera del caso de supervivencia de algún grupo de hermetistas cristianos procedente de la Edad Media, entre todas las organizaciones con pretensiones iniciáticas que existen hoy en Occidente, no hay nada más que dos que puedan reivindicar, aunque de forma muy decaída, un origen tradicional auténtico y una real transmisión iniciática: el Compañerismo y la Masonería. Todo lo demás no sería más que charlatanería y vacuidad, cuando no serviría para disimular algo peor. Así se expresa Guenon. Pero, aquí nosotros introduciremos consideraciones particulares, sosteniendo que existen indicios suficientes a propósito de personas que, incluso en Occidente, están o han estado en posesión de conocimientos iniciáticos efectivos, sin haberse afiliado, ni al Compañerismo, ni a la Masonería.

Dejando pues de lado este hecho, diremos, a propósito del Compañerismo que se trata de una organización iniciática residual, de origen corporativo y alcance muy restringido, cuyo nombre fuera de Francia es casi completamente ignorado. Para pronunciarnos a este respecto, no poseemos datos suficientes y no creemos que la cosa valga la pena. Pero, en cuanto a la masonería, las cosas se presentan de forma diversa. René Guenon puede haber contemplado quizás algún núcleo superviviente de la antigua masonería "operativa", privada de relaciones con lo que la masonería es hoy concretamente. En cuando a esta última, no tiene -al menos, por lo que respecta a las cuatro quintas partes- absolutamente nada de iniciático, siendo un sistema fantasioso de grados, construido sobre la base de un sincretismo inorgánico, hasta el punto de que representa más precisamente lo que Guenon llama "seudoiniciación".

Más allá de este artificioso edificio, lo que puede encontrarse, dotado de un carácter "no humano" en la masonería moderna, posee a lo más un carácter muy sospechoso; diversas circunstancias vuelven legítimo el que pueda suponerse a este propósito, que se trata propiamente de una organización cuyo elemento verdaderamente espiritual se ha "retirado" y en la cual el "psiquismo" ha servido frecuentemente como instrumento de fuerzas tenebrosas. Si se mantiene el principio de juzgar según los frutos, reconociendo la precisión de la "dirección de eficacia" de la masonería en el mundo moderno, su constante acción revolucionaria, su ideología, su lucha contra todas las formas positivas de autoridad de lo alto, y así sucesivamente, no puede sino alimentar dudas a propósito de la naturaleza del fondo oculto de la organización en cuestión, cuando no se reduce a una pura y simple imitación de la iniciación y de la jerarquía iniciática.

René Guenon no está en absoluto dispuesto a aceptar una interpretación de este género. Pero no es el punto decisivo sobre la cuestión. Aunque no intente "conducir o robar afiliados a cualquier organización", la responsabilidad que indirectamente toma con tales consideraciones, es enteramente suya, y por nuestra parte no podemos compartirla, ni siquiera en su parte más mínima (1).

Así pues, ante un balance como éste, el problema práctico, en los marcos de la "pura regularidad iniciática", se presenta bastante mal para el hombre occidental. Conviene ver que otras vías, legítimas y fundadas, pueden ser consideradas para dar cierta luz al problema.

INICIACION Y VIAS DE EXCEPCION

El mérito que es preciso reconocer a la concepción guenoniana es el realce que da a la dificultad de realización iniciática en las condiciones actuales y el hecho de colocar un límite contra ciertos planteamientos concernientes a la "iniciación individual" y a la "autoiniciación", presentados por algunos -Rudolf Steiner entre ellos- como la única vía que el hombre occidental debería seguir. Conviene no caer de un exceso a otro.

Es absolutamente cierto que en razón del proceso de involución al cual la humanidad está sujeta, algunas posibilidades de realización directa, presentes en los orígenes, si bien no están totalmente perdidas, se han convertido, al menos, en raras. Pero no se debe caer en posiciones equivalentes a la concepción cristiana, según la cual el hombre, irremediablemente tarado por el "pecado original", no podría nada por sí mismo en el terreno propiamente sobrenatural; aquí la intervención inseparable de aquel que puede transmitir ritualmente las "influencias espirituales", base de todo, según Guenon, aparece como equivalente de la "gracia" y de los "sacramentos".

Otra consideración importante que conviene hacer es la siguiente. Guenon mismo, en otro libro, ha señalado que uno de los aspectos de la involución específica es una solidificación, sea como la que se provoca hoy en la realidad presente bajo las formas rígidas de una materialidad sin alma, sea -añadimos nosotros- como la que determina una cerrazón interior del individuo humano. Se debe estimar que en tales condiciones, el poder y, en consecuencia, la ayuda propia a las "influencias sutiles", en el dominio de los ritos, no solo iniciáticos, sino aun religiosos, es más que reducida e incluso nula en los casos dados. Sería preciso, en efecto, preguntarse finalmente, cual es la naturaleza de estas "influencias espirituales" y si aquel que, en calidad de "iniciado virtual", las posee, no se encuentra así protegido frente a todo tipo de errores doctrinales y desviaciones. En verdad conocemos muchos casos de personas -y no solo occidentales- cuya situación es verdaderamente conforme a la "regularidad iniciática" en el sentido guenoniano del término (y, en primer lugar, todos los masones), pero que dan muestra de tal incomprensión y de tal confusión a propósito de todo lo que es verdaderamente esotérico y espiritual, que aparecen muy por debajo de personas que no han recibido este don, pero que están dotados de una justa intuición y de un espíritu suficientemente abierto.

Aquí también, no se puede eludir juzgar según el criterio "Los juzgaré según sus frutos", y no debemos hacernos ilusiones a propósito de las "influencias" espirituales en cuestión, en el estado actual de las cosas.

Dicho esto, en tanto que consideración general y decisiva, conviene tener presente en el espíritu lo que sigue: el hombre que ha nacido en la época actual es un hombre que ha aceptado lo que los teósofos llamarían un "karma colectivo": es el hombre que se ha asociado a una "raza" la cual "ha querido nacer por sí misma", librándose también de los lazos que no servían más que para sostenerla y guiarla y al que se ha dejado hacer; siguiendo esta ruta no ha ido mas que al encuentro con su propia ruina, he aquí lo que es conocido por todos los que saben comprender el rostro de la civilización moderna. Pero el hecho sigue siendo el mismo: hoy, en Occidente, nos encontramos en un medio en el que las fuerzas espirituales se han retirado y en el seno del cual el individuo no puede contar mucho con ellas, a menos que, gracias a un feliz concurso de circunstancias, no sepa, a en cierta medida, abrirse él mismo una vía. En esto, no hay nada que cambie.

Encontrándose pues en una situación que, por sí misma constituye una anomalía, prácticamente también en el dominio de la iniciación, conviene considerar menos las vías regulares que las que tienen un carácter de excepción.

Lo cual admite en cierta medida el mismo Guenon. Los centros espirituales -dice- aunque con modalidades extremadamente difíciles de definir, pueden intervenir más allá de las formas de la transmisión regular, sea en favor de individuos particularmente cualificados, que se encuentran aislados en un medio donde el obscurecimiento ha llegado a tal punto que no subsiste casi nada de tradicional y la iniciación no puede ser obtenida, en vistas de un fin general o excepcional, como renovar una cadena iniciática accidentalmente interrumpida. Existen pues posibilidades no normales de "contactos" directos. Pero René Guenon añade que es esencial retener que, incluso si un individuo aparentemente aislado alcanza una iniciación real, esta iniciación no será espontánea más que en apariencia, por que de hecho indicará siempre un enlace, por cualquier medio, con una cadena efectivamente existente: un enlace "sobre la vertical", es decir, como una participación interior en los principios y en los estados supra-individuales de los cuales toda organización particular de hombres no es más que una manifestación sensible y, en cierta manera, apenas una exteriorización contingente (2). Por ello, en los casos en cuestión, se puede siempre formular la pregunta: ?es verdaderamente la intervención de un centro lo que ha determinado la iniciación o, por el contrario, es la iniciativa activa del individuo de querer avanzar hasta cierto punto, lo que ha provocado esta intervención?

A este respecto, puede hablarse de una cualificación que no entra enteramente entre las que Guenon ha indicado, una cualificación activa, creada a través de una disciplina especial, por una especial preparación individual que vuelve apto, no solo al ser elegido, sino en ciertos casos, también a imponer la elección y la iniciación. El símbolo de Jacob luchando contra el ángel, hasta el punto de obligar a bendecirle, como tantos otros, hasta el de Parsifal (en Wolfram von Eschembach) que abre la ruta hasta el Grial "con las armas en la mano", algo "jamás visto hasta entonces", corresponden a tal posibilidad. Es lamentable que en los libros de René Guenon, no se encuentre nada a propósito de lo que puede ser una disciplina activa de preparación, la cual, en ciertos casos, es susceptible de conducir, incluso sin solución de continuidad, a la iluminación (3): de la misma forma René Guenon no indica nada, en cuanto a disciplinas concretas respecto a la obra de actualización, que convierte al "iniciado virtual" en un verdadero iniciado y, finalmente, en un Adepto. Tal como ya hemos dicho, el dominio de René Guenon es el de la simple doctrina, mientras que el que nos interesa es el terreno de la práctica.

Pero en este terreno, igualmente, René Guenon, en alguna ocasión, ha escrito algo que puede crear desorientación. Refiere una enseñanza islámica, según la cual aquel que se presenta ante una "puerta" sin alcanzarla por la vía normal y legítima, ve entreabrirse esta puerta ante él y luego se encuentra obligado a continuar el camino, pero no como un simple profano -lo que a partir de haber entrado sería imposible- sino como un sahar (brujo o mago en un sentido inferior). Es preciso realizar ciertas reservas ante este planteamiento; ante todo, si aquel que ha logrado aproximarse ante esta "puerta" a través de una vía no normal, tiene intenciones rectas y puras, esta intención será ciertamente reconocida por quien tenga el derecho, de suerte que la puerta se abrirá según el principio: "Golpead y os será abierto". Pero si la puerta no debía abrirse, esto -siempre en el caso de que se trata- indicaría únicamente que el aspirante a la iniciación, situado frente a la prueba, deberá abrir la puerta él mismo, recurriendo a la violencia, según el principio de que el umbral de los Cielos puede ser violentado; pues, de manera general, es exacto lo que dice Eliphas Levi, a saber que el conocimiento iniciático, no se da, sino que se toma: lo que, por lo demás, constituye la esencia de esta cualidad activa que entre ciertos límites, René Guenon mismo reconoce (4). Querer o no querer, un cierto rasgo "prometeico" naturalmente pertenecerá siempre a la categoría más alta del iniciado.

René Guenon tiene razón en no tomarse en serio la "iniciación astral" y denunciar a este propósito lo que piensan en sus divagaciones ciertos medios "ocultistas". Aquí también hay que ver muchos puntos de vista que no son sino una distorsión. A parte del hecho que, en cualquier caso, la verdadera iniciación se realiza en una condición que no es la de la conciencia ordinaria despierta, es posible elevarse activamente hasta estados donde son favorecidos los contactos esenciales para el desarrollo supra-individual. En el esoterismo islámico, por ejemplo, se habla de la posibilidad de alcanzar el shath, estado interior especial que, entre otros, da eventualmente la aptitud de unirse con el Khir, ser enigmático en quien reside el principio de una iniciación directa, es decir, sin la mediación de una tariqa (organización) ni de una sîlsila (cadena)(6). Aunque concebida como excepcional, esta posibilidad se admite. Aquí, lo esencial es la nyyah, es decir, la intención justa, que es preciso no entender en un sentido abstracto y subjetivo, sino como una dirección mágica de eficacia.

Veamos también otro punto. Como se ha visto, René Guenon excluye el enlace "ideal" con una tradición, por que "solo puede unirse con aquello que tiene una existencia actual", es decir, con una cadena de la que existan aún hoy representantes vivientes según una filiación regular: sin lo cual la iniciación sería imposible e inexistente. Aquí también se manifiesta una curiosa confusión entre el elemento esencial y el elemento contingente y organizador. ?Qué significa, en suma, "existencia actual"? Todos los esoteristas saben que cuando un principio metafísico cesa de tener una manifestación sensible en un medio dado o en un período concreto, no por ello pasa a ser menos "actual", sino que sigue existiendo en otro plano (cosa que el mismo Guenon reconoce más o menos implícitamente). Si por enlace "ideal", se entiende una simple aspiración mental, se puede compartir al opinión de Guenon; de otra manera las cosas se plantean, respecto a las posibilidades de una evocación efectiva y directa, sobre la base del principio mágico de las correspondencias analógicas y sintónicas. En suma, René Guenon admite -con precisión- que las "influencias espirituales" tienen sus propias leyes. ?No equivale esto, en el fondo, a admitir en principio, la posibilidad de una acción determinante sobre ellas? Lo que puede ser concebido en una situación colectiva, una cadena física pudiendo crearse y estar dispuesta para que sirva como un cuerpo que, sobre la base de una "sintonía" y, precisamente, de una correspondencia "simpática", atraiga una influencia espiritual en los términos del "descenso" de un plano, donde las condiciones de tiempo y de espacio no tienen un valor absoluto. La cosa puede conseguirse o no, pero no hay que excluirla, ni confundirla con la simple e inconsistente "ligazón ideal".

En fin, René Guenon niega que una iniciación pueda realizarse sobre la base de lo que ha sucedido ya en existencias precedentes. Ya que nosotros admitimos tan poco como Guenon la teoría de la reencarnación, si se refiere a ella, estamos de acuerdo con él. Pero no por esto debe excluirse la que se podría llamar una "herencia trascendental" especial en individuos dados, capaz de conferirles una "dignidad" particular, en cuanto a la posibilidad de recorrer y alcanzar, por vía directa, el despertar iniciático. Esto ha sido reconocido explícitamente por el budismo. La imagen guenoniana de una planta o de un ser vivo, que no puede nacer cuando no existe semilla (que sería el "inicio", determinado desde el exterior por la iniciación ritual), no es válido más que dentro de ciertos limites. Volviéndola absoluta, se terminará por contradecir la visión metafísica fundamental de la no-dualidad y, sobre todo, referir uniformemente todos los seres a un mínimo común denominador. Ya que pueden llevar en sí mismo la "semilla" del despertar.

CONDICIONES ACTUALES PARA LA INICIACION

Ya hemos indicado los elementos esenciales que hacer valer frente al esquema unilateral de la "regularidad" iniciática. En cierta forma, nos arriesgaríamos a descualificarnos a nosotros mismos, si no reconociéramos en este esquema el valor que se le debe. Pero no es necesario exagerar y perder de vista las condiciones especiales, digamos incluso anormales, donde se encuentran en Occidente incluso los que tienen las mejores intenciones y cualificaciones. ?Quién no se adheriría si encontrara organizaciones iniciáticas, tal como René Guenon las concibe, incluso con aspectos que hacen casi pensar en un sistema burocrático de "legalidad" formal? ?Quién no las buscaría, pidiendo simplemente ser juzgado y "puesto a prueba"? Pero este no es el caso y quien lee a Guenon se encuentra un poco en la situación de aquel que oyera decir que sería hermoso poseer a una fascinante joven, pero que, al preguntar donde está no obtendría por respuesta más que el silencio o también "este no es nuestro problema". En lo que se refiere a las indicaciones dadas directamente por Guenon sobre lo que subsistiría en Occidente de organizaciones iniciáticas regulares, hemos ya expuesto las reservas precisas que se imponen.

Queda solo la cuestión que, a decir verdad, habríamos debido exponer desde el principio, diciendo que la idea misma de la iniciación ritual, tal como la expone René Guenon, nos parece algo muy debilitado. En efecto, una transmisión de "influencias espirituales" mal individualizadas, transmisión que podría incluso no percibirse, unificando una simple "iniciativa virtual", la cual, en sustancia, como hemos dicho, está expuesta a todos los errores y a todas las desviaciones, a lo más, como el último de los "profanos", una transmisión de este tipo, en definitiva, es muy poco. Por lo que sabemos y por lo que puede deducirse de las tradiciones precisas -entre ellas las de los misterios antiguos- la iniciación real es, por el contrario, asimilable a una especie de operación quirúrgica, cuya contrapartida es una experiencia vivida de forma particularmente intensa y dejando -como dice un texto: "la huella eterna de una fractura".

Encontrar a quien sea capaz de dar una iniciación en estos términos no es algo fácil ni depende en absoluto solo de la cualificación (en razón de lo ya indicado, conviene hoy, en Occidente, aportar diversas restricciones al principio "cuando el discípulo está dispuesto, el Maestro también lo está"). En este caso, se trata esencialmente de elementos, por así decir, "destacados" (en el sentido militar), los cuales, en la vida, pueden ser o no encontrados. No puede tenerse la ilusión de encontrar una "escuela" propiamente dicha provista de todo lo necesario para llegar a un desarrollo regular, con un sistema suficiente de "seguridades" y controles. Las "escuelas" que en Occidente presumen de ser tales por lo mismo que lo presumen con "iniciados" que, colocan su cualificación en tarjetas de visita o en las páginas amarillas, son vulgares mistificaciones y uno de los méritos de Guenon es haber ejercido una justa crítica destructiva.

En cuanto a los que, una vez asumido el karma de la civilización en el seno de la cual han querido nacer, siendo ciertamente de su vocación, quieren avanzar por sí mismos solos, esforzándose en alcanzar contactos directos sobre la "vertical" -es decir contactos metafísicos, en lugar de enlaces "horizontales" con organizaciones aparecidas en la historia que les facilitarían una ayuda- estos se comprometen a lo largo de una vía peligrosa, realidad que queremos subrayar explícitamente: pues todo sucede como si se aventurara en un país salvaje, sin tener un "plano de referencia", ni una tarjeta de presentación. Pero, en el fondo, si en el mundo profano se encuentra natural que una persona buen nacida ponga en juego su vida, cuando el fin vale la pena, no hay razón para pensar de otra manera respecto a quien, dadas las actuales circunstancias, no tiene otra opción que la conquista de la iniciación y la abolición del lazo humano. !Alá akbar! puede decirse con los árabes, es decir, Dios es grande, mientras que Platón ya había sentenciado: "Todas las cosas grandes son peligrosas".

NOTAS

(1) Es igualmente discutible que la masonería sea una "forma iniciática puramente occidental", sería preciso ignorar toda la parte que comporta el elemento hebraico en su ritual y en sus leyendas.

(2) Por lo demás, a propósito de la Rosa Cruz, Guenon habla de la colectividad de los que han alcanzado un estado determinado, superior al de la humanidad común y han obtenido el mismo grado iniciático. En rigor no se debería hablar de "sociedades", sino ni tan siquiera de "organizaciones". En otra ocasión, Guenon ha recordado que las jerarquías iniciáticas no son nada más que los grados del ser. Todo esto puede ser entendido en un sentido espiritual y metafísico y no personalizado u organizado.

(3) Tal es típicamente el caso de la ascesis budista de los orígenes. El budismo dispone igualmente de un término técnico para designar precisamente a los "que se han despertado a sí mismos".

(4) Sobre esta base, debe ser entendido el principio de la "incomunicabilidad". El verdadero conocimiento metafísico es siempre un "acto" y lo que posee una cualidad de "acto" no puede proceder de otra parte; según la expresión griega, se puede solo alcanzarlo.

(5) Se puede recordar la parte muy importante que la iniciación recibida durante el sueño conoce entre las poblaciones salvajes. Sobre este aspecto ver, por ejemplo, Mircea Elíade, "El Chamanismo y las técnicas del éxtasis".

(6) Sobre este punto un texto de Abdul Hadi (publicado en agosto de 1946 en Etudes Traditionelles) habla de dos cadenas de las que una sola es histórica y la iniciación es dada por un maestro (sheik) viviente, autorizado, poseedor de la llave del misterio: es el et-talimurrijal, apoyándose sobre hombres, distinto del et-talimur-rabbani, para el cual no se trata de un maestro vivo en tanto que hombre, sino de un maestro "ausente", desconocido, o incluso "muerto" desde hace numerosos siglos. A esta segunda vía, se refiere la noción del Khidr (pronunciar Ridr, NdT) a través del cual se puede recibir la iniciación por vía directa. Tal posibilidad posee una importancia muy particular en el ismaelismo. En los Rusa Cruz, la figura misteriosa de "Elías Artista" era, en cierto sentido, equivalente al Khidr.