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Biblioteca Evoliana

Escritos sobre la francmasonería (01). Introducción. Renato del Ponte

Escritos sobre la francmasonería (01). Introducción. Renato del Ponte

Biblioteca Evoliana.- En 1984, la editorial italiana Settimo Sigillo publicó una recopilación de artículos de Evola sobre la masonería titulada "Escritos sobre la Masonería", prologada por el presidente del Centro de Estudios Evolianos de Génosa, Renato del Ponte. En 1987, la editorial francesa Pardes editó el mismo texto con la introducción en lengua gala. Hemos traducido esa introducción e iremos publicando los distintos capítulos de esta obra sucesivamente. En realidad se trata de artículos publicados por Evola sobre la masonería y, por tanto, los hemos considerado como tales.

 

INTRODUCTION

Este libro, con su recopilación de textos de Evola –no desprovista de validez normativa, aunque ligados a un período muy preciso de la historia- y las notas recientes que lo acompañan, no forman parte de los actuales libelos antimasónicos: ese tipo de publicaciones tuvieron su momento. Quien se tome la molestia de leer enteramente, las notas y la bibliografía crítica establecida por nosotros mismos, no podrá reprocharle una documentación insuficiente, ni un espíritu crítico sistemático.

Dos intereses nos han impulsado a realizar este trabajo: un interés esencialmente histórico y un interés de orden tradicional o, si se prefiere, iniciático. Intereses que, se quiera o no, no se oponen completamente entre sí, pues la vía iniciática no es una “entidad” puramente abstracta. Queremos decir que, aunque su función –que es la de permitir a los que están cualificados para esto, alcanzar los estados más elevados del Ser- permanece inmutable en el tiempo, las condiciones históricas y sociales, diferentes y modificadas, de la humanidad, complicando y, a nuestros ojos, ocultando las manifestaciones sobre planos muy diversos e históricamente determinados. De aquí deriva la necesidad de un estudio histórico de la vía iniciática, como premisa y condición de su comprensión, id est de una aproximación real a esta vía.

La Masonería en Italia en 1984

Hoy resulta extremadamente simple y cómodo declararse antimasón, tras los escándalos a los que algunas personalidades del mundo masónicos nos han habituado: un nuevo y significativo signo de los tiempos. Esto debería hacer reflexionar y conducir a una meditación atenta sobre los orígenes reales de lo que maduró durante mucho tiempo en el mundo oscuro de las causas primeras de la Antitradición. Ciertamente, no existen dudas de que la Masonería italiana es actualmente la más desequilibrada, la más decadente, en crisis y corrupta entre sus colegas de todo el mundo. El «caso Gelli» y el macabro ritual del «suicidio masónico» del banquero Roberto Calvi el 18 de junio de 1982 bajo el puente londinenses de los «Hermanos Negros», no es más que la parte visible de un iceberg de corrupción, de cinismo, de bajeza moral y material que parecen totalmente opuestas a los «principios morales elevados” (no tomemos en consideración, por caridad, el aspecto iniciático... ) regularmente proclamados por la Institución.

Esto debería ser reconocido, abierta y honestamente por los masones italianos de buena fe: de hecho, nos encontramos la mayor parte del tiempo en presencia de intentos fatuos de autodefensa para negar la verdad, para defender una institución irremediablemente comprendida hasta en la persona de sus principales representantes y garantes. Es así como hemos podido leer que «no se alcanza a comprender qué delitos han cometido los miembros de la Logia P2 en tanto que tales», o que la «tan controvertida Logia P2 no tiene de masónica más que su nombre, usurpado, por lo demás». Las investigaciones en curso, llevadas por una «Comisión sobre la P.2» -muy profana pero por encima de toda sospecha- han llevado a resultados muy diferentes, que prueban la colusión entre la dirección del Gran Oriente de Italia y la acción subversiva y criminal de Licio Gelli: «Se puede afirmar serenamente, hoy, que las relaciones entre la P2 y la Masonería son mucho más amplias, profundas y arraigadas que lo que se podía esperar inicialmente. En el presenta, nadie puede considerar a la P2 como un simple grupo consagrado a los negocios: los negocios no eran más que un medio de contaminar la vida de nuestra sociedad, en tanto que se han desarrollado sobre el terreno de la ilegalidad». Tales son las respuestas de Tina Anselmi, diputada “al margen de toda sospecha”, autora del “Informe de la Comisión Parlamentaria de Invetigación sobre la Logia Masónica P2” (Roma, 1984).

Vale la pena que los masones italianos no dejen de lado toda ilusión sobre la degradación extrema de su institución: es un dato histórico irrefutable y probablemente irreversible, como por otra parte han tenido el valor de admitir algunos representantes del medio masónico, y del que es preciso extraer las consecuencias que se imponen.

La agonía de la Masonería profana

La gran pobreza de estudios masónicos en Italia, y especialmente entre los mismos medio masónicos, es proverbial, tal como han reconocido el elenco de historiadores serios que han abordado el problema desde hace algunos años solamente; por lo demás, basta referirse a la bibliografía crítica que publicamos como apéndice para advertir el fenómeno. Es cierto que existe desde hace algún tiempo en Italia, una Logia de investigación, la «Quatuor Coronati» pero, a juzgar por los primeros resultados, parece muy alejada de la seriedad y de la amplitud de vistas de la logia homónima de investigación y profundización anglo-sajona.

Históricamente hablando, desde nuestro punto de vista, que es el punto de vista tradicional, no hay ninguna duda de que la masonería moderna, en tanto que institución profana –más allá de las tonterías seudoiniciáticas- que se ha desarrollado a partir de 17171, ha sido y permanece como un fenómeno completamente negativo: «No puede olvidarse que en la creación de la masonería moderna especulativa no se verifica la adaptación normal de una antigua forma de iniciación, sino una interferencia masiva de corrientes antitradicionales, que provocaron incontables desviaciones».

En este sentido, Guénon afirma que la masonería no es tanto uno de los «agentes de la conspiración mundial» como una de sus primeras víctimas; una víctima –añadimos- cuyo «cadáver» ha sido utilizado por la Antitradición en vistas de la realización de sus objetivos posteriores.

Las corrientes laicas y subversivas que se han servido de la masonería como de un útil «vehículo» para su acción devastadora de lo que subsistía de las sociedades tradicionales, son muy conocidas desde hace tiempo y no vamos a insistir sobre este punto, ya que es, precisamente, con esta intención que han sido reeditados los escritos evolianos de la presente recopilación, las notas explicativas e históricas añadidas que constituyen el punto de llegada –el lector, esperamos, recordará- de investigaciones y encuestas amplias y exhaustivas.

En esta óptica, la masonería no solamente ha preparado y favorecido el desarrollo de la sociedad burguesa del siglo XVIII, sino que más tarde se convirtió en el instrumento de otras fuerzas subversivas más avanzadas que, en ocasiones, sin que sus propios representantes hayan sido conscientes, han conducido al mundo moderno tal como es hoy.

La masonería profana ya no tiene en nuestros días ningún objetivo de supervivencia prolongada; incluso su carga subversiva se ha agotado y lo que queda (tal como atestiguan las recientes vicisitudes italianas) no puede constituir más que el motor de degradaciones suplementarias, el centro de oscuros egoísmos, de jefes corruptos, sedientos de oro y de poder: para ellos, el «metal» abandonado en el atrio del Templo no ha sido más que el préstamo usurero con intereses hiperbólicos.

Conviene pues dejar ahora de lado la desconcertante bajeza de los casos contemporáneos y de separar el aspecto histórico o “temporal” del aspecto propiamente iniciático. Interesa entender los términos de la discusión y eliminar un posible equívoco: la masonería de la que habla la historiografía contemporánea –que tiene como objeto de estudio la masonería tal como se ha «formado» durante los dos últimos siglos de vida “profana”– y la masonería de la que nuestros lectores habrán, quizás, oído hablar por autores como Rene Guénon, son dos cosas diferentes.

La iniciación «virtual» según Guénon

¿Ha existido una masonería tradicional? ¿Existe aún?

Se sabe que estas preguntas y sus posibles respuestas han sido objeto de una correspondencia entre Evola y Guénon y se tiene conocimiento también de un escrito de Evola concerniente a los límites de la “regularidad” iniciática, tal como la entendía el autor francés.

Leyendo los documentos que están a nuestra disposición, se tiene la impresión de seguir un diálogo de sordos. Guénon avanza algunas afirmaciones, netas, cortantes, en su estilo típicamente alusivo; Evola permanece en sus posiciones, reprochando a su interlocutor un formalismo excesivo, pero sin por ello llegar al centro de la cuestión: a saber que para Guénon la decadencia efectiva de las organizaciones masónicas es «una pura cuestión de hecho y no de principio», siendo el problema «mucho más complejo que lo que usted parece creer».

Según Guénon, no existe en el mundo occidental, fuera de muy restringidos y cerrados grupos de hermetismo cristiano más que dos organizaciones que, a pesar de la incomprensión de la aplastante mayoría de sus miembros, pueden reivindicar una transmisión iniciática real: la masonería y el Compagnonnage [gremios artesanales franceses] que en su origen no fueron mas que dos ramas de un mismo organismo. La masonería podría pues alardear de «un origen tradicional auténtico y de una transmisión iniciática real», pero en realidad no era más que una organización extremadamente degenerada. Guénon usa a este respecto expresiones muy explícitas y que no podemos más que compartir, pero que se buscaría en vano en la prosa de los zelotes de la rama italiana de la escolástica guenoniana: «Uno de los fenómenos más extraños de este tipo, es la penetración de las ideas "democráticas" en las organizaciones iniciáticas occidentales (y, naturalmente, pensamos sobre todo aquí, en la masonería, al menos en algunas de sus fracciones), sin que sus miembros parezcan percibir que hay una contradicción pura y simple: en efecto, por definición incluso, toda organización iniciática está en oposición formal con la concepción “democrática” e “igualitaria”; en relación con el mundo profano, en la aceptación más exacta del término, constituye primeramente una “élite” separada y cerrada, y luego en sí misma, por la jerarquía de los grados y de funciones que establece necesariamente entre sus propios miembros».

Desde el momento en que los masones actuales se preocupan del plano social y moral (con consecuencias sobre el plano real del tipo de las que hemos visto... ), «es tambien sobre el mismo plano exclusivamente «social» que se sitúan la mayor parte de los que les combaten, lo que prueba también que las organizaciones iniciáticas no fueron objeto de estos ataques más que en la medida misma de su degeneración». Tal es una de las «principales razones de la degeneración de algunas organizaciones iniciáticas: la admisión de elementos no cualificados, sea por ignorancia pura y simple de las reglas que deberían eliminarlos, o por imposibilidad de aplicarlas seguramente; tal es, en efecto, uno de los factores que más contribuyen a esta degeneración, e incluso, si se generaliza, llegar finalmente la ruina completa de tal organización».

Para Guénon, la razón más importante de la decadencia de la masonería reside en el tránsito de la fase operativa a la fase especulativa. Es bueno precisar aquí que operativo y corporativo no son precisamente lo mismo o, mejor, no se sitúan sobre el mismo plano, de forma que, a menudo, la historiografía masónica, cuando habla de la antigua masonería operativa, le gusta oponer “las especulaciones del pensamiento a las ocupaciones del oficio”.

La práctica de un oficio no revelaba tanto preocupaciones de orden profano como necesidad para facilitar una base concreta al trabajo iniciático real; en otros términos, la verdadera «operatividad» (y si se piensa en la Gran Obra de transmutación alquímica) se relaciona con el dominio del espíritu, aún teniendo como base necesaria (entendámonos: para los que tenían la vocación y la cualificación para seguir esta vía iniciática particular) el oficio.

Sin embargo, con la decadencia del oficio se ha perdido también de vista el verdadero aspecto operativo interior y, con el, todo conocimiento efectivo, aunque sólo permanezcan residuos de conocimiento teórico, especulativo. A pesar de esto, Guénon está convencido de que «la transmisión iniciática subsiste siempre, ya que la cadena tradicional no se ha interrumpido; pero, en lugar de la posibilidad de una iniciación efectiva, algún defecto individual la obstaculiza, no se tiene más que una iniciación virtual, condenada a permanecer como tal por la fuerza de las cosas, ya que la limitación “especulativa” significa propiamente que este estadio no puede ser superado, ya que todo lo que va más lejos es de orden “operativo” por definición. Esto no quiere decir, naturalmente, que los ritos no tengan efecto en tales casos, pues permanecen siempre, aun cuando quienes los realizan no sean conscientes, del vehículo de la influencia espiritual; pero este efecto es por así decir “diferenciado” en cuanto a su desarrollo “en acto”, y no es mas que como un germen al cual faltan las condiciones necesarias para su eclosión, estas condiciones residen en el trabajo “operativo” mediante el cual solo la iniciación puede ser efectiva”.

Guénon insiste en que (y tal es el principal punto de fricción con Evola) fuera de todo esto, «tal degeneración de una organización iniciática no cambia sin embargo nada su naturaleza esencial, y que incluso la continuidad de la transmisión basta para que, si se presentan circunstancias más favorables, una restauración es siempre posible, esta restauración debe ser entonces necesariamente concebida como un retorno al estado “operativo”».

No es inútil subrayar que para Guénon, «los primeros responsables de esta desviación, por lo que parece, fueron los pastores protestantes Anderson y Desaguliers, que redactaron las Constituciones de la Gran Logia de Inglaterra, publicados en 1723, y que hicieron desaparecer todos los antiguos documentos que cayeron en sus manos, para que nadie percibiera las innovaciones que introducían, y también porque estos documentos contenían fórmulas que estimaban como muy perturbadoras, tal como la obligación de “fidelidad a Dios, a la Santa Iglesia y al Rey”, rastro incontestable del origen católico de la masonería. Ese trabajo de deformación, había sido preparado por los protestantes en el espacio de tiempo, quince años, entre la muerte de Christopher Wren, último Gran Maestre de la Masonería antigua (1702), y la fundación de la nueva Gran Logia de Inglaterra (1717). Sin embargo, dejaron subsistir el simbolismo sin dudar los símbolos que, para cualquiera que los comprendiera, atestiguaba contra ellos con tanta elocuencia como todos los textos escritos (que, por otra parte, no habían conseguido destruirlos todos). Tal es, resumida rápidamente, lo que deberían saber todos los que quieren combatir eficazmente las tendencias de la masonería actual».

Sucede también que incluso aquellos que podrían estar cualificados para recibir la iniciación en el marco de la masonería moderna (en la cual Guénon continúa viendo, a pesar de todo, una “filiación directa” con la antigua masonería) no pueden esperar obtener más que una “iniciación virtual”. Pero la constitución de una élite consciente de sus posibilidades iniciáticas podría acarrear el renacimiento de organizaciones actualmente degeneradas. Mientras una transmisión iniciática subsista (y tal sería siempre el caso, para Guénon, de la masonería moderna), subsisten las esperanzas, sobre la base de los ritos como medios de acción de una influencia espiritual, el rito posee una eficacia independientemente de la cualificación del individuo que realiza la ceremonia e incluso sin que este sea consciente de ello.

Se conocen las objeciones de Evola a este respecto: contesta la posibilidad de obtener iniciaciones reales por parte de organizaciones degradadas, la continuidad misma de las influencias espirituales, siendo puramente “ilusoria, cuando no existen más representantes dignos y conscientes de una cadena dada y cuando la transmisión se haya convertido en poco menos que mecánica”. Para Evola vale también el criterio, que no puede ser más que admitido por las personas de buen sentido, según la cual cada cosa “se juzga por sus frutos”: y los frutos de la masonería moderna, añadimos, no son más que “cenizas y veneno”...

Sin embargo, dado que toda la argumentación guenoniana reposa, no sobre los «hechos» (que son lo que son, independientemente de toda abstracción), sino sobre los «principios», dejemos de lado las objeciones evolianas y permanezcamos en el interior de la lógica de Guénon para aportar un poco de claridad en esta cuestión compleja y para intentar llegar a algunas conclusiones.

Guénon habla pues de iniciación «virtual» y de iniciación «efectiva ». Abstracción hecha de toda restauración posible, no podría existir hoy una iniciación masónica efectiva, en la medida en que:

1) La masonería operativa no existe.

2) En todos los casos un retorno a la Masonería operativa, es decir, iniciática, en pleno sentido de la palabra, implicaría un retorno al “oficio”.

3) El ejercicio del oficio y la iniciación correspondiente no pueden tener todo su valor efectivo “más que si el oficio que ejerce cada individuo es el que le está destinado por las aptitudes inherentes a su naturaleza misma”.

Por el contrario, las posibilidades de una iniciación masónica “virtual”, subsistirían, pues:

1) A pesar de toda la decadencia, una «filiación regular» ininterrumpida sería mantenida, que garantizase la influencia espiritual”.

2) Ritos y símbolos , guardados por la masonería profana, permitirían la conservación de esta “influencia espiritual” y garantizarían pues la “virtualidad” de la iniciación.

A todo esto respondemos que, suponiéndose (lo cual no es evidente) que exista una filiación directa e ininterrumpida de la masonería operativa en la masonería especulativa (filiación directa que se trata de demostrar sobre el plano histórico),y negando ciertamente la eficacia:

1) Se Puede dudar seriamente de que los ritos actualmente practicados en las logias sean los mismos que los de la masonería operativa. Eventuales residuos efectivos de los antiguos rituales han sido ahogados bajo un amasijo de materiales heterogéneos y creados con piezas diversas qu se ha ido acumulando en el curso de los siglos; y ya que Guénon mismo ha escrito a este respecto que «la menor fantasía (...) corre el riesgo de comprometer la validez de la iniciación transmitida»; realmente los ritos en uso hoy en las Venerables Logias tendrán en el mejor de los casos un efecto nulo, o más probablemente una función catagógica, es decir de atracción hacia lo bajo.

2) Se puede decir otro tanto de los símbolos. Las cosas se presentan un poco mejor, pero es innegable que son progresivamente extendidos, al lado de los símbolos de los maestros constructores, antiguos y originales, de numerosos símbolos pertenecientes a tradiciones absolutamente extrañas y mezcladas.

3) Una eventual y problemática rectificación sobre la base de los estatutos y rituales antiguos (suponiendo que existan en alguna parte) no podría conducir más que al restablecimiento de un contacto con las «influencia espirituales»; pero esto significaría, ni más ni menos, volver a los fundamentos de la masonería operativa, sin la cual no sabría tener iniciación real, ni siquiera contrainiciación «virtual». Pues «dónde se encontrarían hoy hombres que sean suficientemente competentes para realizar esta adaptación con un espíritu rigurosamente tradicional».

Se percibe perfectamente a lo que se ha reducido la “iniciación virtual”, incluso para el aspirante potencialmente cualificado: un cero absoluto; de forma que es absolutamente legítimo preguntarse (sin prejuicio de la buena fe de Guénon, pero no de buen número de sus continuadores celosos) si todo esto no constituye el enésimo espejo destinado a desviar conscientemente fuerzas y energías que podrían orientarse en una dirección completamente diferente. «Ars sine scientia nihil», afirma una antigua máxoma operativa : sine arte y sine scientia, los franc-masones modernos vagan én busca de la palabra perdida que ya les es imposible encontrar.

RENATO DEL PONTE

 

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